
Eterno
Me hundí en el sofá del apartamento, arropada con una gruesa manta. La taza de café que había terminado de beber aún humeaba en el borde de la mesa. Pasaba los canales en ruso sin mucho interés en ninguno de ellos. Oí una risita detrás de mí.
Incluso sin verla sabía que me estaba mirando con una media sonrisa en su perfecto rostro, el mismo que me hacia enloquecer, pero guardaba mis sentimientos... tal vez por miedo, no lo sé.
-¿Te parece divertido Romanoff?- pregunté tiritando en mi sitio.
-Me parece exagerado, pero sí divertido también- me respondió ella tomando asiento a mi lado.
Arqueé una ceja, ella iba vestida con una chaqueta fuerte y unos pantalones vaqueros con botas altas y forradas, completamente de negro, para variar. Aunque debo decir que hacía resaltar sus ojos y su pelo. "No debería pensar esas cosas."
-Puedes reírte todo lo que quieras, sabes de sobra que los alemanes no estamos hechos para Rusia y su puñetero frío.
Natasha me había pedido que la acompañase a Rusia tras la caída de SHIELD, no pude negarme. La idea de pasar tiempo con Natasha se me hacía bastante atractiva, la de morir congelada en un apartamento, no tanto. Pero no iba a ser yo quién le negase nada a La Viuda Negra.
Ella se limitó a negar con la cabeza.
Ni siquiera vi venir su movimiento, algo bastante penoso considerando que, como última del linaje Real Alemán, había sido entrenada desde pequeña para proteger y servir a mi pueblo, hasta que hice una causa común con SHIELD para un bien mayor: Proteger no solo mi país, proteger el mundo.
Me quitó la suave y confortable manta con un ágil movimiento, dejándome solo con la ropa forrada como abrigo. La miré escandalizada, y por su risa supuse que mi cara era un poema.
- Vamos, quiero enseñarte algo- me dijo cuando termino de reír.
Gemí un momento en voz baja por tener que dejar mi cómodo refugio en el sofá. Esa mujer iba a matarme, no estoy segura si de amor o de frío, pero iba a matarme.
Me puse mis botas y cogí un abrigo de piel mientras Natasha me esperaba en la puerta. Mis dientes castañeteaban por el frío, hundí mi rostro un poco en el cuello de mi abrigo.
Salimos al exterior, y con cada respiración se formaba una nube de vaho delante mío, la miré acusadoramente.
-Puedes mirarme todo lo mal que quieras, (T/N). Sabes que en el fondo me amas.- me dijo guiñándome un ojo.
En ese momento realmente agradecí estar medio congelada.
Por mi mente cruzó el pensamiento de si Steve se habría sentido así en el hielo."No quiero averiguarlo"
Caminamos por las calles rusas, unos finos copos blancos empezaban a caer junto al atardecer y con ellos, se levantaban vientos fríos. Me acerqué a Natasha en busca de un poco de calor. Pasó un brazo por encima de mi hombro, y ambas seguimos caminando en un cómodo silencio.
Después de un rato, se detuvo.
-Hemos llegado- dijo simplemente.
Era un cementerio antiguo, abandonado sin duda. Vi a Natasha vacilar un momento.
Nos habíamos conocido hace años, cuando firmé mi alianza con SHIELD. Ella había sido la encargada de examinar mis habilidades... y mis poderes.
Nunca supe si mis padres los habían tenido antes que yo, ambos habían fallecido tratando de protegerme. Al morir se llevaron a esos cabrones consigo. Me instruyeron en diferentes artes de lucha y armas, y me enseñaron a controlar mis poderes... la naturaleza.
La Madre Tierra siempre había oído mi llamada, siempre la había respondido.
Tomé la mano de Natasha, y la apreté, dándole a entender que estaba ahí para ella.
Aún de la mano, me guío hacia dentro, mirando las lápidas. Casi al final vi dos de ellas.
Eran de piedra tallada, aunque ya rotas y envejecidas por el paso del tiempo. Los años habían borrado las inscripciones aunque aún se leían los apellidos en ambas. "Romanoff"
La realización me golpeó y Natasha la corroboró.
-Mis padres-explicó, directo y rápido, en un tono neutro.- Nunca los llegué a conocer... a veces cuando duermo me parece poder verlos, pero cuando intentó agarrar ese recuerdo- suspiró- rápidamente se desvanece. Al menos quería poder despedirme. Aunque supongo que ya no importa... hace tiempo que se marcharon.
Aguardamos ahí un momento, dio la vuelta para irse, sin embargo yo di un paso hacia delante, hacia las lápidas. Natasha me miraba desconcertada y curiosa.
Me agaché delante de ellas y cerré los ojos. Abrí mis sentidos. Dejé la corriente fluir a través de mí, pura y lentamente. Permanecí unos instantes hasta que mi trabajo quedó terminado.
Unas flores adornaban ahora la parte delantera de las lápidas y detrás de las mismas, un roble crecía, desafiando el frío infernal ruso.
Retrocedí unos pasos y sentí a Natasha al lado mío.
-Te he dicho muchas veces que es eterno lo que nosotros queremos que sea eterno, Nat. Tal vez no los conociste, yo tampoco a los míos... Pero sí algo sé, es que siempre vivirán, mientras los tengas aquí- Le dije mirándola y señalando su corazón.- Ellos han dejado un legado, que eres tú, que sigue creciendo fuerte y desafiando todo aquello que tiene delante, al igual que ese roble Nat.
Ella me miraba, yo sabía que mis palabras empezaban a decir más de lo que yo estaba dispuesta, pero aún así no podía reprimirlo.
-Aunque no estén aquí, sé que estarían orgullosos de ver en quién te has convertido, de como has enfrentado a tus demonios, de como has roto tus cadenas... Yo misma lo estoy- admití con una sonrisa, bajando mi mirada- Nunca estarás sola, Nat. Nunca. No si yo puedo estar ahí para ti, no si puedo quitar las nubes de tu día, no si yo puedo hacer que tu sonrisa brille, y... no si yo puedo, como llevo haciendo desde hace tiempo...
Vacilé, no sabía si estaba haciendo lo correcto, no quería terminar aquí nuestra amistad, no quería perderla a ella sin ni siquiera tenerla.
-Dilo...- fue apenas un susurro, pero suficiente para que lo oyese. Se acercó a mí, y sentí mi corazón en mi garganta.-Dilo...- me repitió.
-No... no si yo puedo... amarte- confesé, poniendo las cartas sobre la mesa.
Levanté la mirada, temerosa... Para encontrarme con esos ojos verdes cargados de lo que nunca creí que vería hacía mi... Amor.
Se acercó lentamente, esperando mi siguiente movimiento. Subí mis manos a su rostro y sentí las suyas en mis caderas, mientras me perdía en sus ojos, para acto seguido perderme en sus labios.
La nieve caía ahora sobre nosotras, mientras que ambas caíamos en un beso profundo y suave, cargado de sentimientos y ese "Te amo" que ya no hacía falta decir, porque con cada movimiento lo grababa en mis labios.
Nos separamos, dejando nuestras frentes unidas.
-¿Estás segura de que los alemanes no estáis hechos para Rusia?- me preguntó juguetona.
No pude hacer más que rodar mis ojos y atraerla hacía a mí en un nuevo beso.
Si morí en Rusia de algo, no fue de frío. No con ella a mi lado.
¿Que os ha parecido? Es la primera vez que escribo un shot así que espero que esté bien. Sentíos libres de dejar vuestra opinión en los comentarios y vuestros pedidos en el primer capítulo.
Nos leemos.
Queen_Of_Chains