Profesor Lehnsherr ¿no?

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Profesor Lehnsherr ¿no?
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Summary
Charles y Erik son profesores. Charles y Erik son mutantes. Charles acaba de graduarse, Erik lo hizo hace cuatro años.Erik tiene mellizos, y Charles tiene un ex novio que prefiere olvidar.Dos hombres totalmente distintos, destinados a verse todos los lunes a las 10am.
Note
Ni X-Men ni sus personajes me pertenecen. Estos son de Marvel y Fox.
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Prólogo.

Erik sabía que volver a ver a esos adolescentes hormonales y alborotados, era parte del proceso de volver a trabajar, también el de envejecer. Porque con sus recientes 28 años, sentía que en cuatro años había envejecido veinte.

-Buenos días -canturrea Emma con emoción-. Al fin comenzamos -suelta con sarcasmo.

Lo único que sale de los labios de Erik es un gruñido cansado.

-Oí que hay un nuevo profesor de biología -continúa Emma mientras bebe café-. Dicen que es guapísimo, pero que... Ya sabes...

Erik arquea una ceja desentendido.

-Ya sabes... -vuelve a insinuar.
-No, en realidad no lo sé -gruñe hablando por primera vez.

Emma rueda los ojos, pero rápidamente vuelve a su sarcástica sonrisa.

-Bueno, dicen que batea para el otro lado -de inmediato suelta una carcajada.

Si había algo que la joven profesora de literatura no conocía, era de discreción. Y no es que su mutación no ayudara a su curiosidad latente.
Erik ríe quedadamente y bebe de su café.
No reía por la aparente homosexualidad del profesor, sino porque Emma parecía desanimada con ello.

-Bueno, de todas formas es muy joven para mí -se resigna-. Tiene 24. A ti te gustan más jóvenes ¿no? -bromea descaradamente.

Por la escuela se oían rumores que decían que al profesor Lehnsherr, profesor de historia, también le gustaban los hombres. Y sabiendo que esto no era muy lejano a la realidad, Emma gustaba de mofarse en su propia cara sobre lo guapo que era algún hombre.

-Emma -advierte Erik.
-Lo siento, acabo de recordar que quieres mantener la fachada de macho recién separado -bromea.

Erik la fulmina con la mirada en el exacto momento que el timbre suena. Tomándo sus cosas, Erik camina hacia su clase. Exactamente la misma del año pasado. Allí habían cinco mutantes, los cuales solo respondían a unos estupidos apodos que solían irritarlo. Banshee, Havok, Darwin, Beast, y Angel. A él le decían Magneto, pero nunca demasiado fuerte.

-Buenos días -murmura.

Porque sí, aún cansado y odioso, siempre saludaba a esos mocosos. Todos contestaron con la peor coordinación de la historia y cortaron toda conversación. Eso era, claramente, porque ya conocían al profesor Lehnsherr y su "amistoso" carácter.

-Como es su último año, tendrán una prueba que evalúe todos los contenidos de historia que vieron desde el comienzo de la secundaria -suelta sentándose sobre su escritorito.

El rostro asustado de los jóvenes le saca una sonrisa.

-Por eso, este año no voy a descansar hasta que vea que estén listos para ese examen. Y si no lo están, no duden en que los reprobaré.

Los adolescentes exhalaron con dolor marcado y pusieron esos ojos de cachorro que a Erik le divertían tanto. Wanda los hacía cada vez que quería chocolates. Y eso también le recordaba lo jóvenes que aún eran sus alumnos. "Diecisiete años no son nada" -le recordó su cerebro. No, no eran nada. Y a pesar de eso, fue a la edad en que se enamoró de Magda. Tal vez por eso terminaron así. Demasiado jóvenes.

-Así que, bueno -murmura saliendo de sus pensamientos-. Hoy van a tener una prueba de repaso.

Los rostros estupefactos de los jóvenes fueron una satisfacción para Erik, el cual sacó los exámenes de su bolso y comenzó a repartirlos.

-Dios no -se oyó desde algún punto de la habitación cuando ya todos recibieron sus hojas.

Erik busca al emisor de la exclamación, encontrándose con un nervioso Alex, alias Havok, el niño rayos de sol. Arquea una ceja hacia él, y el joven se encoje en el asiento. Al parecer el único completamente tranquilo ante el examen era Hank, o Beast, o lo que fuera. Un chico prodigio, según la mayoría de los profesores. Y la verdad era, que era bastante cierto. Erik se atrevía a decir que el adolescente era incluso más listo que muchos profesores. Incluso más listo que él, cuando no se trataba de historia.
En un tiempo record de treinta minutos, Hank estira una mano con el examen hacia Erik. El cual sonríe satisfecho y toma el examen. Después de leerlo detenidamente por unos minutos, decidió que el joven había obtenido otro diez. La corrigió con tranquilidad y la guardó entre sus cosas.
No es que fuera una mala persona, pero tener que decir que el tiempo había acabado, era extremadamente divertido para él. Pensándolo bien, quizás si era algo malvado.

-Muy bien, tiempo fuera, quiero que me entreguen los exámenes -dice observando su reloj-. Que sea rápido -murmura.

Ya estaba por cambiar de hora, y no estaba seguro de que le apeteciera encontrarse con el siguiente profesor.
En cuanto los exámenes estuvieron en su bolso, caminó hacia la puerta. Abriéndola en el exacto momento en que el timbre rugía. En el exacto momento en que su cuerpo impactaba contra otro.

-Dios mío, lo siento -gruñe Erik.

Con los exámenes regados en el piso, Erik sube la vista hasta esos ojos azules que lo observaban asustados. Inmediatamente, el joven hombre, se arrodilla comenzando a recogerlos.

-No hay problema -murmura.

Un Erik aún algo atontado, se agacha y ayuda al otro hombre. Cuando ambos están en pie, Erik recibe los exámenes.

-Que horrible forma de conocerse -suelta el hombre con nerviosismo-. Charles Xavier -estira una mano hacia Erik.
-Erik Lehnsherr -acepta el saludo.

No, a Erik no le agradaba demasiado la humanidad en general, pero ese hombre bajito y sonriente, emanaba buenas vibras. Y eso no era algo que le agradara demasiado tampoco, pero algo en él hacía la excepción.
Las miradas expectantes y divertidas de los adolescentes, lo sacaron de la ensoñación.

-Un placer profesor Lehnsherr -murmura Charles.

Y sin decir nada, Erik sale del salón de clases.
Tenía que ir a su siguiente clase, y pensar en que historia le inventaría a Pietro esa noche para que durmiera en su habitación y no se asustara por cualquier cosa. Vaya, nadie le había dicho lo difícil que era ser padre. Y después de cinco años, seguía sin estar seguro de que algún día se acostumbraría. "Tal vez si Magda fuera una madre más presente". Sacude la cabeza ante el último pensamiento, y continúa caminando.

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