
71 horas antes
71 horas antes
_Jedediah me ha propuesto matrimonio y he aceptado
Levantó una ceja al escuchar al romano. No quería sonar como un resentido, pero... ¿es qué acaso había venido a regodearse?
Inspiró profundo recordándose que Jedediah no era Mobius. Que eran personas diferentes. Que provenían de historias distintas.
Que ni siquiera eran reales.
Y... y sin embargo...
Sin embargo, Octavius iba a obtener su final feliz.
Era... hacía falta un alma más noble que la suya para no sentir amargura ante ello.
Para no sentir que perdía una parte de la propia sabiendo que eso sucedería.
Abrió la boca y volvió a cerrarla pensando en las palabras que iba a decir. Por un breve momento estuvo tentado de usar su lengua viperina y descargar su dolor en un remarque ingenioso e hiriente, pero un recuerdo le vino a la cabeza.
"Ese no es quien soy ya"
Le había susurrado a Sylvie y había sido sincero. Ya no tenía fuerzas para ser ese Loki. Lo había perdido todo, hasta la esperanza. Era un cascarón vacío que servía de adorno en un museo, condenado a estar solo por sus malas decisiones.
"Siempre serás el Dios de la Travesura, Loki. Pero podrías ser tanto más"
Le había sentenciado su hermano cuando en el video en el que se retratase su vida se mostrará sus acciones en Sakaar.
Y el bruto había tenido razón.
Si hubiese decidido ser más. Mucho más de lo que siempre se esperó de él, no hubiese sido el peón de nadie. Ni de Laufey, ni de Odín, ni de Thanos. Tampoco hubiese sido el castigo de nadie. Ni de Frigga, ni de Thor, ni de Mobius.
Mobius a quien había renunciado para marcharse tras un espejismo que había resultado ser un engaño más de los propios. Un castigo por tantos de los suyos.
¿Qué hubiese pasado si se hubiese animado a detenerse por unos segundos a analizar lo que estaba haciendo?
¿Lo que le había pasado?
Había caído preso de la vorágine y había cometido el peor de los pecados: dejarse llevar por las urgencias ajenas en lugar de las propias.
Tendría que haber pensado en que era más simple y factible trabajar con Mobius que trabajar con Sylvie.
Aunque aún no hubiese podido dimensionar el grado de afecto que iba a unirlo al analista, debería haber razonado lo que estaba haciendo.
Esa era la primer lección que le había enseñado su madre.
La que, naturalmente, como la Madre de Todos, se había olido algo de la estratagema de su esposo y había tratado de protegerlo de ella, enseñándole algo que jamás había enseñado a su hijo mayor: a que era más conveniente desobedecer a Odin que obedecerlo.
“Entonces, Loki, nunca jamás pongas las necesidades de otros por sobre las tuyas. Siempre toma en consideración lo que necesitas primero y por nada del mundo actúes apresuradamente, aún cuando los tiempos apremien. Siempre debes darte un momento para evaluar las situaciones adecuadamente”
Evaluar adecuadamente en esas circunstancias debería haber sido no inclinarse por otro Dios especialista en el engaño, como él mismo.
Había sido tan estúpido. Había estado tan aferrado a sus viejos prejuicios. Tan excitado con la adrenalina del momento que no se había percatado de que, sus ansias de resolver la cuestión, no habían provenido de lo que Sylvie le dijese, sino de su interés en probarse frente al que había definido como un oficinista aburrido.
Mobius.
El circunspecto y enojón Mobius al que había adorado en sus vergüenzas y explosiones cuando lo engañara y lo descubriese. Al que no podía dejar de tocar constantemente.
Comparado con Sylvie, Mobius era su propia persona, no su proyección en el dolor ajeno.
Sylvie había sido él mismo, en otro momento, en otra realidad, y había actuado protectoramente con ese otro Loki a quien veía tan perdido. Y se había confundido. Y se había dado cuenta muy tarde de la confusión.
Mobius había pagado por ello.
Y él también.
Jedediah, no iba a pasar por lo mismo, si de él dependía.
_Mis felicitaciones a ambos – le contestó finalmente, inclinándose como correspondía al Príncipe que era – Que la luz de mi madre Frigga, Diosa del matrimonio y la fertilidad, ilumine su enlace y les brinde la mayor felicidad posible.
El romano se levantó del asiento que habían cargado sus soldados hasta el lugar y llevando su puño cerrado al pecho se inclinó igualmente en respeto.
Suspiró aliviado al levantarse y encontrarse con su mirada.
Sería insufrible en muchas ocasiones, pero Octavius Augusto era un diplomático consumado y a él, que había sido criado entre personas de ese mismo status, el poder moverse en ese ámbito tan conocido, le devolvía algo de la estabilidad que había perdido en ese lugar.
_Muy bien – le dijo entonces el romano volviendo a su asiento portable – Creo que ahora, podemos entrar adecuadamente en negociaciones.
_¿Disculpa?
Le preguntó desconcertado.
¿A qué negociaciones se refería?
Los colores se le subieron un poco al rostro. ¿Sería que el otro estaría preocupado de qué pudiese interrumpir su boda o presentarse sin ser invitado en ella?
_Sí… lo que le preocupa es mi presencia en sus nupcias – se adelantó en explicar aclarándose la garganta algo incómodo – puedo asegurarle que…
_No, no, signore. Su presencia en ellas está contemplada – le explicó el General acomodándose la toga – De hecho, debo advertirle que tendrán lugar en tres horas, de acuerdo al tiempo que nos ha extendido mi asistente Sergio, respecto de la organización del evento.
_¿Tres horas? – le preguntó atónito - ¿Ustedes se casan en tres horas y estás aquí hablando conmigo en lugar de estar con Jedediah?
El romano sonrió de costado y apoyó su codo en uno de los brazos del asiento labrado y su rostro en el puño del mismo brazo.
_Mi amore, está sufriendo a mis sastres, en estos momentos. Ya que, si bien sus muchachos del diorama del Lejano Oeste, no tienen demasiado problema con el tema de la vestimenta, mis tropas no permitirán que un General contraiga matrimonio frente al altar de las Vestales con una pareja no vestida adecuadamente para la situación. Por lo que, he sido expulsado de estar al lado de Jedediah, hasta que su traje esté listo a los ojos de los sastres.
Le explicó el romano riendo bajo, probablemente imaginando el momento no muy agradable que debían estar pasando con el rubio los encargados de la vestimenta de sus tropas, ya que era conocido por todo el mundo que el vaquero solía hacer bromas respecto de las togas de los romanos y de lo incómodas que le parecían para vestir comparados con sus pantalones y camisas.
Inspiró y exhaló participando del humor del otro.
Jedediah tenía algo de Thor en ese sentido.
Su hermano mayor odiaba el momento de probarse ropa y esperar a que la arreglarán para hacerla a su medida. El rubio dios de Asgard prefería vestirla y conquistar una horda de mujeres con ellas, pero no atravesar el proceso de creación que las mismas conllevaban.
Al contrario de él, que disfrutaba enormemente del mismo y que, había aprendido a acelerarlo, mediante el ejercicio de ciertos conjuros que lo proveían del atuendo necesario, para la situación correspondiente.
Cerró los ojos dejando que por sus venas latiese el poder nuevamente.
Su seidr nunca se había ausentado de su persona.
Suponía que la tableta del joven faraón, al ser en parte mágica, reconocía la magia ficcional que poseía y le permitía también existir. Muy disminuida, puesto que había probado que no podía ejercitar más que conjuros menores y limitados, pero lo suficientemente presente como para abandonar su uniforme de la TVA y recubrirse frente a los ojos del General de su atuendo real asgardiano.
El General recorrió su vestimenta de pies a cabeza. Como buen militar, probablemente estaba juzgando las ventajas y desventajas de la construcción de cuero, en el campo de batalla.
_Es una buena elección – le dijo finalmente cruzando una de sus piernas sobre la otra – Acorde al rango y al evento.
Volvió a levantarle una ceja.
Había sido criado en una casa real, ¿qué esperaba?
¿Qué apareciese en medio del salón de miniaturas desaliñado y con el traje de la TVA?
Negó con su cabeza. Si lo hubiese hecho, realmente, no habría podido culparlo. Los últimos tiempos… habían sido duros.
_Mi estimado – continuó el romano al ver que no le había contestado – como usted es consciente, al cambiar mi status legal de soltero a casado, aparecen nuevas responsabilidades asociadas a la situación.
Asintió.
Las conocía bien porque, no importaba el estrato dirigente en el que crecieras, fuese en Midgard o en otro mundo, siempre las reglas eran las mismas.
_En mi tierra pasas a dirigir una casa – le dijo sentándose frente al hombre, puesto que continuar parado era realmente inconveniente cuando tu interlocutor tiene la estatura que tenía Octavius.
_En Roma – le dijo el General haciendo gestos para que uno de sus ayudantes de campo, que hasta el momento habían permanecido separados de ambos, permaneciendo junto a las tropas regulares, se le acercase y le entregara un rollo de lo que suponía era pergamino – el nombre que se otorga es pater familias.
_El padre de la familia – tradujo sonriendo – Me resulta conocido el título.
_No lo dudo – reconoció el General – Aunque el que usted conocía como Odín no podía ser considerado uno. En el Imperio, el Pater Familias no era omnipotente y, ciertamente, nunca podría haberse comportado con el hijo de una familia real de la manera que se comportó, sin haberle acarreado consecuencias. Los romanos somos civilizados, joven príncipe, teníamos Senado y leyes.
Abrió los ojos grande al escucharlo.
¿Cómo?
¿Cómo sabía de Odín y…?
_Viste la serie – masculló entornando los ojos.
_Sí – admitió sin sonrojarse el General – Jedediah estaba preocupado por ti y yo también y no sabía como hacer para ayudarte. Soy un militar. Necesito conocimiento para poder actuar. Y, así como acudí a la biblioteca del museo y a la zona de informes, para aprender del Lejano Oeste cuando despertamos gracias a la tableta, observar tu serie me pareció lo más adecuado para poder entenderte.
_¿Jede… tú… ustedes estaban preocupados por… mi?
Le preguntó señalándose.
_Mi futuro esposo es un buen juez de las personas, príncipe. Suele tener razón cuando dice que alguien es bueno. Y él estaba convencido de que tú lo eras.
_Tú no parecías tan convencido de ello, no hace mucho – le resaltó.
_No. Pero no tenía que ver contigo exactamente – le explicó el General – Tuvimos un pequeño malentendido con mi amore y… por un momento creí que tenía competencia en tu persona.
_Pero no la tenías – le dijo sonriendo.
_Como tú no la tienes con Mobius – le contestó con rapidez el otro.
_Mobius es un tema… que prefiriría no tocar – murmuró bajando los ojos – Especialmente hoy.
_Comprendo. No volveré a mencionarlo.
Aceptó el romano y sus pulmones volvieron a funcionar nuevamente.
No.
No quería pensar en Mobius el día que Jedediah se casaba.
Le costaba horrores separar al vaquero del analista y, mientras este no apareciese en su mente, podría sobrevivir a la boda del otro sin mayores problemas, para luego retirarse de nuevo a su exhibición a lamer sus heridas en privado.
Sintió una breve palmada en la pierna y levantó los ojos para ver que el General se había parado y se encontraba extendiéndole el rollo de pergamino con la mano que no cubría el carmesí de su toga. Lo recibió pensando en que, la vestimenta, le sentaba. El hombre portaba un uniforme especial, con un pecho de armadura recubierto con diseños que eran protagonizados por el águila de su imperio en colores dorados y detalles brillantes, que hacían juego con sus sandalias.
_¿Qué dice? – le preguntó abriendo el pequeño documento.
_Es una propuesta de parte mía y de mi futuro esposo – le explicó el romano – Al unirnos en matrimonio, la posibilidad de brindar descendencia directa se nos vuelve imposible, por lo que, debemos resolver el tema de la sucesión.
Pestañeó asombrado.
_Yo no soy romano…
Se le escapó y tuvo ganas de golpearse mentalmente.
¡Esa era la menor de las cuestiones!
_El ritual de la adopción no requiere que la persona adoptada haya nacido o siquiera pertenezca al Imperio. Una vez que el pater familias realiza el rito correspondiente, pasa a ser por adopción ciudadano de Roma.
Levantó una de sus manos deteniéndolo.
_Octavius… yo no soy alguien joven a quién puedes moldear como sucesor… de hecho, no soy considerado un buen gobernante…
_Con todo respeto, Loki, difiero – le dijo el General – Como Príncipe fuiste elegido como Regente…
_¡Porque Thor estaba castigado en Midgard!
_Con toda la razón del mundo, se había comportado como un ser arrogante e irresponsable. Demostrando ser totalmente inmaduro para el papel que le tocaba ejercer.
_Porque yo lo engañé, Octavius. De no ser por mi estrategia, Thor…
_Hubiese terminado castigado de igual manera, Loki. Odín no tenía interés en hacer que asumiese el trono. Es más, estoy seguro que contaba conque tú encontrarías una forma de arruinar esa coronación, sin que él se viese involucrado – añadió el romano – Sólo, no calculo que utilizarías gigantes de hielo y que la cosa terminará escalando a mayores.
Abrió la boca y volvió a cerrarla.
No… no lo había pensado.
Pero bien podía ser.
Odín… Odín razonaba así.
_Una vez removido Thor y enviado a Midgard, lejos de la mala influencia de sus amigos y la protección de su madre… ¿No te resulta extraño que Odín caiga en su sueño luego de haber discutido contigo? ¿No crees que es inexplicable el que haga lo que hizo si no estuviese seguro de que tú, considerando la preparación que tenías y la ansiedad por ser aceptado y valorado, no habrías de aprovecharte del Pueblo asgardiano? Vamos, hijo, eres más inteligente que eso – comentó Octavius cruzándose de brazos – Y, ya que estamos, ese mismo Pueblo, que te tuvo dos veces de gobernante. ¿No crees que no percibía que eras tú? ¿Qué no lo sabían? Por lo menos los más cercanos a Odín eran conscientes de lo que sucedía. Uno puede ser un maestro del disfraz y de la imitación, pero nunca se es tan bueno como para engañar a un segundo al mando.
¿Los ciudadanos de Asgard habían decidido hacer la vista gorda?
¿Por qué?
_Presumo que… la decadencia de Odín era muy notoria y que, los errores de su primogénito, también lo eran – afirmó el romano, respondiendo a los interrogantes que no se había dado cuenta que había hecho en voz alta – El segundo príncipe era menos popular, pero más eficiente y, si los problemas en la casa real, dictaminaban que este se disfrazará para poder gobernar, bueno, en tanto no causará problemas y trajese bonanza y estabilidad, bien podía ser disculpado. La plebe, el vulgo, tiene un cierto olfato para decidir estas cosas.
_Ello no quita que… no pertenezco a tu Pueblo y que no lo conozco y que… esto es delirante Octavius, tengo muchísimos más años que tú, aunque sean ficticios y…
_Roma es una idea Loki. No puedes nacer en una idea. Tienes que vivirla y aprenderla. Mi Pueblo te aceptará, si tú los aceptas y aprendes. Y, de hecho, que tengas muchos más años que yo y que presentes este set de habilidades que demuestras, resultará en un valor añadido para ellos.
_Ustedes… ¿Ustedes entienden lo que me están proponiendo?
Le preguntó aún desconcertado.
Él… él no era un beneficio para nadie.
Él era Loki. Dios de la travesura y el fuego. Un problema constante.
Octavius suspiró y se acercó para colocar su pequeña mano sobre una parte de la suya.
_Quién es necesario que entienda correctamente eres tú. Nuestra propuesta no es una atadura sin derechos, Loki. Serás considerado nuestro hijo y heredero, pero serás tu propia persona y tendrás tu espacio como lo vienes teniendo hasta ahora. Participarás de nuestro hogar y nuestra vida y, ciertamente, esperaré que cumplas un cierto grado de responsabilidades que corresponden al heredero al trono de un Imperio, pero no impondré sobre tu persona, a menos que sea una emergencia y el caso más extremo, ninguna orden y, bajo ninguna circunstancia, la misma será inhumana y/o ofenderá tu dignidad.
_¿Por qué…? ¿Por qué me quieren en su vida y en sus mundos? ¿Por qué?
El General levantó su rostro para verlo a los ojos.
_Aunque con una diferencia importante, hijo, por la misma razón por la que Mobius te quería en la suya.
Tragó saliva al no descubrir una sola nota de engaño en el rostro ajeno, mientras sentía que por su rostro habían empezado a correr lágrimas sin darse cuenta.