
Madres estrictas
El dulce aroma a galletas de chocolate inundaba la cocina cuando Jaeyi, apoyada en la isla de mármol con los brazos cruzados, se quejó:
—Princesa, si seguimos consintiéndole cada capricho, vamos a criar a una pequeña tirana —declaró, mirando a Seulgi con esa expresión de seriedad que pocas veces mostraba a su mujer.
Seulgi dejó escapar una risa incrédula mientras amasaba la masa.
—¿Estás hablando en serio? ¡Tú eres la que le compró dos helados ayer "porque hacía calor"!
Jaeyi esbozó su sonrisa más provocadora y robó un puñado de chispas de chocolate del bowl.
-¡Eso es mentira!- protestó Jaeyi, con un tono tan infantil que hizo reír a Seulgi. Su voz sonó más como un gruñido de adolescente que como la de un adulto.
-Bueno... apuesto a que tú no aguantas ni hasta mañana sin cederle un capricho. Ni una sola galleta extra, ni un 'sí' a los dibujos antes de hora, nada.-
El golpe seco de la cuchara de madera contra el mármol resonó como un disparo.
—¿En serio vamos a apostar sobre nuestra hija? —Seulgi inclinó la cabeza, pero ya había un brillo juguetón en sus ojos—. Qué bajo has caído, cariño.
—No es sobre ella —Jaeyi se acercó peligrosamente, limpiándose los dedos llenos de chocolate en el delantal de Seulgi—. Es sobre cuál de nosotras es más blanda.
Seulgi atrapó sus manos antes que pudiera manchar más.
—Vaya, vaya... —susurró, acortando la distancia hasta que sus labios rozaron los de Jaeyi—. ¿Qué gana la vencedora?.-
—Vaya, vaya... —susurró, acortando la distancia hasta que sus labios rozaron los de Jaeyi—. ¿Qué gana la vencedora?. -
Jaeyi aprovechó para robarle un beso lento y dulce como las galletas que horneaban.
—Déjame pensarlo bien... —murmuró contra su boca—. Cuando te gane, voy a aprovechar mi momento de victoria.-
Seulgi soltó una carcajada y la empujó suavemente.
***
Fue en la merienda cuando Bora descubrió el punto débil de sus madres. Primero fue con Seulgi:
—Mami —susurró, arrastrándose como un soldado hasta su lado—. Mamá dijo que tú no me dejarías ver hoy mi serie, dice que es de niños pequeños-
Seulgi dejó escapar un suspiro exasperado. Vaya, pensó, Jaeyi jugando sucio para hacerme perder la apuesta. No era la primera vez que su esposa usaba tácticas bajas.
-¿Ah sí dijo eso?- respondió con voz dulce.-Bueno, pues hoy veremos dos capítulos, cariño, pero es nuestro secreto, ¿De acuerdo?- Dijo revolviendo el pelo oscuro de su hija.
Bora disimuló una sonrisa victoriosa y corrió hacia la cocina, donde Jaeyi revisaba su correo.
Mamá- dijo abrazándole la pierna-Mami me dijo que no me des hoy helado… que me pone nerviosa-
Jaeyi apretó los mandíbula. Así que así quería jugar Seulgi, pensó mientras el orgullo hervía en su pecho.
-¿Así que dijo eso, eh? Pues hoy tomaras dos bolas- anunció sacando el tarro de helado.-Pero esto será nuestro pequeño secreto, ¿Vale pequeña adicta al azúcar?- Sonrió acariciandole las mejillas.
***
El tercer yogur de fresa desaparecido fue la gota que colmó el vaso. Jaeyi atrapó a Seulgi contra la nevera, bloqueándole el paso con un brazo.
—¿Fuiste tú quien le dio el postre extra? —la acusó con el ceño fruncido.
Seulgi parpadeó, desconcertada.
—¿Yo? ¡Creí que habías sido tú!
Ambas giraron hacia la mesa. Bora, con un evidente bigote rosado de yogur, congeló su sonrisa de "ángel inocente" al verse descubierta.
Un silencio elocuente llenó la cocina.
—...Nos ha manipulado —murmuró Seulgi, boquiabierta.
Jaeyi se acercó a Bora con movimientos felinos, agachándose a su altura. Su voz tenía ese tono peligrosamente calmado que había usado en el instituto y seguía usando en el hospital.
—Pequeño demonio de tasmania... ¿Divide y vencerás, verdad?-
Bora chupó nerviosamente la cuchara.
—No sé qué significa eso, mamá.-
Seulgi miró alternativamente a su mujer e hija con los ojos brillando de diversión.
—¡Es tu clon perfecto! Hasta tiene tu misma sonrisa pícara cuando ganas.-
Jaeyi se pasó una mano por el rostro, incapaz de ocultar su orgullo.
—¡Venga ya! —protestó, señalando a Bora, que ponía sus mejores ojos de cachorrito abandonado—. Esa mirada es tu especialidad, mi amor. ¡Le has enseñado todos tus trucos!-
Seulgi cruzó los brazos.
—Esto es culpa tuya.- Contraatacó.
—¿Mía? —Jaeyi casi se atraganta—. ¡Tú eres la que le ponía los dibujos a escondidas!
—¡Y tú le dabas helado a medianoche! —Seulgi volvió a la carga, aunque una risa le traicionó.
Bora intentó escabullirse, pero Jaeyi la atrapó por el elástico del pijama.
—Oh no, princesita —susurró Jaeyi mientras Seulgi bloqueaba la salida—. Confiesa. ¿Cómo lo hiciste?
Bora miró a sus madres, calculando sus opciones de escape. Cuando comprendió que estaba completamente acorralada, sus labios se curvaron en esa sonrisa traviesa que tanto copió de Jaeyi.
—Pues... —dulcificó su voz, imitando perfectamente el tono meloso de Seulgi— ¡Solo tuve que hablar con cada una por separado! —Se encogió de hombros con una mezcla de inocencia y picardía—. ¡Fue demasiado fácil!-
Seulgi no pudo contener una carcajada espontánea, pero ya era demasiado tarde. Bora ya estaba atrapada en los brazos de Jaeyi, retorciéndose entre risas y protestas mientras los implacables dedos de su madre encontraban todos sus puntos débiles.
—Está decidido —anunció Seulgi entre risas, mirando a su astuta hija con una mezcla de admiración y exasperación—. ¡La próxima apuesta seremos nosotras dos contra ti!-.
***
Esa noche terminaron como tantas otras: las tres apiñadas en el sofá, Frozen reproduciéndose por séptima vez y un cuenco de palomitas a medio terminar sobre sus piernas entrelazadas. Bora, exhausta, dormía profundamente entre ellas, con la cabeza apoyada en el hombro de Jaeyi y los pies calentitos bajo el regazo de Seulgi.
—Mañana volvemos a ser madres estrictas —susurró Seulgi, trazando suavemente el contorno de la mandíbula de Jaeyi con los dedos.
—Absolutamente —asintió Jaeyi con solemnidad exagerada... justo en el momento en que su mano encontró la de Seulgi para entrelazar sus dedos y sus labios se unieron en un beso robado que sabía a sal...