
Chapter 6
Estaban en la Autopista 85, algo que habÃa escuchado de parte de Travis.
El hombre rapado no habÃa parado de intentar entablar una conversación con él, una que normalmente era unilateral porque Harry estaba demasiado ocupado mirando por la ventana y aferrándose a su mochila como si su vida dependiera de ello.
Ya casi no podÃa sentir las extremidades, ni siquiera el anillo en su mano derecha, porque habÃa estado tanto tiempo sentado. Se suponÃa que la distancia entre el pueblo y Atlanta era bastante corta, pero Clive habÃa estado manobriando en las autopistas más cercanas porque las otras rutas estaban cortadas, habÃa llevado más tiempo de lo previsto.
Estaba oscureciendo rápido, pero continuaban avanzando por una autopista que estaba desolada, lo hicieron hasta que la oscuridad no permitÃa ver nada sin presencia eléctrica. Era demasiado peligroso, incluso si es que podÃan prender las luces del auto, pero con la manera en la que Clive miraba el panel del auto no parecÃa siquiera una posibilidad.
Se detuvieron al costado de la autopista, bajando un poco para estar resguardados entre los árboles: toda una reserva se abrÃa al costado.
Clive se volteó en el asiento delantero, mirándolo con afabilidad, sonriendo como una especie de padre. Y Harry se encogió en su lugar, mirando a otro lado, cualquiera menos al hombre que buscaba que se convirtiera en un tonto.
—Bien, pequeño amigo, ¿Cómo dijiste que te llamabas?
Harry mordió su labio, como queriendo contener su nombre. ¿Estaba bien si... ?
—Dudley.
Clive sonrió, y Travis a su lado soltó una risa mientras le miraba, reflejando la posición de su primer compañero. TenÃa a estos hombres mirándolo como si fuera el último trozo de pastel en la heladera, Harry reconoció que debÃa mirarlos. Los animales incomodaban cuando te devolvÃan la mirada, y él habÃa sido tratado como poco más que un animal antes.
Al parecer, funcionó, porque Travis borró un poco su sonrisa antes de volverse a su lugar. Sus pies pisando rozando el hacha, el hacha de Harry.
—Bueno, Dudley, vamos a crear un pequeño cuento convincente para cuando entremos a Atlanta, no queremos que nada malo te pase. ¿Bien? —y allÃ, el hombre comenzó a trazar una historia de como su destino se entrelazaba con él de ellos. En esa historia, era el sobrino británico de Jereth, que de vez en cuando lo miraba como si estuviera pensando en algo sumamente complicado, buscando una respuesta en su cara. Harry tuvo que asentir, mientras pretendÃa comprometerse a lo que claramente eran unos adultos intentando manipularlo—. Y bien, ahora vamos a dormir un poco, mañana tenemos que partir temprano al refugio, pronto llegará el invierno y no queremos estar fuera para cuando eso acontezca.
Harry aceptó, asintiendo tÃmidamente. Pese a lo que pensaba, tener un refugio para cuando las fechas más frÃas llegarán, serÃa mejor; asà que intentó, intentó confiar en los hombres. Pero no pudo hacerlo. Él no tenÃa esa confianza como para dormirse rodeado de tres desconocidos, ni tampoco para pegar un ojo cuando estaban en medio de una autopista. Dirigió su mirada a la ventana, apenas podÃa ver algo, con los lentes haciéndose borrosos y a veces dejandolo ver, pero en medio de ello, Harry juró ver a Lirio, la lechuza blanca habÃa sobrevolando el auto, escondiéndose entre las ramas. Pero allà estaba, mirándolo desde una rama cercana, parecÃa mirarlo con tanta dulzura, que la mano de Harry fue a la puerta del auto antes de siquiera saber que estaba haciendo exactamente eso. Cuando se dió cuenta, mordisqueó su labio, mirando a los otros tres. Su mano aún permanecÃa sobre la manija, listo para salir.
Los ojos verdes miraron a Travis, este descansaba con la cabeza tirada hacia atrás, roncando. Su pecho bajaba y subia a un ritmo constante, bastante bueno como para fingir que estaba durmiendo. Clive a su costado habÃa cruzado los brazos, y dormÃa de la misma manera que Travis, solo que no roncaba.
Y cuando Harry volteó la mirada a su compañero de asiento...un par de ojos color negro le devolvió la mirada, una sonrisa se habÃa extendido sobre los labios pálidos del hombre.
Harry sintió que el corazón se le subÃa a la garganta y la sangre se le congelaba.
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En realidad, estaba casi completamente seguro de que no iba a sobrevivir.
—Hazlo.
Quizás por eso alentó los movimientos del niño, mientras le daba una mirada. Su mundo se detuvo por un momento; el rostro infantil que no habÃa madurado de la misma manera que esté niño, le recordaba vagamente a su sobrina. El mundo nunca habÃa sido un lugar seguro, pero era claro que el niño era huérfano, era más peligroso de esta manera.
Él no querÃa hacerse responsable. Y de cierto modo, serÃa más difÃcil deshacerse del mocoso cuando estuvieran en Atlanta, pese a que la narrativa que habÃa creado Clive le obligaba a asumir un papel que no querÃa y no iba a tomar.
Nuevamente, por eso lo hizo.
—..¿Ha-hacer q-qué? — y el niño de ojos verdes lo preguntó con tanto miedo, que Jereth soltó una pequeña risa por toda la situación de mierda.
SÃ, el niño no iba a sobrevivir.
Extendió su mano hacia el mocoso que sus dos compañeros habÃan raptado, pero este se hizo pequeño, apretando los ojos. Cómo si esperara un golpe. Un golpe que no llegó, y que en cambio, una caricia que desordenó los rizos negros. TenÃa que darle un poco de confianza al mocoso que, demasiado tonto, o demasiado corajudo, habÃa intentado escapar en medio de la noche.
—Pusiste tu mano en la manija y te asegurabas de que estuviéramos dormidos, ¿No? —Jereth vió al niño asentir lentamente, asà que continuó:—Te voy ayudar a salir de aquÃ, pero tendrás que seguir por tu cuenta cuando salgas del auto, por el bosque, ¿Me entiendes? No puedes dejar que nadie te vea.
El niño asintió otra vez, con una cautela que brillaba en esos ojos verdes. Estaba desesperando un poco a Jereth, pero bueno, no tendrÃa que soportarlo después. Asà abrió la puerta desde su lado, metiéndose un palito de paleta en la boca al que apretó con sus dientes mientras cerraba la puerta, asegurándose de no hacer demasiado ruido. Abrió la puerta delantera, dónde perforó los rasgos de Travis incluso si se agachaba para arrebatarle el hacha de debajo de las piernas. Una vez que lo hizo, soltó un suspiro que no sabÃa que estaba conteniendo. Casi tan rápido como eso, rodeó el auto antes de abrir la puerta de la parte del niño, haciéndole un gesto al pequeño Bambi para que saliera del auto.
Recibió una mirada de curiosidad de parte de esos grandes ojos verdes, era un niño bastante bonito, y eso hacia que fuera un infierno para el pobre diablo. Le daba a él más curiosidad saber cómo carajos el niño habÃa sobrevivido casi dos meses solo. Las porquerÃas andantes no harÃan diferencias con él. Quizás por eso se apiadó.
—Ven, —le dijo con un gesto de mano, guiandolo hacia la parte trasera del auto, Jereth dejó el hacha en el suelo y abrió la cajuela, dónde estaban varias de las cajas que habÃan recogido con todos los suministros. Una risa le subió a la garganta mientras negaba con la cabeza para sà mismo, mirando al pequeño niño a su costado. No querÃa ser un héroe ni nada de esa mierda estúpida, pero no iba a dejar que el mocoso de nueve o diez años se la arreglará solo, más de lo que deberÃa—. Abre la mochila, mocoso, te daré algunas cosas.
Después de acomodar algunos suministros en la mochila, que se cerró y se colgó en los hombros delgados del mocoso. Jereth cerró el capo del auto, y le extendió el hacha:—Tienes que usar algo para defenderte solo, además esto no es de Travis —habÃa dicho. Enajenado al hecho de que el objeto le pertenecÃa originalmente al niño. Este, la tomo con cuidado. Esa mirada de ciervo le recibió otra vez, haciendole suspirar con resignación mientras se pasaba las manos por la cara. Pero no le dijo nada hasta que siguieron caminando hacia la entrada del bosque, hasta que lo hizo.
—Niño—llamó.
El niño lo miró.
—No seas tan regalado.
—¿Qué quiere decir con...
Jereth lo interrumpió cuando vió por la ventana trasera como Travis se movÃa un poco, claramente dormido pero suficiente motivo como para acelerar los trámites. Puso una mano firme sobre el hombro huesudo del niño, dándole una mirada penetrante.
—No te acerques a los adultos, no confÃes en nadie fácilmente, te vas a convertir en su comida. Estás solo en este mundo, ¿Me escuchaste? —Y él niño le asintió tan rápido que dudo por un momento en si el chico habÃa entendido sus palabras. Eventualmente lo harÃa si es que lograba pasar el bosque por su cuenta, cosa que dudaba.
Jereth suspiró y empujó al niño hacia el bosque, estaba oscuro, bastante oscuro pero lo suficientemente como para ver al menos las siluetas de los árboles. Él niño se las habÃa ingeniado para llevar el hacha al mismo tiempo que usaba una linterna en su mano izquierda, dominandolas a las dos con relativa facilidad.
Le sacó una sonrisa a Jereth mientras lo veÃa desparecer en la profundidad del bosque. Se cruzó de brazos, sentado en el capo, hasta que no oyó ni vio rastro del pequeño mocoso, solo asà entró nuevamente al auto. Sus dos compañeros dormÃan profundamente, igual de enajenados al hecho de que habÃa liberado a su presa. ¿Qué harÃan cuando despertarán? ¿Lo matarÃan? ¿Lo dejarÃan también en la carretera? Jereth apoyó su cabeza contra la ventana, cerrando los ojos. Su sonrisa aún en sus labios. SÃ, no habÃa querido ser un héroe. Al menos no el de este niño.
No pasarÃa la noche en un bosque solo, habÃa visto algunas de esas porquerÃas cuando pasaban de camino a la ruta, no tantos, pero definitivamente era el comienzo de algo que se estaba extendiendo rápido.
De algo que era más grande que ellos. Asà que, si morÃa en el camino, ¿No era eso mejor? HabÃa más porquerÃas que los muertos, pero incluso estos no harÃan más que devorarlo si lo encontraban.