
CAPÍTULO 1
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CAPÍTULO 1
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Harry usó su capa de invisibilidad mientras se abría paso entre los enjambres de personas. Todavía estaban en estado de shock después de la batalla. Algunos se pararon en grupos silenciosos de dos o tres, observando a los muertos. Otros cantaron tristemente canciones de victoria y militaristas. Los siguió mientras avanzaban inexorablemente hacia el Gran Comedor.
No pudo encontrar a Ron, Hermione o Ginny. En cambio, encontró lo que parecía ser una sala de tribunal improvisada. A un lado del Gran Comedor había media docena de mortífagos, fuertemente atados y protegidos. Por el otro, una pila de cuerpos, incluido el de Lucius Malfoy. La multitud aullaba asesinamente en busca de venganza. Mundungus Fletcher, convertido en juez supremo, tenía su varita apuntando a Draco Malfoy.
—Entonces, sobre la base de las palabras de su madre, ¡Declaramos inocente a Draco Malfoy! —gritó, y Malfoy fue arrojado sin contemplaciones a los brazos de su madre— El siguiente: ¡Gregory Goyle!
—¡Culpable! —gritó la multitud.
Harry se quitó la capa de invisibilidad.
—¿Qué diablos está pasando? —le preguntó a una joven, probablemente de no más de quince años, cuyo rostro estaba contraído por una ira vengativa.
—¡Justicia! —dijo, sin mirarlo.
Harry comenzó a abrirse paso a codazos hasta el frente de la multitud. Apenas podía oír a Mundungus por encima de la furia retumbante de la multitud. Entonces escucho la voz de Malfoy, alta y asustada.
—¡Él es más inocente que yo! —dijo Malfoy. Cada vez era más fácil para Harry abrirse camino a medida que la gente se daba cuenta quién era y comenzaba a abrirse paso con ruidos silenciosos y reverentes.
Malfoy se había liberado de los brazos de su madre y se interpuso entre Goyle y un mago que llevaba una capucha improvisada sobre su rostro y que tenía su varita apuntando al corazón de Malfoy.
—Lo coaccione a todo —dijo Malfoy— Lo coaccione para que se convirtiera en un Mortífago. Si yo soy inocente, él también lo es.
Narcissa Malfoy lloraba desconsoladamente sobre un pañuelo sucio.
Mundungus lo consideró.
—Está bien —dijo— Se hará a tu manera. Ambos son culpables. ¿Allowicious1?
El mago encapuchado asintió. Harry todavía estaba tratando de pasar a unas pocas brujas al frente de la multitud. Vio la mano de Malfoy alcanzar la de Goyle, vio a Goyle tomarla y apretarla.
—¡Ava…! —comenzó el verdugo.
—¡Deténganse! —dijo Harry, finalmente, llegando por fin al lado de Malfoy— ¡Esto es una locura! ¡Deténganse!
—¡Harry Potter! —la multitud comenzó a corear.
—¡Vete a casa! —gritó Harry, pero nadie escuchaba. Se giro hacia Mundungus, pero Mundungus había huido. La multitud se acercaba más y más, y Harry se dio cuenta de que, si no actuaba pronto, sería arrastrado por ella, aislado de Malfoy, y había muchas posibilidades de que lo asesinaran antes de que Harry pudiera alcanzarlo nuevamente.
Harry estaba tan malditamente cansado de salvar a la gente.
—¡Vamos! —le dijo a Malfoy, agarrando su muñeca. Malfoy lo obedeció al instante, pareciendo dar por sentado que Harry lo salvaría, tal como lo había hecho en la Sala de los Menesteres. Goyle y Narcissa lo siguieron en cadena.
La multitud comenzó a disminuir, incapaz de seguir el ritmo de Harry mientras corría y se desviaba. La muñeca de Malfoy era huesuda en su mano. Estaba diciendo algo, una y otra vez, pero Harry no podía entenderlo. Finalmente, estaban lo suficientemente lejos del Gran Comedor para que pudiera escuchar sus palabras.
—Ellos mataron a Padre —estaba diciendo Malfoy, su voz alta e inestable— Ellos lo mataron.
Harry miró hacia atrás.
—Lo siento —dijo. Malfoy lo miró, pero no pareció verlo.
—Lo mataron —dijo de nuevo.
—Eso fue valiente de tu parte. Defender a Goyle —dijo Harry.
—Ellos mataron a Padre —dijo Malfoy.
—¡Ahí! —vino una voz desde el final del corredor— ¡Mortífagos! ¡Avada Kedavra!
Fue tan rápido y pulcro. Narcissa se paró frente a Malfoy sin ningún problema, como si estuviera de pie para recoger un pedido del mostrador de una cafetería. Ella no parecía asustada. Ni siquiera parecía pensar o dudar. Ella simplemente se paró frente a su hijo, fue golpeada por la maldición y cayó al suelo, muerta.
Malfoy se quedó repentina y horriblemente en silencio.
Harry aturdió a la persona que había lanzado la maldición, no podía ver quién era, solo era una figura borrosa, y lanzó hechizos que bloquearon el corredor en ambos extremos.
—Maldita mierda —dijo.
Malfoy todavía sostenía la mano de Goyle.
—Lo siento, Draco —dijo Goyle, con su voz torpe.
—Tenemos que llevarte con los Aurores —dijo Harry. Se sintió entumecido. No podía imaginar cómo se sentía Malfoy— Todos se han vuelto malditamente locos.
—No podemos dejarla —dijo Goyle.
—Los Claustros2 —dijo Malfoy inesperadamente— No habrá nadie allí.
—No puedes quedarte aquí —dijo Harry— Tienes que salir de Hogwarts. Te matarán.
Goyle soltó la mano de Malfoy y levantó a Narcissa con tanta delicadeza como si fuera una niña dormida. La nuez de Adán de Malfoy se movía locamente arriba y abajo de su garganta mientras miraba.
—No tienes que venir con nosotros, Potter —dijo— Pero vamos a enterrar a mi madre en los Claustros.
Harry presionó sus dedos contra sus parpados, que latían desagradablemente.
—Merlín. Bien, Goyle, usa la capa.
—¿Qué? —preguntó Goyle. Harry lo ignoró y pasó la capa de invisibilidad sobre Goyle. Era tan grande, especialmente sosteniendo a Narcissa, que no había posibilidad de que cubriera también a Malfoy.
—Malfoy, tú solo… no sé, quédate cerca de mí. Tendremos que movernos rápido.
Malfoy asintió y extendió una mano. A Harry le dio vueltas la cabeza al ver a Malfoy míralo así, sin expresión y con confianza. El mundo estaba patas arriba.
Bordearon las sombras, evitando a todos, y varias veces se lanzaron a las aulas vacías para esperar a que grupos ruidosos de personas pasaran junto a ellos. Les tomó quince minutos llegar a los Claustros, pero, como había predicho Malfoy, estaban vacíos. El patio de piedra estaba silencioso y sereno. Goyle depositó a Narcissa suavemente sobre los adoquines debajo del árbol solitario y elegante en el centro del patio.
Harry transformó una piedra en una pala y trató de dársela a Malfoy, quien negó con la cabeza.
—¿No quieres…? —dijo Harry, pensando en Dobby; y en cómo había necesitado cavar esa tumba él mismo.
Pero Malfoy levantó su varita, la varita de su madre, Harry se dio cuenta con una sacudida, y comenzó a conjurar. Con un hechizo meticuloso, levantó los adoquines uno por uno y los mantuvo flotando en el aire. Luego hizo un corte en la tierra húmeda, un trozo de ella se elevó de la tierra como si fuera un rico trozo de pastel de chocolate, dejando un agujero de dos metros de profundidad y un metro de ancho. Con un suave movimiento de su varita, los adoquines y la tierra se hundieron lentamente para aterrizar al lado del agujero, esperando regresar a sus lugares cuando fueran necesarios. Era una magia lenta y cuidadosa, no del tipo en la que Harry habría sido muy bueno.
Malfoy miró fijamente a la tumba.
—No puedo hacer un buen hechizo de levitación, Draco —dijo Goyle.
Malfoy levantó la vista, como si hubiera olvidado que había alguien más allí. Sacudió la cabeza, fue hacia donde yacía su madre y se arrodillo a su lado. Le apartó el pelo de la cara. Lanzó un hechizo de limpieza suave y deslizó sus brazos debajo de ella para poder levantarla.
Se tambaleaba sobre sus pies, de vez en cuando tropezando hacia la tumba oscura que había hecho con su madre en brazos.
—Deberías levitarla, Draco —dijo Goyle. Malfoy volvió a negar con la cabeza. Se sentó con cautela en el borde del agujero, aferrándose al cuerpo de su madre, y saltó.
—Mierda —dijo cuando aterrizó, cayendo al instante.
—¿Estás bien? —preguntó Goyle.
Malfoy no respondió. Se puso de pie cojeando y dejó a su madre en la tierra. Tenía los ojos cerrados y parecía en paz. Malfoy se agacho sobre ella, susurrando.
Harry no podía soportar mirar más. Caminó por los pasillos cubiertos de los Claustros, dando vuelta y vueltas, esperando a que Malfoy saliera.
—Draco —dijo finalmente Goyle. Harry fue a reunirse con él al borde de la tumba. Malfoy yacía junto a Narcissa, con la cara en su cuello.
—Entiérrenme —dijo.
Harry se sentó, colgando sus piernas sobre el borde de la tumba. Extendió la mano.
—Vamos, Malfoy —dijo.
Malfoy no respondió. Él no se movía.
—Tenemos que alejar a Goyle. Está en peligro y no se irá si tú no lo haces —dijo Harry.
Malfoy vaciló y luego asintió. Tenía un mechón del cabello de su madre enrollado con fuerza alrededor de su puño. Pasaron otros cinco minutos antes de que se pusiera de pie. Parecía haberse lastimado el tobillo cuando aterrizó.
—Toma mi mano —dijo Harry, y Malfoy obedeció. Después de un poco de lucha poco digna, se las arregló para salir del agujero. Se puso de pie y se alejó cojeando, sus hombros moviéndose rápidamente arriba y abajo.
—Lo arruinaré —dijo Goyle, haciendo un gesto hacia la tierra y los adoquines.
—Yo lo haré —dijo Harry. Trató de mantener su magia tan lenta y cuidadosa como lo había sido la de Malfoy, bajando la tierra sobre el cuerpo de Narcissa, colocando los adoquines en su lugar. Él transfiguró uno en una lápida.
—No pongas su nombre —dijo Goyle. Harry frunció el ceño, pero probablemente Goyle tenía razón. No le gustaba pensar en cómo podría profanarse la tumba, si la gente supiera que un Malfoy estaba enterrado allí.
“Amada Madre”, talló Harry. Y luego recordó algo acerca de que un narciso era un tipo de bonita flor amarilla. Estaba cansado, enojado y triste hasta los huesos, pero se obligó a concentrarse.
El macizo de flores que hizo no estaba pulcro, pero estaba lleno de narcisos, brillantes y soleados como la primavera.
—Está hecho —le gritó a Draco. Draco se dio la vuelta y cojeó de regreso a ellos sin levantar la vista de sus pies. Cuando llegó junto a Harry finalmente miró la lápida.
Miró y miró, con los ojos muy abiertos. Goyle pasó un brazo alrededor de su cintura.
—Estará bien, ¿Sí? Estaremos bien, ¿Verdad Draco? —preguntó Goyle.
—Sí —dijo Draco, su voz seca y quebrada— Por supuesto que lo estaremos No seas estúpido.
—Tenemos que irnos —dijo Harry. Draco lo miro de reojo y asintió.
—Solo un poco más —dijo. Pero Harry pudo escuchar una risa estridente y desquiciada en algún lugar de los Claustros.
—No es seguro —dijo Harry— Puedes volver, Draco. En otro momento ¿Sí?
Draco giró la cabeza para mirarlo. Su expresión era desconcertada, como si estuviera genuinamente sorprendido por la estupidez de Harry.
—Me iré a Azkaban de por vida, Potter.
—No si puedo evitarlo —dijo Harry. Draco resopló y se giró hacia la lápida de su madre.
—¿Es eso cierto, Draco? —preguntó Goyle— ¿Iremos a Azkaban?
La expresión de Draco cambio.
—No —dijo, con dulzura— Por supuesto que no. Atestiguare por ti, Greg. No te preocupes.
Goyle se hundió con alivio.
—Harry, ¿Eres tú?
Harry se dio la vuelta. Era Kingsley Shacklebolt.
—¡No les hagas daño! —dijo, porque Kingsley había sacado su varita. Kingsley lanzó un Incarcerous a Goyle y Draco y recogió sus varitas.
—No les voy a hacer daño —dijo— Voy a llevarlos al Ministerio. La multitud se está poniendo… exigente.
—Están masacrando a la gente —dijo Harry.
—Tenemos Aurores en eso —dijo Kingsley—Señor Malfoy, señor Goyle, ¿Están dispuesto a cooperar o tengo que aturdirlos?
—Cooperaremos —dijo Draco.
—¿Mi papá está bien? —preguntó Goyle.
—Lo tenemos bajo custodia —dijo Kingsley. Draco sonrió.
—¿Vez? —le dijo a Goyle— Te dije.
—¿Qué va a pasar con ellos? —preguntó Harry.
—Todos los mortífagos marcados serán retenidos sin derecho a fianza hasta el juicio—luego al ver que esa respuesta no parecía haber satisfecho a Harry, Kingsley sonrió— Yo mismo me encargaré de su custodia, Harry. Puedes dejar de preocuparte por salvar el mundo.
Tanto Draco como Goyle parecían haber olvidado que Harry estaba allí. Permitieron que Kingsley los tomara por el codo y luego los tres se fueron, de camino al Ministerio en Traslador. Harry estaba solo en los Claustros, con una sensación de cansancio y náuseas en el estómago.
Las semanas que siguieron tuvieron el horror mecánico de una pesadilla. Funerales, tazas de té, gente felicitándolo.
—Entiendo por qué estás hablando por Malfoy —dijo Ron— ¿Pero Goyle?
—Él es simplemente tonto —dijo Harry— Es solo un niño no muy inteligente que se vio envuelto en una guerra.
—¡Intentó matarnos!
—Lo sé, yo solo…
—Estoy de acuerdo con Harry —dijo Hermione— Hablaré por él también.
—Él fue tan… dulce, con la mamá de Draco —dijo Harry. Había descrito lo que había sucedido, aunque se encontró incapaz de explicar completamente la inexpresividad en el rostro de Draco. Tenía sueños al respecto, sueños que no presentaban a Draco en absoluto, solo una blancura que borraba el cielo y lo despertaba con su vacío. Se sentaba y recordaba a Draco acostado en la tumba de su madre y se preguntaba cómo era ver a tu madre morir por ti. Aunque él sabía, por supuesto, ¿No? Había visto esa misma vista. Incluso si no podía recordarlo.
Al final, su voluntad de hablar en el juicio de Goyle quedó en nada. Todos los mortífagos marcados fueron condenados a un mínimo de cinco años en Azkaban. Ni siquiera el testimonio de Draco diciendo que prácticamente había obligado a Goyle a unirse a los mortífagos hizo alguna diferencia.
Draco fue el único mortífago que escapó de prisión. Harry, Ron y Hermione testificaron que había mentido deliberadamente para salvar sus vidas. Dean y Luna también testificaron. Aparentemente lo habían escuchado tratando de dejar a los Mortífagos y siendo castigado por su padre.
Fue sentenciado a un año de magia limitada y recibió una fuerte multa. Más allá de eso, era libre. Se quedó parpadeando en el tribunal mientras se leía el veredicto, y no miró a Harry ni una sola vez. Harry no estaba realmente seguro de por qué eso lo molestaba tanto.
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...CONTINUARÁ...