
CAPÍTULO 8
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CAPÍTULO 8
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Las túnicas fueron la primera señal de que Astoria se tomaba en serio su rehabilitación.
—No puedo permitirme esto —dijo, cuando ella lo arrastró a un sastre en Hogsmeade.
—Sí puedes.
—Astoria. El Ministerio se llevó todo. Apenas me aferro a la Mansión.
Astoria sonrió con su enigmática sonrisa de dientes blancos.
—Confía en mí. Esto es una inversión —dijo.
Así que permitió que el sastre lo midiera y lanzara hechizos sobre él y le hiciera un guardarropa completamente nuevo. Le costó todo el dinero con el que había previsto vivir durante las vacaciones de Navidad, y no podía entender por qué se había dejado obligar a hacerlo.
Hasta que llegaron las túnicas. Se las probó en el dormitorio de Astoria. Ella y Mirth se tumbaron en la cama de Astoria.
—Oh, Astoria, eres un genio —dijo Mirth.
Draco se miró en el espejo y tuvo que estar de acuerdo. Había algo en la túnica nueva que lo hacía parecer…
—Es tan vulnerable —dijo Mirth— Pero como. De una manera peligrosa.
Astoria se levantó de la cama y se colocó a su lado frente al espejo. Mirth la miró con ojos de águila. A Mirth, había notado Draco, no le gustaba quitarle los ojos encima a Astoria, si podía evitarlo.
—Siempre te has vestido bien —dijo Astoria, pasando sus manos por los brazos de Draco. Sabía que debería haber sido sexy. Astoria probablemente pensó que era sexy— Pero un poco… severo. Estabas demasiado tenso. Te vestías como si todavía estuvieras peleando en una guerra. Esto… esto es lo que usa el príncipe en el exilio.
—Lees demasiado poesía —dijo Draco— Te ha revuelto el cerebro.
Astoria sonrió.
Entonces ella siempre estaba haciendo acrobacias como el asunto con los Ravenclaws. Draco a veces se preguntaba si ella se burlaba de la gente para que lo atacaran, para poder ganarse su simpatía.
—¿Qué demonios fue eso? —dijo, veinte minutos después de que Potter lo hubiera rescatado de nuevo porque el hombre tenía una necesidad patológica de ayudar a las personas que no merecían ser ayudadas. (Draco se masturbaría más tarde, en la ducha, odiándose a sí mismo todo el tiempo).
—Quédate quieto —dijo Astoria, tocándole la barbilla y lanzando hechizos curativos a sus ojos.
—Todo eso, “Oh, Draco, has tenido tantas heridas que sanar” —dijo Draco. Estaban en el dormitorio de Astoria y, por una vez, Mirth estaba en otra parte. Ella sería una imbécil sobre esto más tarde, Draco lo sabía. Ella siempre era una imbécil después de que él y Astoria pasaban tiempo juntos a solas.
—Eso fue bueno, ¿No? —dijo Astoria. Ella se inclinó hacia adelante y lo besó suavemente en los labios. Los ojos de Draco se abrieron de golpe.
—Astoria —dijo.
—Tu problema es que no quieres que nadie sepa que estás sufriendo —dijo ella, somo si no lo acabara de besar— Pero necesitan verte sufrir. Así es como los atraerás.
Él no mencionó los besos, y ella tampoco. Simplemente se convirtió en algo que hacían a veces, cuando nadie estaba mirando. Siempre fueron besos bastante fríos y calculadores. Draco sospechaba que Astoria quería casarse con él y no tenía ninguna objeción real.
Había hablado con su padre en las vacaciones de Navidad en sexto año, justo cuando empezaba a entender de qué sucia estafa había sido víctima cuando se unió a los Mortífagos. Fue al estudio de su padre, decidido a ser imprudente.
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—Supongo que estarás muy orgulloso de mí, una vez que haya asesinado a algunas personas, ¿No? —él dijo. Su padre apretó las puntas de sus dedos y no dijo nada.
—¿Sabes qué más podría hacerte sentir orgulloso de mí? Soy gay —dijo Draco, la sangre latía a través de él.
Deseó poder retractarse en el momento en que pronunció las palabras. Su padre se puso de pie, fue al carrito del bar y sirvió dos whiskies de fuego. Le entregó uno a Draco.
—Yo también —dijo.
—… ¿Qué?
—No parezcas tan horrorizado —dijo su padre.
—Pero… ¿Mamá lo sabe?
Su padre hizo un gesto desdeñoso con la mano.
—No lo sé —dijo.
—¿La amas? —preguntó Draco.
—Narcissa es una excelente esposa.
Draco se bebió su whisky.
—Cuidado, Draco. El alcoholismo es un rasgo poco atractivo.
—Entonces, ¿Qué, eres gay y solo pretendes no serlo? —preguntó Draco.
—Hago uso de un servicio de acompañantes muy discreto. Te daré su información…
Draco se levantó.
—¡Este! ¡Este es exactamente el tipo de mierda con las que otras personas no tienen que lidiar!
El labio de su padre se curvó.
—No hay necesidad de ser vulgar, Draco. O dramático.
Había algo en esa expresión burlona que siempre hacía a Draco dócil y obediente. Se hundió en su silla murmurando:
—Lo siento.
—El Señor Oscuro no está interesado en tu sexualidad, siempre y cuando no sea una debilidad —dijo su padre— ¿Sabes que lo convertiría en una debilidad, Draco?
Draco pensó instintivamente en Potter mirándolo a través del Gran Comedor.
—Amor —dijo.
—Sí —dijo su padre— ¿Tengo alguna razón para estar preocupado?
—No —dijo Draco, rígidamente.
No era amor, cómo podría serlo, pero eran varias otras cosas que Draco sabía muy bien que el Señor Oscuro no aprobaría. Admiración. Fascinación. Lujuria. Respeto.
Draco construyó sus escudos de Oclumancia más poderosos alrededor de sus sentimientos por Potter, y dejó que todo lo demás quedara desprotegido, con la esperanza de que el Señor Oscuro no pensara en buscar más. Pasó dos años viviendo con el terror constante de ser descubierto. Incluso ahora, a veces se encontraba ocluyendo instintivamente partes de su mente cuando pensaba en Potter, en caso de que alguien lo estuviera investigando. Era un hábito difícil de romper.
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No le importaba ser gay, pero lo entristecía saber que nunca actuaría en consecuencia. Había perdido su ventana de oportunidad. Nadie lo querría ahora. Le hacía reír fingir que sí, cuando lo atacaban en los pasillos, y tenía el beneficio adicional de molestar a la gente, pero sabía que era un juego sin sentido.
Astoría lo deseaba. No estaba seguro de por qué, pero en realidad no importaba. Se preguntó si podría llegar a amarla. Si ella algún día lo convertiría en “Una excelente esposa”.
Habían regresado a Hogwarts durante casi un mes cuando se dio cuenta de que los elfos domésticos estaban acosando a Misty.
Lo había despertado una explosión nuevamente. Era la primera vez en varios días: había dejado de ocurrir tanto y, de todos modos, había encontrado la manera de calmarse después. Se acercó a la ventana del nicho del sexto piso, junto al tapiz de Hildegarda de Bingen12. Desde allí, podía mirar hacia los Claustros, hacia la tumba de su madre. No se atrevió a ir en persona. Si alguien lo viera allí, la noticia se difundiría, y no le gustaba la idea de que la gente vandalizara la lápida de su madre.
Pero esta noche en particular, la alcoba no era reconfortante. Todavía se sentía… saltarín. Abrió la ventana y se subió a ella, sentándose con las piernas colgando por el borde. Hacía frío. Su aliento salió en forma de nubes brumosas, prueba visual de que aún respiraba. La piedra del alféizar de la ventana estaba mojada y arenosa. Se empapó a través de los pantalones de su pijama. Se estremeció.
Miró hacia los Claustros. Podía ver exactamente dónde aterrizaría, en los adoquines cerca de macizo de flores que Potter había hecho. Las flores nunca se marchitaban, incluso ahora que la escarcha llegaba todas las mañanas y las cubría con los cristales de hielo.
Dumbledore estaba muerto cuando cayó. Draco sabía eso, en el sentido estricto de la palabra. Se inclinó hacia adelante más de lo que pretendía y el corazón se le subió a la garganta cuando se retiró.
—Misty —dijo.
Apareció con un crujido.
—Me estaba sintiendo un poco… —dijo Draco, pero se detuvo cuando se dio la vuelta y vio que ella estaba llorando.
—Oh, Misty, no, cariño, no iba a…
Pero mientras lloraba en sus brazos, se hizo evidente que no estaba llorando porque Draco quisiera suicidarse. (Él reprimió un instinto infantil de sentirse ofendido por eso). Ella estaba llorando porque los otros elfos la estaban haciendo dormir en un congelador de productor lácteos.
Cuando se hubo explicado por completo, ya no lloraba y Draco estaba tan enojado que temblaba.
—Llévame a las cocinas —dijo.
—No… señor… —dijo Misty, pareciendo asustada.
—Es una orden, Misty.
Así que Misty lo llevó al retrato de la fruta, le hizo cosquillas a la pera y se hizo a un lado tímidamente para dejar pasar a Draco. Ella lo llevó al dormitorio de los elfos, una habitación cavernosa con muchas camas con cortinas. Los elfos estaban levantados, susurrando entre ellos, luciendo preocupados. Su ansiedad se multiplicó por diez cuando entró Draco.
—¿Saben quién soy? —dijo Draco.
—Usted es el señor Malfoy, señor —dijo un elfo, después de una pausa. Draco lo reconoció. Flotsam, era su nombre. Solía trabajar en la Mansión y miraba a Draco con odio— Y ya no somos sus elfos, ninguno de nosotros, excepto Misty.
—Te equivocas en eso —dijo Draco— Misty tampoco es mía.
Misty hizo un pequeño sonido infeliz. Puso su mano en la parte superior de su cabeza.
—Soy de ella —dijo— Misty tiene más respeto por sí misma que cualquier otra persona que haya conocido. No sé por qué me es leal, pero te aseguro que si… o quizás, cuando quiera dejarme, no intentaré detenerla.
—Misty no abandonara a la familiar, señor —dijo Misty en voz baja. Draco no la miró.
—Deberían sentirse avergonzados de ustedes mismos —les dijo a los elfos— Ustedes, que saben lo que es la crueldad.
El silencio del dormitorio era penetrante. Ninguno de los elfos lo miró a los ojos, excepto Flotsam, que alzó la barbilla en actitud desafiante.
—¿Quién es usted para hablar de vergüenza, Señor Malfoy? —él le dijo— ¿Quién eres tú para hablar de crueldad?
—No dejes que tus sentimientos hacia mí afecten tu compartimiento hacia Misty.
—¡Ella está traicionando la causa de los elfos domésticos! —gritó un elfo, muy lejos en el dormitorio. Draco se giró para buscar al orador, pero se había escondido detrás de las cortinas.
—¿Cuál es esa causa? —preguntó Draco— ¿Libertad? ¿Dignidad? ¿Oportunidades? No creo que Misty esté sacrificando ninguno de ellos al elegir preocuparse por mí. Y no la veo como una sirvienta, sino como una especie de… —pensó por un momento— … tía molesta.
La risa de Misty se convirtió en un jadeo.
—¡Harry Potter! —ella dijo. Y, de hecho, lo era. “Por supuesto que lo es”, pensó Draco malhumorado, porque Draco se estaba avergonzando a sí mismo, y Potter tenía que estar allí para presenciarlo. Probablemente tenía algún tipo de dispositivo de rastrero de Draco-Humillado.
Entonces se le ocurrió a Draco que Potter debía haberlo estado siguiendo desde que Draco salió de los dormitorios. Ese Potter debe haber visto a Draco trepar por la ventana y mirar hacia abajo. Que él no había hecho nada para detenerlo.
Los elfos, mientras tanto, estaban en un estado de júbilo. Habían producido serpentinas de fiesta. Papel picado. Fuegos artificiales a pequeña escala. Ellos corearon el nombre de Potter con alegría.
—¿Qué estás haciendo aquí? —Potter le preguntó a Draco.
—Difundiendo sedición —dijo Draco con cansancio— Hacer el mal. Ya sabes, lo de siempre.
Dejó el dormitorio de los elfos y volvió al agujero del retrato. Misty lo siguió.
—Gracias —dijo ella.
—Cuando quieras —dijo Draco.
—Señor… —ella parecía sospechosa— No es bueno sentarse en la ventana. Usted… se resfriará.
Él la miró y deseó, solo deseó, que ella le dijera que no se muriera. Ella le devolvió la mirada y él se preguntó si sabía lo que quería decir, todas esas veces que le dijo que se sentía saltarín. Tal vez ella no tenía idea.
—Malfoy —dijo Potter, luchando por liberarse de los brazos de bienvenida de una docena de elfos domésticos— ¿Vas a la cama?
—Sí —dijo Draco.
—Genial, iré contigo —dijo Potter— Eh… ¿Qué fue eso de Misty y las causas de los elfos domésticos, antes?
Draco se tragó su orgullo y pensó en el bien mayor.
—Están siendo desagradables con ella porque se quedó conmigo —dijo— Diles que dejen de ser idiotas, ¿Quieres?
—Oh —dijo Potter, sonando sorprendido— Sí. Eh… —se sacudió al último de los elfos domésticos y se dirigió a la habitación— Sean amables con Misty, ¿Sí? Ella es una amiga mía.
Draco resopló y Misty miró asqueada. Pero los elfos domésticos reunidos estaban claramente impresionados.
—¡Oh, sí, señor Harry Potter! —gritó uno, y luego todos comenzaron a llorarlo, y uno de ellos desplego una pancarta con la cara de Potter en ella, y Potter rápidamente empujó a Draco fuer del agujero del retrato, siguiéndolo de cerca.
Potter cerró el retrato. El silencio fue instantáneo y resonante.
—Yo… —dijo Potter— Quería un bocadillo de medianoche.
—Guárdatelo —dijo Draco— Sé que me estabas siguiendo.
—No te estaba siguiendo, exactamente —dijo Potter, corriendo para mantenerse al día con Draco— Estaba más, eh, yendo al lugar donde sabía que estabas.
—Y lo sabías porque me seguiste.
—No. Tengo un mapa.
Draco se detuvo en seco.
—¡Lo sabía! —él dijo.
—¿Qué?
—Sabía que había una razón por la que siempre estás ahí en el peor momento posible. ¿Qué, tiene algún tipo de… señal de Draco Agobiado? ¡Alerta! ¡Alerta! ¡Draco Malfoy llorando en un baño!
—No —dijo Potter.
Draco comenzó a caminar de nuevo. Potter ya se había disculpado por casi matarlo. Algo así como. En el momento, cuando sucedió. Draco no esperaba, ni necesitaba, otra disculpa.
—Sabes —dijo Draco— Realmente no estoy tratando de matar a nadie, este año.
—Nunca dije que lo estuvieras.
Draco resopló.
—No, solo me estás vigilando como si todavía estuviéramos en guerra, vigilándome.
—No estaba vigilándote —dijo Potter.
Draco negó con la cabeza. Si así era como Potter quería jugar, Draco no podía detenerlo.
—Escucha, ¿Qué quieres preguntarme? Sé que te debo. Te diré lo que quieras —dijo Draco.
—No me debes nada —dijo Potter, sonando molesto.
Se quedaron en silencio mientras subían la escalera de caracol que conducía a la Torre del octavo año.
—¿Así que te despertaste en medio de la noche para ir a gritarles a algunos elfos domésticos? —preguntó Potter.
—Se lo merecían —dijo Draco.
Potter se rio.
—Apuesto a que siempre piensas eso —dijo— ¿No podría haber esperado hasta mañana?
Draco decidió no darle un codazo en la cabeza, pero estuvo cerca.
—Si quieres saberlo, ya estaba despierto —dijo.
Potter se detuvo en las escaleras.
—No duermes bien —dijo.
Draco también se detuvo. Se miraron a la luz de la luna oblicua. Siempre había algo vigorizante en la atención de Potter; era la mitad de la razón por la que Draco había pasado toda su vida enfrentándose a él. Pero Potter no parecía hostil, ahora. Parecía cauteloso.
—Oigo explosiones. En mi cabeza. Me despiertan —dijo Draco. No sabía por qué lo dijo. A menudo se encontraba diciendo cosas que no había querido decir estos días. Estaba perdiendo el control sobre sí mismo. Era un maldito desastre.
Pero la expresión de Potter no cambió.
—¿Paso algo? —preguntó casualmente.
Draco comenzó a subir las escaleras de nuevo.
—Hubo… un incidente, supongo. No fue gran cosa. Me despertó una explosión en la mansión una noche cuando el Viejo Tom estaba teniendo un ataque por algo. Algo que tú hiciste, probablemente. De todos modos, los he tenido desde entonces. Como un año.
—No he tenido ninguna pesadilla, desde que regresé —dijo Potter.
—Bueno, ¿No eres puro de corazón?
Potter sonrió.
—Entonces —dijo Draco— ¿Me sigues todas las noches? ¿O fue esta noche una ocasión especial?
—Fuiste a un lugar nuevo —explicó Potter. Draco lo miró.
—¿No me seguiste hasta el nicho en el sexto piso?
Potter negó con la cabeza.
—¿Por qué vas allí? —preguntó. Draco sonrió. Habían llegado a la sala común de octavo año.
—Para tomar un poco de aire, cuando me siento saltarín —dijo.
Potter parecía desconcertado. Se frotó la nuca. Era horriblemente guapo, pensó Draco, pero era más que eso. Era que Potter era atractivo. Magnético. Se movía con confianza, como si le hubieran disparado desde un cañón y supiera exactamente dónde aterrizar.
—Lo siento, ya sabes —dijo Potter, improbable— Sobre el baño.
Draco lo miró asombrado. Potter no lo estaba mirando correctamente. Estaba pasando sus rápidas manos por su cabello espeso y oscuro. Hizo que Draco quisiera morderlo.
—Eh, el Sectumsempra —aclaró Potter.
—No lo he olvidado, tonto.
—Vaya, de acuerdo.
Draco no supo cómo responder. Las bondades más pequeñas lo hacían querer romperse.
—Yo también lo siento —dijo con brusquedad— Sobre… ¿Quieres que lo enumere todo?
Potter comenzó a negar con la cabeza, luego se detuvo.
—Bueno, en realidad, un poco, sí —dijo.
Draco hizo una mueca.
—Esperaba que fueras amable con esto. Está bien. Supongo que lo primero que me viene a la mente es burlarme de ti por ser huérfano.
Potter parecía como si esto fuera lo último que esperaba que dijera Draco.
—Lamento lo de tus padres, Draco —dijo.
Draco se quedó sin palabras. Él y Harry se miraron el uno al otro. “Di algo”, pensó Draco, desesperadamente.
—Sí, sé lo amable que eras con mi padre —fue lo que salió.
“Malditamente genial”, pensó Draco. Pero Harry después de una mirada escrutadora, solo se rio.
—Todo —dijo Draco— Lo siento por todo —se miró los pies— No me hagas enumerarlo todo.
—¿Incluso te arrepientes de las insignias en cuarto año? —preguntó Harry. Draco levantó la vista indignado.
—¡Ciertamente no! ¡Esas me tomaron años!
Harry se rio de nuevo, sus ojos se arrugaron alrededor de los bodes. Llevaba una camiseta vieja y suave, y Draco pudo distinguir una vena delgada que corría por su antebrazo marrón.
—Está bien —dijo Harry— Entonces una amnistía general en todo menos en que seas un idiota, ¿Correcto?
Draco sintió como si estuviera volviendo a la tierra. Recordando quién era.
—Sí —dijo— Algo como eso —se dirigió hacia las escaleras del dormitorio— Ya es tarde.
—Oh, sí —dijo Potter, siguiéndolo de cerca. Regresaron sigilosamente a su dormitorio y se acostaron sin decir una palabra más.
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...CONTINUARÁ...