
Chapter 12
Harry caminó detrás de la chica. Ambos caminaron hacia las solapas entre abiertas de la tienda, sin embargo antes de hacer algún paso hacia el exterior, Laurie lo detuvo detrás de su cuerpo, con un brazo extendido. Harry la miró, arrugando la nariz y levantando un poco su labio superior, antes de poder detener el gesto. Raro.
Laurie se inclinó hacia un costado, agarrando el hacha que Harry habÃa traÃdo consigo. Luego, lo miró por encima del hombro, llevándose un dedo a la boca, como pidiéndole silencio.
¿Silencio a qué? Bueno el sonido le llegó casi al mismo tiempo que su pregunta interna. Un gruñido bajo como un quejido, lamentable. Cómo los erráticos en sÃ.
"Detrás de mi" alcanzó a leer sobre los labios de Laurie, apenas teñidos de sonido. Harry hizo caso.Y Laurie avanzó, sus pies pisando cuidadosamente esa mezcla de pasto y tierra. No habÃa llovido, pero si lo hubiese hecho, seguramente las suelas de las botas dejarÃan firma sobre el suelo.
Harry se quedó cerca de la tienda, sus manos ajustadas a su remera. La de Dudley.
Sus ojos bajo el peso invisible de los anteojos que ya no llevaba —mágicamente, es decir, porque Harry aún no habÃa encontrado explicación para ello— , persigueron a la joven.
HabÃa un errático. Agazapado contra un conejo que habÃa quedado atrapado en la trampa de Laurie. El animal, que ahora no era más que un saco de carne mal cortado, estaba abierto por el estómago, y Harry no podÃa discernir de que color habÃa sido. Tan rápida cómo fue su observación, fue el movimiento de Laurie.
El sonido de la carne desgarrarse cosquilleo en los oÃdos de Harry. Una mueca se hizo sobre sus labios casi como con independencia. Laurie tuvo que dar otro fuerte golpe sobre la nuca del errático, porque solo asà la cabeza se terminó de desprender.
Fue grotesco.
Laurie, con la remera celeste salpicada de sangre oscura, pateó la cabeza del zombie. La cosa giró solamente por el impacto, moviendo sus ojos de filtro grisaceo, y su boca moribunda como si intentara hablar. No, no fue a sus pies, pero eso no detuvo a las manos sudorosas de Harry. No a la picazón y al comienzo de una batucada en su pecho.
Laurie nisiquera se dignó a mirar el conejo. Quizás porque sabÃa que comer lo que quedaba era, además de asqueroso, peligroso; sino porque parecÃa haberle sucedido otra vez.
—Es la tercera vez...—pronunció ella, más como un recordatorio. Ella, apretó los labios y con un golpe digno de un jugador de fútbol americano, el cuerpo decapitado se convirtió en su pelota. Harry, desde su lugar al costado de la tienda, dió un paso vacilante, su mano, abandonó la tela como si implicara un esfuerzo fÃsico.
El aire seco de la mañana acarició su cabello, desordenado aún más los rizos negros enmarañados. Sobre sus pies, dió una media vuelta.
—Laurie... —la boca de Harry se movió, pronunciando el nuevo nombre. Los erráticos, habÃa dos de ellos, alejados, sÃ, pero no lo estarÃan por mucho tiempo. Uno, el que estaba más cerca, se balanceaba sobre su propia columna, el cuerpo no parecÃa viejo. No. Estaba casi tan limpio como el de Laurie. A excepción de la unión entre el cuello y hombro, dónde una mancha de sangre, presumiblemente seca, se hacÃa sobre una camisa desalineada. TodavÃa no los habÃan notado.
Harry se giró hacia Laurie, la chica miraba hacia la dirección contraria. Su mano se habÃa vuelto blanca, apretada en torno al hacha.
—¿Hay más...? —le preguntó ella en un tono bajo, como un susurro.
A Harry le costó decirlo por alguna razón. Una bola tan emarañada como su cabello se hacia sobre su estómago.
—Dos más. Están lejos. —Por ahora.
Laurie asintió. Un movimiento lento. Y solo fue un momento antes de que ella fuera hacia él. Ella colocó el hacha en su mano, sus dedos envolvieron los de él, apretando su piel como si buscará dejar énfasis de lo no pronunciado. Esos ojos bicolores lo miraban, buscando tener su atención.
—Harry, necesito que te mantengas a mi lado. ¿Me entiendes?Â