
CAPÍTULO 2
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CAPÍTULO 2
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Después de su juicio, Draco recibió un Traslador de regreso a la mansión. No había nadie esperándolo allí.
La mansión estaba a oscuras y en un caos total, como si en su interior se hubieran librado diez batallas. Tal vez había ocurrido. Draco salió al césped. Estaba sembrado de pavos reales muertos. “Qué desagradable”, pensó, dando un codazo a uno con el zapato. Sospechaba que no había comida en la casa y lo visitó un impulso histérico de empezar a arrancar las plumas de los pavos reales. “Podría ser un Robinson Crusoe3 moderno”, pensó, “¡Vivir de la tierra!”.
La sangre se manchó en su zapato y se dio cuenta de que la idea de ensangrentarse las manos le daba ganas de desmayarse. “Nuevo plan”, decidió, “Vegetarianismo”.
Todos los elfos domésticos habían sido liberados. Draco se deslizó por las habitaciones destrozadas. De vez en cuando hacía una pausa y una soledad catastrófica se cernía sobre él.
Pero era más o menos manejable. Cada vez que sentía que iba a llorar, hablaba consigo mismo.
—“La Venganza del Hombre Lobo: Una novela” —dijo, cuando pasó junto a los restos triturados del mobiliario de la biblioteca.
—“‘Candelabro Destrozado’. Una pieza mordazmente moderna, que explora la intersección de la decadencia y la guerra” —dijo, cuando casi tropezó con el candelabro que Potter y sus amigos habían destrozado. ¿Por qué nadie lo había arreglado nunca, de todos modos? El padre de Draco lo había importado de Venecia como regalo para la madre de Draco. Esa había sido una Navidad encantadora.
—“‘Los Baños de los Verdaderamente Malvados’: Un Libro de Mesa de Centro” —dijo, cuando usó el retrete de la planta baja.
—“Tal vez me vuelva loco” —le dijo a su reflejo en el espejo. Era una perspectiva bastante atractiva. Se imaginó vistiendo… eh, túnicas de seda y sombreros elaborados. Fumar en pipa. Pondría collares a los niños en los parques y los asustaría con aforismos sin sentido, y nunca pensaría en nada en absoluto.
Caminó y caminó y caminó, de un lado a otro por todas las habitaciones, explorando la casa de su infancia como si fuera un extraño en ella. Las sombras se hicieron más largas a medida que el Sol se movía hacia el oeste. Todo había terminado.
Finalmente, se detuvo frente a la chimenea en la sala de estar. Sobre la repisa de la chimenea había un cuadro familiar, así que se permitió llorar un rato antes de reprenderse.
—“Contrólate” —se dijo a sí mismo— “Tienes pavos reales que desplumar”.
Lo cual lo hizo reír, así que dejó de llorar y se recordó así mismo que, en cierto modo, la situación era bastante poética. Siempre había querido ser huérfano, de niño. Los huérfanos eran mucho más interesantes— “Me estoy volviendo interesante” —pensó, y luego se odió tan ferozmente que realmente dolió; sus entrañas retorciéndose y comprimiéndose…
Para castigarse por pensar algo tan horrible e insensible, fue a la habitación de sus padres. Como era de esperar, fue desgarrador. Se quedó mirando su cama en silencio, asombrado por lo mucho que dolía el duelo. Y lo loco que era que la muerte fuera tan común. Sucedía todo el tiempo.
—¿Amo Draco? —dijo una pequeña voz.
Misty. El elfo doméstico de su madre. Salió tímidamente del tocador de su madre, mirándolo con ojos grandes y húmedos.
—Eres libre —dijo— ¿No lo escuchaste? Todos los demás elfos han ido a Hogwarts.
—¡Misty, no va a abandonar al hijo de la señorita Cissy, señor!
Draco tragó saliva.
—¿Te vas a quedar?
—¡No lo dejare, señor!
Draco se sentó en el sofá bajo junto a la ventana.
—Correcto —dijo— Está bien. Tú y yo “contra mundum4”, Misty. Empecemos una banda. Y apoderarnos del mundo.
—Misty está desconsolada por la señorita Cissy —dijo Misty.
—Sí —dijo Draco— Pero no todo es malo. Me veo increíble de negro.
Misty le lanzó una mirada de reproche y empezó a llorar.
—Oh, Misty querida —dijo Draco. No había pasado mucho tiempo con ella, no desde que era un bebé. No estaba seguro de por qué la llamaba querida; ciertamente nunca antes había llamado así a un elfo. Pero ella se miraba cómo se sentía él, y el hecho de que alguien más en el mundo estuviera de luto por la misma pérdida lo llenó de una gratitud imposible e incontenible.
Él le hizo señas y con cautela la envolvió en un abrazo. Al principio fue extraño, ella era un elfo doméstico, pero pronto se dio cuenta de lo bien que se sentía abrazar a alguien. Para cuidar a alguien. Le hizo sentir como si no pudiera dejarse volar en pedazos, todavía. Tenía la sensación de que si pudiera evitar volar en pedazos por… por unos días, tal vez, entonces… ese pensamiento no tendría fin. Solo tenía que contenerse de no saltar por la ventana.
—El amo Draco es demasiado bueno conmigo, señor —lloró Misty.
—Tan cierto —dijo Draco— Así que nunca te vayas.
Misty se alejó de él, secándose los ojos.
—Me está haciendo bromas —dijo.
—Lo hago —dijo Draco— No debes reírte de ellas, sólo me animarás.
—Me rio de los chistes que son divertidos, señor —dijo Misty, y Draco se rio de su carita seria.
—Escucha, me muero de hambre —dijo— ¿Sabes cocinar?
—Por supuesto —dijo Misty, luciendo bastante ofendida— Soy una elfa entrenada, señor.
—Bien, por supuesto que lo eres —dijo Draco— ¿Qué dices? ¿Vamos a hacernos un pequeño festín? ¿Pavo real asado?
—¿Está deseando comerse los pavos reales…?
—No. Soy vegetariano —dijo Draco, con decisión.
—Usted es un problema —dijo Misty. Draco se rio de nuevo.
—Soy una delicia. Vamos, dame de comer. Soy un pobre niño huérfano.
Los ojos de Misty se llenaron de lágrimas.
—Oh, Misty, solo estoy bromeando. Esa es la única ventaja de todo esto, ¿Ves?, Que tienes que sentir lástima de mí.
—Lo siento por usted, Amo Draco.
—Yo también. Vamos a comer.
Misty asintió y fueron a la cocina.
No era exactamente que Draco estuviera en contra de deprimirse. Francamente, era bastante pro-deprimirse. Pero sabía sin lugar a dudas que llegarían momentos en lo que no podría mantener el ánimo alto, por lo que era imperativo no ceder hasta entonces.
Insistió en que Misty comiera con él.
—No es correcto, señor —se quejó.
—No le diré a mi padre, si no lo haces.
—¡Amo Draco!
—¿Demasiado morboso?
—Demasiado pronto, señor —dijo Misty.
—Eso es lo que lo hace gracioso —dijo Draco.
—Su padre estaba siendo un hombre aterrador, señor.
Draco masticó sus lentejas con tristeza. Esa era la dificultad de tener un psicópata asesino terrorista por padre. Nadie entendía por qué estaba triste cuando murió.
—Siento pena por usted, amo Draco —dijo Misty en voz baja.
—No lo estés —dijo Draco— Todo esto mejorará mi Arte.
—¿Es usted un artista, señor?
—No todavía. En cualquier momento. Puedo sentir que se está acumulando. ¿Estás lista? Pásame una pluma.
Misty le dio una pluma y tinta. Draco dibujó varias figuras de palitos en una servilleta y luego se la entregó a Misty con aire de solemnidad.
Misty miró la servilleta consternada.
—Es una broma, Misty —dijo Draco, porque pudo ver que ella luchaba por mirarlo. Misty se sintió intensamente aliviada.
—Oh, me alegro, señor. Es inusualmente malo en el arte.
Draco agarró la servilleta hacia atrás.
—Bueno, mira, ¡Apenas lo estaba intentando! Intenta dibujar en una servilleta.
Misty tomó la pluma y la tinta. Sacó la lengua mientras garabateaba. Al cabo de cinco minutos, ella le presentó un retrato fotográfico de sí mismo.
—Oh —dijo Draco débilmente— Eso es bastante bueno.
—A Misty siempre le gusta hacer las cosas hermosas, señor.
—Es una pena que no puedas volver a embellecer la mansión —dijo Draco, dejando caer la cuchara con un estrépito en el cuenco.
—¡Puedo, señor!
Draco miro hacia arriba.
—¿Puedes?
—¡Oh, sí, señor! Solo que es mucho trabajo, señor…
Draco puso los ojos en blanco.
—Ayudaré. No hay necesidad de ser tímida. Es mi casa después de todo.
Misty le dio una especie de sonrisa divertida.
—Supongo… —dijo Draco lentamente— Supongo que, de alguna manera, también es tu casa.
Misty parpadeó.
—Es diferente de cómo solía ser, Amo Draco.
Draco palmeó su barbilla.
—¿Por qué? Tengo lentejas en la cara.
Misty se echó a reír, luego se detuvo de repente, luciendo aterrorizada.
—Misty, querida. Tienes completo permiso e intercambiable para reírte de mis chistes. De hecho, lo encontraré muy deprimente si no lo haces.
Misty desapareció la comida y los platos.
—Será mejor que esté arreglando su habitación, señor —dijo.
Draco miró sus rodillas y levantó una mano.
—¿Usted… quiere hacer una pregunta, señor? —preguntó Misty, insegura.
—Sí. Una terriblemente vergonzosa —dijo Draco, bajando su mano— ¿Dormirías en la misma habitación que yo? Sé que no es, ya sabes, correcto, pero yo…
—Si es aceptable, señor, instalaré un catre en su dormitorio —dijo Misty. Su voz era suave.
—Perfecto. ¿No eres un ángel hogareño? Un catre. Excelente —dijo Draco. Estaba balbuceando, porque era un hombre adulto de dieciocho años y no podía dormir solo en una habitación. ¿Nunca dejaría de crecer la lista de cosas de las que se avergonzaba?
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...CONTINUARÁ...