Idas y Venidas de Dos Despistados

Naruto
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Idas y Venidas de Dos Despistados
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¿Sigo con vida?

‘¿Dónde estoy?’ Fue lo primero que pensé cuando recobré la conciencia. Lo último que recordaba era que había ido con Kakashi a rescatar a Rin de unos ninjas de la hierba que la habían secuestrado. Quedé atrapado bajo unas rocas y les dije que me dejaran y siguieran ellos. Finalmente perdí la conciencia, creyendo que iba a morir

¿Cómo era posible que ahora me encontrara acostado frente a una fogata, muy adolorido pero prácticamente sin daños? ¿Acaso Minato sensei lo había sacado de allí después de aquello?

“Veo que ya estas despierto”.

Me volví hacia el dueño de esa voz, mareándome momentáneamente por el esfuerzo. Se trataba de un shinobi de cabello largo que se encontraba a unos metros de distancia. Tenía una voz muy suave, pero no podía ver su rostro ya que estaba cubierto con una máscara.

Cuando se me acercó, la llama del fuego me permitió observarlo más detenidamente. Al ver el símbolo de su aldea me tranquilicé. Uzushiogakure, era un ninja del extinto país del Remolino, antiguo aliado de Konoha. Traía puesto el uniforme de ANBU y su cabello era de color rojo. En sus manos llevaba un recipiente con agua.

“Bebe esto tienes que recuperar mucho líquido”. Decía mientras sostenía mi cabeza para que pudiera beber. El agua estaba deliciosa, fría y dulce. “Así está mejor. Ahora escucha, tuviste muchísima suerte: debido al peso de todas esas rocas el suelo de la cueva cedió y caíste dentro de un túnel subterráneo por el que yo estaba pasando. Como sé algo de ninjutsu medico pude curar tus heridas más graves, pero será mejor que te lo tomes con calma por algunas semanas hasta que sanes por completo.

‘Así que fue él quien me salvo’. Pensé mientras cerraba los ojos.

‘¿OJOS?’ Me senté de golpe, provocándome un dolor terrible. Le había dado mi ojo izquierdo a Kakashi en reemplazo del que perdió. Traté de tocarme la cara, pero sentía los miembros como si fueran de plomo. Comencé a perder la conciencia cuando sentí que unos brazos me sujetaban.

“¡Baka! ¿Qué parte de tomarlo con calma no entendiste?” Lo había hecho enfadar, no hacía falta ser un genio para darse cuenta. “Si te preocupa tu ojo izquierdo, déjame aclararte que te implanté el de un ninja de la hierba que mate. Como es del mismo color que el derecho, nadie tendría que saber que no es el tuyo”.

‘Lo hubiera dicho antes’.

“Tengo el presentimiento de que vas a causarme muchos problemas, quienquiera que seas”.

“O…Obi…to”. Respondí sintiendo  la boca como de lija. “Obito”. Cada vez me era más difícil mantenerme despierto.

“Gusto en conocerte entonces, Obito”. Dijo el ninja suspirando. “Mi nombre es Uzumaki Kushina”.

‘¿Kushina? ¡Entonces es una mujer!’. Fue mi último pensamiento antes de desmayarme.

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