
Entre gryffindors
Entre gryffindors
Draco tenía una regla, una importante regla en cuanto a sexo: nunca, bajo ningún concepto, follar con conocidos. Y en aquel momento se encontraba pensando si debía hacer una excepción.
Tres días atrás se había encontrado a Potter en un bar del Soho. Hacía siglos que no salía en ningún periódico y no sabía qué había estado haciendo durante esos años para haber cambiado tanto como para que se pusiese duro con sólo mirarle. El mago se había puesto junto a él en la barra y le había dado una descarada mirada de arriba abajo por muy increíble que pareciese viniendo de Potter, o al menos del Potter que había conocido. Intrigado por el cambio, habían comenzado hablar, así había descubierto que el gryffindor había estado dos años en Rumanía domando dragones con Charlie Weasley y otros dos años aprendiendo a controlar esfinges en Egipto mientras Bill Weasley había estado trabajando para Gringotts allí. Llevaba sólo tres meses de vuelta en el país y dos de ellos los había pasado en Escocia controlando a una manada de kelpies que había aparecido en el Bosque Prohibido y estaba causando estragos en los terrenos del colegio de Magia. Eso explicaba por qué todavía no habían anunciado su vuelta a la ciudad, McGonagall seguía cuidando de su alumno favorito.
No sabía cómo la conversación había derivado a hablar de preferencias sexuales. Draco había asegurado que nunca pondría el culo para nadie y Harry que le gustaba ceder el control en la cama después de pasar el día controlando animales salvajes. El rubio había dicho que eran perfectos el uno para el otro, el moreno que era lo había ido a buscar y le había preguntado si le gustaban los pelirrojos. La pregunta le había descolocado por demás y para su sorpresa el chico le había dicho que estaba buscando a alguien para hacer una orgía con sus dos amantes: Charlie y Bill Weasley.
“Sí que ha espabilado San Potter” pensó Draco asombrado.
Todavía recordaba las pajas que se había hecho en cuarto año pensando en el domador de dragones y, después de que Potter le asegurase de que Bill se parecía más Charlie que a Ron, había aceptado sin dudar. Una orgía así no se rechazaba, después de todo un enemigo al que no veías desde hacía cuatro años no terminaba de entrar en su definición de conocidos.
Había sido la mejor orgía a la que había asistido. Potter tenía un culo jodidamente estrecho... y flexible, recordó la vez que había entrado en él junto a Bill, Charlie hacía las mejores mamadas que jamás había probado y las manos de Bill hacían maravillas con zonas erógenas que ni siquiera sabía que tenía.
Y por eso se encontraba en ese momento con aquel problema. Potter le había mandado una lechuza invitándole a una cena con orgía de postre. Ya había follado con ellos, eran conocidos, nunca había quedado para follar dos veces con la misma persona, pero ¡joder!, había pasado esos dos días pajeándose con el recuerdo ¡quería repetir!
Cerró rápidamente la carta antes de que cambiase de idea y envió su respuesta a Potter, pensando que faltaban cinco horas para que estuviese clavándosela de nuevo.
Fin