...that gossamer thread

Jessica Jones (TV)
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Summary
La locura y el genio van de la mano, pero nunca tan cerca como en la sangre de Bruce Banner y Will Graham. Una conexión inesperada los encontrará uniendo fuerzas y sus mundos colisionando mientras un asesino en serie deja un rastro de sangre en los rascacielos de Nueva York...
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THE JAWS

- Grimes, todas tus víctimas anteriores… tenías razón con ellas, eran lo que sabías que eran. No eran dignas de llevar el nombre del ejército… no debieron haber vivido cuando tantos otros más dignos murieron.- dijo Will, las manos tendidas.- Pero te equivocas con Steve Rogers.-

- Aún crees en cuentos de hadas, Will Graham?- dijo Grimes. Estaba sin aliento, y algo en sus ojos al fin mostraba hilos de la locura que lo poseía, una fiebre por justicia cuyo combustible era la desolación. Will se levantó, pero antes de que Grimes dijera nada, sonó un reloj y un anticuado carillón: nueve en punto.

- Abre la cámara y dejo ir a diez de ustedes.- ordenó.

- Déjalos ir a todos, si me quieres a mí…- tosió Steve: tenía sangre en la nariz también.

Grimes lo ignoró, los brazos cruzados sobre el pecho mientras un pequeño y calvo agente de banco casi patinaba en el encerado suelo para ir a abrir la cámara. Desde donde estaba, Will podía ver que era una monstruosidad enorme, que se le antojó por momento un enorme útero de metal y oscuridad, cuya puerta poseía tanto una chapa de combinación que giraba como la rueda de un barco, como un sello electrónico y unas claves digitales. Imposible de abrir una vez cerrada: imposible de forzar o romper: imposible de robar, emparedada por cemento en ¾ parte de su extensión como una pasa en un pastel. Steve, sentado en el suelo, vio a Will dar un respingo, como si hubiera comprendido algo: y lo que hubo en su rostro fue, inesperadamente, alivio.

- Will?-

- Por el amor de Dios, déjame que te muestre…- dijo Will con un suspiro que era casi una risa, y sacó del bolsillo una pequeña navaja en forma de gancho. Grimes hizo un ruido de amenaza, pero Will lo ignoró, y arrodillándose junto a Steve, Hess y la bomba, agarró el kevlar de los pantalones de Steve, hizo un agujero con la navaja con esfuerzo, y poniéndose la navaja en los dientes, le dio un tirón al agujero, abriendo la tela una cuarta, usando toda la fuerza de sus brazos.

- Qué estás haciendo?- Steve estaba desconcertado, pero sólo siseó cuando Will pasó la navaja por su muslo, creando un corte de cinco centímetros, al menos uno de profundidad.

- Qué pretendes?-

- Estás loco!- las voces de Grimes y de Hess retumbaron, pero Will tiró la navaja a los pies de Grimes, que la pisó inmediatamente.

- No seas idiota y ven a ver esto… ven, maldita sea. Sí, Grimes, creo en los cuentos de hadas, de esos antiguos llenos de sangre y tripas, antes de que inventaran los finales felices…- exclamó, mostrándole el muslo de Steve.

Que ya había dejado de sangrar, y había formando costra en diez segundos.

- Mira!- repitió Will, pasando la mano, secando el exceso de sangre. Debajo, aún había una línea de carne viva, pero no sangraba y estaba firmemente unida.- Es como dijo Erskine. Dios existe, y es americano.-

- Lo que dijo Erskine.- dijo otra voz, y Will se congeló. Descendiendo la escalinata de mármol, las manos en la nuca, su perfecto traje oscuro deportivo ni siquiera arrugado, descendía Hannibal, muy tranquilo. Lo que era asombroso, porque detrás suyo, James Barnes, el Winter Soldier, lo hacía avanzar con su mano metálica sujetándole la nuca.- Fue “ Soy el destructor de mundos, y mi nombre es Ozymandias”-

- La verdad nunca dijo ninguna de las dos cosas.- dijo Steve, su rostro aliviado a pesar de todo.- Hola, Buck.-

- No me interesa qué truco de circo hayan hecho con este estafador.- dijo Grimes severamente. – Graham, toma la bomba y lleva a esos dos a la cámara.-

- Haré lo que quieras, pero no pongas en peligro a todo el mundo con esa maldita bomba…!- exclamó Steve, poniéndose de pie con cuidado.

- Si planeas morir románticamente conmigo en el boom, es asunto tuyo y no me quejo, pero realmente no tengo idea cómo pretendes que acabe esto.- dijo Will entretanto a Hannibal, su voz conversacional mientras recogía la bomba, y Hess y Steve, atados como dos perros a una trailla lo seguían con cuidado.- O sea, a no ser que tengas un helicóptero en el techo no veo cómo pretendes escapar, y eso que está Iron Man afuera.-

- Desconéctalos a eso y deja salir a los rehenes o te vuelo la cabeza.- dijo Bucky furiosamente, apuntando a Grimes con el rifle mientras Hannibal, liberado de su mano, continuaba bajando la escalinata como si no hubiera ocurrido nada particular.- Suéltalos!-

- La bomba tiene un sensor cardiaco. Me matas, se dispara.- dijo Grimes plácidamente.

- Puedo balearte un montón de sitios sin que se te pare el corazón.- gruñó Bucky, bajando los escalones sin sacarlo de la mira.

- Trata.- dijo Grimes, y los rehenes gritaron de miedo al ver que tenía un detonador en la mano. Hubo un largo silencio de rabia y terror, y luego Hannibal habló con serenidad.

- Has pensado todo a la perfección, estimado Richard.-

- Aprendí del mejor, profesor.-

- Asumí que apreciarías que trajera al supuesto “ James Barnes” de “ Steve Rogers”. Es otro estafador del gobierno. Los dos, fingiendo ser los famosos Capitán América y su amigo, le sacaron 70 años de sueldo al gobierno, mientras otros veteranos se mueren de hambre en las calles.- agregó.Hannibal, su voz destilando impersonal desprecio. Era claro que disfraces y máscaras le parecían cuando mucho una distracción de Halloween, digno de niños.

- Ellos no han estafado a nadie, Hannibal!- explotó Will, volteándose tan bruscamente, aún con la bomba en las manos en el umbral de la bóveda, que Steve y Hess tuvieron que moverse rápido para que no detonara.

- Déjalos ahí dentro y ve con el profesor Lecter, Graham.- ordenó Grimes, caminando hacia la bóveda con el detonador en la mano.

- No.- dijo Will simplemente, y en el silencio que siguió, todo el mundo, rehenes incluidos se giraron para mirarlo ahí, dentro de la bóveda con la bomba en las manos.

- Disculpa?- dijo Grimes, mientras Hannibal rodaba los ojos en medio de una irreprimible sonrisa.

- Dos podemos jugar a los rehenes.- dijo Will, y sus labios se tensaron en una mueca que enseñaba todos los dientes, cuando levantó la bomba sobre su cabeza, para el horror de Steve y Hess.- Deja a salir a todos los rehenes, o nos vamos todos al infierno ahora mismo.-

- Will, no seas…!- gritó Steve.

- Graham, BAJA ESA BOMBA!- chilló Bucky desesperadamente.

- Nunca importa cuántos brotes te corten, siempre vuelves a florecer como el predador verdadero en su forma destinada, mon liebe.- musitó Hannibal.

- Los rehenes, Grimes. YA.- dijo Will con firmeza, y con una mueca de furia, Grimes alargó un brazo, y con ese gesto sin esperar más la veintena de rehenes que quedaban huyeron, gimiendo asustados, una marea de humanidad tropezando por las puertas de cristal. Afuera se oía el movimiento: al ver los rehenes, la policía asumía caos o violencia adentro, y se alistaban a entrar.

 

Tras tanta inmovilidad y silencio, todo pasó tan rápido. Hess golpeó a Will en la espalda y le arrebató la bomba, empujándolo fuera de la cámara y trastabillando, arrebatándole la amenaza y el control: Hannibal se lanzó adelante, agarrando a Will antes que cayera al piso, y arrastrándolo fuera, aún mientras se volteaba y trataba de patear. Bucky y Grimes se lanzaron adelante también, Grimes a aferrar la puerta de la cámara, a Hess o a Steve, que sujetaba al ex soldado y trataba de equilibrar la bomba mientras forcejeaban, Bucky en cambio a agarrar a Grimes antes de que se metiera al medio. Pero por un momento todo pareció fallar: Grimes logró agarrar la bomba y sujetar a Steve y Hess con su amenaza, Bucky quedó detenido en el umbral de la cámara, alzando las manos en impotencia, y Hannibal, sujetando a Will, miró el tableau con una sonrisa expandiéndose.

- Richard, tu vida ha servido para exterminar tanta vergüenza en el ejército que amabas. Puedes irte en paz, dulce et decorum est, amigo mío.-

Will emitió una carcajada, el brazo de Hannibal atrapándolo por el cuello.

- Grimes, no le creas nada, te está usando. Y todos ustedes tranquilícense. Richard Grimes no es un monstruo, nunca ha matado a un inocente. Nunca pretendió usar ese detonador ni esas bombas. La única que va a usar y que está conectada a ese detonador en su mano es la que tienen entre Steve y Hess… con la que pretende morir con ustedes, * dentro* de la cámara, para no lastimar a nadie más. Por eso esperaba que la abrieran… para tener la única forma de matar a un supersoldado!-

- Te ha leído como un libro.- dijo Hannibal con orgullo a Grimes, e incongruentemente, acarició los rizos de Will.

- Suéltame!- gruñó Will.

- No hay nada que desee menos hacer en este mundo.- dijo Hannibal con suavidad.

- Si no eres un monstruo, tienes que escucharnos… ni Buck ni yo estafamos a nadie… Grimes, escúchanos…- rogó Steve, y había tanta sinceridad en su tono, que el asesino dudó por un momento.

Steve alargó una mano, y entonces Bucky rápido como el rayo, alargó la mano de metal, lo aferró, tiró afuera al mismo tiempo que se parapetaba tras la puerta de la cámara, y el BOOM hizo estallar los vidrios del banco, levantó polvo y retembló el mármol, pero la cámara soportó la bomba, que había convertido a Grimes y a Hesse en nubes sangrientas y Steve y Bucky, que había recibido parte del impacto aún a varios metros, en una figura quejosa de rodillas.

- Steve!- gritó Bucky, a lo que él hizo un gesto de alivio y agotamiento, pero estaba vivo y entero. Sin más pausa, el Winter Soldier dio media vuelta y echó a caminar hacia Will y Hannibal, al mismo tiempo que la entrada del banco se llenaba de policías.- Muy bien, hasta aquí te llegó la suerte, desgraciado. Sin Grimes, no tienes dónde escapar…-

- Como siempre, mi querido Will ve lo que ustedes se niegan a ver.- dijo Hannibal secamente, y Will pareció notar algo en su voz, porque sus ojos se dilataron y volvió a forcejear.- El pobre Richard nunca fue un monstruo.-

- Ah, sí, muy listo, pero…- Bucky estaba a dos pasos.

- En cambio, yo sí lo soy.- dijo Hannibal con finalidad, y sacando un segundo detonador, lo apretó. Y la cuadra completa explotó.

 

**************************************

 

- Pensé que Will había dicho que su novio no estaba interesado en explosivos.- dijo Clint, un vendaje en la sien, las manos entrelazadas en la nuca, de pie frente al ventanal de la sala UCI en la clínica Stark. Por supuesto, todo el piso de primera clase estaba ocupado por los Avengers: y recién ahora a medianoche se habían calmado las carreras de quirófano a sala de recuperación y de vuelta, porque la vida y la muerte habían estado a un paso toda la tarde.

Desde el ventanal por que podías mirar a New York, aún se veía a la luz de la luna el humo saliendo del cráter alrededor el banco. No habían podido apagar el incendio: uno de los explosivos había estado montado sobre una línea de gas.

- Grimes no había pretendido hacer estallar nada. Dejó un manifiesto… sólo quería matar a Steve, al que consideraba el pináculo de las mentiras del ejército, y a Hesse, el monstruo más reciente camuflado en la OTAN.- dijo Bruce cansadamente: estaba medio desplomado en un sofá de espuma a un lado de la ventana, aún con el pelo sucio pero las manos limpias, porque se había plantado guantes y bata quirúrgica para ayudar a estabilizar heridos.- Fue Lecter el que los conectó y usó en su escape.-

- Estás seguro que escaparon? Lecter con Will? Aún están encontrando cadáveres…- dijo Clint sombríamente.

- Estaban en el centro, pero las explosiones crearon una barrera entre nosotros y ellos. Bucky me dijo que vio, entre parpadeos de consciencia, a Hannibal Lecter llevarse a Will inconsciente, pero no pudo hacer nada. Steve estaba inconsciente por completo y el rebote de la explosión en la cámara dejó a Bucky concuso. Los dos tienen heridas, fracturas de cráneo y esternón e hinchazón cerebral: si no fueran supersoldados… la explosión en esa cámara debió haberlos matado, estaban muy cerca.-

- No fueron lo únicos con una suerte obscena.- musitó Clint, frotándose la nariz. Al otro lado de la ventana, en otro sofá de espuma, Natasha dormía, increíblemente sucia, hecha una bolita oscura con la mejilla en las manos entrelazadas como una niña. Ella y Clint habían trabajado en el rescate hasta que un edificio cercano de siete pisos le cayó encima a Tony, que rescataba a unos niños atrapados en el último piso. Los niños estaban a salvo: a Tony acababan de rehacerle ambos hombros con titanio y estaba concuso también, y drogado tras la cirugía.

Hasta ahora, 12 muertos, mayormente policías y rescatistas. Sólo porque habían podido evacuar antes. Clint se cubrió los ojos: con Matt y Thor heridos previamente, Jessica con neumonía, Tony, Steve y Bucky heridos e inconscientes, sólo quedaban él y Natasha, y el exhausto Bruce, que se había transformado para sacarle el edificio de encima a Tony, dispuestos a ir tras Lecter. Cómo un simple caso de asesinato había acabado con la mitad de los Avengers fuera de combate?!

- Will nos advirtió que Lecter era temible. No le hicimos caso.- dijo Bruce, odio a sí mismo en la voz.- Y ahora está en su poder. Si es que no lo ha matado y comido ya.-

- Bruce?- dijo Clint en voz baja.

- Sí?-

- No creo que sea para comérselo que se llevó a tu hermano. Creo que sé para lo que se lo llevó…- dijo Clint, y se mordió el labio. Bruce, sintiendo la aprensión llenarlo porque había algo sombrío en la voz de Clint, se incorporó en el sofá, y a pesar de que estaba exhausto, el miedo hizo aparecer el brillo radioactivo en sus ojos.

- Crees que planea violarlo?- dijo Bruce, y el odio le llenaba la voz.

Clint, los hombros tensos, asintió, pero luego habló y sus palabras llenaron a Bruce de horror.

- Crees que alguna de las heridas de Steve podría haber sido hecha no por la explosión, sino… por un cuchillo?-

*****************************************

 

Will estaba acostumbrado a las pesadillas: eran sus constantes compañeras. Dormir sin sueños era un lujo que rara vez tenía; tener sueños hermosos le parecía tan extraño como saber que otra gente era capaz de tragar espadas, o hacer acrobacias en una viga. Pero ahora tuvo la seguridad de que soñaba, y era un sueño simple y hermoso: soñaba que estaba acostado en una cama con amarillos doseles soleados, entre sábanas blancas suavísimas, envuelto en algún tipo de camisón de hilo, y cerca sonaba un instrumento lento y dulce, como un piano pero más suave. Había una ventana, y aroma a verde, a flores y árboles: y alguien le traía comida tibia y salada, que le daba a cucharadas con paciencia para luego arroparlo de nuevo. Estaba quieto: no había ningún dolor, sólo un bienestar difuso y profundo, la sensación de desear sonreír en sueños.

 

Soñaba que soñaba con canales: canales bordeados de árboles en flor. Amsterdam? Japón? Soñaba con una campiña, llena de diminutas flores azules, e imponentes edificios de mármol, dentro de los cuales la sombra era deliciosamente fresca, contrastando con el aire caliente al sol. Soñaba con diminutos cafés y el aroma del pan recién hecho, y caminatas por plazas llenas de palomas en donde los atardecer teñían todo de colores suaves. Y soñaba, con un ansia y una nostalgia que no podía explicar, por una casa perdida en un bosque de robles, rodeada de wisteria trepando por todos lados, la piedra vieja y ennegrecida pero aún hermosa, un río y un remanso cerca rumoreando, manzanas en otros árboles y ladridos…

Esos no eran sus sueños.

- Will, despierta. Will, vuelve a mí.-

Sobre su cabeza, el dosel de la cama brillaba al sol de la tarde. Era de un ocre intenso. Entre él y el dosel, Hannibal inclinado, en mangas de camisa, los ojos fijos en él, su mano en su mejilla.

- Amarillo pato.- dijo Will vagamente, mientras pensaba Estoy tan drogado.

Hannibal tuvo en rictus en los labios mientras sus ojos se suavizaban y se arrugaban en las comisuras.

- Ese color se llama girasol de oro, en donde encargo las telas en Lyon.-

- Amarillo pato.- protestó Will, la boca pastosa. La sonrisa de Hannibal se ensanchó, y volteándose atrajo lo que parecía un contenedor de jugo, acercando una bombilla de metal a los labios de Will.

Will giró la cabeza. Más que débil, era como si el resto de su cuerpo no hubiera despertado aún.

- Deja de drogarme y mátame de una vez… por Dios, cuántos días han pasado?-

- Las drogas eran para ayudar a curarte. La onda expansiva nos golpeó, pero me preocupé que estuviéramos en un ángulo que no nos hiciera demasiado daño, y te protegí con mi cuerpo.- dijo Hannibal con dulzura.

- Me protegiste con tu cuerpo de la bomba que TÚ MISMO hiciste explotar. Gee, gracias.-

- Era la única forma de sacarte de ahí sin intromisiones.- retrucó Hannibal, un deje de exasperación en su voz, como si Will estuviera siendo irrazonable. Will dejó caer la cabeza en la almohada.

- Mátame de una vez. Hazme… guiso o lo que quieras. Estoy harto de tus juegos, Hannibal. Ser tu juguetito es MUY agotador.-

- No eres mi juguete. No hay nada que desee menos que tu muerte, Will.- dijo él con una caricia en su mejilla.- Todos mis juegos, como los llamas, no son más que modos de traerte a mi lado, ya que te niegas a venir por tu propio pie a buscar lo que tu corazón desea.-

Will lo miró, con tanto cansancio, que se veía mayor.- No puedo contigo. Tú y tus delusiones… entonces el único modo de escapar de ti va a ser comerme una bala? Eso es lo que quieres?-

- Quiero justo lo contrario.- dijo Hannibal, y se había puesto severo, enderezándose.- Bebe ese jugo, necesitas el azúcar. Las drogas está abandonando tu sistema, y pronto te sentirás mucho, mucho mejor.-

- Cuántos días?- dijo Will secamente.

- Ocho.-

- Oh, desgraciado.- Will se sentó en la cama, cubriéndose la cara.- Debo asumir que me has estado… atendiendo… por el amor de Dios, no tienes ningún límite, sabes?-

- Sólo te he tocado para asearte y mantenerte cómodo.- dijo Hannibal con mucha dignidad. – No debes sentir ninguna incomodidad conmigo, Will. El envoltorio carnal de tu alma, que amo, es también digno de mi afecto.- agregó, son dulzura. Will meneó la cabeza.

- Qué pretendes hacer conmigo? Vas a tenerme encadenado para siempre?-

- NO.-

- Entonces qué pretendes?-

- Pretendo que cenes conmigo esta noche. Si por la mañana aún deseas irte, serás libre de hacerlo.- agregó Hannibal despacio.- Y no tendrás que verme nunca más.-

 

***********

 

Will tenía las piernas débiles, pero para haber estado en una explosión, estaba como nuevo. Cuando Hannibal se fue, tras dejar unos periódicos en la mesa junto a la puerta y una bolsa de deporte elegante en una silla, que Will asumió era ropa, el ex agente se levantó en piernas temblorosas y fue a la ventana, en donde no vio nada que no esperase, pero emitió un sonido de desánimo de todas formas.

Hasta donde alcanzaba la vista, no se veía otra casa. Estaban en una casona de campo de dos pisos, a pocos pasos de un río ancho y tranquilo, bordeados de robles. Era muy parecido a lo que viera en su sueño, aunque no exactamente igual: la casa se veía renovada, pintada de blanco, y los árboles parecían recién podados, el césped segado alrededor. A lo lejos, unos ladridos: la tarde de campo era tan silenciosa que sonaban cerca, e incluso detectó sin esfuerzo a unas abejas dándose un festín en las glicinas que decoraban todas las esquinas de la casa. No habían balcones, pero sí una gran terraza a su izquierda en donde ya había una mesa puesta, rodeada de maceteros floridos en rojo y castaño.

Hannibal, pensó Will, con toda posibilidad estaba metido en la cocina, preparando esa cena. El desgraciado estaba completamente seguro de que Will haría lo que le había indicado, porque después de todo, qué otras opciones tenía? Estaba débil: si intentaba correr, a ciegas, iba a alcanzarlo sin esfuerzo. No se veía línea de teléfono, ni siquiera de luz – debía haber un generador.- para tener una idea de hacia dónde huir. La única fuente de alimento, estaba en esa cocina, y Will no estaba en condiciones de huir con el estómago vacío. No se veía un vehículo tampoco: debía estar en algún garaje con llave.

Will rió, la cara una mueca. Secuestrarlo a un paisaje hermoso para jugar a recién casado era algo que le pasaba a adolescentes victorianas, no a un tipo flacucho de mediana edad que tenía la maldición de afeitarse la barba y parecer de quince años. Ser el twink de Hannibal ya era bastante humillante: aunque, considerando que las atenciones de Hannibal debían haber incluido bañarlo y mudarlo durante su inconsciencia – había estado impecable- no quedaban dudas de que el tipo no tenía límites.

Se preguntó si esta vez, cuando lo rechazara por última vez, lo iba a matar y comer finalmente. Posiblemente de un modo horrible. Siempre podía tratar de matarse antes: ya había hecho la paz hacía muchos años con que no iba a morir en su cama. Pero una parte de él, que Will maldecía, se moría de curiosidad. Con qué sofisticado razonamiento iba a salirle esta vez? En qué perverso juego, que honestamente disfrutaba, lo iba a meter?

Cuánta gente había matado esta vez? Mucha más que de costumbre, y sin ninguna de sus habituales reglas sobre rudeza o aprovechamiento. Pero Will tenía que reconocer mientras se desvestía, entrando a un baño de porcelana delicadísima con motivo de flores azules, que había sido un jaque mate espectacular. Los dos habían jugado con las cartas que tenían, y no habían tenido reparos en forzar las reglas.

Se había sentido bien, levantar esa bomba sobre su cabeza. Se había sentido bien, el control.

Pero mirándose al espejo, Will reconoció con un odio profundo a su propia cara que también se había sentido bien ver ese detonador en las manos de Hannibal. Como despertar ahora y ver sólo horizontes vacíos. Como ese sueño, de drogas.

Era… como sedal flotando en la corriente. Como ese río, en donde la corriente te lleva: Hannibal era el río…

Sacudiendo la cabeza, mientras llenaba la tina – no había ducha, lo que era muy Hannibal- recogió los periódicos que le dejase. Muy suyo el anticuado papel impreso: pero cinco periódicos revelaban que los Avengers estaban todos vivos, que habían muertos cuatro residentes, dos policías y tres rescatistas, más un indigente, en la explosión. Sumado a las muertes de Grimes y Hesse, eran doce.
Había una foto de Hulk, levantando un edificio en su espalda. Will parpadeó, porque parecía ciencia ficción, no el monstruo que ya era familiar en portadas, sino saber que lo conocía. Que es hombre lo había llamado hermano, y lo había besado. Extrañó a Bruce, a su bizarra vida, a sus amigos incondicionales: esa mirada a un mundo mágico, en donde Bruce tenía tanto amor y tanta amistad, lo había conmovido. Bruce, que se autollamaba monstruo, no tenía nada de la maldad que temía: Will podía certificarlo. Había pasado su vida oliendo, probando, sumergiéndose en el mal. Hannibal era una versión del mal personificado: esa misma osuridad anidaba dentro de Will. No en ellos, nunca en ellos, pobrecitos!

Con los ojos picándole, Will se preguntó si Bruce alguna vez sabría lo que le había pasado. Loco como era, seguramente lo estaba buscando, aún en medio de ese desastre: posiblemente los Avengers estaba ayudándole. Pero que podía hacer todo el poder del mundo, sin poder encontrarlo? Cómo podían ayudar?

No, el camino se había acabado, y Will cerró los ojos, al sumergirse en la tina. Quizá un buen golpe en la cabeza lo dejaría suficientemente inconsciente para ahogarse ahí y arruinarle los planes a Hannibal.

 

Pero, Santo Dios, pensó Will, y tomó el jabón, meneando la cabeza. Tenía hambre.

 

******************************************

Tony tenía los dos ojos completamente negros alrededor, como una mofeta, y estaba envuelto en una campana de plástico, porque una costilla rota le había perforado un pulmón y hasta que no se curase, estaba en estricto régimen de oxígeno. Bruce se instaló junto a su cama y la campana, el mentón en la mano mientras lo veía respirar lentamente, el rostro contraído de dolor en su inconsciencia, sus manos mágicas y tan invaluables envueltas en gasa, arropado con sólo una sábana para no poner peso en sus fracturas y compresiones. El musculoso pecho de herrero brillaba, porque lo habían cubierto de cremas analgésicas, su piel llena de peladuras por la presión de la armadura: y estaba sonrojado, la campana de plástico manteniéndolo a 38 °C para apresurar la reparación de sus pulmones.

Bruce nunca había deseado tanto tocarlo, y ahora, irónicamente, no podía. Era como hambre, recordar en la punta de los dedos el pelo áspero e indócil de Tony: su piel suave, que tendía a resecarse y que cuidaba sin ninguna vergüenza con cremas, y cuando tenía apariciones en la prensa, maquillaje. Como él mismo decía, se había follado a medio New York y tenía el poder de una bomba atómica con la armadura: si creías que un poco de rímel lo hacía un sissy, pues ve a decírselo a la cara.

Tony siempre había sido abierto, casi descarado en su tendencia a tocarlo. La mayor parte de la gente que sabía que era Hulk evitaban tocarlo como el fuego, y los que no, bueno, qué motivos había para tocar a un profesorcito de mediana edad, flaco y mal vestido, con cara de depresión? Tony le echaba el brazo el cuello, le agarraba el hombro, le ponía la mano en la espalda, e invadía su espacio personal desde que lo conoció: y ese absoluto desprecio por el peligro, ese descaro frente al monstruo había conmovido a Bruce y luego lo había fascinado. Había tratado de repetirse que era sólo el hambre de ser tocado y el carisma natural de Tony lo que lo hacían desear tu presencia, su contacto, como se añora el agua en un día de calor: pero cuando Tony fue más lejos y exigió su contacto, sus caricias, Bruce había estado horrorizado y deleitado a la vez.

Porque era todo lo que quería, no había sido capaz de decir que no, y ahora que sabía, gracias a Will, que podía… que era capaz de amar físicamente sin destruir, pues estaba desesperado por demostrarle a Tony cuánto lo amaba.

Y no podía.

Si Dios podía escucharlo, Bruce habría rogado de rodillas, ofreciendo todas esas nuevas ternuras encontradas, toda la felicidad que Tony y Will le habían dado, y habría vuelto a su propio purgatorio de soledad y pobreza sin una queja. Pero hacía mucho tiempo no creía en Dios, y aún más desde que creía tener algo bueno que ofrecer como sacrificio. Todo lo bueno en su vida, se lo habían dado…

- Nada aún?- preguntó ansiosamente, aunque no se volvió, los ojos puestos en Tony. Los pasos casi inaudibles de Natasha se acercaron, y una mano fina y tan blanca se posó en su hombro, mano que él cubrió con la suya de inmediato, sin mirarla.

- Lo encontraremos.- dijo ella, una súplica en su voz.- Te lo prometo, Bruce. Le prometimos protegerlo, no vamos a parar hasta encontrarlo.-

- Y si no lo vengaremos?- dijo Bruce con amargura. Cerró los ojos cuando Natasha le besó el pelo, su mano apretando la de ella con fuerza, agradeciendo su toque tan intensamente que no tenía palabras, excepto un suspiro.

 

****************************************************

 

Cuando Will bajó la escalera, bien agarrado de la balaustrada porque aún tenía las piernas tiesas, todo el primer piso parecía oler a carne y verduras, azúcar y masa, licor y salsa. El atardecer había pintado los ventanales de dorado, y la escalera daba a un lujoso pasillo alfombrado en rojo y decorado con unos sillones de madera con cojines anaranjados: había algo curiosamente campestre, pero extranjero en ellos, algo antiguo y fuera de lugar, que hizo a Will pensar que habían sido traídos de muy lejos, o tal vez, y la idea lo heló, era él quien había sido traído muy lejos. Dónde estaban, Santo Dios?

El aroma a la comida hizo sonar su estómago, y se le hizo la boca agua al seguir por el pasillo en el sentido que su visión de la terraza había sugerido, y ver esa mesa puesta y decorada con flores, con una cesta de pan que olía recién hecho en el centro. Le rugía el estómago: no dudaba que iba a horrorizar a Hannibal, pero fue derecho a la terraza, agarró un bollo y se lo metió en la boca, tomando un segundo y mojándolo en una salsa amarillenta al costado, que resultó ser una mezcla de aceite de oliva y mostaza. Will cerró los ojos un momento, masticando con fruición, y no los abrió siquiera cuando oyó pasos en el umbral de la terraza.

- Celebro que me acompañes esta noche, Will. Siempre había querido verte en ese color. Por otra parte, recomiendo que no arruines tu apetito. Has comido muy poco estos días: y me gustaría que puedas disfrutar nuestra cena.-

Will se encogió de hombros, masticando. Sabía que no era sólo el hambre lo que hacía sentir que era el mejor pan que hubiera comido: Hannibal tenía un don para hacer las creaciones de sus manos, excepcionales. Se giró, dejando que Hannibal apreciara que estaba usando la ropa que le dejara en el bolso de deporte: pantalones ligeros de cómodo algodón terracota, una camisa suave color mantequilla, con el cuello abierto y los puños arremangados. Parecía un hombre elegante de vacaciones, y Will se había peinado los rebeldes rizos lo mejor posible, y afeitado la mayor parte de su perpetua sombra. Se veía muy joven, delgado y sencillo: y lo que fuera que pasó por los ojos de Hannibal, era semejante a Will devorando ese pan con tanta incapacidad de detenerse.

Hannibal llevaba pantalones de traje gris pizarra, y una de sus perpetuas y prístinas camisas blancas: era muy simple para ser él, pero el aspecto relajado y sin corbata lo hacía ver aún más alto, los duros músculos de su cuello expuestos por el cuello abierto. Esbozó una sonrisa sin acercarse, y señaló la mesa, en donde Will atrajo una tallada silla oscura y se sentó sin chistar, los ojos aún en el cesto de pan.

- Como has estado con medicación debemos tener cuidado, pero medio vaso de Madeira no te hará daño.- dijo Hannibal yendo a un aparador en una esquina y trayendo una antigua botella, ya entibiada, que descorchó para llenar dos copas muy redondas. El vino, de un rosa dorado, tenía un aroma fascinante: y Will tomó su copa, una ceja alzada.

- Madeira? No que esto cuesta más que mi casa?-

- Nada es suficientemente bueno para festejar tu regreso a la salud, y nuestro reencuentro, Will.- dijo Hannibal, aspirando el aroma del vino sin dejar de mirarlo. Will se encogió hombros.

- Asumo que es un crimen beberse esto sin un brindis, pero desearte Bon Apétit a ti debe estar penado por ley.-

La sonrisa deleitada de Hannibal no se hizo esperar, y se apoyó en la mesa, moviendo el vino en su copa para entibiarlo, el atardecer haciendo el líquido brillase como una gema tostada.

- “ Por los nuevos comienzos, los buenos finales, las viejas canciones y el encuentro de los amantes. Y que nunca haya soledad entre nosotros”- citó con voz suave, su entonación más acentuada que nunca. Will esbozó una sonrisa, y levantó su vaso, antes de tomar un largo trago.

Estaba delicioso, por supuesto.

- Puedo preguntar a quién vamos a comer hoy?- dijo Will con pachorra.- Algo me dice que lo que tienes ahí dentro de cena no es exactamente macarrones con queso de caja.-

- En realidad no es una cena. Es más bien… supper.- dijo Hannibal con una expresión pensativa. – Algo ligero. La cena viene luego. Pero te alegrará saber que como he preparado tu plato favorito, la única característica de la estrella de nuestra comida era nadar bien.- agregó con una sonrisa sardónica. Will soltó una risa cuando unos minutos luego, Hannibal le puso enfrente el más delicioso salmón en mantequilla con rodajas de tomate, peras y patatas asadas en salsa de castaña: el solo aroma era una comida en si misma, mantecosa y envolvente. En su simpleza, había sido hecha a la perfección: y Will dio varios bocados con hambre, hasta que una puntada en su estómago le recordó que llevaba varios días sin expandirse.

- En realidad mi plato favorito es trucha adobada frita en pan, pero sospecho que te saldrían estigmas con forma de estrellas Michelin si lo intentas.- soltó, sorbiendo el vino.- Ahora, seriamente… cómo es eso de que me vas a dejar ir, y que me dejarás es paz de ahora en adelante? Porque perdona que diga que después de volar medio New York y trabajar con un asesino para agarrarme, suena poco creíble cuando menos. A no ser que te refieras a dejarme ir muerto en el río, algo a lo que tampoco me opongo en principio, vaya…-

- Agarrarte, como dices tan coloridamente, es algo que efectivamente podía hacer sin recurrir a Richard Grimes ni a bombas.- dijo Hannibal paladeando la salsa tranquilamente.- Espero que no te ofendas si te digo que, si bien traerte acá era el objetivo último, el usar a Richard y su sed de venganza tenía otros motivos.-

- Me vas a contar?-

- Quieres oírlo?-

- Sería muy maleducado de tu parte hacerme comer en silencio.- retrucó Will, señalándolo con su cuchara.

Hannibal contuvo su sonrisa, y apartó su plato, volviendo a su vino.

- Sigues insistiendo en que planeo acabar tu vida, cuando todo esto me ha llevado a hacer justo lo contrario.- dijo conversacionalmente. – A diferencia tuya, que has deseado matarnos a los dos desde hace tanto. Porque eso pretendías, con nuestro abrazo en el abismo. Te veías como un héroe, llevándome al abismo contigo como Moriarty, o pensabas que sobrevivirías, Will?- comentó. Will dejó su tenedor a un lado.

- No lo sé.-

- Sé honesto conmigo.-

- No estoy siendo deshonesto. No recuerdo exactamente que pensé en ese momento. Probablemente matarnos a ambos. Si sobrevivíamos a esa caída…- Will calló, la mirada perdida.

- Qué?-

- Como los juicios de brujas. Si nos ahogábamos, éramos inocentes. Si vivíamos… éramos brujas.- dijo Will despacio.- Nos imaginé yéndonos al fondo, abrazados como en una noche tibia. O sobreviviendo, huyendo juntos: si ni esa caída podía matarnos, era el destino, Dios, como quieras llamarlo. Lo que no me imaginé, era despertar solo en la playa con las luces de una ambulancia.-

El tenedor de Hannibal dio una campanada en la porcelana del plato cuando en un movimiento brusco, escapó de su mano: al tratar de tomarlo, Hannibal derramó su copa y la mancha color salmón se extendió por el mantel. Will parpadeó: nunca había visto a Hannibal ser torpe, ni siquiera apuntado con una pistola, ni atado o lastimado. Ahora simplemente lo miraba, los labios entreabiertos.

- Te ves como si alguien te hubiera metido un cuchillo de pescado en el costado. – dijo Will sin humor, y siguió comiendo. Hubo una larga pausa, Hannibal dejando su servilleta de tela blanca ausentemente sobre la mancha de vino, los ojos perdidos por un momento: y luego apoyó los labios en la mano, se sirvió otra copa, y al fin habló.

- No pasó entre mis ideas la posibilidad de que quisieras irte conmigo. Además, no estábamos en condiciones.- dijo Hannibal en voz baja al fin.

- No pensaste?-

- Pensé que habías querido matarme, otra vez.-

- Después de lo que compartimos?- Will, los ojos endurecidos, se echó atrás en la silla, los codos en los brazos de madera.- Mira, yo no te hacía el tipo de tener una catarsis con alguien y luego largarte mientras duermen, a Alana no la trataste así…-

- Will.- dijo Hannibal, y había una emoción densa en su voz.- No lo sabía. No lo entendí. Si eso te dolió, perdóname. Ahora que estás aquí, ahora que he comprendido, podemos…-

- No, ahora no quiero.- dijo Will con petulancia, cruzándose de brazos. Algo lento y furioso empezó a chisporrotear en la mirada de Hannibal, que respiró por la nariz y apoyó ambas palmas en la mesa como si tratara de calmarse.

- Porqué no?-

- En primer lugar, me ROMPISTE LAS PIERNAS a propósito para “ curármelas” y casi me matas. Después, ayudaste a un tipo a dejar a mis amigos y a unas cuantas cuadras de New York hechas un guiñapo. Y finalmente… cuando matamos a Dolahyde, mi vida estaba en pedazos. Tú te habías ocupado de… pulverizar… mi mundo. Pero ahora tengo una vida distinta, y no es mala. Mátame si quieres, pero no se me antoja vivirla contigo.- acabó con brusquedad.

Hannibal se quedó muy inmóvil unos minutos, y luego destapó un contenedor de vidrio, de donde sacó unos potecitos de porcelana en hielo, que contenía creme bruleé decorada con lonjas de damasco. Levantándose despacio, lo colocó junto a Will, con la cuchara apropiada, y volvió a su asiento, para poner el suyo enfrente.

- Fancy.- dijo Will con una sonrisa, un brillo cruel en sus ojos.- Me has hecho la mejor comidita posible para conversar estas cosas tan… nostálgicas. Ahora, vas a contarme a qué venía toda la pantomima con Grimes, de paso? A quién perdió, ese pobre tipo? Un novio?-

- Su hermano menor. Un veterano con tres tours en Afganistán. Cosplayaba al Capitán América para los niños en los hospitales. Se suicidó después de Benghazi.- dijo Hannibal, su voz apagada.

- Ajá. Y todos los asesinatos de soldados indignos eran… lo que le recomendaste de terapia?-

- No lo contacté hasta que los primeros. Imaginé que iría por el Capitán América.-

- Pero tu sabías que Steve no es un estafador. Barnes tampoco, si tú mismo… cuánto comiste de él?-

Hannibal se recostó en la silla, manos entrecruzadas en el vientre mientras Will daba cuenta de la creme bruleé con fruición .- Un puñado. Eso bastó para tener efectos… inesperados, y bienvenidos en mi salud.- dijo despacio.

- Y por eso querías…- Will frunció el ceño.- Mataste a Steve? Cuánto le sacaste, por Dios?- agregó, antes de hacer una mueca.- Toda esta locura era tu versión de ir a la carnicería?!-

Hannibal, gazmoñamente, mantuvo la vista en su plato, apartando las frutillas y comiéndose la creme con pequeñas y discretas cucharaditas.

- Ya te comiste todo? Steve es el equivalente de wagyu beef para ti? Langosta?-

- No le saqué medio timo para comérmelo yo.- dijo Hannibal tras una pausa. Los ojos de Will se dilataron, y se echó atrás en la silla, por un momento tratando de ponerse de pie, y sus ojos se abrieron más cuando le fallaron las piernas.

Hannibal se levantó y muy lentamente caminó hacia él, sus pasos lentos y deliberados.

- Recuerdas que hablamos una vez de la potencialidad del ser amado? Sobre cómo el transformar, es un acto de amor? El suero del supersoldado de los rusos hizo de mí, y de James Barnes, y de las niñas del Red Room, predadores amorales, sacando a la luz el instinto asesino de nuestras almas. Pero a ti, cómo podía hacerte eso? –

- No era eso… lo que querías…?-

- El suero hizo de Steve Rogers la absoluta perfección en sus potencialidades. No podía esperar para ver lo que te haría a ti.-

- Vas a dármelo por la fuerza?- gruñó Will, descubriendo que le costaba hablar.- Qué me has hecho?-

- Un agente paralizante suave, que te he puesto antes, Will. No te hace daño, pero no podrás moverte, y te necesito muy quieto para la cena.-

- Dijiste que no… envenenabas comida… -

- Estaba en las frutillas. Ni siquiera yo sabía en cuál de los dos postres estaba. Así como jugaste ruleta rusa con ese abismo, yo he jugado, y he ganado.- Hannibal se sentó en la punta de la mesa, y le acarició la cara.- Will, mi Will. Ahora sano y fuerte, me durarás todos los años que el suero me haga vivir. No te dije que era lo opuesto a matarte?-

- Y si me niego a comerlo?- dijo Will con los dientes apretados.

- Te lo dí hace días, mientras dormías. Fue lo mejor: no me atreví a cocinarlo, por temor a arruinar el suero. No ha de haber tenido un muy buen sabor.- dijo el asesino, sacudiendo la cabeza. Will sintió una ola de impotencia al comprobar que no podía mover ni siquiera los dedos: podía parpadear, respirar, y era todo. Era el mismo paralizante que le había puesto para intentar abrirle la cabeza.

 

Qué iba a hacerle ahora?

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