
Recuerdos
Golpeé el saco una vez más, había perdido la cuenta. El sol no había salido, aunque calculaba que serían casi las seis de la madrugada.
En la sala de entrenamiento del Nuevo Complejo de los Vengadores, resonó el siguiente golpe, más duro que el anterior.
¿El motivo de llevar aquí horas? Una pesadilla. No una cualquiera, más exactamente, un recuerdo, o varios. Hace años que no me pasaba nada parecido. Ni siquiera Wanda pudo hacer que esos recuerdos volviesen a mí, cuando tuvimos nuestro "incidente" con Ultrón.
Aunque las pesadillas suelen acabar cuando despiertas, esto no lo hacía. Los recuerdos... las palabras... No paraban de repetirse en mi cabeza, abrumándome y llenándome de frustración, ira y si... también miedo.
Habían vuelto sin ningún motivo, aunque si soy sincera, esperaba que llegasen. Nada se mantiene tanto tiempo en calma.
Esa frase se podía aplicar a ese instante en la sala de entrenamiento.
Escuché la puerta abrirse, pero no le presté mucha atención. Centraba toda mi concentración en los golpes.
Esta vez fue una patada lo que voló hacia el saco, atravesándolo limpiamente. Cuando retiré mi pierna, el saco cayó.
Ese era ya el tercero.
-Si sigues así podrías dejar a Stark en bancarrota en casi una semana- comentó una voz sensual detrás de mí. Sentí cada fibra de mi ser estremecerse.
Tal vez en otro momento hubiese respondido un comentario ingenioso, sin embargo mi humor no era el mejor en ese momento, y con quien menos quería pagarlo era con Natasha.
Me limité a negar con la cabeza suavemente y me dirigí a mi botella de agua.
Sentía su mirada en mi nuca, evaluando mi comportamiento y acciones, después de la primera misión de Los Vengadores, accedí a trabajar con SHIELD, o más bien con ella. Sabía que estaba con los brazos cruzados, apoyando su peso en una sola pierna y con una ceja levantada. No había podido evitar estudiar a la famosa Viuda Negra en cuanto la conocí, así como tampoco pude evitar enamorarme.
No era un secreto para nadie que era bisexual, y eso hacía más fácil a chicos y chicas acercarse a mí.
Lo que sí era un secreto, era que estaba perdidamente enamorada de la espía rusa.
-¿Cuánto tiempo llevas aquí, (T/N)?- preguntó en un tono neutro. El mismo que usaba para interrogar.
-Desde que se formó la iniciativa Vengadores- respondí.
No me apetecía bromear, sin embargo no soltar alguno de mis comentarios ingeniosos, haría que alguien sospechase y se preocupase.
Ese alguien era Natasha, y no quería cargarla con mis problemas. Tener que entrenar a un equipo nuevo de Vengadores, cada uno con sus habilidades, era bastante trabajo. Incluso siendo Steve, Nat y yo quienes lo hacíamos.
-Me refiero en el gimnasio Señorita Graciosa- me respondió con una media sonrisa. Dioses... que sonrisa.
-Entonces... desde la madrugada- le dije, volviéndome hacia ella mientras me encogía de hombros.
-¿Qué te ha tenido despierta?- volvió a la carga.
-No sabía que practicásemos para un interrogatorio- mi tono salió un poco más duro de lo que pretendía.
No quería ser tajante, pero tampoco quería que nadie pusiese el dedo en la herida, aún sabiendo que podía confiar en ella... No quería preocuparla.
Ambas volvimos la mirada cuando Sam, Rhodey, Wanda, Visión y Steve entraron en la sala para el entrenamiento matutino.
Natasha me dirigió una última mirada antes de que empezásemos a dar y recibir golpes.
Cuando terminamos , Sam, Rhodey y Wanda estaban doloridos.
-¿Qué entiendes tú por "entrenamiento"?- me preguntó Sam, apoyado en sus rodillas para recuperar el aire.
-Preparación para la prueba real- le respondí sin mucho interés.
-Pues si la prueba es de cómo ser sacos de boxeo, creo que podemos pasarla con una nota sobresaliente- atacó Wanda, sujetando su costado derecho.
-Tienen razón- apoyó Steve - la idea de los entrenamientos es aprender nuevas tácticas y bloqueos, no de destrozarnos unos a otros, de eso tendría que encargarse el enemigo.
-Lo tendré en cuenta la próxima vez- respondí fríamente, saliendo de la habitación.
Sentí a Natasha llamarme, pero seguí mi camino.
Los recuerdos me habían estado acosando todo el entrenamiento, y no había podido evitar ser más dura de lo acostumbrado.
Esto iba de mal en peor.
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Los días pasaban, y pasaba cada vez más tiempo en el gimnasio y menos con el equipo.
Controlé más mi fuerza en los entrenamientos conjuntos, aunque de vez en cuando, cuando volvía un recuerdo, no podía evitar que se escapara alguno fuerte.
Nat trató de hablar conmigo de me situación, pero siempre salía antes de que nada pudiese torcerse.
Llevaba días sin dormir, estaba segura de que si lo hacía todas esas imágenes volverían a mi cabeza. Tenía miedo.
Un día Tony vino de visita.
Era un Vengador retirado, al igual que Clint, aunque a veces se pasaba por el complejo para ver como iban las cosas.
El resto del equipo estaba desayunando en la larga mesa del salón. Teníamos un día libre, al parecer. La verdad es que me costaba ya incluso saber en que día vivía.
-Hey, cariño. ¿Ni siquiera un beso para saludarme?- preguntó Tony haciendo un puchero.
Ese hombre era terriblemente adicto al coqueteo.
-Hola Stark- le dije mientras me servía café en una taza.
-¿Desde cuando soy solo "Stark"? Aquí hay algo mal - sentenció.
-(T/N) lleva casi tres semanas sin dormir, pasa el día en el gimnasio y come lo justo y necesario- explicó Natasha.
Sabía que se preocupaba por mí, pero esos recuerdos y mis problemas no eran asunto suyo. Mis problemas, mis soluciones. No podía valerme de los demás, después de todo siempre se van.
-Entonces es más serio de lo que parece. !Avengers Assemble¡- gritó Tony.
No hizo más que empeorar mi dolor de cabeza.
-Stark... ya estamos todos aquí- dijo Wanda con tono canasado, mientras rodaba los ojos.
-Oh sí... la emoción del momento... mi culpa- se disculpó el millonario.
-Y que lo digas...- concedí.
El dolor de cabeza comenzaba a aumentar, sabía lo que se avecinaba. Últimamente cada vez que me dolía la cabeza, significaba que venía un recuerdo, siempre era doloroso.
Natasha me miró, preocupada, si alguien sabía leerme esa era ella. Sabía que Steve estaba diciéndome algo en ese momento, pero el dolor no remitía.
Un pitido inundó mis oídos y tuve que apoyarme en la isla de la cocina para no caer. Sentí que me faltaba el aire, lo último que sentí fue una mano en mi rostro, y un voz sensual que me costaba reconocer llamando mi nombre.
-Recuerdo-
Según comenzó la conversación sabía que terminaría mal. No para ellos, sino para mí. Sabía que era mejor guardar silencio, pero llevaba años callada.
Mi madre se había divorciado de mi padre cuándo yo tenía cinco años, no mucho tiempo después se casó con otro hombre que intentó reemplazar el lugar que mi padre tenía en mi corazón.
Decidieron irse a vivir a Canadá, lejos de España, de mi familia, de mi padre...
Mi madre no me dejaba tener contacto con él, no sabía si estaba bien o mal. Nada.
Siempre me había llevado mejor con él que con ella. Mi madre era una dictadora nata.
Si algo no le gustaba me hacía corregirlo hasta que estuviese satisfecha, siempre pidiendo más de lo que yo podía dar, y si no estaba a la altura de sus expectativas... me castigaba. Física y psicológicamente.
Yo era fuerte, no físicamente, sino en espíritu. Era fuerte por mi padre.
-!Siempre es lo mismo (T/N), no eres más que un problema una carga¡-volvió a vociferar mi madre.
-!Entonces no haberme traído contigo a este puñetero país¡- chillé de vuelta. El sentido común me dijo que me callase, mi corazón me dijo que me rebelase. Por una vez oí su voz.
-!A mi no me respondas, mocosa... Ven aquí¡- gritó, lanzándose contra mí. Me alejé y corrí. Terminé en el baño. Intenté cerrar la puerta, pero mi madre estaba furiosa, era imparable.
Me empujó junto con la puerta y caí al suelo, me arrastré hacia atrás en un vano intento de escapar de su ira. Mi corazón parecía a punto de estallar, por mis venas solo corría miedo.
Sentí su mano en mi cara, dejando una marca ardiente, después todo fue confuso. Un lío de manos y piernas, de ataque y defensa, de miedo y desesperación.
Finalmente se cansó, yo estaba en la esquina del baño, temblando. Sentía el sabor de la sangre en mi boca, sentía mi cabeza palpitar, y el cuerpo ardiendo en cada una de las partes donde sus manos habían caído.
-Que esto te sirva de lección- me dijo mientras se alisaba la ropa.
Respiré profundamente, me dolió el pecho pero no me importó.
-Papá siempre fue el listo de los dos, lo demostró cuando te dejó. El coraje que tuvo... esa si es una lección- respondí.
Para mi sorpresa, solo río. Fue una risa baja, macabra. Negó con la cabeza.
-Entonces si quieres más de sus lecciones, puedes ir a preguntarle en la lápida que lleva dos años con su nombre escrito.
Sabía que mi madre no mentía. No era una para esas cosas. El mundo se desplomó para mi.
Él se había ido, y yo ni siquiera me había despedido. Hace dos años... y yo no lo sabía.
En ese momento terminé inconsciente y mi madre y su marido, terminaron muertos en un accidente.
-Fin del recuerdo-
Desperté sin saber en dónde estaba, desconcertada miré a mi alrededor. Sentí una mano cálida en mi rostro, que lo guió hasta unos ojos verdes que conocía muy bien.
Puse mi mano en suya para asegurarme de que seguía ahí, mientras mi respiración se calmaba.
Natasha estaba sentada al lado mío,en mi cama, en lo que era mi habitación.
Apretaba mi mano con fuerza.
Ese siempre había sido mi peor recuerdo, y siempre había intentado enterrarlo en lo más profundo pero ahora...
Sentí que limpiaba una lágrima que había dejado caer...
Llevaba años sin llorar, había prometido ser fuerte, por mi, por mi padre. Por aquellos que confiaban en mi.
Bajé mi rostro, pero Natasha me levantó la barbilla con su mano. No pude evitar perderme en esa marea verde que tanto me calmaba.
Las lágrimas caían sin cesar por mis mejillas, liberando toda la ira, la tristeza y desesperación de las últimas semanas. Me atrajo hacia así, rodeándome con sus brazos, y por primera vez en mucho tiempo me sentí... a salvo y en paz.
-Mis padres murieron cuando yo era muy joven- dije después de un rato, con el rostro oculto en su cuello. - Se separaron y tiempo después de mi partida mi padre murió... no lo supe hasta dos años después... El mismo día que murió mi madre.
Natasha tenía una mano en mi espalda y la otra en mi pelo, ambas sosteniéndome cerca de ella... Sentía que si las quitaba volvería a caer. Enterré más mi rostro.
-Ese día aprendí que las cosas más bonitas de este mundo Nat, son las que en algún momento terminan.- dije con un hilo de voz, sabiendo que podía confiar en ella, incluso más que en mí misma.
No tenía miedo con Nat, me sentía segura a su lado. Podía tener mi lado más suave con ella... el mismo que años atrás había sido destruido en trozos. A su lado no me hacían falta muros.
Su mano se desplazó de mi pelo a mi cara, acarició mi mejilla y me hizo levantar la mirada para fijarla en sus ojos.
- Entonces si tienen que terminar - dijo en un susurro, peligrosamente cerca de mis labios - aún podemos terminar... juntas.
Sus manos estaban en mi cintura e inconscientemente yo había movido las mías a su cuello.
Sus ojos se perdieron en los míos y rogué a todos los Dioses que esto no fuese un sueño, que algún día fuese... un recuerdo.
Unió sus labios con los míos en un beso suave, lleno de pasión y dulzura, sus manos acercándome a ella y mis dedos perdiéndose en su pelo rojo.
Cuando cortamos el beso por la falta de aire me miró, y no pude evitar sentir que esos pequeños trozos se juntaban un poquito más.
-¿Eso es un sí?- preguntó con anhelo.
-Creo que ya he respondido- le dije con una pequeña sonrisa.
-Necesito oírlo, (T/N)- pidió.
-Te amo, Natasha- le dije completando mi sonrisa, para unirla con la suya en un nuevo beso.
Final Extendido:
Después de un rato salimos de la habitación. Todos seguían en la cocina y nos miraban expectantes.
La mano de Natasha rodeó mi cintura por detrás y me acercó a ella, mientras dejaba un suave beso en mi mejilla.
-Con que al fin has dado el paso Romanoff- dijo Steve con una sonrisa.
Ví como Rhodey le entregaba a Sam un billete.
-Te lo dije, espía- dijo Tony con un guiño- !El que la sigue la consigue¡
-Espera...- dije desconcertada- !¿Lo sabíais?¡
Todos asintieron con grandes sonrisas en sus rostros.
-O yo estoy ciega, o eres terrible ocultando secretos - reí mirando a Natasha, que apretó un poco el agarre en mi cintura mientras rodaba los ojos.
-Creo que ha sido una mezcla de ambas, cariño- dijo Tony guiñándome un ojo.
-Vuelve a llamarla cariño Stark- amenazó Nat, acercándose más a mí- y seré yo quien deje a tu empresa en bancarrota.
No pude más que reír por la expresión de Tony.