
Chapter 13
—Harry, necesito que te mantengas a mi lado. ¿Me entiendes?Â
El clima seco del bosque se pegó a él, colocando sus manos invisibles sobre la garganta del niño, privándolo del aire. El sol no daba tranquilidad solo por verse entre las ramas de los árboles, y la ausencia de los pájaros daba lugar a los sonidos de los erráticos. No estaban tan cerca, pero estaban.Â
—Vamos a tener que movernos de inmediato —murmuro ella,—. No puedo hacernos aparecer. No puedo arriesgarme a eso. —Laurie parecÃa perdida, sumergida en si misma. Sus ojos iban de un lado a otroÂ
 Los sonidos de los erráticos viajaban con el viento. ¿Cuánto tardarÃan en llegar? La sola perspectiva de estar a merced de cuatro erráticos...a Harry se le enfriaron las manos, el anillo en su derecha se ajusto, los dedos tocaron la madera del hacha.Â
—Harry, —lo llamó, volviendo en si, y Harry devolvió su atención—...
Los ojos de Laurie estaban sobre él, disparejos y con una seriedad que no estaba seguro de haber visto en ella antes.
—...busca tu mochila.
Laurie no tuvo que decirlo otra vez. Ella soltó su muñeca y el niño dió trompicones hacia el interior de la tienda. El viento asfixiado, golpeaba la tela gruesa, susurrando palabras. Susurrando de nuevo. Cuando volvió a salir, con la mochila colgada en sus hombros, diviso nuevamente a Laurie. La mano de ella tocaba el mango del cuchillo que estaba escondido en su cadera. Harry lo vió, sobresaliente en el cuero marrón. Ella movió sus ojos hacia él, luego al entorno, deteniéndose en los muertos que aún no los habÃan visto. VenÃan a paso lento, a la distancia. Pero eran cuatro. Y ella y él solo dos. Y Harry era pequeño.
—¿Tienes todo, Harry?Â
Harry humedeció su boca. La lengua húmeda tocó los labios agrietados. Luego asintió. Su mano, la que no tenÃa el anillo, balanceo muy ligeramente el hacha.Â
—Bien...— Laurie inhaló. Ella miro alrededor. ¿Estaba tan perdida como él?
Harry apenas tuvo tiempo para fruncir las cejas y se pensar cuál era el próximo paso. Laurie se habÃa acercado a la tienda, su mano, la libre, tocaba la tela, deslizando la palma hacia arriba. No existió tiempo suficiente para buscar una respuesta. La tienda se habÃa comenzado a mover. Fue demasiado rápido. Se habÃa doblado. Se habÃa movido y doblado, plegadose sobre si misma, como un papel. Pero no fue todo. No cuando Laurie la recogió, a la cosa minúscula en el césped, que antes habÃa sido una tienda amueblada, y la guardo en el bolsillo de su pantalón, en la parte pequeña, que hasta hace un momento Harry habrÃa creÃdo inútil.
Harry abrió la boca, sus cejas contorsionadas de la comfusion. Sin embargo, Laurie no presto atención a la curiosidad, no tenÃa tiempo. Ella agarró su mano libre, un apretón pejagoso, y prácticamente lo arrastró hasta uno de los árboles. Lo de la tienda volviéndose algo diminuto en segundos no tenÃa explicación. Pero no fue lo unico. Laurie saco un...palo de manera demasiado elegante para solo serlo. Lo saco de su brazo, de la remera corta. Harry no estaba seguro de haberlo visto antes. Ella con un movimiento preciso, provocó que todas las trampas se movieron como vÃboras en el aire, doblandose y volviéndose tan pequeñitos que cabieron en su bolsillo. Ella guardo aquel palito cuando terminó, y con una mirada, le hizo un gesto de silencio.Â
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Ambos comenzaron a caminar lejos de dónde habÃa estado la tienda. Ella con la mano agarrada a la de él, apretándolo como si quisiera hacerse carne. Si se detenÃan, era breve. Ella sorteó a los erráticos con cuidado, buscando huecos por los dónde andar. Y asà lo hicieron. Los huecos a veces no eran enormes espacios, era a veces un árbol grande, un árbol caÃdo, un errático distraÃdo.
Harry anduvo a su costado con el corazón en la boca, evitando mirar demasiado mientras pasaban al primer errático, con la hacha de adorno. En ese momento, mientras avanzaban con el aire contenido, se dió cuenta que él también se estaba aferrando a la mano de Laurie. Era un consuelo. No hablaron, no hubo intercambio. No necesitaban palabras en ese momento.
Harry miró todo a su alrededor, pero todo era tan igual, que ante el mÃnima sonido, su cuerpo se helaba y sus ojos se movÃan en busca de enemigos.
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Si miraban hacia atrás, no estaban tan lejos de dónde habÃa estado la tienda. AllÃ, entre la cantidad interminable de árboles, dieron con el segundo errático, el que Harry habÃa visto.Â
La cosa, apenas erguida sobre su propio peso, movió sus ojos hacia ambos. Sus ojos apagados rodaron como pelotas de bingo, un momento hasta quedar enfocados. Y entonces esa mandÃbula, que bien podrÃa hacer sido de un muerto de hace unos dÃas, se abrió, barbotando sonidos bajos, como los del agua caliente cuando alcanza su punto.Â
Laurie se tenso y Harry lo sintió. Ella lo miró, Harry se sintió más pequeño entonces, casi regañado bajo la mirada ajena.
—Quedate aquà —ella le exigió— y mira bien a tu alrededor.
Y con esas dos oraciones, ella se soltó de su mano, en cambio, agarrando la navaja escondida en el bolsillo de una de sus piernas. Ella dió pasos firmes hacia él errático, que gimió casi con jubilo de tenerla al alcance de sus manos. La cosa enroscó sus dedos de uñas sucias alrededor de los hombros de Laurie, tan profundamente que habrÃa podido desgarrar su remera si Laurie no hubiese acertado una tajada fuerte en el centro de su cabeza. Fue precisa. Y con un gesto en su rostro, de asco, asumió Harry, ella lo pateó lejos.Â
Ella volvió rápido, limpiando la daga con la ropa del muerto, y tras guardarla y refregarse la mano con su ropa, ella se la dió a él.
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Ambos caminaron bajo un silencio que fue incómodo. Harry volvió su mente a la escena mientras pasaban por al lado del cuerpo del errático ahora verdaderamente muerto. Laurie parecÃa segura. Excepto que recordaba la vez que... Vernon le habÃa enseñado a Dudley como caminar por el pasillo cuando temia a la oscuridad que daba al baño. Fingiendo seguridad y aguantando la respiración. "Hasta que te acostumbres" le dijo, con una sonrisa rechoncha.Â
En ese momento, Laurie habÃa lucido como Dudley.Â
Ella se mantuvo enfocada al frente, con los dedos enroscado a los suyos.
—No me gusta enfrentarlos, —admitió, casi como obligada por el silencio—pero si hay que hacerlo, lo haré—. Ella bajo su mirada hacia él, esos ojos de dos colores lo observaron con una firmeza digna de una maestra estricta—, Espero que tu también lo hagas cuando te toque, Harry.Â
Harry no sabÃa por qué, pero asintió. Incluso antes de comprender el peso de las palabras.Â
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