EL REY LOCO

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EL REY LOCO
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Laufey

Las valkirias habían estado dando caza sin cesar a todos los jötnar. Y una muerte rápida  es lo que ofrecían sin darles la oportunidad de rendición. Y ahí estaba Brunilda en un mundo fuera del poder de Odín, un mundo extraño donde encontró al mismo Laufey.

Brunilda casi se había rendido en ese mundo, pero la tecnología lo mantuvo entretenida; los habitantes de ahí estaban trabajando en una máquina capaz de leer la sangre de cualquiera y detectar toda su procedencia y en un mapa marcar a sus parientes. Aún estaba en estado de construcción pero le pareció brillante, tenía que informarle a Odín de ello.

Cuando retomaba el camino a su caballo, vio en sus pies una hilera de hielo que no se descongelaba a pesar del clima cálido. La siguió con la vista y entre la multitud lo vio. Pudo haber sido cualquier otro jotun pero éste la miraba fijamente y al encontrarse sus miradas, él sonrió.

—Te tengo —también sonrió orgullosa para sí misma y Laufey se camufló, copiando la apariencia de algunos navi.

No entendía por qué se había camuflado recién, era como si hubiese esperado ser visto. Lo siguió hasta un lugar menos concurrido y Laufey se mostró ante ella. Desenvainó su espada, lista para un ataque pero Laufey desapareció.

—Así que ahora son honorables valkirias que acaban con mi pueblo.

Brunilda se dio la vuelta y detrás de ella estaba Laufey con una espada de hielo. Retrocedió rápidamente ante la sorpresa. Se sintió una novata, no podía creer que estuviera bajando la guardia tan patéticamente. “Es Laufey, es un rey”, se dijo como consuelo.

—Puedes irte si así lo deseas, o quedarte a morir —Laufey soltó la espada de hielo que había estado sosteniendo —o si buscas algo más, puedo ofrecerte un trato.

—Levanta tu espada y acabemos con esto —Brunilda no estaba para escucharlo, tenía que matarlo. Esa era la misión.

Laufey sonrió divertido y habló como si no temiera ser atacado en cualquier segundo—: Padre de Todo y yo solo peleábamos. Nunca quisimos escucharnos hasta que fue muy tarde, al menos para mí. —Su voz sonaba tan cansada y triste—. Ese viejo asqueroso, a quien juraste lealtad, lastima a mi hijo.

—¡No hables así de mi rey! —Brunilda corrió a atacarle pero Laufey se evaporó como humo y apareció a tres metros a su izquierda.

—¿Y qué rey es a quien sirves? Déjame decirte lo que es: una escoria.

—¿Tus últimas palabras serán insultar a nuestro rey? —se burló Brunilda flexionando un poco el movimiento de su cuello sin apartar su mirada del jotun.

—Puedo asegurarte que no moriré antes que Odín.

—Entones dime qué trato planeas ofrecerme —indagó Brunilda, después de todo era curioso que Laufey la llevara ahí y no necesariamente para matarla, es como si realmente necesitara pedirle algo.

—A pesar de todos los rumores en contra del honor de Odín, nunca supo cómo desmentir los rumores. ¿Sabes por qué nunca mostró a mi hijo? Ahora todos saben de él pero siguen sin verlo. Lo declaró enfermo.  Una vil mentira. Él es el enfermo. Lo escondió de todos para no ver su propio pecado.

—Tú mataste a nuestra reina: era normal que protegiera al pequeño príncipe.

—¿Y por qué mando a Thor lejos de su protección siendo el único verdadero heredero de Asgard? —Cuando Brunilda no supo qué responder, Laufey continuó —: ¿No es acaso el secuestro de príncipes una alianza entre reinos? Pero tu rey decidió destruir mi reino…

—Ustedes siempre fueron una amenaza y no solo para Asgard…

El rey de los gigantes de hielo, desvió su mirada, apenado porque fue verdad, siempre habían sido los primeros en causar alborotos pero ahora, ahora lo hacían por Loki.

—¿Tan grave es querer recuperar a mi hijo?

—También es el hijo de la reina Frigga por lo que Asgard  es su hogar.

Laufey negó con la cabeza, desaprobando en su totalidad esas palabras. Empuñó sus manos pero rápidamente las abrió resignado.

—Odín está abusando de mi hijo. Sexualmente —la voz desesperada y afectada de Laufey hizo que Brunilda bajara su espada y lo escuchara con atención—. Tenía sólo seis años cuando se lo llevó. En el primer momento en que vi la mirada de Odín hacia mi hijo, supe que no debía dejarlo ir... Llamé mujeres, niños y ancianos jötnar para marchar hacia Asgard y recuperar a mi hijo pero antes de que sucediera, Odín estaba destruyéndonos a todos desde el Bifrost.

—¿Y Frigga? Si lo que dices es cierto…

—No tuve nada que ver con ella —Laufey frunció el ceño con molestia—, y desconozco la razón de su muerte.

—Odín siempre ha sido bondadoso con todos, su sabiduría ha traído siglos de paz, es amado por todos…

—A veces hasta los santos pecan y de la peor forma. Valkiria, —Laufey suspiró con pesar —ve a Asgard, busca la verdad. Mi hijo debe tener marcas en el cuerpo y su mente debe estar manipulada. Odín lo mencionó como retrasado.

—No puedo marcharme sin tu cabeza… si estás mintiendo estaría dejando ir una gran oportunidad de terminar esta guerra a escondidas que has armado.

—Te esperaré justo aquí, te doy mi palabra del rey que solía ser. Podría darte el honor de cortarme la cabeza y entregársela a Odín pero ¿quién salvará a mi hijo?, ¿quién lo vengará?

Brunilda suspiró con resignación.

—Toma —Laufey se lastimó un poco en el brazo con una daga de hielo y manchando un trozo de tela con su sangre se lo entregó a Brunilda —. O puedes encontrarme con la misteriosa máquina que hay en este planeta.

Brunilda aceptó.

—Si hago esto no es por ti ni por tu hijo, lo hago para limpiar los rumores de Odín.—Brunilda señaló el camino por donde habían venido —. ¿Pero si lo que dices es cierto, qué esperas que haga?

—Abrir el Bifrost para mí, debilitar las capas de protección de Asgard y así pueda entrar solo para recuperar a Loki y…

Una pequeña daga de hielo se lanzó en su dirección, lo miró a tiempo para esquivarla aunque otras más se aproximaban hacia ella. Laufey dijo algo y se puso como escudo entre ella y dos jötnar que venían en rescate de su rey. Laufey les explicó en lengua jotnariana que todo estaba bien y que ella los ayudaría.

Se reprendió de no haber tomado las clases completas de idiomas y tal vez así podría entender qué más estaba diciéndoles mientras los jötnar la miraban asintiendo y uno de ellos dejaba caer sus armas y se quitaba sus pendientes.

Y antes de que Laufey le pidiera disculpas, Brunilda le dijo que no era necesario y que el trato seguía en pie. Quiso marcharse pero Laufey la detuvo:

—Uno de mis hombres, el que se deshizo de sus cosas, entregará su vida —Brunilda lo miró confundida, esperando una pronta explicación. —Si gustas puedes cortarle tú la cabeza.

—¡No! —Brunilda fue hacia el jotun que estaba dispuesto a un sacrificio —no es necesario… por ahora.

—Lo es, valkiria. Irás a Asgard con su cabeza y se lo mostrarás a Odín preguntando si es la mía. Llevarás esto —Laufey se desprendió de unas piezas de oro que posaban en su cabeza —tendrá todo lo que yo tengo, entonces Odín dirá que no soy yo y le hablarás de la máquina que encontraste en este mundo. Entonces podrás ver a mi hijo.

Muy a su pesar, Brunilda aceptó entregándole su espada, ella no estaba dispuesta a matar a alguien que se entregaba voluntariamente. Una vez prepararon la cabeza del jotun, Brunilda volvió a Asgard lo más rápido que pudo.

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