
La copa de oro
Al principio, Sif se sintió orgullosa de pertenecer a la guardia real más confiable. Quizá otros dirían que fue porque era amiga del príncipe pero no, ella era lo suficientemente astuta y tan fuerte como Thor para obtener sus objetivos. Pero ahora sospechaba que no estaba haciendo bien su trabajo.
Otra vez, estaba en los pasillos dispuesta a saber más del chico aunque primero debía hablar con los guardias. Pasaron días y Odín ya no los interrogó a ella ni a Hogun. Sin duda, ellos no la delataron. Empujó las cortinas y ahí estaban: firmes y atentos. Aclaró su garganta y con menos formalidad les agradeció el silencio ante el rey, y de nuevo sus palabras volvieron a ser ecos hasta que observó las botas de los guardias; estaban llenas de polvo. Ellos parecían estatuas sin siquiera mover los hombros al respirar. Sacó su espada, era la única forma en que los guerreros se pusieran en defensa mas nada sucedió.
A veces se preguntaba de dónde obtenía tanta valentía como ahora que estaba acercándose a uno de ellos y con una mano le quitaba el casco del guerrero descubriendo así un cadáver dentro de la armadura. Ahogó un grito y con calma volvió a poner el casco en su lugar. Miró a los demás y supo que todos debían estar igual o peor. No entendía cómo es que no apestaban el lugar pero se encaminó hacia los aposentos.
Ahora entendía por qué nunca los vio llegar ni retirarse. Siempre creyó que eran guardias que llegaban más temprano que ella y se iban más tarde por resguardar directamente los aposentos de Odín.
Abrió las puertas y lo vio, esta vez entró. Él seguía ahí, semidesnudo en la cama y con una expresión de sorpresa de verla otra vez.
—Hola—Sif intentó sonreírle pero el muchacho rápidamente se puso de pie quedando completamente desnudo frente a ella y tratando de imitar su sonrisa intentó acercarse a Sif pero una sombra de miedo inundó su bello rostro —tranquilo, ¿cómo te llamas?
—Papi estará feliz.
Sif no entendió nada pero bajó su mirada al cuerpo del muchacho lleno de manchas rojas como si alguien las hubiera mordido o besado hasta marcarlo a propósito.
—¿Odín es tu… papi? —tan solo pronunciarlo le llenó de un inexplicable asco y pocos segundos después sintió un nudo en la garganta. Había algo que le gritaba que viera bien al chico pero se negó, no quería imaginar nada.
—¿Qué es Odín?
Miró al muchacho, tan hermoso, delgado… miró alrededor de la habitación, era grande sin duda, era los aposentos de Padre de Todo después de todo. Había una puerta que dirigía al baño, se dio la vuelta para ver más allá del muchacho. La cama era enorme, una pequeña mesita estaba apoyada en la parte derecha y encima había una copa de oro. Solo eso. No había ropa, no había armarios, no había libros, no había nada.
—Tu nombre…
—¿Nombre? Nombre, nombre —el muchacho pareció pensarlo demasiado intentando recuperar algún recuerdo mientras Sif tragó seco al ver al chico actuar como un niño pequeño.
—¿Cómo te dice papi?
—Loki. Papi me dice Loki. —Sif le sonrió aunque pareció más una mueca de disgusto, no le agradaba que Loki pronunciara ese “papi.” —¿Cómo escapaste? Los elfos oscuros son muy malos. Pero papi dice que pronto todo terminará.
La voz del Loki era muy jovial, hermosa y muy clara que parecía tener otro acento. Sif se acercó a la mesa y tomó la copa de oro e inmediatamente Loki se la arrebató. Parecía triste y molesto, pero a Sif le importaba otra cosa, había logrado tomar una muestra de lo que sea que tuviera la copa. Llevó su dedo a la nariz sin percibir nada, había algunas mezclas de plantas relajantes.
—¿De dónde eres? —y por la expresión de Loki supo que no le entendió —¿Cuántos años tienes?
Loki miró sus manos y estuvo a punto de mostrarle siete dedos pero se detuvo tomando en sus manos otra vez la copa de oro que contenía algo verdoso. Sif sintió otro olor en particular al estar muy ensimismada otra vez con la muestra en su dedo. Buscó por la habitación algo que pudiera decirle qué era todo eso y entró al baño seguida por Loki. Ahí vio unas flores, no cualquier flor, estas eran hermosas pero peligrosas: Floripondio o Trompeta de ángel.* Entonces otra vez llevó su dedo a la nariz esta vez más lentamente y pudo notar ese olor tan particular de escolpolamina.*
Miró a Loki horrorizada.
—¿Hace cuánto… tomas esto todos los días, Loki?
—Mh… papi siempre lo trae. —dijo después de pensarlo.
—No, no debes tomar eso—señaló Sif la copa negando con la cabeza.
—Estoy enfermo y papi me…
¿Realmente alguien enfermo debía tomar una poción que era en sí una droga para que actuara de manera autómata y perdiera su razón? No, eso se usaba para violar mujeres y luego no recordaran nada, o para drogar a todo un pueblo y asesinarlos sin que pudieran sentir dolor –una muerte digna en las leyes de Vanaheim-, no había nada bueno detrás de esa planta. A no ser que fuera para dormirlo mientras lo curaban pero ¿qué sería la enfermedad tan grave? Además estaban esas marcas en el cuerpo de Loki.
—Está bien. Escucha muy bien, Loki. —Loki sonrió al escuchar su nombre de labios de otra persona que no fuera Odín—A… a papi no debes hablarle de mí. Papi tiene que encontrarme, ¿sí?
Y ante un descuido de Loki, Sif le arrebató la copa de oro y corrió al baño a vaciarla en las alcantarillas y lo llenó con agua sin saber cómo haría para que Loki no llorara mientras balbuceaba palabras inentendibles. Realmente parecía un niño. Pero sí entendió que Odín lo castigaría.
—Loki, es lo mismo. Cuando papi venga solo tomas de la copa y no te castigará. —Llevó a Loki a la cama donde lo sentó y lo cubrió con una sábana. —Recuerda, papi tiene que encontrarme, no le digas nada de mí, ¿sí?