
Locura obsesiva
Locura obsesiva
Draco comenzaba a admitir que se estaba obsesionando porque aquello no era normal. Era la décima vez en tres días que había parado a alguien creyendo que era Potter. Sus ancestros debían removerse en sus tumbas cada vez veía una cabellera negra desordenada e impulsivamente cogía al susodicho por el brazo.
La última vez había sido excesivamente vergonzosa. Había estado seguro que era él, era la misma gabardina negra y las mismas botas New Rock, por eso no había dudado en lanzarse a la carretera cruzando por medio del tráfico hasta llegar a la otra acera donde estaba el chico, para descubrir que no era a quien buscaba, pues sus ojos no era verdes y llevaba demasiada ropa bajo la gabardina.
–Me equivoqué –había balbuceado Draco soltando el brazo del joven.
Hundido en su miseria pudo oír los pitidos de los coches que habían parado en seco para no atropellarle y los insultos de sus conductores antes de andar a paso ligero hasta el primer bar que encontró, pues definitivamente necesitaba una copa.
Y allí se encontraba, maldiciendo el mejor polvo de su vida, definitivamente debía de estar loco.
Apuró su tercer vaso de aquella asquerosidad muggle que osaban llamar whisky y miró a su alrededor. Se quedó quieto, con el vaso vacío pegado en sus labios. No podía ser. Bajó el vaso y parpadeó repetidamente y allí seguía estando, apoyado en la pared de una esquina del bar, con una cerveza en la mano y en la otra un cigarrillo que llevaba a sus jugosos labios y aspiraba lentamente, recreándose en cada calada con los ojos entornados, recordándole lo que esa misma boca había hecho con su polla tres días atrás. Llevaba las mismas botas negras con un poco de plataforma y punta de acero que le llegaban hasta las espinillas, unos pantalones de cuero tan ajustados que parecía imposible que hubiese podido meterse en ellos a no ser que los cosiese después de ponérselos y una camiseta de rejilla que sólo cubría su pecho bajo la larga gabardina. Y la prueba definitiva de que era Potter, sus ojos de un verde imposiblemente brillante que en aquel momento le estaban mirando, no sabía cuánto tiempo había estado recorriendo aquel cuerpo de pecado para que el chico se hubiese dado cuenta y le estuviese sonriendo con arrogancia.
Pasó la lengua por sus labios inconscientemente, dejó el vaso junto a unos billetes que pagasen su cuenta y caminó hasta él como si estuviese hechizado. Le cogió del brazo –“Al fin el brazo de Potter”–, y lo condujo a los baños desde donde se aparecieron en su apartamento.
Nada más llegar su lengua ya estaba profundizando en la boca del moreno, por el rabillo del ojo vio que estaban en el salón, un viaje a Australia parecía más corto que el camino al dormitorio. Quitó la gabardina que dificultaba su paso al divino trasero que se apresuró a apretar recibiendo un dulce gemido, para volver a subir sus manos acariciando la suave piel de su torso hasta que la camiseta le dificultó el paso. La quitó rápidamente y torturó con una de sus manos un moreno pezón mientras dejaba chupetones en el largo cuello obteniendo más excitantes gemidos. Lo deseaba tanto, tres días era mucho tiempo esperando. Lo giró hacia la derecha donde estaba el sofá quedando el gryffindor apoyado en el respaldo del sofá y tiró de los pantalones rompiéndolos por las costuras. El culo que tanto deseaba penetrar se ofrecía sin reservas para él. Abrió sus pantalones y liberó su polla más que dura. Cogió su varita y susurró un hechizo lubricante junto a uno de protección y se introdujo en la apretada cavidad hasta el fondo.
Salió para volver a entrar fuerte y profundo obteniendo aquellos gemidos que le volvían loco. Una mano agarraba con fuerza las caderas color canela, seguramente dejaría marca, la otra acariciaba y apretaba toda la piel expuesta que alcanzaba.
Estaba cerca, muy cerca. Tiró del pelo de Potter haciendo que se incorporase hasta que su espalda tocase su pecho y besó ferozmente su boca.
–Di mi nombre –ordenó comenzando a morder su cuello.
–Mal...¡ah!...foy... –obedeció entre gemidos.
–Mi nombre, Harry –le reprendió mordiendo fuerte.
–¡AH!..Dr..¡ah!...aco.
–Repítelo... más –dijo al tiempo que llevaba una de las manos laxas del moreno a su polla instándole a masturbarse.
Harry obedeció gimiendo su nombre una y otra vez hasta que sintió que el rubio estaba a punto de correrse y lo hizo él segundos antes gritando su nombre.
Harry volvió a quedar apoyado en el sofá soportando el peso de Malfoy que se recargaba en su espalda. Miró distraídamente el reloj, faltaba media hora para que su tiempo allí terminase y el rubio aún tardaría en poder tenerse en pie, mucho más para que su polla se levantase. Lo había dejado agotado, sin hacer nada más que saber el momento exacto en que debía correrse, por algo era el mejor de la ciudad.
Finalmente, el slytherin salió de su interior y tiró de él hasta el “lejano” dormitorio a diez pasos de distancia. Se dejó caer en la cama llevando al prostituto con él en el proceso. El chico se quitó las botas con un giro de su mano y besó al rubio, a los clientes que querían que dijese sus nombres les gustaban los besos dulces y lentos. Malfoy acarició su espalda hasta llegar a su culo donde la dejó descansar. Harry comenzó a descender por el pálido cuerpo dejando dulces besos húmedos hasta llegar al flácido pene y disponerse a despertarlo, pero fue detenido por una mano tirando de su pelo.
–Ven –susurró Draco.
Potter subió hasta quedar a su altura y él le rodeo con sus brazos. La morena cabeza fue apoyada en su pecho y Draco se dejó caer en un reconfortante sueño después de tres noches de insomnio buscando a la fuente de sus deseos por las calles de Londres.
*****
Cuando despertó a la mañana siguiente, Potter no estaba, así como tampoco el sobre con dinero que llevaba tres días preparado en su mesilla. Dracó suspiró y miró al techo pensando que la próxima vez le esposaría a la cama para que no escapase y le tuviese Merlín sabía cuánto tiempo buscándole.
Continúa...