...that gossamer thread

Jessica Jones (TV)
M/M
G
...that gossamer thread
author
author
Summary
La locura y el genio van de la mano, pero nunca tan cerca como en la sangre de Bruce Banner y Will Graham. Una conexión inesperada los encontrará uniendo fuerzas y sus mundos colisionando mientras un asesino en serie deja un rastro de sangre en los rascacielos de Nueva York...
All Chapters Forward

conjoined

Cuando volvió en sí, no tenía ni frío, ni calor. No estaba incómodo, ni había dolor. Estaba tendido en algo blando, y por un momento se imaginó de regreso en esa cama con dosel amarillo, pero había una fuerte luz sobre él, y no tenía nada encima. Tampoco ropa: estaba completamente desnudo. Su piel se sentía tibia y levemente cosquilleante, como si le hubieran aplicado alguna crema o aceite.

No podía mover un músculo más que los párpados y los labios. No podía hablar. Su cabeza estaba apoyada en algún tipo de almohadón, y cuando bajó la vista, pensó que iba a perder la cabeza, y en cómo te ríes en histeria cuando no puedes mover los labios.

Hannibal, con un estiloso traje formal artísticamente desordenado de un vivo rojo bordeaux, estaba de pie al final de la plataforma en donde Will estaba acostado, que no era ni una mesa ni una cama, alta y suave. Manteles de un rojo intenso estaban extendidos bajo él, y su cuerpo paralizado, perfectamente aseado, la piel brillante, estaba desnudo a la luz, pero cubierto de… cosas.

Bocados.
Will sabía que esta perversión existía en bellas chicas orientales, y que tenía un nombre, pero ver que Hannibal lo había convertido en una bandeja de canapés lo hizo cerrar los ojos y desear morirse de una vez.

- Mi mejor arte, para ti.- dijo Hannibal en voz baja.- Todos los platos que pueblan mis recuerdos. Todos los días que me trajeron a ti, Will. Aquí en tu pie, el postre de semolina y naranjas que me daban cuando era niño.- dijo despacio, inclinando la cabeza y tomando con boca y lengua un cubito color crema que descansaba sobre los dedos del pie derecho de Will. Lo paladeó, mordiscando la piel debajo, acariciándola con la lengua. No dejaba de mirarlo, y tenía las pupilas tan dilatadas.

Will logró hacer un ruido de protesta, que no logró ser una palabra. Hannibal hizo un sonido en respuesta, y le acarició la rodilla, trazando el hueso debajo.

- Puedes odiarme, u horrorizarte. Will, me tomó tanto tiempo entender. Tanto tiempo perdido. Tuve que empujarte a tus límites absolutos, en donde me elegiste junto a la muerte, como una opción última. Debí haber entendido, haberte evitado tanto sufrimiento, monliebe.-

El bufido de Will decía claramente “mátame”. Pero había una curiosidad despreciativa en sus ojos, de “Qué carajos crees que entiendes, que tengo vocación de plato?”

- Will, en ti existe el predador, el hambre de la caza, esa inmensa empatía que puede entenderme incluso a mí.- dijo Hannibal, bajando el rostro de nuevo, y tomando una bolita pálida en entre los dedos del pie izquierdo - Castaña. Lo único que podía comer, asadas en fogata, mientras huía por los bosques en Lithuania- Hannibal la paladeó concienzudamente, antes de continuar.- Tus deseos asesinos, tu culpabilidad… vienen de tu empatía. En el fondo, muy en el fondo, deseas ser la presa, no el predador.-

Will hizo otro sonido de “ bullshit!”

Hannibal tomó en la boca un diminuto sándwich de miga y pasta de mostaza con carne picada de su rodilla derecha.- Mis años de estudiante, en París.- suspiró.- Ah, Will. No comprendes que nunca eres más feliz, nunca descansas igual, que cuando no ves salida? Siempre que te enfrentas a la muerte lo haces como a una vieja amiga, sin lucha, con la resignación del herbívoro. Sólo luchas por otros. Por ti, cuando todas las puertas se cierran, cuando llegas al fin de todos los caminos… sonríes. Te liberan de todas las decisiones, de todas las responsabilidades, dejando esas preocupaciones al destino, la vida y los predadores que te rondan. He visto la paz en tus ojos, cada vez que te he tenido en mi poder.- musitó, rodeando el display, decorado con liliums blancos y tulipas rojas, que parecían de cera en su perfección.- No es muerte o extinción lo que quieres, sólo paz. Y por eso, yo tomaré la carga de las decisiones, te liberaré de todas las culpas esta noche, amado Will.-

El sonido que hizo Will era ahora ronco, torturado; podría haber sido un gemido, de furia, rendición, u odio. Igualmente, Hannibal se inclinó sobre su rostro, y tomó con los labios unas moras aplastadas en la clavícula izquierda de Will, lamiendo el jugo despacio hasta limpiar por completo la piel pálida.

- Mis días como refugiado en Kosovo, rapiñando en los campos para poder comer.- agregó, abriendo ojos grandes, tan líquidos.- Ha sido tan largo el camino hasta ti, amor mío.-

Los ojos de ambos se encontraron, y cuando Hannibal acercó la cara, Will inspiró fuertemente, el rostro tenso, pero no luchó contra el paralizante para alejar su boca de la suya. Inesperadamente, Hannibal no lo besó: su boca fue a la otra clavícula, en donde empezaba un trazo que parecía de tinta, y acababa en una delicada flor de papel apoyada en el pezón de Will, imitando un diminuto clavel junto al pequeño botón de carne castaña.

Will emitió un gemido cuando una lengua enérgica lamió esa tinta, hasta llegar al pezón y limpiar la zona con diligencia, para tomar en los labios finalmente la flor y devorarla masticando despacio.

- Mi tía Murasaki, Will Durant, mi herencia oriental… salsa de calamar y papel de arroz y langosta. Los pétalos de langosta prensados en el papel siempre me han recordado el sonrojo de la pasión amorosa en la piel blanca… siempre me he preguntado si del mismo modo tan deliciosamente ansioso en que tu mente responde a mi voluntad, tu cuerpo respondería igual…-

- Sabes…- dijo Will con esfuerzo, los ojos en el techo mientras Hannibal continuaba estimulando su pezón con una lengua insistente.- … Hace cinco años, habría estado encantado de saber que tu interés en mí tenía esta explicación y ya.-

- Mm?- Hannibal apoyó el mentón en su pecho, sus dedos yendo a continuar con más firmeza tironeando el pequeño bultito oscuro.

- Me pasé tanto tiempo… tratando de entender qué me veías, a qué venía tanta… jodida… amabilidad…- Will tosió, sus cuerdas vocales revividas resecas.- el porqué…- tosió de nuevo. Hannibal extendió un brazo, y hundió los dedos en un pequeño bol a un costado, antes de llevarlos goteantes a los labios de Will, y dejar que las gotas mojasen su lengua. Hubo una pausa, el deseo de Will de rechazarlo patente: pero la sed ganó, y succionó la mezcla de limón, soda y miel de sus dedos varias veces, su lengua trabajando. Hannibal repitió la acción de sus dedos hábiles en los labios húmedos hasta que Will bebió suficiente, y luego deslizó los dedos por su mentón y garganta, lamiendolos restos de líquido con la lengua, sus dientes rozando la marcada nuez de Adán bajo la piel tan fina como el papel de arroz…

- Pensabas que te deseaba, Will?- murmuró, y había un contraste seductor entre su voz serena y la voracidad de sus labios.

Will emitió una de sus risitas amargas, pero había un leve jadeo en su aliento.- Fui suficientemente engreído para pensar que yo te gustaba. Pero pensaba que te gustaba mi cuerpo para acostarte con él, no para servirlo con huevos y orégano!-

Hannibal se encuclilló detrás de él, y Will sintió cómo, fuera de su vista, Hannibal hundía su rostro en su pelo. Había algo animal en la forma en que lo olfateaba, en que frotaba su mejilla contra el hueso de su coronilla, inhalándolo como si a través de su escalpo pudiera oler su cerebro, sus pensamientos…

- Will.- musitó en su pelo.- Era tu mente loque deseaba. Como un niño mirando un vitreaux al sol, no sabía qué estaba viendo, no lo entendía, pero lo amaba y lo quería para mí. El que, como mi clavicordio, mis dedos en tu cuerpo me permitan rear sonidos en tu espíritu, es lo que me hace desearlo. El ver el efecto de mi voluntad y mis deseos rielar por tu superficie como el viento en un lago es lo que me fascina de tu cuerpo: pero nunca serás simple alimento para mí.- Hannibal inspiró su pelo, sin ningún disimulo.-Tú me haces creer en las almas, la transuscitación y la eternidad…-

Los ojos de Will se humedecieron, pero apartó el rostro. Había recuperado movilidad suficiente para que sus manos temblasen, y su rostro se contrajese.

- Cómo pudiste hacer tanta horripilancia, si sentías eso? Si sólo lo hubieras dicho. Si sólo… -

- Me habrías aceptado?-

- Aún hoy me cuesta creerlo, pero no crees que había mejores maneras de expresarlo que asesinando todo a mi alrededor?-

Hannibal calló, levantándose, yendo a su costado. Sobre el plexo solar, encima del ombligo, había una delicada espiral de una crema amarilla, salpicada de puntos negro azulados, suficientemente abundante como para cubrir de lado a lado sus últimas costillas. Will emitió un gemido torturado cuando Hannibal inclinó la cabeza y devoró esa mezcla con lamidas suaves y lentas.

- Qué… es eso?- jadeó Will al fin, mientras Hannibal se limpiaba la comisura de los labios con un dedo muy urbano.

- El comienzo de mis alegrías. Mi venganza, una vez que comprendí mis deseos en París, y mi cacería por la costa del Mediterráneo yendo tras los victimarios de mi familia. Erizo a la crema, salpicado de caviar.-

- Cuánta gente mataste en esos años?-

- En mi camino de París a Rusia? Docenas. Nunca los suficientes.- agregó Hannibal, y había un deje que a pesar de las décadas, era odio en sus ojos.- Pero aún faltaba mucho para el final de mi camino, Will.-

- Siempre me abismó… que dejaras todos esos lugares… bellos y estéticos… por el prosaico Baltimore.- dijo Will, ojos soñadores en el techo mientras Hannibal se inclinaba sobre el hueso de su cadera, en donde reposaban pequeños cubos blancos rebozados en algo beige y molido.- Es una ciudad pretenciosa… y antigua… para Estados Unidos, pero asumo que frente a Roma y Florencia es el equivalente a un pueblito para ti…-

- No la desprecies así… porque es la ciudad en donde te encontré.- dijo Hannibal con una sonrisa; sus ojos se habían suavizado.- Cosas simples y tan satisfactorias, queso suave y almendra dulce… - murmuró, y sus dedos llevaron uno de los cubos cremosos a los labios de Will, untándolos.- Ahora puedes tragar… prueba mi paz allí, mi Will…-

- Nunca podrás volver…- dijo Will, aún mientras tragaba la mezcla.

- Qué importa? Tengo lo más valioso que ahí encontré, ahora conmigo.- murmuró su captor.- Tú tampoco eres nativo de esa tierra dura y helada. Tú perteneces a lugares verdes y cálidos, el pantano y el cielo azul… y quiero llevarte al sol, hijo del verano creole eterno. Quiero sentir que lo absorbes, como una planta tanto tiempo a oscuras…-

Will inspiró con un jadeo tembloroso mientras Hannibal comía delicadamente pequeños canapés en sus muslos: no tenía duda de que cada uno debía tener una significancia, pero su cuerpo empezaba a despertar con un hormigueo enloquecedor, la droga yéndose, y un calor que no tenía nada que ver con eso alojándose en su vientre. Hannibal había apoyado una mano grande y sensible, la mano de un artista, sobre la carne bajo su ombligo, y Will sentía que el calor se anidaba allí, enroscándose como una serpiente.

Una sensación no del todo desconocida, pero diferente, y amenazante en su fuerza.

- Hannibal, no.- gimió al sentir su aliento acercándose a su entrepierna. Su pene, hasta ese momento en reposo por la droga, ahora mostraba su interés sin que pudiera hacer nada para negarlo: inflamado y enrojecido, reposaba arqueado en la juntura entre su muslo y cadera, palpitando a cada inspiración. Era algo peor que humillación: era la traición de su propio cuerpo, y Will cerró los ojos y hubiera querido cubrirse la cara con las manos, si hubiera podido mover los brazos para cubrir su vergüenza.

- Quería que vinieras a mí libre, por tu propio pie. Pero eres prisionero de tus temores y tus convicciones… déjame liberarte. Te liberé una vez con sangre… déjame liberarte esta vez con placer.- murmuró Hannibal, su aliento caliente como un horno en la cabeza de su sexo que se humedecía.- Esto es todo lo que ansiaba. Es adonde me ha llevado mi camino, y es todo lo que quiero, mon liebe.-

- No…- dijo Will sin voz, pero la boca de Hannibal lo envolvió y se hundió en su garganta sin pausa, sin duda, Hannibal tragándolo como si fuera la más exquisita golosina. El gemido que le arrancó resonó en las vigas mientras lo hundía en su boca hasta que sintió su nariz contra su pelvis; y Will, que como en todo era esbelto pero fuerte, vio sus propios músculos tensarse sin que pudiera detenerlos, sintió su erección hacerse final mientras se mordía el labio desesperadamente, tratando de encontrar un control tan resbaladizo como un hielo derritiéndose.

Entonces la garganta de Hannibal se contrajo como para tragarlo, ojos oscuros encontraron los suyos: y más apretada que un puño, esa boca impía se echó atrás, haciéndolo sentir cada roce hasta sólo sujetar la sensitiva cabeza entre sus labios, y volvió a devorarlo rozando los dientes en las venas palpitantes.

Will gritó. El control, ilusión y fantasma, se deshizo por completo. Hannibal sujetó sus muslos paralizados, y con un ritmo torturante, lo succionó como si hubiera sabido exactamente en dónde estaba cada nervio y tejido sensible en Will. Quizá lo sabía. Si Will era un clavicordio, Hannibal era un maestro laureado, y los gritos de Will fueron una sinfonía completa, reverberando en el comedor.

No era que él no lo disfrutase, ciertamente. Sus manos parecían tan voraces como su boca en su cuerpo, y la forma como jadeaba a pesar de su garganta llena de Will, la forma en que temblaban las aletas de su nariz, todo trasmitía su disfrute. Hannibal lo paladeaba como quien paladea el fino y ansiado platillo, y Will tuvo la vaga, enajenada idea de que iba a succionarlo hasta no sólo arrancarle semen, sino la mente y el alma en su apetito, y luego iba a limpiarse los labios urbanamente con una servilleta bordada. Había algo deliberado en su pasión: algo demandante. Tal como una vez Will lo había aferrado para lanzarlo al abismo, así los brazos de Hannibal se enroscaron en sus muslos y con una succión lenta y torturante, hundió la punta de la lengua en el reborde de su frenillo tenso, y Will perdió la razón mientras un orgasmo como un martillazo nacía en su bajo vientre y parecía electrocutarlo, arqueándose sin control alguno.

Hannibal no dejó ni por un minuto de beberlo con sonidos de apreciación, pero aún mientras el orgasmo calmaba su violencia, no se detuvo: solamente deslizó una mano para sostener el enrojecido y húmedo miembro vaciado, y su boca continuó su viaje por su perineo, dejando señales viscosas en los testículos contraídos, y más abajo.

Will no supo si fue esa sensación, la energía de su mismo orgasmo, la tensión liberada, el insoportable roce de la mano de Hannibal en su pene hipersensible: pero los músculos de su vientre se contrajeron, se arqueó adelante y aún con Hannibal de rodillas entre sus piernas, aún con sus muslos alzados en sus manos, Will llevó ambas manos al cuello de su captor y apretó, todo su cuerpo tensándose mientras el sudor del orgasmo se secaba en su piel.

Apretó, jadeando todavía, los pulgares amenazando firmemente el hueso de su garganta, sabiendo perfectamente cómo romperle la tráquea y matar. Apretó más, y los labios enrojecidos y húmedos de él de Hannibal se entreabrieron, pero no se resistió, no dijo nada.

Las uñas de Will abrieron surcos en la piel de Hannibal. Estaba temblando, de pies a cabeza, pero sus manos no temblaban, y separó más las piernas, apartándolas de las manos de Hannibal, logrando un mejor agarre, los hombros tensándose como si estuviera juntando fuerzas para presionar al fin y matar. Sus ojos ardían: había algo muy despierto, muy vivo en su rostro, algo semejante a cuando habían matado a Dolarhyde.

Hannibal lo miraba sin resistirse, quieto de rodillas, una mano en la mesa entre los muslos de Will, la otra colgando sin lucha: y al clavar sus ojos ardientes en los inexpresivos del asesino, Will se vio reflejado, o quizá su empatía le dejó ver lo que Hannibal veía: belleza, y la entrega de la presa, silenciosa y dócil.

Una mano soltó el cuello de Hannibal y aferró su mejilla con brusquedad, ahora sí temblando. Y Will estrelló sus labios contra los de Hannibal con el jadeo agónico con el que alguna vez había reaccionado a su cuchillo. Más adentro parecía haber llegado ahora, mientras aferraba puñados del cabello oro cenizo y tironeaba sin compasión para devorar su boca con la misma implacable voracidad. Lo mordió, lo bebió, atacó su lengua, y Hannibal respondió con igual hambre, mientras los brazos de Will lo atraían a sí frenéticamente. La misma torpeza de sus músculos algo paralizados parecía halagar a su antiguo terapeuta: lo sintió sonreír contra sus labios aún mientras lo besaba, sus manos sosteniéndolo de los omóplatos.

El cuerpo de Will era delgado y elástico, pero masculino en su elegancia esbelta y gatuna: sus hombros eran fuertes tras tanto trabajo manual, y cuando atrajo a Hannibal sobre él lo movió sin contemplaciones, echándoselo encima como quien se echa una manta pesada. Su sonrisa se ensanchó y Will vio esa nueva suavidad en sus ojos, mientras se deslizaba besando su mentón, haciéndolo sentir sus dientes.

- Y entre darme muerte y darme tu pasión, eliges libremente al fin cuál de tus opciones, mon liebe?- murmuró, entrecortadamente. La mano de Will, aún entre su pelo, lo acarició, sintiendo la diferencia entre los sedosos y finos mechones y su propia masa ensortijada.

- No sé cuál de las dos es más terrible.- susurró Will, sintiendo cómo la mano de Hannibal volvía a su entrepierna. Cerró los ojos, sintiendo su tacto, sus caricias, esos dedos expertos, y separó los muslos sin otro deseo que más, la compulsión animal de más de eso que te provoca placer. Se puso un brazo sobre los ojos, respirando hondo en jadeos ahogados mientras Hannibal descendía en un rosario de besos por su cuerpo, y lo sintió acariciar su sexo que revivía de a poco, antes de que esa boca atacase su perineo.

Toda la carne delicada y secreta en ese espacio parecía una delicia para Hannibal: le alzó las piernas sobre su ancha espalda, lo arqueó contra su cuerpo para tenerlo totalmente a su merced, y con dedos y lengua le mostró placeres que Will no conocía, placeres tan distantes de sus simples acoplamientos en la adultez o ebrios experimentos en la Universidad como está Baltimore de Vilnius. El placer no era eléctrico, sino profundo y lento: y eso fue hasta que Hannibal llegó a su entrada y la asaeteó con la lengua, expandiendo el tejido, enloqueciendo sus nervios. Will se agarró del mantel que tenía debajo, su cuerpo arqueándose, y cada succión, cada caricia, cada lenta penetración de una lengua voluntariosa le arrancó un gemido distinto, llevándolo más y más alto.

Estaba demasiado ocupado en intentar nombrar el color de ese placer en el interior de sus párpados contraídos, para sentir la aguja. Cuando el levísimo pinchazo lo alertó, ya era tarde.

- Qué me has…?- jadeó, pero Hannibal ya estaba dejando la pequeña pieza de equipo médico a un lado, y la nueva dosis de paralizante le corría por las venas. Trató de luchar, trató de enderezarse, pero Hannibal sujetó su mano sin más esfuerzo que una caricia, y lo arqueó más atrás, apoyando las nalgas de Will en sus muslos, su espalda totalmente tendida en la mesa por el peso de ambos.

- No.- logró gemir Will.- No así… no tenía que ser así, no…-

- Tiene que ser así.- dijo Hannibal con seguridad, plegándolo más, hasta que Will hubiera podido tocar sus propios pies, inermes sobre la espalda de su captor.- Tiene que ser mi voluntad, no la tuya. Tienes que rendirte a mí, Will. Cede todo control… no luches, no te defiendas más… déjame llegar hasta tu mismo centro y rehacerte a mi alrededor hasta que no quede un centímetro entre tú y yo…-

- No…- gimió Will, el paralizante llegando a sus cuerdas vocales. Los dedos de Hannibal lo invadieron, pero a pesar de sus cuidados nada podía prepararlo para lo que sintió luego, enorme y romo, forzando sus tejidos indefensos, abriéndolo despacio.
Will tenía los músculos paralizados e inútiles, pero sus nervios sentían perfectamente, y aunque lágrimas en sus ojos eran la única señal visible de lo que sentía, sabía que nunca podría olvidar esa agonía.

Quería cerrar los ojos. Quería evadirse, huir de ese dolor, de la invasión, del peso de Hannibal sobre su forma plegada, del calor y la presión insanas en su interior: Y por un segundo logró apartar su mente, concentrándose en cambio en la memoria de Bruce. Bruce no habría dolido así, si lo hubieran hecho. Bruce, siempre tan temeroso de siquiera molestarlo, lo habría aflojado por largo rato hasta que fuera Will quien insistiera: Bruce lo habría cubierto de besos y preguntas antes de pensar en hundirse en su cuerpo.

Esto no tenía nada que ver con hacer el amor: era dominio, no muy diferente a ser marcado con hierro al rojo. Al mirar a Hannibal encima suyo y ver sus ojos casi negros mientras se movía en profundos, decididos empujes, ver la aterradora fisicalidad de ese cuerpo poderoso, comprendió que estaba lo más cerca que podía estar a como una víctima de Hannibal lo veía: Dios, demonio o destino, imparable, inhumano, clavando su cuchillo en tu carne hasta reducirte a … sólo eso. Carne herida y rendida. Dolor, y entrega, y al final de su abuso, sólo restos de lo que Hannibal hubiese querido devorar…
Al fin Hannibal estuvo entero dentro suyo, y Will se sentía como un navío se siente cuando el mar lo inunda y lo hunde, pesado e insalvable.

Pero entonces Hannibal le sujetó la cadera, le alzó aún más las piernas, y el siguiente empuje fue tan violento como un choque de trenes, yendo directo a su próstata y transformando la agonía en un río oscuro en el que ahora caía lava, primero más lento, luego en oleadas. Cada vez que Hannibal hundía dedos en su carne para sujetarlo en el ángulo perfecto, la presión en su próstata lo hacía ver estrellas, cabeza caída atrás, boca abierta, el placer anonadándolo. Will no había sabido que existía un placer así: nada que hubiera hecho jamás le había dado semejante conflagración en las tripas. Cada movimiento de Hannibal mezclaba el dolor y el placer hasta que no estaba seguro de qué estaba sintiendo: sólo podía gemir roncamente con su garganta aún contraída, y sentir a Hannibal asesinando su mente cada vez que se hundía en su carne.

Con un vago sentimiento de traición sintió su propio pene, despertando, goteando su vientre, las gotas resbalando hacia su pecho: con los ojos abiertos, podía ver el punto en donde Hannibal se hundía, imposiblemente ancho y rígido, en su entrada dilatada. Parecía increíble que no hubiera sangre: dolía más que todo balazo o cuchillada que alguna vez hubiera recibido. Hannibal susurraba cosas en su idioma mientras se movía, entrando y saliendo ahora con menos fricción y más rapidez, y ante su prisa una especie de fiebre empezó a apoderarse de Will, que se largó a tiritar mientras el roce aumentaba y la presión se volvía un martilleo entusiasta y sincopado en su próstata.

El agente paralizante debía haber sido más ligero, porque sus manos y pies se contraían y estremecían mientras Hannibal lo follaba con cada vez más fuerza: tan profundo, que creía sentirlo en el pecho, en la garganta, llenándolo por dentro, ahogándolo con su carne. El asesino lo aferró de los hombros, y lo miró a la cara, tan inmóvil como podía a pesar de los predatorios, salvajes movimientos de su cadera: y Will se sintió desnudo, despellejado ante esos ojos clavados en los suyos mientras el placer se subía como hierve el agua al fuego. No podía controlarlo: no quería controlarlo. No tenía elección; Hannibal le había arrebatado todas. Y al ver la enloquecida lubricidad en los ojos de Hannibal, verlo al fin como monstruo y devorador doblegando su carne a su placer, Will se arqueó y gritó, su pene libre para eyacular con violencia contra su pecho mientras Hannibal tensaba todos los músculos para sujetarlo, hundirse hasta el fondo y allí estallar con un gruñido dolorido, haciéndolo sentir con claridad cómo su ardiente semen lo llenaba por dentro.

- Te… veo….- murmuró Will sin voz, aún estremeciéndose. La frente de Hannibal se apoyó contra su corazón, sus amplias espaldas ensanchándose y desplegándose como alas en sus jadeos ante su vista. Will creyó ver plumas negras, oyó algo como un gong o unas pezuñas inundándole la cabeza: y si se desmayó con Hannibal aún adentro y encima suyo, era lo más cercano que había sentido a morirse.

 

******************

 

Cuando despertó, sabía que habían pasado horas. No estaba en su cama ni en la plataforma de manteles rojos: estaba en un lecho enorme, cubierto con un grueso edredón sueco de pluma entre sábanas suavísimas, y Hannibal estaba acostado a su lado, rodeándole la cintura con el brazo: sentía su calor contra su espalda. Supuso que después de todo era absurdo avergonzarse de haber sido bañado y secado otra vez en su inconsciencia, pero ser la muñeca personal de Hannibal lo tenía harto: además, olía a rositas.

Y debía haberlo llenado de analgésicos, porque apenas sentía una sorda molestia en el trasero y la espalda, y eso era después de haberle metido un maldito uslero de cocina.

La idea del pene de Hannibal como un uslero lo hizo gorgoritear ácidamente por lo bajo, y sintió, más que vio a Hannibal elevando las cejas, seguramente preguntándose si finalmente había quebrado su psique y logrado hacerlo perder la razón. Como si a Will le quedara alguna.

Definitivamente no le quedaba ninguna, porque la verdad estaba muy cómodo. Se sentía… vacío. No de un modo desagradable. Como un vaso sucio, cuando es recién lavado y aún goteando agua se coloca a secar junto al lavaplatos, reluciente y como nuevo.

- Will?-

Will, arrebujado en el plumón, giró la cabeza, sólo para echarle una mirada envenenadísima por sobre el hombro. Sintió a Hannibal tragar.

- Qué?-

- Tus cosas están en tu cuarto. Hay una motocicleta con el estanque llena en el garaje y las llaves en la ignición. Estamos en Kirkland Lake, junto al lago Iroquais. Ontario. Hay dinero en tu bolso, sobradamente para que llegues a Virginia.- dijo Hannibal en voz baja, su aliento contra su hombro.

Will se afirmó en la cama, apoyó una mano, y pateó hacia atrás a Hannibal con todas sus fuerzas. Su talón conectó muy satisfactoriamente con la pantorrilla del lituano, que hizo un sonido más de sorpresa que de dolor, su bufido muy expresivo.

- Qué haces tú aquí todavía?- dijo Will con rencor, de nuevo mirándolo por sobre el hombro.

Por una vez Hannibal se veía desconcertado, sobándose la pierna.- Eh?-

- Vete de aquí, adonde perteneces!- ordenó Will, envolviéndose más en el plumón hasta parecer un croissant.

- Eh?- era tan extraño ver a Hannibal tan incomprensivo.

- A la cocina. Vete a la cocina. Quiero un desayuno con panceta. Huevos. Un café con leche que sea 50% crema. Ya te estás moviendo, largo. Y no olvides la mermelada!- ordenó Will, su tono de una petulancia satisfecha de mocoso completamente perfecto, mientras se acurrucaba con gestos de disfrute en las sábanas.- Muévete, es lo menos que me debes!-

Hannibal, las cejas aún expresivamente altas, se bajó de la cama, su elegante pantalón a rayas de pijama arrugado en una pierna.- Por supuesto…-

- Y apúrate!-

 

****

Forward
Sign in to leave a review.