
Chapter 10
—¿Puedo preguntarte cómo llegaste hasta aquÃ, Harry?
Estaba ese hombre, el de cabello negro largo, el que sentaba al costado de la parte de atrás del auto. Recordaba su mirada, como si sintiera desagrado de tenerlo al lado, como si se hubiese dado cuenta que era un raro desde el primer momento. Pero también recordaba esa sonrisa, parecÃa verdadera, mientras le daba suministros, mientras lo guiaba hacia el comienzo del bosque nocturno.
Harry dirigió su mirada hacia la chica, más joven que aquel hombre pero más grande que él. SeguÃa mirándolo como si fuera un cachorro, como la TÃa Petunia mirarÃa a Dudley.
Algo en su estómago se apretó. Quizá fue porque comà demasiado rápido
—... Escapé —musitó, en voz baja.
La chica parpadeó rápido.
—¿En serio? —Su pregunta no fue hecha como si no le creyera, como el tÃo Vernon cuando los profesores le mandaban notas por su buen desempeño, sino con una curiosidad salida del pecho, como un suspiro que no se podÃa contener—. ¿De quién escapaste, Harry? ¿Cómo lo hiciste? ¿Viniste tu solo caminando hasta aquà o...? ¡No me digas! —La chica apretó la bandeja vacÃa en su regazo—. ¿Están esas personas por aquÃ, en el bosque...?
Harry se arrimó a su lugar, las preguntas le llenaron el pecho de una sensación extraña, como si se sintiera pesado de repente. No podia descubrirlo, pero fuera lo que fuera, debió haberse notado porque la chica se cayó de golpe, soltando el agarre en la bandeja.
—Lo siento, Harry. Debà abrumante con...
—No importa.
Harry bajó la mirada a su mano, el anillo estaba alrededor de su dedo Ãndice, se ajustaba a su dedo de una manera sorprendente. No parecÃa un anillo hecho para niños pequeños —si es que existian—. Ahora, sin los lentes, una realidad a la que no se terminaba de acostumbrar, pudo divisar el grabado. Era extraño. Pero lo dejó para después, alzando la mirada hacia Laurie—. Yo...
Las palabras de aquel hombre, Jereth, le golpearon en la cabeza. No confiar en nadie. Harry tragó saliva, pero mirando esos ojos, de un marrón teñido de amarillo y verde, la verdad le goteaba en la punta de la lengua. En el pecho, martillado más fuerte que la frase del hombre de cabello largo.
ConfÃo en su instinto. Por una vez. Cómo lo habÃa hecho al principio, después de todo, si no hubiera trabado esa puerta no estarÃa aquÃ.
—Yo...escapé de unos hombres. —Harry la miró, haciendo girar el anillo en su dedo, mirándola fijamente, sin parpadear incluso si el aire acariciaba sus ojos. No debÃa hacerle pensar que necesitó ayuda para escapar. Por muy buena que se viera. No. —VenÃamos en auto, hacia el refugio, y yo... —se dió una pausa—: aproveché cuando se detuvieron a descansar en la autopista cerca de aquÃ. Baje del auto y corrà lo más rápido que pude.
Laurie abrió la boca, sus labios se movieron, pero no dijo una palabra. Sus ojos se suavizaron, sus cejas también. Su rostro se ablando de una manera que no habÃa visto ni en el tÃo Vernon o en la tÃa Petunia cuando estaban con Dudley. El estómago se le volvió a revolver.
—Harry....—Ella exhaló, bajando la mirada para mirar la bandeja vacÃa. Fue un momento porque casi tan bajo como la bajo, la subió nuevamente, —¿Estás bien, no? ¿No te hicieron daño, verdad?
Él se permitió una sonrisa, apenas, aunque fue más una mueca, una comisura levantada en un lado de su mejilla. No supo porque lo hizo, no era tan natural como cuando le sonreÃa a Lirio, su dulce amiga. La sonrisa que habÃa querido se la borró el fantasma de su amiga alada. ¿Dónde estarÃa ella? ¿EstarÃa bien..? Harry, parpadeó varias veces. SÃ, seguro que está bien. Ella es más capaz que yo.
La voz de Laurie intervino entre sus pensamientos. Escuchó un vago "Harry, Harry..." antes de salir del interior de su cabeza, encontrándose nuevamente con la chica que lo habÃa atrapado. Literalmente.
— ¿Cómo sobreviviste, Harry? —La voz de Laurie era suave como un algodón con alcohol. No importaba que tan suave se colocará, si se encuentra con una herida, lo más probable es que ardiera— ¿Tienes...tienes a alguien contigo? ¿Alguien que te esté buscando? Quizás tus papás o algún hermano...
Harry la midió otra vez antes de siquiera mencionar una palabra.
—Me quedé solo..., en un pueblo. Lejos.
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Harry no ofreció más. Laurie no se habÃa atrevido a indicar más que aquellas dos preguntas por hoy. HabÃa algo en esa mirada. En esos ojos cubiertos de pestañas negras. Era como un ciervo. Un pequeño ciervo. A simple vista, era adorable, la inocencia misma esperando a ser devorada en lo que era el nuevo mundo. Pero a su vez, Laurie lo vió, el verde en esos ojos era otra cosa. Era esmeralda en bruto. Diferente a las hojas en pleno vigor de verano, ajenas al hecho que iban a caer en la siguiente estación o al césped que se extendÃa allá afuera, en el nocturno, que iba a ser pisoteado y explotado.
No lo entendió.
Harry de diez años, no deberÃa haber tenido una mirada tan dura. Era un niño.
Laurie se levantó de la cama con la bandeja entre las manos, dándole una sonrisa como pudo a Harry. Mañana seguirÃa con las preguntas. Por hoy, estaba tranquila con esos pocos datos que tenÃa sobre el sobreviviente que estaba bajo su techo, mejor dicho, bajo su tienda.
Un dato casi se le escapa, mirando al niño sentarse en la cama, con los pies de zapatillas desgastadas en el suelo de la carpa.
—Harry, es de noche. Te recomiendo que no intentes salir de la tienda, coloqué protecciones en ella—. El niño asintió lentamente. Pero podÃa ver una confusión girando alrededor de esos ojos aparentemente inocentes. Una sonrisa más genuina cruzó los propios labios de Laurie: dormir mucho no era común en estos dÃas. Seguramente fue eso.
— Después de esa larga siesta que tomaste, entiendo si no tienes sueño, puedes dejar la lámpara prendida y si te aburres puedo traerte un par libros para colorear y unos crayones que tengo. ¿Está bien?
Harry guardo su labio inferior, como si estuviera preparando su voz.
—Esta bien.
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Laurie le habÃa entregado dos libros para colorear, uno de caricaturas infantiles y otro de mandalas, junto con un pequeño estuche de color celeste que tenÃa pequeños rayones sobre su tela. Luego ella se retiró, no sin darle esa mirada extraña, como la que la tÃa Petunia le daba a Dudley. Ella le recordó que no debÃa salir fuera de la tienda y que no hiciera demasiado ruido, por los cadáveres, —como ella los llamo— sin embargo, también le indicó que se encontraba junto a la habitación en la que estaba, por si necesitaba algo. Aunque Harry asintió, no entendió del todo la situación. Hasta que Laurie atravesó, lo que eran para él, cortinas que simulaban ser una puerta de tela.
Fue ahà cuando cayó en cuenta. Miró los libros en su regazo, al costado de la cama, donde estaba la mochila azul, sobre la mesita de luz, dónde estaban sus lentes, y luego volvio a darle una mirada a su alrededor.
Está zona parecÃa una habitación, pese a que estaban en una tienda. Las paredes eran de tela, color marrón, y habÃa muebles de madera. Eso le hizo arrugar la nariz, mientras interiorizaba la información, abriendo un libro para colorear.
No conocÃa demasiado de tiendas, ¿Pero como podÃa parecerse tanto a una casa?
Mientras la noche sucedÃa, Harry no encontró una respuesta, asà que dejo de pensar en ello, al menos por el momento. Quizás la respuesta llegara con la de su vista nÃtida, lejana a los lentes.
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La noche fue una criatura inquietante, transcurrÃa tan lentamente que ni pintar los dibujos con crayones, se sentÃa emocionante. Pero lo hizo, no querÃa ser una molestia para la chica que lo habÃa recibido en su tienda. Fue asà que terminó al menos cuatro dibujos antes de que el aburrimiento terminara de sentarse sobre la cama para mirarlo a los ojos: se miraron cara a cara por un periodo de tiempo que pareció demasiado largo, hasta que aburrimiento volteó el rostro, señalando la mochila azul.
La mochila de Dudley...¿O mÃa? La que habÃa arrastrado con él, junto como la hacha, que ciertamente no estaba en la habitación.
Harry dejó los libros para colorear y la cartuchera sobre la mesita de luz, poniendo sus lentes encima. Solo entonces agarró la mochila, y con un forcejeó que le llevo usar los brazos enteros, logró ponerla sobre su regazo. Se sentÃa pesada, incluso para él, que habÃa estado cargándola desde que fue a parar a este lugar. Pero eso no fue lo único que sintió mientras urgaba en el interior de la mochila. También se desenvolvieron una serie de imágenes mientras el tiempo le susurraba una bienvenida. Se habÃa sentido como mucho tiempo desde la última vez que habÃa tenido tiempo para revisar su mochila, y sin embargo, se le formaba una sonrisa mientras sacaba los libros que habÃa tomado de aquella librerÃa, las latas de comida enlatada y las tres pequeñas botellas de agua que le habÃa dado aquel hombre.
HabÃa llegado hasta aquÃ. Solo.
Harry inhaló, mirando sus suministros sobre la cama. Todo eso, que no era mucho comparado con la tienda que tenÃa está chica, era suyo. Eso mantuvo su sonrisa. Si la chica llegaba a descubrir que era raro, que podÃa hacer cosas extrañas, más extrañas que esta tienda, quizás pudiera sobrevivir unos dÃas por su cuenta. Eso está bastante bien, se dijo a sà mismo con orgullo.