
Erik Lehnsherr y como ser un padre baboso y orgulloso.
Erik sabe que más del 90% de sus alumnos habían reprobado, no solo porque él mismo corrigió los exámenes, si no, también, por sus rostros abatidos y preocupados.
-Este año es el que definirá todo para ustedes, por eso me permito la exigencia -dice con gracia.
Los jóvenes exhalan casi resignados.
-Bien, van a hacer un resumen de la página 3 a la página 7 -dice observando su reloj-. Nada de copias, o internet, o lo que sea. El lunes quiero ver las hojas sobre mi escritorio a penas cruce la puerta.
El timbre suena, y extraño en él, guarda las cosas con tranquilidad. Esta vez abre la puerta con cuidado. El hombre que había tirado el lunes pasado ¿Cómo era...? ¿Xavier? Lo que sea. Estaba apoyado contra la pared esperando a que saliera.
-Profesor Lehnsherr -dice con amabilidad.
-Profesor Xavier -contesta Erik con un asentimiento, y continúa su camino.
Puede escuchar la puerta cerrarse detrás de él.
...
Su auto se detiene justo frente al jardín de infantes. Como era típico, todos los lunes y miércoles, era él quien buscaba a los niños.
-¡Papi!
El grito infantil lo saca de sus pensamientos. Wanda y Pietro corren hacia él a toda velocidad y se abrazan a sus piernas.
-Ey -dice Erik y se agacha a la altura de los pequeños-. ¿Quién quiere ir al parque por unos helados?
Los niños exclaman "¡Yo!" tan fuerte, que los demás padres los observan divertidos. Suben rápidamente al automóvil, y Erik les coloca los cinturones.
-Papi, Lorna dijo su primera palabra -dice Wanda con una enorme sonrisa que siempre le recordaba a si mismo.
Lorna. La más pequeña de los Lehnsherr. Cuando Erik ya había firmado los papeles del divorcio, Magda le dijo que estaba esperando un hijo suyo. Vaya mal momento. De todas formas, Lorna era la pequeña consentida de la familia, y no podrían amarla más.
-¿Sí? ¿Qué dijo? -pregunta Erik.
-Dijo papá -suelta Pietro.
El corazón de Erik da un salto. Él no podía ser catalogado de otra manera que no fuera "padre orgulloso". Y todos los días, cuando veía a los pequeños, sabía que no había salido algo más hermoso y perfecto de él, que no fueran sus hijos.
Y recuerda, cuando nació Lorna, con su cabello verde. Obviamente mutante. Hermosa y seguramente sería más que poderosa.
Y su primera palabra había sido "papá".
-Eso es increíble -dice Erik a la vez que estaciona el automóvil.
Los niños desabrochan los cinturones y salen corriendo al parque. Erik baja, y los sigue a una velocidad más discreta.
A veces se preguntaba ¿Qué poderes tendrían sus hijos? ¿Tendrían poderes? Bueno, la última pregunta era más dirigida hacia Wanda. Porque mientras Pietro y Lorna eran evidentemente mutantes, Wanda no mostraba ningún signo de ello. Y no es como si le molestaría que fuera humana, pero tal vez... A ella si.
-¡Tengan cuidado, niños! -grita Erik.
Y ambos contestan en un risueño coro "¡Sí papi!".
El móvil sonando devuelve a Erik a la realidad, en cual se sienta en una banca cercana a los juegos.
-¿Sí?
-Hola Erik -se oye desde la otra línea.
-Azazel ¿Qué tal?
De toda la humanidad, se podría decir que Azazel era la única persona que realmente le agradaba. Y si, había conocido a su esposa, la intimidante Raven. Y no es que no le agradara, es que era, bueno... era intimidante. Y él era intimidante, por supuesto que no quería competencia.
-Excelente ¿Y tú?
-Bien. En el parque con los niños -dice relajado.
-Oh genial -dice en un tono neutral, ni fingiendo alegría, ni demasiado seco-. Llamaba para invitarte a cenar mañana -suelta casi con emoción.
Erik se lo piensa unos segundos. La verdad, no tenía nada que hacer, y hace mucho no cenaba con alguien que no fueran sus hijos o su propia alma.
-Claro.
-Bien, entonces a las 6 -dice Azazel.
-Okay, entonces nos vemos -finaliza Erik.
-Nos vemos, Lehnsherr.
-¡Papi! ¡Queremos helado! -es lo siguiente que oye Erik.
Toma a Pietro y Wanda de la mano, y sin decir nada, comienzan a caminar hacia los helados.
...
Erik observa otra vez a su ex esposa, y se permite una sonrisa de lado al ver que carga a Lorna. La pequeña estira los brazos hacia él, que acepta con gusto.
-Papá -dice la pequeña y rie con emoción.
-Muy bien, cariño -dice Erik y besa su mejilla.
-¿Los llevarás este sábado? -pregunta Magda.
-Por supuesto -afirma Erik y Lorna vuelve a los brazos de su madre.
Magda suspira.
-¿Qué sucede? -pregunta Erik.
-Bueno, es que este sábado es el cumpleaños de mi madre y...
-Quieres llevar a los niños a Atlanta -asegura Erik sabiendo a dónde iba la conversación.
Magda asiente esperando la reacción de su ex esposo.
-Está bien, pero déjame hablar con ellos antes de ir a dormir -afirma Erik y ambos comienzan a caminar hacia la puerta.
Decir que esa casa no lo inundaba de recuerdos, sería una mentira. Pero los últimos recuerdos allí, eran peleas y tensión. Así que simplemente podría afirmar que el vivir otra vez solo, en un cómodo apartamento, era lo mejor que podía haber hecho. Claro, el único problema era la distancia con sus hijos, aunque hacías todo lo posible para que esta no existiera, era difícil viviendo lejos.
-Nos vemos Magda -Erik se inclina y besa la mejilla de la mujer, y luego la de su hija menor.
Y otra vez tendría que volver al apartamento, cocinar, y comer solo con su alma. Esos momentos, eran los únicos en que le permitía a su corazón flaquear. Era refrescante vivir solo, lejos de las peleas, lejos de un matrimonio que ya no funcionaba. Pero a veces, se sentía solo. Y el problema era que a él le agradaba estar solo. Pero no tan solo como se sentía a veces.
Definitivamente necesitaba más amigos. "O una pareja" -grita su cerebro.
Patea el pensamiento lo más lejos posible y suspira. Después de su matrimonio, una pareja no era exactamente lo que estaba buscando. Las mujeres eran complicadas. "Pero también te gustan los hombres" -vuelve a gritar su cerebro. Y esta vez, el pensamiento queda flotando cerca. Quizás no era una mala idea. Vamos, que le gustaban los hombres, pero nunca había salido con uno. Y Erik lo medita.
A nadie mataría intentarlo, no desesperadamente, pero a ver que pasa.