
Confianza
Aún respiraba agitado por la larga carrera. Casi no lo había conseguido.
Malditas largas piernas asgardianas. Lo habían llevado demasiado rápido.
Pero lo había logrado justo a tiempo.
La otra versión de sí mismo no se había percatado de lo que sucedía a sus espaldas gracias al caos circundante y actualmente se encontraba jadeando, pero con un Dios de la Travesura aprisionado entre los archivos y su cuerpo que tenía los ojos como platos al ver un duplicado de Mobius.
_No… necesito decirte que… no tenemos que hacer ruido, ¿verdad? – le susurró en voz baja – Lo sé… sé que suena desquiciado, sé que parece una locura, pero… esta – le señaló alrededor – no es nuestra TVA. Es otra TVA. Y ese que acabas de ver no es el Mobius que tú conoces. Es otro Mobius.
El Dios entornó los ojos.
Obviamente.
No le creía nada.
_Me… encantaría quedarme a charlar como lo hice con tus otras variantes… pero tenemos que marcharnos de aquí pronto. En este lugar, no tengo dudas de que hay cosas con peor carácter que un Loki cocodrilo.
Los ojos ajenos volvieron a abrirse de la sorpresa al comprender y, sonriendo, bajó las manos que lo silenciaban.
_¿Mo… Mobius?
Le preguntó el Jotun/Aesir y, ante su tono esperanzado, suspiró asintiendo.
No iba a mentir. Sentía el mismo alivio que ese dolor de cabeza andante al verlo entero y sano. Había temido que, al reencontrarlo, se topará con que le faltaba una parte o que estaba gravemente herido.
Sylvie no era una variante que jugará delicadamente con sus enemigos y, si ahora esos dos estaban separados, era porque su Loki se había convertido en uno para la mujer, luego de, seguramente, no coincidir en algo importante.
Sacó el tempad, entonces. Tenían que retornar rápidamente.
Más, antes de poder accionarlo, se encontró encerrado en un fuerte abrazo por parte de su Loki que le hizo soltar el aire al ser apretujado por este y que en su rostro se sonrisa se ampliará.
Tragó saliva al escucharlo hablar de su versión cocodrilo y sus ojos se expandieron al comprender que no estaba frente a un espejismo o a un engaño más.
Mobius estaba vivo.
Mobius estaba vivo.
Mobius estaba bien.
Mobius… Mobius lo había seguido.
Para rescatarlo.
Llevarlo de vuelta a su TVA.
_¿Mo… Mobius?
Le preguntó cuando su mano soltó sus labios y lo dejó hablar.
El analista sonrió, suspiró y asintió, todo al mismo tiempo.
Era… era una locura.
Su corazón se aceleró a mil.
“Así debe sentirse Thor, cada vez”
Se dijo, recordando las múltiples situaciones en las que su hermano, había presenciado sus supuestas “muertes”, para luego volver a toparse con él, sano y salvo, de alguna manera. El enorme asgardiano, antes de regañarlo, siempre se colgaba de él y lloraba de alegría por encontrarlo nuevamente con vida.
Era su turno.
Estiró las manos mientras el otro sacaba un tempad de su saco y, temiendo que, como una aparición fantasmagórica, este fuese a desaparecerse, lo envolvió entre sus brazos, ahogando un sollozo al comprobar que Mobius no era un ser incorpóreo, sino de carne y hueso, que transmitía calor que, pese a lo bizarra de la situación, le devolvía cautelosamente el abrazo.
_Está bien – lo escuchó susurrarle al oído – Podemos… podemos tomarnos un par de minutos. Sé que debe… ser algo complicado para ti todo esto. Sólo respira. En nada vas a volver a ser tú de nuevo.
¿Complicado?
¿Volver a ser él de nuevo?
¿Qué?
Cerró los ojos mordiéndose el labio inferior.
Esa era la diferencia. Esa era la razón por la que se había confundido en el camino.
Mobius no sólo no actuaba como él actuaba. Tampoco actuaba como él esperaba que los demás lo hicieran.
Sylvie.
Sylvie había sido cómoda para su psiquis. Otro Loki. Otra manipulación. Otro huracán. Otro ser super natural con una vida miserable, que se había superado con un propósito.
Mobius era normal.
Demasiado normal.
Cuando se habían conocido, revelándole que era un pseudo detective, con un escritorio y un trabajo que, para su standard, salvo por lo de viajar en tiempo y espacio, resultaba deprimente, lo había catalogado como un ser no digno de atención.
Normal.
Más, andando las horas juntos, el analista había ido quitándose capas de tedio y revelando un carácter incisivo y tremendamente creativo, desafiando su mente.
Mobius podía ver más allá de sus mentiras.
Podía leer entre las líneas de sus justificaciones.
Era capaz de aliviarlo con una frase y de herirlo con otra.
Más, como su madre, Frigga, era incapaz de abusar de ese poder en su totalidad. Con Mobius, siempre había un “hasta ahí”, un respeto que, en toda su vida, escasamente le había importado a los demás sostener.
Frente a esa intención tan potente de protegerlo, después de todo lo que había hecho, se había encontrado totalmente indefenso y confundido.
No. No quería volver a ser él, en esos momentos.
No necesitaba ser él.
No quería ser quién nunca iba a poder confiar.
Ni tampoco quien nunca podría ser confiable.
Quería seguir siendo Loki.
Pero otro tipo de Loki.
Uno como el que Mobius le dijo que podía conseguir: cualquiera, lo que fuera que deseara.
Loki y él tenían más o menos la misma altura.
Eso siempre lo había sabido.
Casi desde el primer momento en que su archivo se volvió su obsesión.
Misma altura. Diferentes ojos. Diferente cuna. Diferentes intereses. Mismo humor.
Se había desternillado de la risa observando sus intervenciones en sus mil quinientos años de vida. El tipo era magnifico. Una de las vidas más interesantes, variadas y trágicas que había tenido la posibilidad de estudiar en la TVA.
Su expediente se convirtió entonces, en una regularidad en su escritorio. Tanto, que llegó a confeccionar una copia, para no tener que pedirlo a la administradora de los archivos y leerlo, como si se tratara de una novela, antes de irse a dormir.
Loki no lo había notado en su discusión con Miss Minutes más, la única cosa que había en su escritorio de manera permanente junto a la revista de jet sky, era su archivo.
Loki, para muchos, era una obsesión.
Por eso cuando había decidido integrarlo como consultor, había tratado de separar lo más posible lo emocional y tratarlo con cierta distancia y superficialidad, ya que no era correcto que, más de la mitad del tiempo, estuviese con la boca abierta, frente a su audacia e intelecto.
Y había tenido desafíos importantes en ese camino autoimpuesto.
Diablos. Pompeya.
Había estado muy asustado en Pompeya, pero tremendamente excitado por todo lo que estaban haciendo y había habido un momento en el que, si hubiese cedido a la tentación, hubiese terminado sujetándolo de sus negros cabellos para silenciarlo con un beso en la boca hecho y derecho.
Había pasado lo mismo cuando lo rescatará del cuarto en el que lo hubiese encerrado con Sif. Lo había escuchado sugerirle que le creyera porque era su amigo y… demonios, escuchar a Loki llamar amigo a alguien, más a él, pese a que evidentemente este estaba cuasi desesperado por Sylvie, lo había llevado a trastabillar con sus palabras y terminar diciéndole que podía ser lo que quisiera y quien quisiera, como tantas veces le escuchase decir a la Reina de Asgard a un Loki pequeño y deprimido por el contexto asgardiano en el que le tocaba crecer.
Y ni hablar de la colina. Cuando el dios lo había abrazado como en este momento lo hacía. La broma había alivianado el momento y había desviado la atención. Pero al regresar a la TVA, mentiría si no admitiera que había sentido envidia de Sylvie. Del lugar que, evidentemente, iba a ocupar al lado de Loki.
Es que no esperaba menos.
Un Dios, elegía a otro Dios.
Nunca miraba para abajo.
Claro que no contaba conque Sylvie actuará, bueno… como Loki. Hiriendo a su Loki.
Había visto rojo al notar como este se perdía entre las líneas temporales. Seguramente sin un tempad. Y, encima, arrojado a una TVA diferente en la que iba a estar expuesto a vaya saber que tribulaciones.
Por eso lo había seguido. Por eso se había expuesto a quedar atrapado también. Por eso había sonreído cuando este lo había mirado con sorpresa. Por eso había correspondido al abrazo efusivo de su Loki.
Claro que, no contaba con que el otro, no tenía para nada sus limitaciones.
Ni que, separándose apenas para verlo a los ojos, los girará a ambos y apoyando su espalda contra los libros, inclinará su cabeza, aprovechando su similar estatura para darle uno de los besos más intensos de su vida.