...that gossamer thread

Jessica Jones (TV)
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...that gossamer thread
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Summary
La locura y el genio van de la mano, pero nunca tan cerca como en la sangre de Bruce Banner y Will Graham. Una conexión inesperada los encontrará uniendo fuerzas y sus mundos colisionando mientras un asesino en serie deja un rastro de sangre en los rascacielos de Nueva York...
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Chapter 21

Amanecía cuando Steve se cansó de dar vueltas en la cama, se puso su uniforme táctico con una casaca encima y subió al hangar, en donde al menos podía ahorrarle trabajo a Clint realizando el chequeo del quinjet. Era un proceso tedioso, aunque ayudado por JARVIS y programado para detectar cualquier posible falla o error en la ruta: chequeaba también el armamento, sus equipos e incluso que el stock de las barritas de cereal especiales para metabolismos acelerados/resaca post Hulk fueran suficientes ( eran tan hipercalóricas, una vez Pepper las había confundido con las suyas y había subido tres kilos en dos días)

Lamentablemente, alguien le había ganado el quien vive: una figura sombría en el asiento del piloto charlaba con JARVIS mientras sonaba Long Way to Love en los parlantes de la carlinga. Las comprobaciones decían 75% completadas: claramente quien había llegado antes, llevaba bastante rato.

Era Bucky.

- Tampoco podías dormir?- preguntó, apoyándose en el espacio entre los sitiales de pilotaje. Bucky lo miró con sobre el hombro, una manzana a medio comer sujeta en los dientes, mientras sus manos elevaban unas palancas en la consola. Asintió, y tras otra mordida a la manzana, se la alargó a Steve, que se la acabó, pepas y todo, en un santiamén.

- Nat diseñó un plan muy razonable, pero no me siento tranquilo. Por mucho que Lecter estè jugando al recién casado con Will, no creo que no sepa que íbamos a encontrarlos eventualmente. Después de su último número, no veo imposible que intente volar todo el pueblo o algo así para detenernos.-

- Hay que admirarle la obsesión.- dijo Bucky sombríamente.

- Ese hombre está enfermo, Buck. Más de diez años acosando a alguien que no quiere estar con él? Aunque lo aprecie? Es enfermizo.- Steve meneó la cabeza con disgusto, y revisó la caja de seguridad de la carlinga, antes de mirar a Bucky, que guardaba silencio.- Will ha tenido una vida difícil, y su don es atroz… no tengo duda que si sacamos a ese maldito villano del camino, en un tiempo Will recapacitará y tendrá una vida mucho mejor, Nat dice que esa doctora morena realmente lo quiere mucho…-

- Por Lenin, cierra la maldita boca, Rogers!- gruñó Bucky con tanta acidez que Steve dio un respingo. Bucky abandonó su puesto con brusquedad y se fue a revisar los lockers de cargo a cada lado del quinjet, abriendo de un tirón la el sello para revisar su arsenal personal. Steve, desconcertado, y ciertamente incapaz de mostrar tacto, fue detrás, las cejas fruncidas.

- No me digas que opinas que Lecter tiene derecho a lo que hizo…?-

- Ciertamente no tenía derecho a sacarte un pedazo de carne!- Bucky se veía realmente hirviente.- Y por supuesto que lo voy a hacer pagar por los platos que hizo de ti y de mí. El maldito monstruo tiene que pagar, y va a soltar a Will, aunque tenga que cortarle las muñecas.-

- Entonces?- Steve sonaba exasperado.- A qué viene esta rabieta?-

- No tengo porqué explicarte nada.- dijo Bucky severamente.- Si no te da el cerebro para entender porqué Nat está tan ambivalente en ir a capturarlo, no…-

- Es Nat lo que te preocupa? Porque se identifica con la pasión de Lecter por Will?- dijo Steve cruzándose de brazos.- Yo le habría dicho a Matt que perdía el tiempo, si esa es tu duda. Y además está equivocada. Ella puede sentir una pasión parecida, pero sin contar con que su objeto de amor no puede ser menos ambivalente, me la imagino pegándose un tiro antes de lastimar a Clint en lo más mínimo.-

El comentario pareció suavizar algo a Bucky, que asintió, los ojos aclarados, mientras desarmaba, aceitaba y volvía a armar una Uzi mejorada.- Nat tiene suerte de que él la quiera, tal como es.-

- No es suerte. Con todo lo que ha sufrido y todo lo que ha hecho para librarse de las sombras, Nat se merece el amor de quien quiera, él sobre todo.- Steve suspiró, antes de sonreírle a Bucky, una mano yendo a su hombro.- Igual que tú. Con todo lo que has pasado, todo lo que has superado… Buck, eres el más fuerte de todos. Te admiro y te quiero por ello.- musitó, sin soltarlo.- No sé porqué esto te ha alterado, pero si piensas que Lecter puede haber usado alguna de las técnicas de lavado de cerebro de HYDRA en Will o…-

- Es porque yo también soy como Lecter, Steve.- dijo Bucky en un susurro, y meneando la cabeza como si se maldijera por haber hablado de sus sentimientos por Steve, le dio la espalda, guardando sus armas.- Maldita sea, olvida que dije eso. Olvídalo. Y vete a desayunar, yo acabo esta cosa, vete y olvida esto, no tienes que decir nada al respecto…-

- … no fue culpa tuya, supongo.- dijo Steve en un hilo de voz. Sonaba como la peor de las pesadillas de Bucky: un Steve asombrado, medio nauseado, y tratando de fingir que la revelación de sus sentimientos no le producía rechazo, aunque era obvio.- Con todo lo que te hicieron, las circunstancias en las que estabas…-

- Steve, no tienes que decir nada más, simplemente olvídalo!-

- Y esas… tendencias han continuado, ahora? Quiero decir… recientemente, después de que dejaste a HYDRA…?-

Bucky no podía mirarlo: Steve parecía estarse sacando cada palabra con sacacorchos. Asintió, sin voz, preguntándose a sí mismo si acababa de arruinar todo para siempre, si Steve nunca más soportaría mirarlo sabiendo que lo amaba de un modo tan retorcido, si algún día podría perdonarlo, porque sonaba realmente disgustado y tratando de disimularlo.

- Bucky…- murmuró Steve, y había un contenido horror en su voz.- Dime… cuándo fue la última vez que… o sea… dime, a quién te comiste…?-

Bucky parpadeó y un segundo después se había volteado hecho tal viviente huracán de rabia que Steve, muy Capitán América sería, pero se cayó de culo al piso del quinjet y retrocedió, con Bucky hirviendo con la cara roja de ira.

 

- NO SOY UN CANÍBAL! STEVE, SERÁS IMBÉEECIL!-

 

- Está bien, está bien, ya entendí, baja la Uzi!-

- CÓMO CARAJOS SE TE OCURRE… ESO? PERO DE QUÉ MIEEERDA PIENSAS QUE ESTOY HABLANDO? –

- Pero… dijiste…- Steve se encogió cuando Bucky pareció echar chispas.- Okay, okay, pero a qué diablos te referías con ser como Lecter? Entendí mal! Lo siento!-

- Vete a desayunar fuera de mi vista antes de que te estrangule.- Bucky se cubrió la cara con la mano normal.- Por Dios, cómo me fui a enamorar yo de alguien tan RETARDADO?!-

- Qué dijiste?- la voz de Steve había perdido toda confusión y disculpa. No era la voz de Stevie, su explosivo, frágil, humorístico compañero de toda la vida: era la voz del Capitán América, la voz que estaba acostumbrado a que nadie jamás le discutiera, que daba órdenes inflexibles, que iba directo a lo que quería y se abría paso en la línea más corta y recta posible. Era una voz que no admitía réplica ni escondite.

Y cuando Bucky levantó la vista, vio con sobresalto a Steve mirándolo como miraba a los planes de combate, las bases enemigas que había que conquistar, los villanos que había que derrotar. Lo miraba con esa atención absoluta, que no dejaba duda de que el espacio entre su victoria y su voluntad era inexistente.

- Steve…- empezó Bucky, su voz agudizándose de sorpresa cuando su viejo amigo dio un paso, y luego otro empujándolo hacia la pared de los lockers. No parecía su viejo amigo. Había algo predador en sus ojos, y su boca endurecida parecía querer contraerse en un rictus o una sonrisa.

- Repite lo que dijiste.- ordenó Steve con firmeza. Bucky se recostó en el locker, enfrentándolo con cansada beligerancia.

- Ya se te olvidó? Estás viejo, Rogers, tu memoria ya fue…-

- Lo que ya fue, es mi paciencia.- dijo Steve con severidad, los ojos empequeñecidos al mirarlo de hito en hito.- James Buchanan Barnes. Mírame a la cara. Me estás diciendo que mi mejor amigo en todo el mundo, el hombre por el que daría mi vida, me ha mentido por años?-

- No era una mentira.- dijo Bucky con acidez.- Nunca ha sido un secreto que te quiero. Simplemente me callé los… detalles más escabrosos del asunto.-

Steve se enderezó, respirando hondo por la nariz, y sus ojos brillaban tanto que por un momento Bucky pensó que iba a darle un puñetazo. Pero lo que dijo, enunciando muy bien, fue:

- Cuando regresemos, tú y yo nos vamos a sentar con una cervezas, y vas a contarme todos los “ detalles escabrosos” que tengas en la cabeza. – dijo, al fin yéndose camino al desayuno en la Torre, dejando a Bucky en el quinjet.- Y antes de que siquiera lo dudes, no te pareces en absoluto a Lecter.-

- No?- dijo Bucky con acidez, viéndolo bajar por la rampla.- No me parezco al monstruo ese, que persigue con lujuria al único tipo que lo hace sentir humano?-

- No.- dijo Steve, y lo miró por sobre el hombro, antes de meterse en la Torre.- Porque el que te ha perseguido con lujuria soy yo, y cuando volvamos, lo vamos a hablar. En detalle.- agregó, la vista fija en Bucky hasta que las puertas del ascensor se cerraran. Cuando se fue, Bucky se tuvo que sentar y poner la cabeza entre las rodillas. Qué diablos había hecho?.

 

*************************

 

La primera nieve del año llegaba temprano al Iroquois, pero los árboles aún tenían sus colores otoñales, reflejándose en el lago en uno de los paisajes más bellos que Will jamás hubiera visto. Había algo que se sentía como un privilegio en tener esa vista en algo tan simple como una ida a comprar rápidamente unos shiitake en la tienda gourmet del pueblo, sin chistar porque Hannibal se había tomado con bastante gracia que Harley se comiera la porción que planeaba preparar esa noche. Will había alcanzado justamente a comprar antes de que Lauren, la dueña, cerrara por el día, probablemente atrasándola en sus planes con su tardía solicitud: por ello echó a su carrito también unas botellas de vino caro, una caja de quinoa y una elegante conserva de puerros simplemente para que la venta valiera la pena. Estaba cargando todo eso de regreso a la camioneta, caminando con la vista en el suelo por la presencia peligrosa de charcos congelados, cruzando el barroso estacionamiento vacío a la luz del atardecer, cuando oyó el llamado de un halcón, y levantó la vista, girando sobre sí mismo para encontrarlo. Allá arriba, más allá del atardecer lila y rojizo, había una mancha de cielo azul grisáceo, y algo se movía, muy lejos. Se pausó, entrecerrando los ojos, una mano enmitonada yendo a sus ojos para tratar de ver mejor, y finalmente sonriendo a su propia distracción, sujetó sus bolsas y volvió a apresurarse a la camioneta.

Apoyado en la puerta, las manos en los bolsillos de una abultada parka azul, estaba Bruce.

La respiración de Will lo abandonó en un jadeo, e instintivamente miró alrededor, pero parecían ser los únicos dos seres vivos en todo ese estacionamiento. A no ser que ciertos asesinos se hubieran encaramado en los robles al final del espacio encementado, bordeando el camino.

 

Probablemente.

 

- Hola, Will. Te ves bien.- dijo Bruce, su voz muy calmada. Apretando la mandíbula, Will dio unos pasos, abrió el pick up, metió sus compras de cualquier modo, y se volvió a Bruce, que seguía allí, apoyado en la puerta del conductor.

- Tus amigos están destruyendo mi casa en estos momentos y llevándose a Hannibal?-

- No.- dijo Bruce, negando con la cabeza.

- Después de lo que hizo? Imaginaba que iban a querer que la Black Widow le sacara una compensación del cuerpo.-

- Will…- dijo Bruce en voz baja.- Qué crees que estás haciendo?-

- Cenar con Hannibal, si no me he atrasado tanto que se haya hartado y esté cocinando a Harley.- Will sacó las llaves de su bolsillo.- Es mejor que finjamos que nunca me encontraste, te parece?-

- No puedo hacer eso.-

- Porqué no?-

- Ese hombre te secuestró. Y tiene que pagar por sus crímenes.- dijo Bruce con dureza, pero se suavizó al mirarlo.- Will, sinceramente…?-

Will se frotó los ojos.- Maldita sea, Bruce. No hagas preguntas que no quieras que te conteste.-

- Necesito saberlo.-

- Bruce…- Will se mordió los labios, y por un momento, en vez de exasperación, Bruce vio temor en ojos humedecidos.- No quiero más sangre. No quiero más… horror. Por favor, váyanse.-

- Me diste un hermano y ahora me lo quitas?- dijo Bruce con voz ronca.- No me pidas que te deje con él. Acabarás muerto de una forma u otra. – acabó, sujetando su manga.- Will, eres la única familia que tengo. –

- Tienes una familia de dioses y héroes. No me necesitas a mí y mis sombras.- dijo Will bruscamente, apartándose.- Déjame con mi monstruo y váyanse…-

- No me dejes a mí solo con el mío.- murmuró Bruce, y Will apretó los puños, antes de distenderse en una sonrisa amarga.

- No, si es que ustedes son puro descaro… duermes con el mercader de la muerte, desayunas con un trío de asesinos y haces puzzles con el soldado que invadió Normandía solito, pero a es aquí que trazas la línea…-

- Se te olvidó el monstruo irradiado que ha convertido inocentes en pulpa.- dijo Bruce con firmeza.

- Tomas té con el Winter Soldier, pero Hannibal…-

- No son sus crímenes, por horribles que sean, lo que hace que no pueda simplemente irme.- declaró Bruce. Will lo miró de hito en hito, y luego cerró los ojos, levantando el rostro al cielo.

- Ahora soy el peluche que se pelean Hannibal the Cannibal y Hulk. No hay premios por saber cómo va a acabar el peluche.-

- Vuelve con nosotros. Con nosotros estás seguro.- dijo Bruce, voz enronquecida.- No dejaremos que vuelva a tocarte, que…-

- Es un poco tarde para eso.- dijo Will con sequedad. Bruce lo miró a la cara, y sus ojos se volvieron totalmente verdes: Will estaba seguro que un momento luego, un monstruo verde iba a agarrar la camioneta y darle con ella. Pero Bruce avanzó unos pasos, agarró un poste de parking lot, y lo dobló con las manos como quien recoge una manguera, antes de arrojarlo a varios metros, al bosque, acezando.

Hubo un silencio tenso, y de pronto Will no pudo soportarlo. Bruce estaba allí de pie, y parecía irradiar furia y frustración, de un modo doloroso, amargo. Tenía el poder de un ejército completo y no podía hacer nada con él. Y toda esa angustia, todo ese odio… era porque lo quería. Sí, lo quería. No como Hannibal, con posesión y sombras y cadenas. Bruce lo amaba como amas a algo a lo que no le pides nada excepto el privilegio de amarlo: una planta, un animalito, un bebé. Lo amaba sin esperar nada de él, excepto que lo dejara salvarlo.

Will avanzó, y sujetó el cuerpo acezante de Bruce, sintiendo la rigidez anormal de sus músculos, el odio manteniendo a Hulk en el mismo borde.

- Dame hasta el sábado.-

- Qué vas a hacer?-

- Déjame convencerlo que huya. Luego…-

- Te va a matar. O vas a desaparecer con él y nunca sabré si te ha matado…-murmuró Bruce, sus hombros tensos. Will apoyó la mejilla en la suave parka.

- No puedo dejar que lo maten.- dijo Will despacio.

- Lo amas? No es sólo síndrome de Estocolmo? Lavado de cerebro? Lecter trató con HYDRA y en la URSS estaba el Red Room, quién sabe si aprendió…- alegó Bruce con furia.

- Acaso importa, francamente?- susurró Will contra su hombro. Bruce le acarició la mejilla, volviéndose para abrazarlo: abrazarlo estrecha, posesivamente: y por un instante Will cerró los ojos, inhaló el aroma de su hermano mayor, que parecía calmarlo de un modo subliminal, atávico. Cuando apretó a Bruce contra sí, los ojos cerrados, era con una sensación tan diferente a Hannibal. En Bruce habían aristas, heridas, que al acercarte podías lastimar y hacer sangrar, pero nada que quisiera herirte a ti. Hannibal, en cambio…

- Will…-

- No es primera vez que tengo que engañarlo.-

- La última vez acabaste con un cuchillo en las tripas.- dijo Bruce con un suspiro, acariciándole el pelo. Will frunció las cejas mirando el cielo: ya había oscurecido. Hannibal debía estar a minutos de venir a buscarlo a él y a los shiitake, probablemente para freírlos juntos por la tardanza.

- Si, bueno, tendré más cuidado esta vez. Ahora lárgate. Sábado a la medianoche, en la pista de aterrizaje del Iroquois Inn. –

- Ven conmigo ahora. Si se da cuenta, te matará. Y si desapareces de nuevo…-

- Ya te he dicho que ahí estaré, ahora vete, porque tengo que encontrar un perro.-

 

***********************************

 

- Me imaginaba que era algo peludo y amoroso lo que te había distraído.- dijo Hannibal airosamente, apoyado en la cortina de la ducha, mientras Will sentado en el piso espulgaba y bañaba a un perrazo enorme, increíblemente sucio, que debía haberse revolcado en algún ciervo muerto, porque su olor era increíble. No estaba flaco, pero tenía notorias marcas de tiña y el agua se había puesto negra de pulgas al comienzo. Sin embargo, debía haber sido de buena raza: tenía piernas musculosas, y habría pasado por una mezcla de husky y gran danés, y era sumamente dócil. Hannibal lo había visto cerca de la oficina de correos un par de veces, siendo alimentado por los carteros: pero suponía que había sido cuestión de tiempo a que Will y él se encontraran.

- Me demoré menos de media hora en meterlo a la camioneta, es todo un record. Ve a vigilar tus hongos, Roscoe y yo bajaremos un momento para que le demos una buena cena y conozca a los demás.-

- Puedo pedir que dejes la ducha de invitados rociada con cloro?-

- Ya me sorprendía que no lo pusieras con nosotros dentro.- Will esbozó una sonrisa traviesa y dura, mirándolo a los ojos. Hubo una chispa en los ojos de Hannibal, mientras el perrazo se volteaba para lamer toda la cara de Will de una sola pasada de una lengua del porte de un plato de postre.

- Como ya has descubierto, Will, soy un hombre muy paciente.-

 

***************************

A pesar de la demora de la cena, el risotto y los crujientes hongos empanados estaban deliciosos. Mientras cenaban, podían ver por la ventana del comedor a Harley y los demás rodeando a Roscoe con interés, entre lamidas y olfateadas de cola: Will se rió cuando los perros más pequeños derribaron a Roscoe con un travieso amago de pelea y el gigante se conformó con echarse ahí y lenguetear al que se pusiera a tiro. Hannibal se levantó en un momento para traer los postres de fruta en flan, y al mismo tiempo que colocaba los platitos en la mesa puso una toalla de mano enrrollada en el cuello de Will, sujetando ambas puntas y de repente, pasándola bajo el mentón de Will y cruzando los extremos en su nuca.

- Tu pelo… está goteando. No quisiera que te resfriaras.- dijo, la toalla rodeándolo apretadamente, las puntas aún en sus manos.

- Gracias.- dijo Will con total tranquilidad, como si no bastara un tirón para partirle el cuello.- Pero sé que es porque eres un germen fóbico, te he visto hervir hasta los moldes de silicona de tus postres…-

- No veo el placer en enfermarse.- dijo Hannibal al desgaire, y soltándose, fue a su asiento para paladear el exquisito postre.- Abrimos un Chateau? Merece la pena celebrar a nuestro nuevo miembro en la familia.-

- Tenemos mucho espacio.- dijo Will, mirándolo de reojo.- si te molesta puedo buscarle otro hogar mejor, pero…-

- Normalmente, cuando le traes un nuevo miembro a la familia, los caballeros solían regalarle una gema por cada nacimiento a sus esposas. Qué te gustaría, Will?- dijo Hannibal ignorando el comentario.

- Me vas a * premiar* cada vez que traiga un perro nuevo? Estás seguro de que es el mensaje que quieres enviar?- dijo Will asombrado, su platito ya vacío. Hannibal le alargó otra porción del dulce.

- Celebro que hagas cosas que te hagan feliz, Will.- dijo Hannibal con sinceridad, antes de mirarlo fijamente.- Es posible, que ya que Roscoe es el primero que adoptas mientras vivimos juntos, resulte ser mi favorito.-

Will quiso hablar y no pudo: pero su silencio no pareció molestar a Hannibal, que ordenó la cocina y lavó los platos mientras Will alimentaba y encerraba a los perros en su canil antes de volver a secar los platos y guardarlos. Era algo doméstico, simple, y ya se conocían lo suficiente para que tras ese ritual Will sirviese dos pequeñas copas de algún destilado dulce, y los dos se acomodaran a leer un rato frente al fuego antes de irse a la cama. Pero esta vez, en vez de empezar una charla o buscar un libro, Will esperó a que Hannibal hubiera guardado la última porcelana, y luego fue y lo abrazó por detrás, estrechamente, apoyando el rostro en su nuca, inhalando su pelo. Hannibal era muy exigente con su aftershave, su colonia y las esencias con las que planchaba su ropa: suponía que dado su sentido del olfato, otra cosa era tortura. Pero aunque alguna vez había fantaseado que quizá, como al protagonista de El Perfume, Hannibal no olía a nada bajo su cuidadosa toilette, como algo inhumano y anormal, ya sabía que no era así. Hannibal usaba un jabón muy neutro y un shampoo increíblemente caro de caléndula: pero bajo eso, el aroma de Hannibal, que sólo se hacía patente después de un realmente agotador ejercicio, de un asesinato o del sexo, era suave y denso, algo carnal con un toque dulzón que te hacía pensar harina de trigo horneada o semillas tostadas al fuego.

Nuez, quizá, era lo más cercano que Will podía imaginar: no era un experto como Hannibal con su nariz. Pero sabía que podía reconocer ese aroma ahora incluso en sueños.

- Nunca me has dicho a qué huelo para ti, normalmente, quiero decir.- susurró apoyando la nariz entre sus hombros. Hannibal no se volvió, pero apoyó sus manos tibias por el agua caliente y la espuma con la que lavar los platos en las suyas, en su cintura.

- Perro.-

- Gracias, Hannibal.-

- Pescado recientemente destripado.-

- Eres realmente la mar de romántico.-

- Ese aftershave horroroso que no me dignaría a usar para limpiar los focos del auto.- continuó Hannibal.- E indeciblemente, Head’n Shoulders.-

Will estaba remeciéndose de risa.- Tengo suerte de ser bonito, verdad?-

- No he terminado.- dijo Hannibal, y sus dedos se entrelazaron con los suyos, atrapándolo a su espalda efectivamente. Hannibal tenía manos grandes, pero eran de dedos muy largos y palmas estrechas: las de Will eran anchas y recias, y por eso, cuando Hannibal apretaba así sus dedos entre los suyos, era como una presa, los dedos centrales de Will cazados en el espacio insuficiente entre los de él.- Hueles a las primeras hojas secas de otoño, ese aroma dulce de los arces. Un deje de las páginas de un libro de al menos un siglo en papel biblia, a pétalos de jazmín atrapados entre las páginas. Y sobre todo, este espacio…- agregó Hannibal, al fin volteándose, para hundir la nariz en la sien de Will, en su pelo.- … huele a algo que no tiene comparación, y que sólo eres tú… pero es algo que me hace anhelar saborearlo más que ninguna otra cosa que haya probado…-

La intensidad de la voz de Hannibal hizo que Will lo atrajera a su boca inmediatamente, el deseo como una rendición familiar y sencilla. Incluso la adicción a cosas tan destructivas como el cutting o el crystal meth tienen su lado prosaico: después de años de abuso, el inyectarse, cortarse, matar incluso, son cosas tan cotidianas como el pan del desayuno, algo que apenas toma un pensamiento. De la misma forma Will había perdido toda capacidad para resistir la llamada de la voz de Hannibal, y lo sabía: y los dos abandonaron sus planes habituales para subir la escalera a tropezones y continuar besándose en la puerta de su dormitorio, en donde no perdieron tiempo en desvestirse eficientemente, aunque Will aún tenía la camisa colgando de los brazos y Hannibal tenía puestos sus pantalones de gabardina desabrochados cuando rodaron por la cama. Se besaron con pasión, con hambre: pero parecían estar extrañamente desemparejados esta vez. Ya se habían amado con furia posesiva, con lenta ternura, o con onírico abandono: pero mientras Will besaba su cuello, sus hombros, con ansiosa voracidad, sus muslos tratando de aprisionar uno de los suyos, friccionándose sin vergüenza contra él, Hannibal parecía extrañamente apreciativo, reluctante. Sus grandes manos sujetaban a Will, acariciando lentamente sus manos, sus mejillas, su pecho, sin dejar de devolverle sus besos, pero sin seguirlo en el precipicio de deseo en donde Will se debatía. Finalmente, con un gemido de frustración, Will usó todas sus fuerzas para voltear a Hannibal de espaldas, y se sentó en su cintura, arrancándose la camisa con un gruñido y deslizando manos codiciosas por sus costados.

- Te… necesito…- murmuró en un jadeo, bajando la cabeza para que sus manos y boca llenaran el pecho de Hannibal de marcas enrojecidas. Hannibal, que lo miraba con ojos entrecerrados, sólo habló cuando la boca de Will estuvo sobre su corazón.

- Quieres poseerme, Will?-

- Ya te poseo.- dijo Will con feral seguridad.- Pero si me estás ofreciendo que te sodomice, claro que quiero.-

- Te gusta lo rupturista de esa palabra, una vez castigada con cárcel o la muerte? Te gusta su inherente aroma a pecado y concuspicencia, mi Will?-

- Lo que me va a gustar es hacerte gritar mientras elucubras un poco más de filología.- dijo Will, su aspereza sonriente y punzante mientras se movía adelante sobre el cuerpo de Hannibal, hasta apoyar sus rodillas en las axilas de su cautivo y empujar su pelvis contra su rostro sin timidez, apoyando las manos en la ornada cabecera de la cama.- Ahora, traga esto.-

Hannibal no se resistió en absoluto: antes bien al contrario, a pesar de su sumisa posición, su boca participaba con más que ansia en el acto sexual. Había algo prohibido, algo transgresor en poner la parte más íntima de su cuerpo entre los dientes de alguien que había comido la carne de otros intencionalmente: y que esa misma boca dedicara toda su experticia, que no era poca, a darle el máximo placer que pudiera, era tan erótico como la lengua pulsando en la gruesa vena palpitante, en el dorso de su miembro. Will se movió contra su rostro, ahí de rodillas con los brazos arqueados y tensos sosteniéndolo contra la cabecera de la cama, y con empujes flojos, sibaritas, onduló gozando ese húmedo y dispuesto agujero sin importarle si asfixiaba a Hannibal o si llenaba demasiado su garganta.

Con los ojos cerrados, la cabeza echada atrás, Will se meció con deleite, transpiración perlando su espalda y pecho, en donde las manos de Hannibal lo acariciaban mientras continuaba succionando fielmente: y cuando los gemidos de Will se agudizaron y se movió con más brusquedad, los músculos de su vientre contrayéndose, las manos de Hannibal lo empujaron más contra sí, invitándolo a buscar su placer en el fondo de esa garganta…

- No, ya me ofreciste otra cosa…- dijo Will con fingida severidad, arrancándose con un esfuerzo de esa boca demoníaca y las manos seductoras.- … quiero verte de rodillas, Hannibal…- musitó. Había crueldad en sus manos cuando sujetaron el rostro de su amante, oprimiendo los pómulos agudos entre sus manos, sus pulgares yendo a presionar los labios finos ahora enrojecidos e inflamados por su abuso. Hannibal se veía mucho más joven así: y ver su poderoso cuerpo seguir sus órdenes hasta tenerlo arrodillado en el pecho, la cabeza baja, los muslos separados dócilmente era inherentemente prohibido, imposible. Las manos de Will acabaron de desvestirlo sin ninguna suavidad: parecía un cazador despellejando su presa, impersonal, brusco. Hannibal no se movió, no se resistió ni aún cuando Will lo arrastró del cuello al borde de la cama, y de pie, atrajo su mentón a su bajo vientre, haciendo que lo mirase hacia lo alto, las uñas de sus pulgares bordeando sus ojos.

- No deberías amarme así.- dijo Will con voz ronca, clavando las uñas en la carne. Hannibal cerró los ojos, pero no se movió, y apoyó la sien en el vientre palpitante de Will, aún tan cóncavo a pesar de toda la buena comida que había intentado darle: y olió su carne, su excitación, su amargura toda a la vez, aún mientras Will, ebrio de su poder sobre él, trazaba una línea blanquecina con su pene erecto y goteante sobre el cuello de Hannibal.

- No has comprendido aún que ni tú ni yo tenemos verdadera elección en todo esto, mon liebe. Llámalo entropía, sinergia, el canto del abismo… a ti y a mí nos arrastra la misma corriente…- susurró Hannibal, antes de murmurar algo en un idioma que Will no entendía. Con ojos contraídos y mandíbula apretada, Will rodeó la cama, y arrodillándose tras él, asegurándose de acomodar sus muslos estrechamente entre los suyos, alargó una mano, lo sujetó del pelo y lo hizo sentir la amenaza de la cabeza de su pene enhiesto apoyado, quemante y húmedo, en el esfínter aún no preparado.

- Qué dijiste? Repítelo. Repítelo para mí, ahora.- dijo Will con voz firme, y sin soltarle el pelo, usó dos dedos de su otra mano apenas lubricados para dilatarlo con brusquedad eficiente. La voz de Hannibal se quebró un momento, pero su dominio de sí era admirable, aún mientras Will lo violaba con los dedos hasta la raíz del pulgar.

- “el amor fluye y cambia como el río, pero no se detiene, porque al d-detenerse se enturbia y envenena: y corre rápido y alegre, poderoso y oscuro, o… oh… o violento como una cascada, pero puede c-ca-calmar tu sed o ahogarte…”-

- Pésimo poema.- jadeó Will: había logrado forzar la cabeza de su miembro, que aunque no especialmente ancho era bastante largo, en Hannibal, y había trasladado ambas manos a sus caderas para sujetarlo bien.- Quietos nos envenenamos el uno al otro, es eso?-

- En lithuano suena mejor.- tosió Hannibal cuando Will se empujó inexorablemente hasta el fondo, haciéndolo empuñar las manos en la colcha y emitir un gemido sin importar cuánto dominio tuviera sobre sí mismo. Will, sujetándolo orgulloso como quien sostiene las riendas del pura sangre que monta, flexionó las caderas y descubrió todos los dientes en una sonrisa cuando sintió el roce de la próstata de Hannibal y su amante jadeó su nombre en un suspiro.

- Te voy a mostrar mi versión del río, Hannibal.- musitó, antes de aferrarlo y proceder a follárselo con cuanto poder y violencia ocultaba el cuerpo esbelto, pero duro como un látigo, de Will. Hannibal se aferró a la cama y hundió la frente en la colcha un momento, pero la mano castigadora volvió a su pelo y lo obligó a alzar el rostro, a no ahogar ningún sonido aún mientras Will se sacudía con una ferocidad animal encima suyo. Podía sentir humedad que debía ser roja en los muslos: una gota de sangre resbaló por su sien, hasta la comisura de sus labios, en donde las uñas de Will se enterraban en su escalpo.

No podían durar mucho: no había forma de que ni tan poseído como parecía estar Will, pudiera mantener ese ritmo inhumano mucho rato; pero fue el suficiente para que saliera la luna, y por unos momentos iluminara sus cuerpos frenéticos, convirtiendo el brillo del sudor en blanco perlado, las sombras en tinta pura. Había furia, y negación, e indecible placer cuando Will se arqueó atrás y emitió sonidos animales mientras se corría enterrado en la carne de Hannibal: y como si esos sonidos fueran un antiguo encantamiento, el asesino también estalló en una convulsión brusca y dura, al fin desplomado en las sábanas estremeciéndose. Su atacante se desplomó sobre su espalda, lacio como un cadáver: y Hannibal tuvo que maniobrarlo como a uno, haciéndolo rodar a un costado para al fin poder tomar en sus brazos el cuerpo jadeante, deshecho, palpitante de Will Graham, cabeza caída atrás, brazos abiertos, cuello expuesto a él como un ciervo herido. Hundió la cara allí, pero en vez de morder, inhaló, los dos jadeando al mismo ritmo: y cuando los brazos de Will rodearon su cuello y se apretaron contra él, hubo un gemido silencioso y lo sintió llorar sin sollozos, sin ruido, meciéndose abrazados mientras Hannibal lo sostenía como si fueran una sombría Pietá.

La luz de la luna se desvaneció un rato luego: sólo cuando la luz se fue y volvió la oscuridad Will fue capaz de calmarse, y apartándose de Hannibal se sentó al costado de la cama, desnudo como estaba, dándole la espalda. Hannibal podía ver en la penumbra la blancura de su espalda, las diminutas perlas de sus vértebras como puntos claros. Si Will se hubiera vuelto, habría visto a Hannibal extendido como una de sus víctimas, o como un Hombre de Vitrubio, tendido en sábanas que parecían extrañamente decoradas con flores pinceladas, y que no eran más de manchas de sangre.

- Hay algún país en Europa en donde pudieras estar seguro?- dijo Will en voz muy baja.

- Hay varios en donde aún poseo recursos no desdeñables. Pero infiero que todo depende de cuánto tiempo de gracia haya tenido a bien brindarte Bruce Banner.-

Hubo un silencio, y Wil se frotó la frente.- Sabías. Por supuesto que sabías. Para qué pierdo mi tiempo en tratar de engañarte? Pensé que el olor de Roscoe evitaría que olieras a Bruce en mí...-

- Lo has hecho antes, mejor que nadie. Es fácil creer mentiras que quieres creer.- dijo Hannibal, aún mirando el techo.- Pero nunca más podrás mentirme, Will. Ahora que te he visto ser completamente sincero, sé exactamente de qué color es el fondo de tus ojos. Ningún subterfugio ni máscara podrá engañarme de ahora en adelante.-

Will emitió una breve inspiración, que era una risa desprovista de humor. Sentado allí en la luz azul de la noche, dándole la espalda, empuñó las manos en la sábana, mordiéndose el labio, los ojos húmedos parpadeando, mientras que Hannibal seguía inmóvil.

- Tienes que irte.- murmuró. Cuando Hannibal no respondió, giró el rostro para mirarlo. Los ojos del asesino eran muy oscuros, mirando el techo estucado, quieto. - Hannibal, no puedes pelear contra todos los Avengers. Y no quiero que te maten.-

- Imaginaba que vendrían a buscarte algún día.- dijo él sin volver a vista a Will.

- Yo los contendré, si huyes. Trataré de convencerlos que te dejen en paz. Pero si huyo contigo, nos van a seguir. Siempre. Y dónde podríamos ocultarnos de ellos para siempre? – la voz de Will sonaba razonable, seria. Pero no se condecía con sus ojos húmedos.

Hannibal continuó en silencio, y al fin Will se giró completamente, para mirarlo allí de espaldas, desnudo y quieto, los anchos hombros reposando en las sábanas salpicadas de rojo.

- No quiero que te maten. Si te matan delante de mí, no podría… no puedo… no lo permitiré. Eso no. Hannibal, por favor.- suplicó con aspereza. Hannibal giró la cabeza para mirarlo, y sus ojos eran inmóviles como los de una serpiente.

- Has sido feliz conmigo, ahora, Will.- aseveró. No era una pregunta. Will apretó los labios, pero dos lágrimas al fin escaparon de sus ojos, y asintió espasmódicamente, incapaz de hablar. Hannibal se incorporó en un brazo, y rodeando el cuello de Will con el otro, lo atrajo, para lamer los dos surcos de lágrimas, lentamente. Will se estremeció, y hundió la cara en su cuello: las manos de Hannibal fueron juntas a envolver su cara, apretándolo.

- Hay un modo de que no puedan alcanzarnos.- dijo Hannibal en un susurro. Will lo miró, sorprendido, y luego sus ojos se entrecerraron y oscurecieron. Se sentó, las piernas cruzadas, y su mano fue al pecho de Hannibal, sintiendo los firmes latidos. Asintió, tras una pausa. Se tendió de costado, y como si temiera lastimarlo con el contacto, muy delicadamente se acurrucó contra su costado, el oído contra sus costillas, y cerró los ojos.

- Cómo quieres que muramos?-

- Ah, mi adorado Will.- dijo Hannibal despacio, moviéndose al fin para rodearlo con el brazo, apoyando los labios en sus rizos.- Era esta tu angustia? Por eso querías castigarme, por el dolor que te provoco al traicionarme y abandonarme…?-

- No quiero que te maten!-

- Pero no pareces asustado de morir conmigo.-

- Es… mejor que perderte.- dijo Will con un encogimiento de hombros, e inspiró su pecho, su brazo rodeando la cintura de Hannibal con terquedad.- No es eso lo que sugieres?-
Hannibal le besó el cabello, y se giró de costado hasta que sus cuerpos estuvieron alineados de pies a cabeza, sus frentes unidas, su calor mezclado. Will apartó las sábanas a patadas impacientes y lo rodeó con brazos y piernas, apretadamente, un jadeo en su aliento, pero el rostro de Hannibal era tranquilo al cubrir su cara de besos, como si quisiera memorizarlo con los labios.

- No hablaba de un doble suicidio, mon liebe.-

- Hm? No?- dijo Will desorientado tras tantos besos, sentándose en la cama confuso cuando Hannibal lo dejó para ir a recoger su bata, observar la luna ponerse desde la ventana y echar a andar rumbo al baño en suite, que alojaba un ducha de cascada muy sibarita.- No entiendo… qué sugerías entonces?-

Hannibal recogió su toalla de baño, y Will lo oyó preparando la ducha.

- Un homicidio séxtuple.- resonó su voz entre la caída de agua. Will se quedó boquiabierto, antes de saltar de la cama, y seguirlo desnudo, quedándose quieto en umbral del cuarto en baño, mirando a Hannibal asearse eficientemente.

- No puedes matar a los Avengers.-

- Todo lo que está vivo, puede morir.- musitó Hannibal, antes de continuar.- Y con el paso de los eones extraños, hasta la muerte puede morir.-

- No me cites a Lovecraft. Es una locura.-

Hannibal tomó su mano y lo atrajo a la ducha, empujándolo a asearse también, dejándolo tras unos momentos. Will ni siquiera sabía si se había quitado el shampoo del pelo o no cuando salió de la ducha, desconcertado viendo a Hannibal vestirse como para hacer deporte a las cinco de la mañana, retirando las sábanas sucias y colgando urbanamente su toalla a secar.

- Qué estás haciendo? Te vas? Hannibal, no puedes pelear contra los Avengers. Quizá, si no tienen un motivo para seguirte…-

- Si te suicidas, me perseguirán con más motivo y avidez.-

- No quería esto.- musitó Will, meneando la cabeza.- Maldita sea, Hannibal. Huye. Rogaré si es necesario. A ti, a ellos, a quien sea, pero no quiero más sangre, no más…-

Hannibal lo miró un momento, desapasionadamente, pero luego se acercó y lo besó como si pudiera devorar su angustia, quitársela y quedársela en su propio cuerpo. Luego, esbozó una diminuta sonrisa.

- Vístete, mon liebe, y ponte algo abrigado. Luego, lleva a tus mascotas al canil al comienzo del bosque, para que estén tranquilas.-

- Porqué?-

- Porque Bruce Banner también te conoce y sabía que estabas mintiendo.- dijo Hannibal, serenamente.- Lo más probable es que estén aquí al amanecer.-

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