
Chapter 5
Para cuándo Harry despertó, lo hizo sobre una superficie rÃgida y con el peso reconfortante de la mochila sobre su regazo.Â
Le tomó varios pestañeos enfocar su mirada en lo que era una ventana sucia por fuera, y darse cuenta que habÃa estado durmiendo apoyado contra la ventana del auto. Se movió un poco de la puerta, con un dolor de cabeza perforandole por dentro. Mantuvo su mirada en la ventana, porque reconoció al instante que no estaba solo y no habÃa forma que quisiera confrontar eso en este momento, pero al mirar al exterior no podÃa ver a los erráticos: Harry no sabÃa si era porque estaban cerca de su destino y no habÃa ninguno o porque los lentes parecÃan volverse cada dÃa un impedimento y menos una ayuda.Â
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Se atrevió a mover su cuello para enfocar las presencias dentro del auto, mirando como la figura a su costado, algo borroso con el cabello medio largo, le miraba de reojo. También lo vió hacer gestos, pero no sabÃa exactamente cuáles, sus lentes se sentÃan sucios.Â
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—¿Qué pasa, mocoso? ¿Tengo algo en la cara?Â
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Harry pasó saliva, sus dedos pálidos se movieron como arañas sobre la tela de la mochila azul, y miró hacia abajo, a sus pies sobre el suelo mugriento del auto. Él casi podÃa imaginar a sus parientes, y su espalda se curvó, haciéndose más pequeño, con los brazos delgados agarrando la mochila contra su pecho. No mucho habÃa cambiado, él no habÃa cambiado.Â
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—No, nada. —Respondió Harry en voz baja, observando los detalles de sus zapatillas roidas por el tiempo. Su voz tÃmida habÃa salido más grave de lo normal, pero no demasiado como afirmar que era la adolescencia haciendo su trabajo; sonaba más como una voz sacada de un armario escondido debajo de las escaleras, una escondida que no es usada a menudo. Ciertamente lo era. Harry no tenÃa compañeros últimamente con los que hablar, en realidad jamás los habÃa tenido, más allá de Lirio.Â
Pero no es como si esos hombres supieran de su amiga emplumada.Â
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—Entonces no me mires, mocoso — chistó el hombre de cabello largo, rodeado por sus propios brazos mientras mordisqueaba algo en su boca, mirando hacia el frente. Un "sÃ, señor, lo siento, señor" subió hasta su garganta, pero Harry lo retuvo justo cuando llegaba su lengua, lo retuvo con los dientes como un perro aferrado a su hueso, mordiendo con vehemencia.
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No tenia porqué hacerlo. Disculparse. Ellos no eran nadie. Y si se disculpaba volverÃa a ser tratado como un pequeño perro al que podÃan lastimar sin importar qué. Y Harry no querÃa volver a sentirse como antes de que esto comenzará, no querÃa volver a dormir en un armario con menos de los pocos suministros que tenÃa. Inhaló, escuchando las llantas contra el suelo, los árboles que pasaban como corriendo, queriendo alcanzar las ventanas. Con ello también noto a los erráticos ocasionales, que eran demasiado lentos como para darse cuenta que la comida habÃa pasado. Entonces...se habÃa expandido más, no era algo exclusivo del pueblo donde se alojaba. HabÃa más erráticos, pero no tantos como esperaba ver. ¿Era porque estaban en una carretera?Â
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El silencio se abrió paso poco después, ninguno de los tres hombres se habÃa girado a mirarlo directamente o a decirle algo. El de pelo largo estaba alejado de él como si le diera asco tocarlo, el del frente a la derecha estaba dormido y el otro a la izquierda estaba manejando, ocasionalmente mirándolo por el espejo retrovisor. Â
Harry tenÃa tantas preguntas, una surgiendo detrás de otra mientras avanzaban, pero no las hizo. Al menos no fuera de su mente: ¿Quienes eran ellos? ¿por qué se lo llevaban? ¿A donde iban? ¿Era a un refugio? ¿Cómo estaba la situación de los erráticos? ¿Por qué le sucedÃa a eso a la gente? ¿A qué se debÃa?Â
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No hubo una repuesta hasta lo que fue la entrada del sol pintando el atardecer. Fue un buen momento cuando uno de los hombres, el que estaba sentado al del lado del volante, se volteó a mirarlo, apoyando su brazo en el asiento. Este hombre tenÃa la cabeza rapada, y debajo de las mangas cortas, en los brazos bronceados, Harry podÃa ver rastros de tinta. Una sonrisa extendida en el rostro de este hombre apareció cuando lo miró más fijamente.Â
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—Estamos yendo a Atlanta — ¿A Atlanta?
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Los gestos de Harry se contorsionaron, mientras se aferraba más a la mochila. Fue ahà cuando divisó el hacha que habÃa dejado atrás, allà en la parte debajo de los pies del tipo que le hablaba. Quizás estaba pensando demasiado, quizás habÃa sido engañado por la posibilidad de creer que este evento era su oportunidad para ser otro Harry, un Harry diferente al que dormia debajo de las escaleras o el que se habÃa encerrado en la bibliotecaÂ
Pero habló. Y lo hizo en voz alta.Â
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—¿Por qué? —graznó, su mirada intensa sobre el tipo.
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—Porque ahÃ, encontraremos un refugio en toda esta mierda, ¿No es increÃble? Escuchamos del refugio hace unas semanas — compartió el hombre, mostrándole una sonrisa llena de dientes, mientras los otros parecÃan ajenos a su charla. Â
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Harry habÃa tenido demasiado tiempo para pensar en el refugio. Su mente comenzó a andar con frenesÃ; ¿HabÃa acaso un refugio en esto que habÃa sucedido demasiado rápido? ¿No deberÃan haber evacuado a todos de ser asÃ? Al principio lo descarto, creyendo que los de Atlanta eran una prioridad, pero luego surgió un pensamiento que cambio su perspectiva: el pueblo, que era pequeño, habÃa entrado en caos y en cuestión de horas, no habÃa nadie más que él, el pánico habÃa devorado a las personas. ¿Qué sucederÃa con algo más grande? ¿Los militares serÃan una especie de sÃmbolo de fortaleza y tranquilidad? Pero aún asÃ, los erráticos no eran lo único malo que podÃa suceder. Harry lo sabÃa mejor que nadie.Â
Los humanos también podÃan ser malos, quizás no devoraban pero si podÃan causar conflictos.Â
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Mientras más diferentes fueran las personas, peor era.  Harry lo habÃa vivido en la escuela. Al igual que las escuelas, ¿Los refugios no involucraban muchas personas? Las personas eran diferentes, eso era natural pero estando tan expuestos al peligro de los erráticos, ¿No los harÃa eso personas más miedosas y peligrosas? La tÃa Petunia y el tÃo Vernon, cada vez que tenÃan miedo de sus habilidades raras, se ponÃan más agresivos. ¿Y si eso sucedÃa con otras personas? ¿Cómo iban a convivir tantas personas agresivas?  Él podÃa imaginar a su tÃa Petunia haciendo caos y discriminando a la gente por una simple tos, pero también podÃa ver al tÃo Vernon alejándose de las personas por ciertas caracterÃsticas fÃsicas aunque estás no tenÃan nada que con lo que sea que estuviera sucediendo. PodÃa ver a ambos usando de escudo a otros si llegaba haber erráticos. ¿Y si hubiera más como su tÃa y su tÃo? ¿Más gente mala? ¿Cómo vivÃan? ¿Eran los refugios tan seguros?Â
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Harry querÃa saber más. Necesitaba saber más.
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Pero no preguntó, no cuando el primer hombre, caracteristico por estar en el volante, lo miró por el retrovisor. Quizás notando que habÃa pensado más en el asunto de lo que un niño deberÃa. Su mirada era vacÃa, pero no de cansancio. Cómo si hubiese perdido o tirado voluntariamente lo poco que le quedaba de humanidad. Era como la de los erráticos.Â
Harry no la olvidarÃa: la primera vez que vio esa mirada de muerte en un vivo.
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—Sé que te parece cuestionable, niño. Pero te aseguro que estarás mejor con nosotros en un lugar lleno de gente, a solo en ese pueblucho. — El hombre, de cabello marrón, movió su mirada para fijarse en el camino. Su voz sonaba casi reconfortante, ¿Pero no era la voz de su tio Vernon igual de agradable cuando habÃa visitas? —No es común encontrarse con niños, sabes. Asà que supimos que te las ingeniaste bastante para sobrevivir tú solo, ¿No, amigo?
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Harry atacó de inmediato, arrugando la nariz. Sin hacer la conexión entre su boca y su mente antes de hablar.Â
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—¿Cómo saben que no tengo a nadie conmigo? y...¿Por qué? ¿por qué me llevarÃan con ustedes? Soy una boca más que alimentar.Â
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El hombre, con sus brazos tan tatuados de una manera que harÃa indignar a Petunia, tomó la palabra otra vez. Con un brillo astuto en sus ojos.Â
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—Acabas de confirmarlo —dijo él, con gracia, apoyando su cabeza sobre el brazo en el asiento para mirarlo fijamente— ¡Me gusta como piensas, niño! — adquirió con una voz emocionada, señalandolo con un dedo y haciéndolo girar en el aire como un circulo que encapusalaba a Harry: —como sabes, todos debemos hacer ciertas...cosas para ganar el sustento del dÃa a dÃa.Â
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—Asà es— confirmó el hombre del retrovisor —, Travis aquà a mi lado se encarga de las porquerÃas andantes, Jereth a tu costado nos cuida la espalda.Â
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Harry parpadeó, tan lento como habÃa visto a Lirio hacerlo. Sus manos sintiendo la tela azulada de la mochila que era de Dudley. Si él le estaba ofreciendo información, ¿No estaba mal indagar, verdad?Â
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—¿Y tú..?Â
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—¡Clive es el lÃder! Sin él, serÃamos otras porquerÃas andantesÂ
A Harry de diez años, le desagradó la manera en la que este hombre: Travis, hablaba de Clive, con una especie de adoración. La misma que habÃa visto en Dudley cada vez que se dirigÃa a su padre. Naturalmente su cuerpo dió una respuesta a los rostros desdibujados de su mente y la sequedad en sus labios pareció crear una costura en ellos, haciéndolo mudo.
Otra vez era mudo, mientras asentÃa tÃmidamente, aceptando su destino. Harry solo podÃa esperar, porque la vida era qui
en tomaba las decisiones por él, haciéndole un espectador.
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