Rojo
—¿Sabes que odio de este trabajo? —Frank miraba directamente al alcalde, quien también era el jefe al que debía proteger, pero no tenía intención de responder a la apremiante pregunta. Estaba tenso, el momento era horrible y había que admitirlo, no se puede andar de rosas por la vida y responder ante todo cuestionamiento con una sonrisa cuando aquel hombre ciego y poderoso se encontraba delante de él con la cabeza de su compañero debajo de su carísimo calzado y una pistola de nueve milímetros en una mano. —Los traidores, Frank.
La sangre salía despedida del cadáver por cuatro agujeros cuyas balas que los crearon se encontraban perforando la pared del salon, sangre en las paredes y los muebles, sangre en la ropa del pelirrojo ricachón. Todo estaba rojo y era gracias a la sangre de un hombre con el que había trabajado en cubierto durante años. Castle se preguntaba por qué estando tan cerca de la victoria policial no quería llegar al final. El olor era inmundo, pero estaba acostumbrado.
—Arrodillate. —Frank obedeció, ambas rodillas al piso y las manos sobre sus muslos ¿Cómo un hombre ciego puede usar un arma? Graciosa respuesta, pero aquel magnate del bajo mundo no estaba del todo acabado. Frank logró tener acceso a su registro médico, el pelirrojo era prácticamente un murciélago. Estando al lado de Murdock el Bruce Wayne de los cómics perdía el derecho a llamarse Batman. Y eso solo podía volver mucho peores las cosas, un movimiento brusco y aquel sujeto claramente inestable le convertiría en un colador —Anda, Frank, dime que no eres como él. Te reto.
—Señor Murdock, me conoce... —¡Bang! Frank no sintió dolor, pero hubo una abertura en una de las mangas de su saco que dejaba ver su camisa que lo alertó. Las cosas se estaban poniendo divertidas tan rápido que Castle no tenía tiempo de pensar cómo sobrevivir. Los ojos de Logan le juzgaban desde la muerte, Frank sentía que el cadáver estaba leyendo sus pensamientos: sus fantasías. Todo mientras la sangre de su amigo manchaba su pantalón —Estoy para servirle…
¡Bang! El otro brazo, adiós a su único traje decente. Murdock pateó una última vez la cabeza del muerto y caminó por encima del gran charco de sangre para acercarse a su subordinado
—Puedo oír dentro de ti, mentiroso. —El cañón del arma fue posicionado a centímetros de su frente, el olor a pólvora era casi tan fuerte como el de la sangre —Siempre he podido leerte, aguardé durante años. Jugué con cada movimiento y cuando me aburrí te di mil ventajas para ser el hombre que más cerca haya estado de tumbarme de mi pedestal… pero tú mismo saboteaste cada oportunidad y acercamiento. Dime, ¿acaso eres retrasado o solo eres el peor policia que jamás haya existido? Tengo curiosidad.
Frank tragó grueso, durante esos años había tenido que traicionar en todo lo que creía por un fin indigno, todo por acercarse al Kingpin cuya cabeza cada hombre de la fuerza anhelaba y cuando el momento de la verdad se acercó solo pudo retroceder, y retroceder, otra vez, otra vez y así por todo el tablero. No habían más fichas que Matthew Murdock y Frank Castle, sólo un rey sociópata y una reina indecisa que en vez de hacer un Jaque Mate solo divagaba ¿Por qué? La victoria estuvo en sus manos y la tiró por el drenaje.
—¡Dímelo, Frank, no me hagas esperar más!—El pelirrojo le tomó por el cabello y cambió la dirección del cañón por debajo de la mandíbula de Castle. Fin del juego.
—Yo soy capaz de dar mi vida por usted.
Silencio, la fuerza con la que Murdock le sostenía seguía siendo la misma, pero en su rostro podía apreciarse el claro disgusto ante la verdad que acababa de escuchar. Entonces el cañón bajó y le disparó en la pierna, Frank gritó y cayó en el suelo sucio por el dolor.
—¿Sigues siendo capaz, Frank?
Frank apretó los dientes mientras trataba de tapar la herida con ambas manos y asintió. Entonces Murdock volvió a disparar justo al lado de su oreja y el sonido de ese lado del mundo desapareció junto a sus pensamientos.
—Frank… Siendo… Capaz…?
—¡Sí, hijo de puta!
Matt sonrió tomándolo por el cuello y tirándolo en uno de sus carísimos muebles, justo el que estaba delante de una pared blanca que le gustaba mucho, entonces tomó asiento junto a él y se quedó mirándola por mucho tiempo. Un tiempo que a Frank (quien seguía desangrándose) le parecía infinito y cada vez más oscuro.
—Felicidades, Castle, has sido promovido a mi asistente personal y mi primera orden es que me digas todo lo que sabes sobre esa operación. Esa es la única forma de que un mentiroso como tú se gane mi confianza —Matt buscó la pierna de Frank y lo que primero empezó como un caricia inocente terminó con él insertando su dedo dentro del orificio donde aún permanecía la bala. El guardaespaldas gritó tanto que la oscuridad de la inconsciencia empezó a absorberlo —Aunque claro, será después de que te recuperes de esto. Buenas noches, Frank.
Pese a que la frente de Castle estaba sudorienta y manchada por la sangre ajena Matt se inclinó sobre él y le dio un corto beso para posteriormente relamerse los labios.
“Buenas noches, jefe”