
Chapter 3
Â
Fue el primero en verlo.Â
Estaba riéndose del rostro malhumorado de Jereth, mientras acomodaba las cajas en el maletero. Su mente vagando alrededor de la figura de su, alguna vez, compañero de trabajo; Jereth, un tipo peculiar, un tipo raro. Con su pelo largo como un hippie, mismo cabello que ahora habÃa tomado un aspecto grasiento, ante la falta de agua para darse una ducha por supuesto. Se veÃa, ante los ojos de Travis que eso era una de las causas de su molestia. ¿Que otra cosa podÃa ser? Jereth andaba tan berrinchudo como una mujer.
Como una mujer
Eso aumento la risita de Travis mientras cerraba el maletero con ambas manos, sus manos tatuadas constratando contra el color vivo de la camioneta.
¿Hacia cuánto que no habÃa visto a una mujer? ¿Un mes? No, habÃa comenzado antes. Pero definitivamente fue desde hace algunas semanas que comenzaron a desaparecer los rastros de otras personas, especialmente de mujeres. El nuevo mundo parecÃa habérselas tragado, o quizás las habÃa escondido para que solo los fuertes llegarán a ellas, como un premio a su grandeza. Que cosa rara la naturaleza, pero sabia. ¿No era esa la ley de la masculinidad?Â
SÃ. El pensamiento hizo que Travis se pasará la lengua por los labios resecos, sus ojos miraron a Jereth, aunque frunció el labio con desagrado mientras veÃa al hombre de complexión media entrar al auto. Los musculos del otro flexionandose debajo de la musculosa blanca. Sin pechos.
Jereth tenÃa solamente el pelo largo de una mujer.Â
No era nada como una. Jereth tenÃa un rostro serio y cansado, un cuello tan ancho como sus hombros. Era tres veces más alto que él, y su mirada era tan agresiva como la de un cuervo.Â
Ugh. No, él no llegaba a completar ni la mitad para satisfacer sus fantasias ante este tiempo de soledad.Â
Nada como las bellezas que Travis habÃa visto en el trabajo, a las que les llevaba sus paquetes. Oh, Travis podÃa llorar producto de la melancolÃa, en esos buenos dÃas, dónde podÃa extenderle los paquetes a las mujeres, mirando como las remeras les marcaba los pechos, algunos más grandes que otros, otros más pequeños.
 ¿Pero que importaba? Eran tetas.Â
El negó con la cabeza, aburrido y con un suspiro en los labios. Su mirada de fijó en Clive, el lÃder natural;Â
Nada como Jereth, que descansaba en el auto fumando un cigarrillo con la ventilla media abierta. La masculinidad estaba en cada parte de Clive, desde sus hombros anchos, su cabello marrón y la barba conectada al bigote e incluso en las ligeras marcas debajo de sus ojos por el estrés.Â
—Bien, amigo, eso es todo— le dijo Clive, interrumpiendo sus pensamientos mientras se arremangaba las mangas hasta los codos. El calor se estaba haciendo cada vez más presente.
Travis sonrió con dientes.Â
—Por supuesto, —respondió a su lÃder, alejándose para abrir la otra puerta de la camioneta— ¿Nos va...
Los ojos de Travis se encontraron más allá de la camioneta. Sus ojos negros se abrieron de sobremanera, fue eso que justamente atrajo la mirada de Clive hacia su rostro: las ojos del hombre más bajo parecÃan querer salirse de sus cuencas, quizás lo único que lo detenÃa era la firmeza cuando la que estaban pegados al pequeño espectro la calle.Â
La piel estaba teñido de un blanco puro y enfermizo, como si ni la mÃnima mancha de suciedad pudiera impregnar en esa piel de aspecto terso, casi tanto como el rostro que estaba abandonando los rasgos de bebé, siendo reemplazados por una suavidad antinatural.
Â
Y esos ojos. Verdes, y tan expresivos como los de un ciervo pequeño.
Â
¿Eso...era un niño?Â
Â
¿Un varón...?Â
Â
A Travis se le congeló la piel ante la figura del niño que parecÃa irradiar inocencia, con sus grandes ojos pegados a él como un ciervo asustado. Era como un fantasma, como un ángel impune a la corrupción de su alrededor, pero...¿Por qué tenÃa ese aire tenso a su alrededor? ¿Por qué parecÃa que la muerte estuviera poniendo sus manos esqueléticas sobre los hombros del niño, y haciéndolo como si misma?
El escalofrÃo le recorrió al mismo tiempo que parpadeó. Apenas alcanzando a ver cuándo el niño comenzó a correr hacia abajo, aferrado a la mochila azul que le colgaba en la espalda.
DebÃa ser real. SÃ.
—C-clive...¿Lo viste?—llamó Travis, apoyando su mano en el borde de la puerta. Queriendo saber que alguien más lo habÃa visto, al niño, que no era un efecto de su mente. El otro lo miro con la misma mirada perpleja, casi ido, pero logro salir más rápido de su estupor con un movimiento de cabeza antes de meterse en el auto con una agilidad practicada. Jereth, sin embargo, parecÃa el único en su mundo, exhalando el humo del cigarrillo contra la pequeña abertura de la ventana y haciéndole caso omiso a las palabras titubeantes de Travis.Â
—Cuando aprendas a hablar tendremos una conversación, analfabeta—fue la única respuesta de Jereth, vaga como su comportamiento en el asiento de atrás.
Travis apretó los dientes y se metió al asiento copiloto, cerrando la puerta con una fuerza que hizo que Clive le dedicara una mirada.
—¿Qué haremos con el niño?— preguntó el más bajo de los tres, Travis, pero buscando los ojos negros de Clive—¿DeberÃamos seguirlo? Ya sabes, es peligroso que este solo en este lugar. Está abandonado.
Clive lo miró con expectativa antes de que una pequeña sonrisa se curvara en sus labios, tan minúscula que Jereth solo la pudo notar cuando Travis reflejó el gesto. Jereth se movió incómodo ante la mirada compartida de los dos hombres. Sus dedos se apretaron alrededor del cigarrillo.
—¿Para que quieren a un mocoso?—preguntó duramente el tercero, tirando la colilla del cigarrillo por la ventana con facilidad—es una boca más que alimentar y yo no voy a arriesgar mi pellejo por un mocoso que no es mÃo.Â
Clive se movió en el asiento, apoyando su hombro en el respaldar; dándole a Jereth una mirada compasiva.Â
—Pense que eras más inteligente, Jereth—y ante aquello el mencionado no pudo evitar apretar la mandÃbula, como un perro absteniéndose a morder, pero Clive lo paso por desapercibido o le resto importancia:—si el niño sobrevivió solo en este lugar por si mismo, incluso si no hay tantas de esas porquerÃas, significa que es autosuficiente. ¿Sabes cuánto lo mucho que ganarÃamos teniendo una criatura que luce asà en Atlanta? Es básicamente un premio, para él y para nosostros.
—¡Con razón no quedaban más botellas de agua!Â
Clive rió ante la exclamación astuta de Travis, que sonreÃa con diversión que no llegaba a sus ojos teñidos de una mirada que Jereth conocÃa bien: la habÃa visto en mucho hombres, generalmente en esos viejos que deberÃan estar en geriátricos en vez de intentando ver debajo de las faldas de las jovencitas. La imagen de su pequeña sobrina de manos temblorosas llegó a su mente y fue asà como se impuso hacÃa adelante, casi chocando contra la nariz de Clive.
—No me importa un carajo lo que él niño haya o no hecho para sobrevivir, Bale—casi rugió Jereth, con los ojos apagados encontrándose con la mirada divertida del otro—. Déjalo que muera aquÃ, no necesitamos jugar a la familia en este mundo de mierda. ¿Qué te hace pensar que nos necesita? Deja de jugar al superhéroe.
Travis pareció encogerse en su lugar, pero Clive, Clive pareció hacerse más grande. Él le dió una palmadita en el hombro a Jereth antes de voltearse y poner las manos en el volante, como si su opinión no fuera relevante.Â
Y, si, se lo hizo saber.
—Que sentido del humor, Jereth. ¿Lo tenÃas escondido, no? —Clive hizo una pausa, mientras ponÃa la camioneta en marcha, dándole una sonrisa burlesca a Jereth desde el espejo retrovisor—. La mayorÃa toma las decisiones, tú eres el único pobre diablo que no quiere acoger al niño.Â
Travis le sonrió a Clive, casi gentilmente.
—¡Si, tiene razón! —exclamó con diversión Travis, mirando a Jereth, que se acomodaba en su lugar, cruzandose de brazos—. ¿Pero qué podrÃamos esperar de ti? Si cuando empezó esto corriste como un cobarde a intentar matarte, sin dudas no podrÃas cuidar a un niño. Pero no preocupes, Clive y yo lo haremos mejor.
Â
Â
Â
Â
Jereth se mordió la lengua para no protestar. El tema habÃa terminado, se notaba en la expresión concentrada de Clive. Y no iba a agarrar al dragón por la cola cuando era obvio que estaba durmiendo, asà que hizo lo único humano que podÃa hacer en una situación como está: se tiró hacia atrás, dejando que su cabeza diera vuelta alrededor de la decisión de ambos hombres, fingiendo que era lo suficientemente corajudo como para protestar. Se sorprendió bastante asimismo repitiendo la pregunta del más bajo de los tres;Â
Â
"¿Pero qué podrÃamos esperar de ti?"
¿Qué podrÃa esperar de ambos? Se preguntó, mirando con ojos fijos el perfil de Clive, pasando a los de Travis después. Pero ambos estaban concentrados en mantener una charla sorda a sus oÃdos.
Unos imbéciles.
Ambos tenÃan la costumbre de...tomar las decisiones sobre la vida de los demás. Tal como cuando, hace unas cuatro semanas, consideraron que era mejor arrastrarlo hacia la aventura estúpida de sobrevivir en un mundo donde las personas se levantaban después de perder los órganos vitales, convirtiéndose en bestias necesitadas de carne.Â
¿Por qué eran tan idiotas? Â
No habÃa posibilidades en este mundo, reafirmó en su interior, apretando la mandÃbula. Sus ojos trayendo la imagen de todos los muertos que habÃa visto incorporarse desde entonces.¿Qué hacÃan aquÃ, esperando a terminar como los muertos veÃa todos los dÃas - a veces en la calle, otras como recuerdos adheridos a su mente-? ¿No era más fácil pegarse un tiro en la sien y disfrutar de la vida eterna, en otro maldito lugar mejor?Â
Definitivamente lo era.
Pero aquà estaban, siendo unos malditos egoÃstas buscando a un pobre mocoso para arrastrarlo a la misma condena.
¿Qué motivaba a estos hombres a alargar su muerte de esta manera estúpida ?
 Jereth no los entendÃa, no podÃa malditamente comprender la manera en la que funcionaba el cerebro de sus compañeros de trabajo trastornados. Todos los dÃas notaba el complejo de alfa lo suficientemente grande de ambos machos, quizás eso era lo que los motivaba a pretender que podrÃan agruparse nuevamente a humanidad, haciendo sus vidas de nuevo, fingiendo que todo estaba bien ahora que iban a Atlanta.
Â