
El honor no se compra
La mercenaria y su “discípula” salieron juntas de la posada, pero al llegar a la calle se despidieron sin si quiera mirarse, cada una ya sabía lo que tenía que hacer y cómo hacerlo.
Katarina había memorizado donde vive el ex general Archer por lo que dar con la casa no fue difícil y menos sin hacerse notar, cuidaba hasta el más mínimo detalle, porque no quería que si las cosas llegaban a salir muy mal y que un testigo dijera: “el otro día vi a una pelirroja dirigirse a la casa del general”. Una asesina de su talla debía cuidar bien sus espaldas, después de todo ¿Quién contrataría a un asesino que iba dejando pistas por ahí?
El hombre vivía en una hacienda aledaña a los bosques de la ciudad, lo cual facilitaba mucho su propósito de conseguir la mayor cantidad de información en el poco tiempo que tenía. Antes de llegar a dicho lugar, se trepó en un árbol y fue saltando de rama en rama, cuidando de no hacer mucho más ruido del necesario. Quería aprovechar el follaje del bosque para no ser detectada con facilidad, concentrarse en ver y escuchar sin tener que preocuparse tanto de que no la descubrieran.
Se detuvo a metros de la propiedad y se quedó quieta observando a las personas que trabajaban en el exterior, contándolas con rapidez y tratando de identificar qué era lo que hacía cada una. Cuando creyó que no podía sacar más información de esa perspectiva, saltó un par de árboles más para intentar ver otras áreas de la casa y siguió así cada tantos minutos, acercándose de a poco para poder oír las conversaciones y dilucidar quien era la cocinera, quien era el mozo, etc.
Allá arriba, mientras escuchaba conversaciones de la vida diaria de la servidumbre tuvo mucho tiempo para pensar, pero sobretodo recordar lo que había pasado la noche anterior. No podía sacar de su cabeza a esa Samira furiosa, mirándola con ojos de irá y poniéndola en su lugar. Imaginaba que debía tener su carácter, como la gran mayoría en Noxus pero aun así hasta el día de ayer no había imaginado si quiera como sería la mercenaria enojada.
Recordó palabra por palabra lo que le dijo, sintiendo profunda vergüenza de su comportamiento y aunque no era una persona que le gustara sobre pensar las situaciones, no podía evitar sentir que había quedado en ridículo frente a la flor del desierto.
Pese a la vergüenza ajena que sentí, volvía a las palabras de Samira por una simple y sencilla razón, ella había dicho que creía que tenía potencial y que quería demostrárselo a su padre. Eso la había impactado en primera instancia, porque a sus ojos Samira no parecía importarle los demás y menos lo que pensarán. Nunca había sido demasiado curiosa, pero como se trataba de ella misma, no podía evitar quererle preguntar exactamente a qué se refería.
Solo necesitaba una palmada en el hombro, porque su padre la había hecho sentir que su equivocación del pasado fue lo suficientemente grave como para hacerle creer que no era tan buena como creía.
Sacudió esas ideas de su cabeza, debía permanecer concentrada.
Cuando ya había vigilado todo el perímetro de la casa y teniendo extremo cuidado porque no tenía el manto de la noche para protegerse, se acercó a explorar los terrenos, asomándose sutilmente a las ventanas y estar segura de que la información que tenía era lo suficientemente fidedigna, pero sin arriesgarse demasiado.
La pelirroja alzó la vista al sol para calcular la hora, pronto llegaría el atardecer y debía regresar al encuentro con Samira así que con los datos bien grabados en su cabeza volvió por donde vino, teniendo el mismo cuidado que tuvo al llegar.
XXX
En cambio, Samira se había dirigido a los establos donde estaba su adorado caballo Moad a quien mimó por un ratito dándole caricias y besos antes de montarlo y salir a toda velocidad al siguiente pueblo donde tendría que conseguir un par de cosas que no tenía consigo.
Era una tarea mucho más sencilla de la que le encomendó a Katarina, pero tenía sus razones para haberlo hecho así. En primera, aunque ella era muy buena en todo lo que conllevaba a su trabajo como mercenaria, en este caso la investigación, era mucho más sensato mandar a la asesina a ello pues se suponía que era la especialista en su área. Así podría evaluarla.
En segunda, porque notó que la mayoría de discusiones que tuvieron habían empezado debido a que Katarina tenía (a su parecer) la tonta idea de que la veía con los mismos ojos que su viejo y obsoleto padre. Quería quitarle esa percepción que tenía de las cosas y que entendiera que ella actuaba por motivos diferentes a los del general Du Couteau.
Confió en la pelirroja, sabía que haría un buen trabajo y de no ser así no importaba realmente, la especialidad de Samira era actuar sobre la marcha, le gustaba más que sentarse a pensar, la vida era demasiado corta para eso.
Sin embargo, una parte de ella quería que la pelirroja fallara, había descubierto que molestarla y hacerla enojar es muy divertido y si fallaba sería todavía mejor. Lo admitía, era más que burlona, rozando en el sadismo.
-Vamos Moad, mamá aún tiene mucho por hacer. - le dijo a su caballo que sin necesidad de algún golpe comenzó a cabalgar mucho más rápido en la dirección que su dueña lo pedía, después de todo había pasado toda la vida al lado de la shurimana y ella se encargó personalmente de entrenarlo. Dejaron una estela de polvo tras ellos por la velocidad con la que cabalgaban.
XXX
La asesina pelirroja se reunió con la mercenaria morena en el punto de encuentro que habían pactado, la taberna de aquel pequeño pueblo. No se parecía en nada a La Madriguera Escarlata, el ambiente en el lugar era tenso y hasta desagradable pues acá los borrachos conflictivos abundaban por montones. Tuvieron que esquivar a dos que peleaban por una tonta apuesta e ignorar a otros tantos que les lanzaban miradas lujuriosas e improperios a los que ciertamente las dos estaban acostumbradas al vivir en un mundo de hombres, pero no por ello era más agradable. De no ser porque tenían una misión algunas lenguas ya estarían cayendo al suelo.
En eso sí que ambas se parecían.
Se sentaron en una mesa cercana y pidieron un par de cervezas para no llamar la atención, luego Samira sacó un pergamino en blanco y se lo tendió a Katarina junto a una pluma para que escribiera. Sin tener que decirle nada la asesina empezó a garabatear un rápido mapa de la propiedad del General Archer.
-Conté un total de ocho empleados, una cocinera, un ama de llaves, un capataz, un mozo y cuatro más que no sé si son guardaespaldas o guardias, pero suelen estar vigilando las entradas principales- encerró en un círculo, mostrando estas entradas –Y también hacen recorridos por la propiedad y en zonas aledañas cada tres horas. – con flechas marco este recorrido –Su vigilancia no es más efectiva, pero tienen mucha movilidad y fuerza por lo que pienso que están para protección del General y es seguro que al menos dos lo acompañen a su reunión. - alzó su verde mirar y notó como Samira mantenía su único ojo puesto en el mapa, ladeando un poco el rostro para observar bien –Estos…- marcó con una equis un total de dos zonas –Son puntos por los que podemos entrar sin ser vistas por nadie, los probé a plena luz del día y me aseguré de no haber sido detectada. –
Las cervezas que pidieron llegaron, Katarina cuidaba de cubrir con sus largos y rojos cabellos lo que estaba mostrándole a Samira para que no hubiera un solo testigo de lo que pasaría más tarde.
-Buen trabajo Cherry. – la mayor tomó el pergamino tras analizarlo una vez más, lo guardó muy bien, luego se arrastró por el asiento que compartían hasta que las caderas de ambas quedaron bien juntas, pasó su mano por la parte trasera de su cintura y se quedó ahí bien puesta mientras colocaba el codo del otro brazo sobre la mesa para apoyar su cabeza en esa mano libre, la distancia entre sus rostros era muy corta. Desde lejos parecía que Samira estaba seduciendo a Katarina y esta última lo sabía, pero no podía evitar sentirse incomoda ante la cercanía y los toques.
No estaba acostumbrada al contacto físico y aún con todo se mantuvo quieta, porque, aunque era una situación engorrosa no era del todo desagradable. Más de uno quisiera estar en su lugar en ese momento –Entonces este será el plan. Nos meteremos a la finca con sigilo, lo primero que vamos a hacer es amagar a la servidumbre. Tú te encargas del mozo y el capataz, yo de la cocinera y la ama de llaves. Si nos topamos a uno de los guardias nos aseguramos de derrotarlo y dejarlo fuera de combate y así preparamos la emboscada para el General. Traje unos cuantos instrumentos que nos servirán para el interrogatorio, además de que tengo información que nos ayudará a doblegarlo. - estiro la mano hacía la cerveza recién servida, pero en lugar de tomarle acercó la orilla del tarro a los labios de la otra que no tuvo opción más que beber de la cerveza tanto como Samira quería, al menos si no quería llamar la atención de nadie. –Vamos, Cherry, un poco de alcohol no hace daño. –
-No me gusta beber antes de una misión. - dijo Katarina cuando por fin Samira aparto el tarro de cerveza, es decir, cuando tuvo que terminársela a fuerza. Así que esta vez ella tomó el otro tarro y lo acerco a la boca de Samira quien la bebió gustosa –Pero ya que insistes. – mientras bebía la mano que estaba en la cintura descubierta de la asesina acarició suavemente la piel, gozando de la expresión que puso.
-Una no es ninguna. - acotó antes de poner unas cuantas monedas de oro en la mesa y de salir de ahí seguida de la pelirroja. Ante los demás aquellas mujeres iban a un lugar más privado a disfrutar de la noche, lo cual si era así pero no de la manera en que ellos creían.
XXX
Las dos llegaron a su destino a pie para mantener el sigilo, usando los arboles y así evitar dejar huellas en el barro. Samira procuraba hacer su trabajo impecablemente porque le encantaba presumir de ello, Katarina también sólo que era cuestión de honor. La oscuridad facilitó por mucho su labor.
Cuando estuvieron en la ladera del bosque, frente a la finca, la mercenaria hizo unas señas indicando que debían separarse a partir de ese momento, siendo esta la única orden que dio pues ya habían hablado lo necesario en aquella posada.
Con un sigilo no muy propio de ella, Samira se adentró por la puerta de servicio para llegar a la cocina donde se encontró con la cocinera. La mujer, que era ya mayor, al verla se asustó pero si no grito es porque la shurimana sacó a su hermosa llamarada al tiempo que ponía un dedo en sus propios labios, haciendo un gesto que indicaba silencio.
-Esto va ser pan comido. – comentó para sí misma tras atar y amordazar a la mujer. A lo lejos su oído escucha pasos acercándose, así que se esconde en el cuarto que funciona como alacena y desde ahí ve a un hombre fornido entrar y encontrarse con la cocinera, esto le dio aviso de que sin duda había intrusos, pero Samira no le dejó actuar pues usando la culata de espina y el factor sorpresa logra noquearlo de un solo golpe. –Dos y falta una…-
Se dirigió al vestíbulo, ahí se encontró con la ama de llaves que al verla no guardó ni por un segundo la compostura y empieza a gritar aterrada, Samira niega con la cabeza al tiempo que chaquea la lengua. Se acerca a la histérica mujer dando unas largas zancadas, sabe que amenazarla con alguna de sus armas no funcionará, además no sabe si Katarina ya cumplió con todos sus objetivos por lo que hace decide empujarla contra la pared y ponerle la mano en la boca, la mujer esta tan fuera de sí que termina desmayándose en brazos de la mercenaria quien rápidamente la ata y amordaza, poniendo atención al silencio de la casa por si escuchaba a alguien aproximándose.
XXX
Katarina entró por el lado contrario de la propiedad, encontrándose con el establo y ahí dentro al capataz que parecía terminar de atender los caballos. La mujer sacó una de sus dagas, lanzándola justo detrás del hombre que al escuchar el ruido apenas sutil se giró pero en lugar de toparse una daga clavada en el suelo se topó a una mujer pelirroja amenazándole con la filosa arma, fueron microsegundos lo que le tomó a la asesina presionar su preciada arma contra el cuello del hombre, la sonrisa sádica en el rostro de esa mujer fue suficiente para que el hombre no opusiera resistencia a la hora de ser tomado como rehén.
Estaba terminando de atar al capataz cuando se escuchó un grito, Katarina rueda los ojos molesta sabiendo que es culpa de Samira. Entonces, desde donde estaba, pudo ver correr al mozo en dirección a la casa a toda velocidad.
-Esa mujer no sabe el significado de la palabra discreción. – comentó como si alguien pudiera escucharle. Con sus cuchillas en mano corrió tras el chico, cuando estuvo a una distancia decente lanzó una de ellas la cual cayó unos metros más adelante, aprovechando esto para teletransportarse justo enfrente del asustado chico que estaba a punto de correr en dirección contraria, pero Katarina fue más rápida y de un golpe contundente en el rostro usando el mango de su arma pudo derribarlo. No lo noqueo, pero el chico quedó chillando y revolcándose en el suelo –Oh vamos, ni si quiera use toda mi fuerza…- se agachó para ahora si noquearlo de otro golpe y que dejara de ser un problema.
Encontrar al guarura no fue un problema, este parecía estar dando uno de los rondines que Katarina había mencionado pero al escuchar gritos y quejidos se dirigió a la casa con un hacha en mano, al verla agarro carrera contra ella blandiendo su arma blanca, pero el error del hombre fue subestimarla ya que la mujer simplemente tuvo que lanzar uno de sus cuchillos en el muslo del hombre, teletransportarse hasta ahí, apoyarse en mando y darle una patada en la quijada de abajo hacia arriba. Todo en milésimas de segundo. El hombre perdió el conocimiento.
- ¡Excelente Cherry! – exclamó Samira, aplaudiendo y descendiendo las escaleras de la entrada a la casa - ¡Muy buen trabajo! –
Katarina se levantaba del suelo, pues cayó junto al hombre. Limpiaba su atuendo del polvo dando suaves palmadas, mirando de reojo a Samira en busca de un tono de burla o algo parecido, porque en el fondo debía reconocer que la validación de esa mujer le provocaba algo. Todavía no sabía qué, pero ahí estaba.
-A la próxima procura ser más silenciosa, no tendríamos que gastar tanta energía en esto si fueras sigilosa. –
- ¿Gastar energía? – Samira alzó su ceja y soltó una risotada –Pero si esto apenas es el calentamiento. –
Katarina no continuó pues era cierto, esa gente no había representado un problema para ninguna de las dos.
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El general llegó a su finca pasando la media noche, para entonces las dos intrusas habían cargado a la servidumbre y los guaruras hasta el almacén donde revisaron que las ataduras quedaran bien hechas para después encerrarlos con llave.
Los cascos de los caballos las advirtieron de su presencia, además de que venía cantando a todo pulmón una canción de marcha noxiana. Decidieron dejarlo entrar a la casa para deshacerse de los guardias que iban a dejar los caballos al granero, gracias al manto de la oscuridad fueron muy rápidas con eso, el factor sorpresa es de la mejor arma que se tiene en batalla y más cuando estos hombres venían cansados. Los amarraron a una columna de madera y juntas fueron hacia su objetivo real, cuando entraron de regreso a la casa lo vieron subir las escaleras penosamente, luchando con su edad y el alcoholismo. Pero pese a todo no era sordo, se giró para ver quién era el que entraba sabiendo que no debía ser nadie de su servidumbre y su rostro se ensombreció al darse cuenta de quién era, Samira tenía su bien ganada fama.
-Mercenarios…- siseo el hombre con voz grave y desprecio, como si de pronto hubiera recobrado sus cinco sentidos.
-General, un placer…- Samira sonríe ampliamente -…aunque no sé si realmente lo sea, dado que es un traidor corrupto. – decide ir al grano, probando su suerte, quien sabe, quizás era un ebrio de boca suelta.
-¿Qué tonterías estas diciendo niña impertinente? – el hombre, ofendido por acusaciones sin fundamento y sin detenerse a pensar realmente que estaba pasando desenfundó la espada que tenía en el cinturón, amenazando con ella a Samira que estaba al pie de la escalera. - ¿Qué es lo que quieres? ¿Quién te ha mandado?-
Katarina aprovechó que la provocación de Samira había resultado efectiva y el general dejó de prestarle atención a ella. Lanzó una daga detrás del hombre y en menos de un parpadeo ya estaba a sus espaldas dándole un golpe bien calculado en la nuca. El hombre se hubiera desplomado escaleras debajo de no ser por la morena que lo atrapó.
- ¿Sueles interrumpir las conversaciones de los mayores así, cherry? – preguntó Samira a forma de broma al tiempo que hacía un esfuerzo por cargarlo al hombro para poder transportarlo con más facilidad.
-No me gustan las conversaciones largas…- respondió Katarina, siguiendo con la broma, guardando sus cuchillas y siguiendo a Samira que se dirigía a la biblioteca con el hombre a cuestas. Supo que no necesitaba ayuda, ya la había visto transportar a los guaruras que eran más pesados que ese hombre.
-Huy, eres una chica de acción. Me gusta. – rio divertida –Lástima que estamos a punto de tener una conversación muy larga. –
XXX
Cuando el general Archer recupero el conocimiento lo primero que hizo fue intentar moverse, recordando inmediatamente que había sido víctima de allanamiento por la rosa del desierto, pero le fue imposible. Le habían atado muy bien a una silla en lo que reconoció como su propia biblioteca.
-Muy bien Octavius…- comenzó a hablar Samira, poniéndose justo enfrente del hombre para que pudiera verla bien -…queremos acabar esto rápido y de la manera menos dolorosa posible, nosotras respetamos mucho tu carrera militar en Noxus y es por eso que queremos saber si hay algo que estás ocultando. –
El hombre abría y cerraba los ojos, el golpe que le dieron le había nublado levemente la vista.
-¿Qué te hace pensar, en caso de que sean ciertas esas acusaciones que me haces, que hablaría para ti? –
Samira sonrió limpiamente y luego asintió a Katarina que se encontraba a espaldas del hombre, uso uno de sus cuchillos y apuñalo al hombre en el brazo para después arrastrar el cuchillo hacía abajo. Octavius no grito, simplemente hizo una mueca de dolor y apretó sus ojos.
-Tendrán que hacer más que esto, niñas estúpidas.-
-Eso me temía…- dijo la rosa del desierto con un tono de voz lastimero.
Katarina no se hizo esperar, con una mano tomo la oreja del hombre estirándola para después poner su cuchillo en la unión de esta y la cabeza, sin contemplación alguna empezó a cortar sin embargo aunque el cuchillo era extremadamente filoso lo hizo de una manera lenta y tortuosa. La sangre empieza a correr, pero el hombre aprieta los dientes con tanta fuerza que logra no gritar.
-Una oreja no es suficiente…- murmuró la pelirroja, lanzando el trozo de carne hacía un lado como si se tratara de cualquier cosa. Observaba muy interesada la resistencia del hombre, a decir verdad, nunca había conocido a alguien tan resistente. -Habla o perderás más que eso. -
- ¿Saben que lo que están haciendo es una falta muy grave? Les cortaran la cabeza y las exhibirán para que otros aprendan que ni por nada del mundo deben aceptar dinero a cambio de torturar ex héroes de guerra…- la sangre manchaba todo un costado de su cara, tenía el rostro muy rojo por soportar el dolor y la ira que crecía de a poco su interior.
-Eso si se enteran que fuimos nosotras y para eso tienes que sobrevivir. Lo cual dudo al ritmo que vamos. – la morena sonreía altanera, porque sabía que el gran mando no les haría nada precisamente porque ellos las habían contratado. Y no las habrían contratado de pensar que los rumores sean falsos. El hombre era culpable y tarde o temprano sucumbiría al dolor.
Su único ojo se posó en Katarina que tomó un dedo del hombre y se lo corto de un solo tajo, luego otro y fue hasta el tercero que el dolor fue insoportable y el hombre comenzó a gritar. La asesina estuvo por tomar un cuarto dedo para proseguir, indicando que si no hablaba también lo cortaría.
- ¡Basta maldita sea! - gritó el general que comenzaba a temblar levemente del dolor y a respirar con dificultad - ¡Joder! ¿Cómo se enteraron?-
-¿De qué nos enteramos General? – preguntó Samira, con aparente paciencia.
El hombre gruño, aún reacio a hablar, pero al sentir la cuchilla de la daga cerca de su piel maldijo por lo bajo.
-He estado traficando con personas, usando los carromatos noxianos para transportarlas…- soltó una risa nerviosa -… el gran mando quiere a esos niños para la guerra, pero yo les doy una vida larga y estable. A cambio de una módica comisión-
La asesina no podía creer aquello, si bien era cierto que Noxus reclutaba jóvenes para sus filas primero se aseguraba de entrenarlos bien para mandarlos a la batalla y siempre era con consentimiento de por medio. Ese despreciable hombre usaba el nombre de su nación para mentirle a esos niños que sólo querían una mejor vida. Sin embargo, la furia que pudo sentir se vio opacada cuando posó su mirada en Samira y se dio cuenta de que su semblante cambió a uno muy sobrio, uno que no había tenido la oportunidad de ver.
-Hemos acabado aquí, vámonos. - la escuchó decir antes de darse la vuelta y dirigirse hacia la salida de aquel lugar. Katarina echó un último vistazo a aquel hombre que pese a sus heridas sangrantes tenía una sonrisa retorcida en el rostro, sabiendo que había logrado asestar un muy buen golpe a la shurimana.
No pudo contenerse, la pelirroja le escupió y se tragó sus ganas de matarlo ahí mismo sabiendo que el castigo que le destinaría el gran mando sería mil veces peor que la muerte. Siguió a Samira que se detuvo a mitad del vestíbulo y la noxiana se acercó para poner una mano sobre el hombro de la mujer, sabiendo que ella fue uno de esos refugiados alguna vez y que sin duda le afectó mucho la confesión del general.
-Oye… ¿Estas bien? -
-Shhhh…- dijo rápidamente Samira, haciéndole el clásico gesto de silencio a Katarina quien frunció el ceño enfadada de haber sentido empatía por esa mujer tan desagradable -…escucha eso.- la pelirroja, aun con sus cejas casi juntas, hizo lo que le pidió y para su sorpresa se escuchaba un ruido muy familiar, era metálico, eran como cadenas arrastrándose por el suelo.