
Chapter 11
La escuchó antes de verla. Primero los pasos, esas botas negras se asentaban con firmeza incluso dentro del suelo de la tienda.
Harry se incorporó en la cama de golpe, paso su pulgar por la comisura de su labio, limpiando un poco de saliva, luego trato de entornar su vista hacia donde provenia el sonido. El sueño lo abandonó, revolviendo su cabello y dejandolo ahÃ, desorientado. Se habÃa dormido en algún momento, con el libro de herbologia abierto sobre el pecho.
Cuando enfoco la vista se dió cuenta. Aún podÃa ver. Sin los lentes.
Subió su mirada hacia su mano, allà estaba ese anillo, de pequeña piedra negra. HabÃa un triangulo, un cÃrculo y una vara cruzando a los dos. Arrugó la nariz. No entendió si es que el grabado tenÃa algún significado. Quién sabe de dónde habÃa sacado eso Lirio. Una vez, habÃa leÃdo que los cuervos domesticados traÃan cosas brillantes a sus amos, pero hasta donde sabÃa, las lechuzas no hacÃan eso. Y tampoco eran las hembras de lechuzas tan blancas, como ciertamente lo era Lirio.
Su amiga Lirio, su corazón se apretaba ante la idea de encontrarla otra vez, o mejor dicho, que ella le encontrará. Harry dejó escapar un suspiro, pasando las manos por el rostro, quitándose el sueño. Esperaba que ella se encontrará bien.
Se levantó, mirando alrededor de lo que era su habitación: era sencilla, pese a que habÃa un mueble de madera y una lámpara, ademas de la propia cama, que estaba construida de madera. Harry se quedó ahÃ, mirando las cosas, girando sobre sà mismo.
SentÃa que algo se le escapaba.
Muebles de madera. Una tienda. El bosque.
¿Cómo habÃa hecho la chica para mover todos esos muebles...?
—¡Harry!
Harry giró pasmado, mirando a la chica, Laurie. Ella habÃa asomado la cabeza en la lengueta que dividÃa está habitación de lo que le siguese después.
—Vi que te dormiste—ella dijo, dándole una sonrisa dulce como la mermelada que elaboraba— Es temprano, ¿Quieres desayunar?
Con el asentimiento de Harry, llegó el movimiento de cabeza de la chica, un movimiento vago en el que le indicaba que le siguiera.
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¿Qué fue más extraño qué encontrar muebles?
Qué toda la tienda pareciera una casa.
Un montón de preguntas vinieron a su cabeza mientras tomaba asiento en la silla frente a la mesada de madera. ¿Cómo hacia esta chica para transportar todos estos muebles? ¿Y si en realidad seguia colgado y esto simplemente no habÃa sucedido?
Laurie se acercó a él, con un semblante suave. Sobre la mesa puso dos tazas, una para ella, como para él. La taza de dinosaurios estaba frente a él, emanando vapor, compartiendo el mismo color de bebida que la noche anterior. Ella volvió a dejar pan con mermelada, eran cuatro rodajas. Mientras lo hacÃa, tenÃa un toque tan cuidadoso. No como si lo estuviera evaluando, era diferente.
Ambos finalmente estuvieron uno frente al otro, Laurie agarró un pan pero antes de comer, agarró el silencio que se alzaba entre ambos, cortando del mismo con la navaja que tenÃa atada en la cintura.
—Harry, ¿Eres extranjero?
Él la miró fijamente, casi sin parpadear. Una de sus manos estaba cerca de la haza de la taza, rozando el calor que emanaba. Con la otra, tocaba el vidrio redondo de sus lentes puestos; extrañamente se habÃa adaptado a su falta, pero aún esperaba el momento en que perdiera esa lúcicez para ver sin ellos. No podÃa ser tan bueno.
Laurie, comió una galleta con mermelada, no lo apuro, siguió sosteniendo aquella expresión suave, solo entonces Harry respondió. Con un asentimiento y un sonido afirmativo.
—De Inglaterra.
—Bastante lejos —Ella agregó, con una risita. Mientras tomaba un sorbo de su propio té—. ¿Viniste de vacaciones?
Harry asintió otra vez, evitando los ojos de la chica. Agarró una galleta con mermelada, dió un mordisco suave, embarrandose las comisuras con la delicia con sabor a moras. El sabor de la galleta, húmeda, se deslizó por su garganta. Laurie pareció esperar a que la galleta se desalizara por su garganta antes de hacer su siguente pregunta, intentando mantener un ritmo en esta habitación sin sonido.
El silencio era incómodo, le atosigaba, apretándolo el estómago mientras mantenÃa sus manos pálidas envueltas alrededor de esa taza de dinosaurio. Se humedeció los labios con el té dulce, sus uñas tamborileando sobre los dinosaurios verdes. Cuando el sabor descendió por su garganta, trazando un camino cálido, fue cuando volvió a alzar la mirada, encontrándose con Laurie.
Harry aplastó su labio inferior con el de arriba, bajando su mirada hacia el resto de lÃquido en la taza. Ya ni siquiera habÃa vapor y alrededor de sus palmas tan pálidas como su cuerpo, se sentÃa tibio. Inhaló suavemente entonces. TenÃa que contarle, hacerle saber que nadie vendrÃa a buscarlo.
—Vine de vacaciones con mis tÃos y con mi primo, desde Inglaterra—murmuró—, pero están muertos. —Harry empino de manera leve la taza, tragando el resto, dándole lo último que habÃa a su estómago. Pero incluso asÃ, se quedó mirando la taza. Era mejor que la mirada de Laurie.
Ella lo miraba como si...como si fuera un perro callejero. Esos a los que se les ven las costillas.
—¿Tú...los viste, Harry? ¿Los viste morir?
No. Pero habÃa visto a la señora que pedÃa ayuda, la que salió de la cabaña y luego se levantó, cuando sus órganos no deberÃan haberle permitido nisiquera respirar. ¿Qué pasaba con sus parientes? Ellos nunca habÃan vuelto atrás, y si siguieran vivos, estaba seguro que tampoco velarian por él. Darlos por muerto era lo mejor.
Harry la miró. La miró fijamente, y asintió, lentamente, aún adaptándose a la idea que habÃa creado.
Laurie abrió la boca, parecÃa preocupada. Los maestros le solian dar esa mirada. A Harry le picaron los brazos, le cosquillearon las manos, como si un millón de termitas hubiesen considerado que a falta de madera, su carne era lo mejor que podÃan obtener.
—Harry, lo lam-..
—¿Puedo hacerte una pregunta? —Harry sonrió ante su propia pregunta —bueno, otra pregunta.
Laurie asintió rápidamente, sonriéndole —aunque el gesto parecÃa tenso—, con esa misma mirada incrustada en sus cuencas.
—Lo que sea, Harry
Él asintió, jugando con sus manos debajo de la mesa, retorciendo el anillo alrededor de su dedo: —¿Cómo haces para tener todas estas cosas en una tienda? Si los erráticos son como los animales, se van a mover por todos lados —él no agregó que tener todas estas cosas al aire libre, con los erráticos y personas como esos hombres, era riesgoso. Pero en su tono, en la manera en la que pregunto, Laurie debÃa haberlo sabido. No era tan grande para haber conocido mucho de la vida como decÃan los adultos, pero por la trampa que lo habÃa dejado colgando, supo que tampoco era ninguna tonta.
Hubo una risa. No burlona, como las de Dudley. ParecÃan a las de la tÃa Petunia, cuando alguna de sus amigas hablaba de sus flores hermosas, de las que él habÃa preparado. Harry se retorció en su lugar, presionando su pulgar contra la pequeña piedra negruzca en el anillo.
—Bueno, Harry, es magia. ¡Pero tienes razón!, es peligroso quedarse aquà por más tiempo del que he estado—. Ella le sonrió, ahora con todos los dientes, estirando sus manos sobre la mesa—. Pensaba irme ayer, seguir avanzando. Pero luego, caiste en mi trampa...no podÃa dejarte ahà para que fueras comida de algún muerto.
—¿Te irás..?
Laurie le sonrió suavemente. Asintiendo con la cabeza.
—¿Te gustarÃa ir conmigo, Harry? —Laurie nisiquera pareció pensar en lo extraña que era la oferta.
Harry bajó su mirada alrededor de su anillo. Luego, volvió a verla, atrapando esa mirada bicolor, su propia nariz se arrugó por un momento, el movimiento fue tan breve que podria haber pasado como un movimiento involuntario.
—¿Por qué? —la voz de Harry sonó hueca, rebotando contra las telas de la tienda. Sus ojos recorrÃan los rasgos del rostro de Laurie, sin parpadear, como una luz verdosa —. ¿Por qué quieres llevarme contigo? Nos conocemos desde hace un dÃa. Además, no tengo nada que ofrecer—. Harry miró alrededor, a los muebles, la estufa detrás de Laurie, la cocina pequeña extendida a un costado, la mesa frente a él. Nada era tan simple. Ni siquiera estas cosas aquÃ.
Claro. La idea le daba paz. Volver a ser dueño de la ilusión de que habÃa alguien para él. Pero conocÃa a esta chica hace apenas un dÃa, no habÃa mucho que pudiera proyectar hacia el futuro con tan poco sobre ella. Era raro, tan raro como él, su extraña tienda y toda la situación.
Él intentó ponerse en la piel de la chica mientras la miraba; el también se habrÃa ofrecido lo mismo. Pero el solo escucharlo era irreal. Los muertos caminan, Harry. Es una oferta bastante sensata si ella tiene hermanos menores. Si ella fueras tú y tuvieras un hermano menor, seguro que no querrÃas verlo solo y desprotegido.
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¿Por qué quieres llevarme contigo?
Laurie se quedó sin aire. Se encontró atrapada en la mirada verde, una luz esmeralda que la aprisionó desde los hombros, sacudiendola como una muñeca de trapo. El niño frente a él se deformó en una masa grotesca, en una entidad sin rostro, sin nombre, con cuencas verdes extendiéndose en una nubosidad negra. Un espectro de niño sentado frente a ella, no Harry.
¿Por qué?
La varita hincó contra su muñeca.
¿Por qué?
Laurie volvió a mirar al niño. ¿En qué momento habÃa dejado de mirarlo? No lo veÃa, sin embargo ambos estaban mirándose mutuamente. Su silueta estaba sobre la silla, perdiéndose en aquella forma fuera de los lÃmites, estableciendose como el niño que se suponÃa que era.
Laurie tuvo que confesarse.
—Porque eres un niño, Harry. Y el mundo se ha vuelto un lugar aún más peligroso.Â