
Banshee
Will volvía de poner a los perros en el elegante vallado y bodega al comienzo del bosque que Hannibal había construido a corta distancia de la casa, en donde en teoría debían dormir, aunque frecuentemente acababan durmiendo en la casa frente a la chimenea, o a los pies del sillón de Will en el porche. Se veían nerviosos, en especial Roscoe, que ladró furiosamente a los árboles, espantando unos búhos. Algo en sus miradas, doradas e inmóviles, hizo sentir a Will una especie de mal presentimiento, y volvió a la casa tan rápido como pudo.
A veces odiaba que Hannibal siempre tuviera razón. Podía oír algo a lo lejos, que primero pensó era un vehículo, y luego se dio cuenta lo que era, lo que los perros habían oído primero. Era un quinjet.
Y acompañado por una figura rojo y oro que levitaba en silencio, Bruce Banner bajaba por el sendero a paso rápido, en línea recta a la casa.
- Me prometiste tiempo!- gritó Will, súbitamente furioso.- Eres un mentiroso, Bruce!-
- Está en nuestros genes.- dijo Bruce, sin hacerle mucho caso. Estaba claro que venía por Hannibal.- Will, sal del camino. No sé qué te ha hecho ese asesino, pero esta vez lo pondremos donde no pueda lastimar a nadie.-
- Una tumba incluida?- bramó Will sin hacer caso, yendo detrás. Tony, en la armadura, extendió una mano para apartarlo, pero Will pasó por debajo y agarró a Bruce de la manga con todas sus fuerzas.- Vas a tener que pasar por encima de mí…-
- Tony, llévatelo.- dijo una voz más severa, y era Steve, que bajaba la colina: Will comprobó con desánimo que aunque excepto Iron Man todos venían de civil, no podías no reconocer al Capitán América, la Black Widow, el Winter Soldier y Hawkeye. Todos estaban armados, y se abrieron en abanico, rodeando la casa, sus expresiones endurecidas.
- Seis Avengers para atrapar a un hombre? Cobardes.- gruñó Will, pero la mano de Iron Man se cerró en su antebrazo y lo tiró atrás sin contemplaciones.
- Lecter!- llamó Steve sin miedo. Bruce ya estaba casi en la puerta.- Sal, no tienes escapatoria. Te arrestamos en nombre de nuestro país, con jurisdicción aprobada por la Interpol y el gobierno canadiense. No te resistas y no habrá ninguna violencia.-
- Habla por ti.- susurró Bucky a su lado.
- LECTER!-
- No hay necesidad de gritar, Capitán.- dijo Hannibal con voz meliflua y tranquila. Se había asomado al balcón de la terraza, a apenas dos metros del suelo: estaba desarmado, pero inmediatamente Nat le apuntó con su pistola y Clint tensó el arco.- Es bastante rudo ir a vociferar al porche de otra persona a las seis de la mañana.-
- Deja tus juegos y baja. No te va a gustar si subimos.- soltó Clint, pero se veía inquieto. Nat, al otro lado de Steve también se veía cada vez más tensa. Bruce, en cambio, con las manos verdes de rabia, cargó contra la puerta, pero estaba cerrada.
- Hannibal…- dijo Will cansadamente, y meneó la cabeza. Las últimas semanas parecían un sueño: un sueño febril, dulce, imposible. En su vida todo siempre acababa en sangre. Hannibal, en la terraza aún, lo miraba, y su rostro se había endurecido también.
- Le debo una deuda de gratitud, Capitán.- dijo Hannibal, aunque aún miraba a Will.- Los avances en el área de tratamiento médico en los poseedores del suero del supersoldado se han protocolizado prolíficamente, lo que abre tantas posibilidades.-
- Qué dijo?- preguntó Bucky desconcertado, y avanzó, listo para saltar a la terraza, pero Hannibal dejó caer algo desde el balcón, y retrocedió, aunque Will alcanzó a ver que se ponía algo en la cabeza.
- GRANADA!- gritó Steve, retrocediendo, echando atrás a Nat de un empujón, pero entonces Bruce desanduvo los escalones que había subido y se lanzó sobre la granada, cubriéndola con su cuerpo, seguro en la fuerza de Hulk…
Will se dio cuenta que Hannibal se había puesto un casco de motocicleta, de esos con espuma canceladora de ruido, y le gritó a Bruce, pero era tarde. Todo pasó en un segundo: la granada, que no era una granada, en vez de estallar, emitió un sonido insoportable, agudo, que hizo aullar a los perros a la distancia y que hizo que Natasha, Steve y Clint cayeran redondos al suelo, cubriéndose los oídos, mientras Bucky, que intentaba llegar tropezando al balcón, se encontraba de frente con Hulk: el sonido justamente con Bruce en epicentro había bastado para despertar al monstruo.
El ruido le taladraba la cabeza a Will: con manos temblorosas se tapó los oídos, gimiendo, pero sentía humedad caliente en las palmas: los tímpanos le sangraban. Los Avengers, más cerca de la granada, tenían sangre en la nariz también y se arrastraban tratando de alejarse, pero entonces Hulk rugió y todo se volvió peor, porque sangraba por los oídos y daba manotazos a ciegas, tratando de acabar con el espantoso ruido. Si sus puñetazos al suelo alcanzaban a Steve, Nat o Clint, serían pasta.
Tony se dio cuenta de lo mismo en el mismo segundo que él, y arrojó a Will hacia el bosque de un tirón, para meterse de lleno en el jaleo. Era el único invulnerable al ruido, su armadura protegiéndolo: pero también era el único que podía enfrentarse a Hulk, y aunque un manotón del monstruo enloquecido lo derribó por un momento, se las arregló para tirar de su mano y empujarlo con toda la fuerza de sus repulsores contra la colina, alejándolo de la casa y de sus compañeros caídos. Estaba tratando de sujetarlo con desesperación y todo el poder de la armadura, pero el ruido había enloquecido a Hulk, y Will, a pesar del dolor apabullante de sus tímpanos rotos, vio con incredulidad, un temor casi religioso , a la masa que una vez había sido su hermano, una masa verde enloquecida que parecía una pesadilla de Lovecraft y que él había tenido en sus brazos, había hecho rabiar, había masturbado, había besado…
Su vista mareada fue al balcón: Bruce no era el primer monstruo que había amado. Pero Hannibal ya no estaba a la vista. Se arrastró, rodando entre los árboles, alejándose de la bomba de ruido, de los tres Avengers en el suelo y la pelea letal de Hulk y Iron Man, para ver movimiento en el ventanal, y darse cuenta de lo que no era el primero en notar.
La masa de la casa bloqueaba buena parte del horroroso ruido: en el interior, era ensordecedor, pero no insoportable. Sus oídos sangrantes se habían llevado su equilibrio: gateó, incapaz de ponerse de pie, hacia la puertecita de la cocina, atravesó el piso de baldosas pintadas y desde el umbral vio, como un sueño de fiebre, a alguien que había sabido también apartarse a tiempo, rodear la casa y atrapar a Hannibal en su huida: el Winter Soldier. Hannibal y él estaban trenzados en una pelea a muerte, pero aún con los oídos sangrando y heridas de cuchillo, el Winter Soldier estaba ganando, y parecía tan furioso como Hulk.
Will no podía permitirlo.
Con manos temblorosas, conteniendo las náuseas por el mareo y dejando gotas de sangre, Will agarró la manilla del cajón de elementos de cocina, agarró un machete para tubérculos y de rodillas, volvió al salón. Ni Hannibal y Bucky le prestaban atención: tenían todos sus sentidos puestos en el otro, Hannibal acabando de quebrar el brazo derecho de Bucky contra el marco de la ventana, Bucky habiendo golpeado el hombro del asesino con su mano de metal con tal brutalidad que tenía que haberle hecho polvo la clavícula.
Cualquiera fuera el aguante de Hannibal, trastabilló de dolor y cayó sobre una rodilla. Y en ese momento Will lanzó el machete justo contra su mano, Hannibal lo aferró al deslizarse por el piso, y levantando el puño clavó el machete en el cuello de Bucky, directamente en el músculo mastoide. La sangre brotó a chorros, bañando el rostro de Hannibal: Bucky manoteó, pero cayó de espaldas, y quizá gritó, pero no Will no podía oír nada.
No: tampoco oía el único ruido que aún percibía, el sonido agudo de la bomba de ruido afuera. Se había callado.
Will apenas alcanzó a pensar eso, cuando una sombra pequeña y oscura saltó el balcón interior de la casa a la espalda de Hannibal. La Black Widow se giró en el aire, enganchó las piernas en los hombros de Hannibal, pasó sus pies alrededor de sus codos y con una torsión brutal, lo derribó en un floreo, pasando su pesado cuerpo por sobre su cabeza. Will lo vio caer, vio el ángulo, y estuvo seguro que le había roto el cuello, o al menos la espalda.
Natasha se puso de pie tras rodar, volteándose hacia ellos. Se veía terrorífica con chorros de sangre corriéndole de los oídos y la nariz, incluso de los ojos: el ruido tenía que haberle reventado más membranas que los tímpanos. Los hilos de sangre parecían guedejas extra largas de sus cabellos: y sus ojos… estaban enajenados de ira. Will había estado seguro que Bucky iba a matar a Hannibal: pero ahora estaba seguro que Natasha iba a hacerlo, y le iba a parecer un deleite.
- Na…Natasha…- trató de rogar, pero no había forma que lo oyera: suponía que nadie podía oír nada. Natasha sacó un cuchillo de su cinturón y fue hasta Hannibal, pasando junto a Bucky, quieto y desangrándose en el suelo, y se montó en la cadera de Hannibal, yendo a aferrarlo del pelo del mismo modo que hacía no mucho Will había usado para penetrarlo. Ahora, era un cuchillo al cuello lo que iba a entrar en su cuerpo. Will gritó y rogó, pero no tenía voz. Todo parecía una pesadilla…
En el momento en que ella movió el brazo, Hannibal se movió como una cobra, derribándola al suelo, su cuerpo enorme y brutal echándosele encima. Ella se retorció, luchó, sus piernas buscando en vano aferrarlo: el torso de Hannibal era ancho. Pero lo que vio Will era, como en una película de horror, a Hannibal aferrar ambos brazos de ella, y con un tirón brutal, descoyuntarlos de sus hombros como quien destaza un pollo, deformando la estructura bajo la piel. La piel de Natasha tomó un blanco cerúleo: estaba claro que se había desmayado. Hannibal aferró su cuello enseguida con la mano de su brazo sano y empezó a apretar, hundiendo los dedos en la carne.
Will se arrastró hacia la pareja enlazada en el suelo como dos amantes y golpeó los hombros de Hannibal, lo tironeó sin fuerzas. Tras una pausa, Hannibal soltó a la asesina, y se volteó a él: todo su cuello y hombro derecho eran una masa hinchada y tumefacta, sus pómulos marcados tenían la piel rota, y sangraba por la boca. Pero cuando lo miró, su expresión era extrañamente serena.
- Las historias acaban en el reencuentro de los amantes. Ven a nosotros, mon liebe.- pudo leer en sus labios, y lo besó. Tenía la boca llena de sangre.
Will gimió, sin saber exactamente porqué lloraba, entre su shock, el dolor de sus oídos, el horror. Hannibal se enderezó, una mano yendo a su hombro, y entonces Natasha se sentó como los zombies de las películas de terror, y agarró la muñeca de Hannibal entre los dientes. Hannibal, que apenas podía mover el otro brazo, forcejeó contra ella, pero Natasha no soltó su presa, como un perro de caza, y mordió… no: estaba comiendo. Con una sensación de náuseas e incredulidad, Will vio a Natasha arrancar de un mordisco toda la carne del dorso de la mano de Hannibal: el hueso estaba a la vista, y ella no dejó de morder hasta que Hannibal no logró aferrar torpemente su cuchillo caído y apuñalarla una y otra vez en el costado, el seno. Se levantó, y trastabillando, brazo inútil aferrando su mano casi arrancada, salió por la puerta al jardín con una última mirada a Will.
Will se arrastró, una mano yendo a sujetar el machete que contenía la hemorragia letal de James Barnes, el otro tratando de taponar la sangre arterial que brotaba de una de las cuchilladas en el pecho de Natasha Romanov. No oía nada, excepto el latido de su propio corazón: y el tiempo parecía extenderse espeso como sangre, ahogándolo, inundándolo. Hannibal se había ido, y sus días juntos parecían un sueño. Esto era lo que era su realidad: una marea de sangre pegajosa, gente agonizando bajos sus manos, las alas de la muerte llenándole la cabeza. Sólo podía ver rojo: la sangre, y su locura incrédula en el medio. Ese era el diseño de Hannibal.
Will aún taponaba las heridas de ambos cuando Tony y las ambulancias de SHIELD entraron a la sala unos minutos después. A todas las preguntas, no contestó, no porque no pudiera hablar: estaba catatónico.
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- Era la bomba de sonido que usan para espantar ballenas, a kilómetros de profundidad, de las extracciones de petróleo eco conscientes. Se supone que sólo se usa bajo el agua.- dijo Tony sombríamente. El regreso de la transformación había sanado a Bruce del daño, aunque su rabia y el dolor de cabeza monstruoso aún persistía, una semana luego. Los dos estaban exhaustos y trasnochados: Bruce, una de las máximas autoridades en el suero del supersoldado, se había pasado las noches con Helen ayudando a Bucky y Nat, llenos de cuchilladas y que habían perdido litros de sangre cada uno, mientras se les curaban los tímpanos rotos además de las brutales heridas de su pelea. Steve estaba peor aún: el sonido le había roto no sólo los tímpanos sino la duramadre, porque se había arrastrado directo a la bomba y le había dado con el escudo hasta destruirla. Bruce sospechaba que si se hubiera tardado unos minutos más, ni Nat ni Clint hubieran sobrevivido.
Tony se había pasado las noches en el workshop creando los más perfectos audífonos para sordera del mundo. A diferencia de los que poseían el suero del supersoldado, Clint estaba completamente sordo. Cuando Nat saliera de los sedantes y entendiera eso, Bruce temía por la vida de Will.
Will estaba curándose los tímpanos- claramente había sido él quien se comiera los trozos de Steve, las matemáticas eran bastante obvias- en una clínica particular que, por si acaso, Bruce y Tony se habían preocupado de mantener fuera de los registros. Los tímpanos eran el menor de sus problemas: una semana luego, seguía completamente catatónico. Clint, siendo como era, estaba de pie, aprendiendo a caminar de nuevo con su sordera, y había reclamado el “ privilegio” de quedarse en la casa en Wolf Trap con la manada, pretextando que los perros se sentirían solos y que él necesitaba dejar de caerse de culo antes de que Nat lo viera de nuevo. Bruce había tratado de discutirle, pero Clint se había sacado los audífonos, se los había puesto en el bolsillo y se había ido silbando muy mal.
Lecter había logrado escaparse. Tony no lograba entenderlo: había hecho que drones revisaran todo Ontario: había enviado a Jessica y a Matt Murdock a peinar la zona, habían pasado horas tratando de encontrar al desgraciado, pero todo lo que había encontrado era la camioneta de Will abandonada, cerca de un pequeño hangar con helipuerto, perdido en el bosque. Lo que fuera que hubiera tenido guardado en ese hangar no podía haber sido muy grande, y Tony había ampliado las búsquedas en cuanta dirección se le ocurrió, sin éxito.
- Es indeciblemente enfurecedor tener tanto que vengar y no tener en quién carajo hacerlo.- gruñó Tony, estacionándose frente a la clínica.- Vete a ver a tu hermanito. Los terapistas, que Dios sabe que todos me dan repelús a estas alturas, insisten que no hay daño cerebral y que su catatonia es totalmente psicológica. No tengo idea si es tratable, pero si…-
- Bucky se curó de cosas peores.-
- Sí, bueno, Bucky tenía a Steve de cheerleader.-
- Will me tiene a mí!- dijo Bruce con irritación, abandonando el Audi de Tony para quedarse de pie en el estacionamiento de gravilla del lugar. Nevaba suavemente: la clínica estaba a medio camino entre New York y Virginia. Tras girarse un momento y mirar al cielo en cansancio, Bruce se agachó para hablar por la puerta abierta.- Tony, lo siento. Es…-
- Oye. Mi cuñado también me tiene a mí.- dijo Tony, y elevó las cejas sobre los lentes antirreflejo que usaba para conducir.- No culpo a tu hermano por su mal gusto en parejas. Quiero decir, mírame. Y tú te acostabas con un Ross…-
- Tony!-
-… pero como quizás no todos piensen como yo, te vengo a buscar a las siete. Si necesita algo más, cárgalo a nuestra cuenta.- dijo, enderezándose y preparándose para retroceder.- Y, Brucey…?-
- Sí?-
- Reconocemos que tu cuñado es un poco original? Bajarse seis Avengers…-
- Hasta la tarde, Tony.- dijo Bruce volviendo a irritarse y encaminándose a la entrada de la clínica. A diferencia de Tony, no podía admirar nada de Lecter: Steve aún vomitaba si trataba de enderezarse, Bucky y Nat eran fantasmas tambaleantes con vahídos y Clint estaba sordo para siempre.
Y Will…
Encontró a Will en el porche, envuelto en varias frazadas: la clínica era la mejor podía pagar el dinero, y los enfermeros tomaban exquisito cuidado de sus cargas. La mecedora era casi una cama portátil, y hasta le habían puesto un gorrito y mitones: pero nada del hermoso paisaje de arces salpicados de nieve parecía despertar nada en las pupilas quietas de Will. Había perdido tanto peso, que sus ojos parecían demasiado enormes para su rostro, dándole un aire a ciervo. Lo alimentaban pacientemente con IVs y batidos proteicos y de DNA, pero aún así, cada día se veía más transparente.
- Hola, Will. Me informó el otorrino que tus oídos están casi completamente curados. Así que puedes oírme. Clint envió… videos de tus perros, si quieres verlos. Llegaron todos perfectamente a casa, aunque ciertamente Harley y Winston odian volar.- Bruce se sentó a su izquierda, para ponerle enfrente en su Starkphone a Clint en una cabina sonriendo rodeado de seis perros que ladraban a la cámara furiosamente, la expresión del arquero beatífica ignorando la escandalera.
- El milagro de la sordera!- dijo con claridad. Bruce meneó la cabeza, porque había veces en que no sabías si Clint era un imbécil o realmente era muy sabio: pero la mirada de Will siguió perdida, su rostro flojo, inexpresivo.
- Ya te han quitado todos los sedantes y calmantes… Will, no hay motivo para que no despiertes. Estás totalmente a salvo. Por favor, si quieres decirme que me odias, o que no quieres verme nunca más, sólo hazlo… pero no soporto la idea de verte así. Will, te lo suplico.- dijo Bruce en voz baja, su mano yendo a tomar la de Will, sosteniéndola, fría y casi muerta en sus manos. Bruce la entibió entre las suyas, la oprimió contra su pecho forrado en un sweater de lana fina: pero Will seguía sin respuesta, un muñeco pálido y quebradizo como un juguete antiguo de cuerpo de algodón y cara de porcelana.
- Lecter se escapó. Aún no sabemos cómo se las arregló para manejar esa camioneta, después de cómo lo dejaron Bucky y Nat. No hemos podido encontrarlo. No sé si te alegras que se haya escapado o hubiera preferido que lo matáramos. No sé qué tan… no sé qué tan dominado te tenía, qué tanto te lavó el cerebro, o si…- Bruce inspiró, oprimiendo su mano más fuerte.- Fue porque te violó que te entregaste a él al fin? Yo siento… siento tanto no haber evitado que te hiciera esa atrocidad. La sola idea de lo que debes haber sufrido, de lo que te habrá hecho… los médicos dicen que estás libre de STDs y que no tienes mayores señales de abuso, pero eso no significa que no sea un horror… Will, quiero que hables con Clint, con Bucky y Nat… a todos ellos les lavaron el cerebro en su momento, y los tres sufrieron… abuso físico a las manos de sus captores. Ellos pueden ayudarte. Tony y Steve también se preocupan por ti, y yo… sólo quiero ayudarte, tienes que volver para nos puedas perdonar por no llegar antes, y verás como todo es mejor ahora… Lecter nunca volverá a acercarse a ti, lo encontraremos y encerraremos…-
-… suéltame, maldito monstruo.- la voz de Will era tenue y rasposa, pero el sobresalto de Bruce cuando levantó la cabeza y se encontró con la mirada de Will en la suya, oscura y siniestra, fue tanta que casi se cayó de la silla. Quiso enderezarse, tocarlo, abrazarlo quizás: pero entonces registró lo que había dicho, y se quedó a medio camino, los ojos muy abiertos.
- Will… Will, estás a salvo ahora…-
- De verdad?- dijo Will, y a pesar de todos los cuidados, habían líneas rojas que se ensancharon en sus labios resquebrajados.- No me siento a salvo para nada con el monstruo radioactivo aquí en frente.-
Bruce tragó, antes de menear la cabeza.- Me doy cuenta que estás enojado, y estás en tu derecho, pero te estás recuperando, y la terapia…-
- Se siente bien ser el superhéroe rescatador, no? Te hace sentir mejor, respecto a todos los que ese monstruo debe haber matado?-
Bruce apretó los labios.- Will, soy tu hermano. Sólo quiero ayudar.- agregó, la mandíbula endurecida.- Lo que te hizo Hannibal Lecter…-
- Si estás preguntando si me acosté con él de buena gana, ciertamente lo hice. Con más intención que nuestro incesto accidental, debo aclarar. Aún no te follas a Tony Stark, me imagino?-
- Will, sólo queríamos salvarte.- murmuró Bruce. Se había puesto pálido: Will había sido brutalmente honesto, áspero incluso, pero nunca había visto ese brillo de crueldad en su mirada. Quería pensar que eran las drogas hablando: que era el daño que había recibido, que ése no era su encontrado hermano, un hermano menor brillante, genial, inadaptado, dulce y abnegado, que le había robado el corazón tan fácilmente. Había arrancado a Will de los brazos de Lecter, pero parecía imposible arrancar a Lecter de Will: era como si lo hubiera envenenado, como si algo de ese hombre que era la crueldad personificada viviera en sus ojos.
- No querían salvarme, no seas cínico.- dijo Will, recostándose más en su silla, su cuerpo aún débil envuelto en las mantas como un gusano en su seda, el leve movimiento algo antinatural.- Lo que querías era recuperar lo que era tuyo, porque eso soy para ustedes, para Hannibal, para el FBI: un objeto útil.-
- No eres un objeto!-
- Esperas que me crea eso? Que siendo el primero capaz de hacerte un handjob sin que destruyas todo, eso no pesó en tu interés en tenerme de vuelta, encerrado y a tu mano?- siseó Will, una mirada a la clínica a su alrededor expresiva. Bruce se levantó: retrocedió, como si algo lo hubiera picado.
- No tiene nada que ver.- tartamudeó.
- No te va a salir bien.- respondió Will, su voz suficientemente alta para que lo oyeran los ocasionales enfermeros que rondaban.- Estoy muy nauseado para demostrarte cómo se chupa bien, para que al fin le des en el gusto a Stark, pero no te preocupes. No hay duda que él te está engañando con alguien, aunque sea con prostitutas, un hombre como ése no vive como eunuco por nadie.- al respingo de Bruce, elevó una ceja.- Asumo que si me drogas bien me puedes follar la boca sin que te vomite, quieres que pida el Ravotril…?-
Bruce huyó, respirando hondo, y no paró hasta que se hubo alejado lo suficiente para apoyarse en un árbol y respirar jadeante. Tenía las manos verdes y estaba temblando.
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- Sonaba como si…. Como si no fuera Will. Sonaba como oír hablar a ese hijo de puta de Lecter. Me sentí… como sentí como si debiera persignarme y llamar al padre Karras.- dijo Bruce luego, acomodado en la enfermería. Bucky ya se había levantado tambaleante y se había ido a atender a Steve entre maldiciones, sabiendo con su conocimiento antinatural que el Capitán América no sólo se había puesto de pie ya, sino que estaría intentando meterse porfiadamente en las bases de datos de Coulson para encontrar a Lecter: pero Nat, muy pequeña en la cama de hospital atiborrada de tecnología de Stark, era aún un bultito muy chico y ciertamente muy pálido, pero con ojos vivos.- Nat, tú eres la experta en lavados de cerebro y programaciones. Crees que lo condicionó de alguna forma? Tengo miedo que se haga daño a sí mismo o a otros…-
- Tráeme mi ropa. Tengo que verlo.-
- No deberías ponerte de pie tan pronto, tu hematocrito aún…-
Nat bajó las piernas de la cama, se desenchufó los sueros y calmantes de las venas de las manos sin el más mínimo gesto de dolor, y se levantó, aunque el camisón hospitalario que tenía puesto, atado en la nuca, era sumamente poco discreto.
- Llamo a Clint para que te acompañe?-
- Está en la casa de Wolf Trap, verdad?- dijo ella mientras se despegaba unos sensores del pecho sin timidez.
- Sí, pero…-
- No. Clint siempre está donde quiere estar. Si quisiera estar aquí, estaría aquí.- dijo peinándose los rizos con los dedos.- Entonces, me traes ropa, o tengo que ir así?-
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- De verdad lamento que no esté Thor para hacerlo, pero estoy así de cerca de repetir esa escena de cuando te agarraste con Bernie Brigthon, el hijo del dueño de la panadería. Te tuve que llevar sobre mi hombro pateando y gritando como un chihuahua furioso, pero sabes que adolorido como estoy, me siento capaz…- dijo Bucky con severidad, brazos cruzados, sus ropas oscuras enfatizando su palidez, mientras Steve, que estaba en un buzo grueso abultado poco elegantemente por los vendajes y aún lucía manchas rapadas en el cráneo, en donde habían tenido que aflojar tensión taladrando en lo que se deshinchaba su duramadre, estaba inclinado, leyendo con la cara muy cerca de la pantalla una lista de avistamientos enviados por Skye. Cuando se giró a mirarlo, tenía los ojos entrecerrados, y Bucky hizo un sonido de exasperación, lo agarró de la muñeca y lo arrastró hacia el ascensor.
- Bucky, suéltame, tenemos que encontrarlo!-
- Sí, hay que encontrarlo, pero para esto está Tony con Matt y Jessica, y algún refuerzo más que llamen, pero tú no estás en condiciones de hacer un crucigrama, menos de salir a perseguir a nadie!- ladró Bucky, y cuando lo metió al ascensor, hizo otro sonido de furia al ver que vacilaba sobre sus pies.- Pero por la recontra cresta, que no será primera vez que te ato a la cama! Y tampoco entiendo tu entusiasmo por ir tras el tipo que voló un manzana y luego se bajó a seis Avengers él solito!-
- Fuimos a la guarida de la bestia, a quitarle a su pareja. Claro que atacó con todo lo que tenía.- dijo Steve sombríamente.- Y ahora sin Will, lo que tenemos es un demonio suelto.-
- Yo estoy agradeciendo a cada religión, Cientología incluida, que estamos todos vivos y que al tipo ni HYDRA ni el Red Room ni la Mano nunca le han ofrecido un cheque suficientemente tentador. Ese hijoputa le habría dado a Zola una corrida por su plata. Como estratega, es mejor que tú.- Bucky lo empujó una vez que llegaron a su piso hacia el apartamento, pero aunque Steve se resistió, Bucky se limitó a llevarlo a remolque, porque el piso era una cerámica sintética muy encerada y el Capitán América estaba en calcetines.- Y peleando está al nivel de Nat. Es un maldito animal.-
- Viste a Clint?- dijo Steve en voz baja, frotándose la cara y despatarrándose en su sillón.
- No te atrevas a escudarte en lo que le pasó a Clint para justificar tu depresión o tu venganza. Él está lidiando con nuestra derrota mejor que ninguno, mientras que el resto…-
- No podemos permitir que ese asesino siga suelto!- exclamó Steve porfiadamente, gesticulando con las manos como siempre que estaba realmente enojado. Bucky sonrió para sí: sabía que esos gestos venían de ser cuidados, ambos, por una numerosa familia de italianos en la puerta de al lado cuando sus padres habían tenido que trabajar, antes de los ocho años.
- No, no podemos. Pero no ayudas a nadie colapsando. Acuéstate, Steve.- dijo con firmeza, y Steve, cabeza gacha, aceptó acostarse al fin, tendiéndose en el sofá, en donde como buen abuelito tenía una frazada doblada. Bucky la extendió encima suyo, y se sentó en el otro extremo, levantando los talones de Steve y colocándoselos en el regazo, mientras con su mano humana agarraba el control de remoto y buscaba en la ancha pantalla del salón alguna película con chicas llorosas o madres trabajadoras que capturar la atención de Steve. (1)
Dejó puesto Mystic Pizza, y sacó unas golosinas de la bolsa que Steve mantenía en la mesa de centro, alargándole una barra de chocolate. Steve suspiró, y reposó la nuca en un cojín.
- Buck?-
- Mmm?- * sonidos de masticadas enérgicas de un Snickers*
- Antes de que saliéramos… antes de que fuéramos por Lecter, hablamos algo, verdad? Algo importante…- Steve tenía la vista en el techo, lo que ayudó a que no notada que Bucky acababa de convertir lo que quedaba de Snicker en pasta en su mano.- No logro recordarlo… qué era? Estaba ansioso de hablar contigo…-
Bucky tragó el chocolate, de repente seco en su garganta, y mantuvo la vista en la pantalla.- No sé, no creo que fuera nada importante, te acordarías.-
- Sé que había algo.- gruñó Steve, y tenía una ridículo parecido con Bridget Jones, metiéndose su golosina en la boca enojada. Bucky se echó a reír y le palmeó los pies.
- Es normal que se nos olviden las cosas, a nuestra edad, sabes…-
- Cállate, jerk.-
- Punk.-
Para la escena de Julia Roberts y Richard Gere en el pick up, Steve ya dormía como un tronco, poco atractivamente de espaldas y con la boca abierta, o todo lo poco atractivo que podía dormir esa escultura clásica con pelo que era. Bucky no se movió, manteniendo esos pies grandes y huesudos calientes en su regazo; y los masajeó sin pensar mucho, aunque sin duda alguna hace décadas que Steve no sufría de los calambres asociados a los pies planos.
No tenía ninguna intención de dejar que Lecter se escapara. Que lo acuchillara a él y que le hubiera arrancado un pedazo de carne para comérselo le había parecido simplemente uno más de los horrores de sus años con HYDRA, palideciendo frente a algunos de los abusos sexuales y psicológicos que había sufrido: pero que le hubiera sacado un pedazo de timo a Steve para hacerlo cenita romántica con Will lo llenaba de una furia impotente que era como un tsunami. Tenía que matarlo: tenía que. Y sin embargo, una parte de él, que sonaba como Steve a veces, se preguntó si ése no era quizá un mejor uso de ellos, los supersoldados: Steve, Nat, Bucky. Quizá, en vez de máquinas guerreras, podían ser carne de sacrificio: ser asesinados y comidos, un pedacito para que cada niño en un ward oncológico en New York, por ejemplo. Cuántas vidas podrían salvar? No tantas, Nat era tan pequeñita… pero quizás más que peleando? Entre luchar o sanar, cómo servían más?
No tenía ninguna duda que saber que su carne era capaz de gatillar una especie de efecto de supersoldado iba a hacer que Steve se planteara mutilarse en una agenda regular e ir a repartir sándwiches a los hospitales, total se curaba rápido…
Bucky sacudió la cabeza, sus mórbidos pensamientos abrumándolos. Qué carajos estaba pensando? Steve, y Nat, e incluso él, era seres humanos, y merecían vivir enteros, como todo otro ser humano. Ya sacrificaban mucho para proteger a otros, y lo hacían con alegría: lo otro era una monstruosidad. Daba gracias de rodillas que entre todas sus perversiones, a HYDRA nunca se les hubiera ocurrido que comérselos replicaría el suero, o hacía mucho que él sería una carcasa en un gancho: pero por eso mismo no podían dejar escapar a Lecter y ese conocimiento, y ya vería cómo paraba a Steve cuando empezara a pensar esto. Con una mano posesiva sobre las rodillas del durmiente, Bucky dejó avanzar su mirada por ese cuerpo perfecto, viendo detrás el fantasma del niño frágil y enfermizo que había adorado, y pensó que con todo lo que había tenido que hacer para mantenerlo vivo, antes, durante y después de la guerra, ese cuerpo le pertenecía, a él y a nadie más, y no pensaba andar convidando.
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(1) Como una biblioteca eterna es sólo una ventaja para quien sabe lo que le gusta y cómo buscar, Tony se había apiadado de sus incultos congéneres, y con la ayuda de JARVIS, Phil y Clint, y un par de cajas de cervezas, se habían sentado a desarrollar un algoritmo a fin de incentivar a sus compañeros a quedarse quietos frente al “televisor” y para los desadaptados, a recibir alguna guía educativa. Bruce se había unido para poner objeciones a la suya propia, y así habían acabado con una batería de canales no muy diferentes a una señal ochentera, en la que no más de 20 señales eran el menú general. Había un canal de películas de fantasía y ciencia ficción épicas, para Clint y Thor: uno de películas románticas y series de época inglesas, para Nat: uno de comedias ochenteras con finales felices, para Steve, y otro de series setenteras de culto para Bruce, que amaba ese humor. Tony tenía un canal lleno de documentales de tecnología, y otro atiborrado de videoclips en el estilo del MTV clásico: y si tenían un canal de noticias que rotaba entre los noticieros del día- descontando Fox News- también tenían uno de dibujos animados cómicos, y otro de Disney. No era raro que ése fuera uno de los favoritos de la mayoría, y Thor había insistido en repetir con Jane el vals de la Bella y la Bestia, completamente convencido de que ésa era su Bella personal.
Tampoco era muy raro que Nat se instalaba en donde estuviera para ver la balada de La Sirenita y se hiciera un bultito pequeño, pero ésa era otra historia.