Cuéntamelo todo, querida

Marvel Cinematic Universe WandaVision (TV)
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Cuéntamelo todo, querida
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Te pasaste cuestionando tu vida en Westview, el paso del tiempo, los días exactamente iguales y todo te parecía demasiado común para tu gusto hasta que tu vecina Agnes te invitó a tomar el té.
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Una taza de té

- Te he estado esperando, cariño, llegaste justo a tiempo…- Dijo Agnes observándote (no tan sutilmente) de arriba a abajo; te sentías avergonzada porque no tuviste tiempo de arreglarte ni un poco, ni siquiera de mirarte a un espejo, y lo más probable era que tu peinado elaborado (de alguna forma, porque no recordabas haberte hecho nada específico en el cabello) se haya desarmado al correr. 

- Agnes...disculpa la demora...- Dijiste con una sonrisa tímida, la mujer mayor posó su mano cariñosamente en tu hombro y te invitó a pasar. Agnes seguía con el look impecable, hasta seguía llevando el broche en su ropa y el maquillaje continuaba intacto; parecía una especie de celebridad luciendo fenomenal a toda hora.

- No te preocupes, ángel, debes estar exhausta, los trabajos de oficina deben ser muy demandantes...¡eso no lo sé y definitivamente tampoco Ralph!

Aquellas risas sonaron nuevamente. El no saber de dónde provenían te hacía sentir frustrada pero no quisiste ser descortés con Agnes, las ignorarías sólo por esa vez. Al menos sabías que no venían de la casa de los Maximoff, porque sonaron fuerte y claro. Parecían risas grabadas porque siempre eran las mismas, había algo mecánico en esas risas, era como si alguien las hubiera repetido con un control remoto.

Tu respiración seguía algo agitada pero al ingresar a su casa notaste que el dolor intenso de las heridas en tus tobillos había desaparecido de pronto. Simplemente, ya no estaba. Miraste de reojo tus pies al caminar hacia la sala, guiada amablemente por la mano de Agnes en tu espalda hasta llegar a su sofá más grande y no viste un solo rasguño en tus tobillos. “Esto es extraño” pensaste. Su sala era acogedora y algo en el ambiente te hacía sentir bienvenida, el papel tapiz de las paredes y los muebles de madera tallada le daban un toque vintage y cómodo, te sentaste mientras Agnes pidió que la esperes un segundo. 

- Enseguida vuelvo con el té, querida, ponte cómoda, ¿si?- Dijo Agnes dulcemente mientras caminaba hacia la cocina, haciéndote otras preguntas simples como cuántas cucharadas de azúcar preferías o qué sabor de té te gustaba más (Agnes parecía tener varios y tú amabas el té) tú respondiste mientras te familiarizabas con el espacio, observando todos los rincones, macetas, muebles, plantas y algunos cuadros colgados en las paredes. Te pareció curioso que no hayan fotografías pero decidiste no tocar el tema (jamás habías visto al tal Ralph y Agnes siempre tenía algún chiste o comentario ácido que hacer sobre él cada que lo mencionaba).

Volviste a revisar tus tobillos sutilmente antes de que Agnes regrese a la sala; no había ni un raspón. La piel estaba totalmente limpia. 

"Esto de verdad es raro" pensaste. No te lo podías explicar, en la calle te dolía el simple hecho de apoyar el pie en el suelo pero apenas entraste, el dolor también se había esfumado. 

"Debo estar perdiendo el juicio" no tenías otra explicación.

- ¿Annie? - Agnes regresaba con una bandeja en las manos y la misma sonrisa que te elevaba el buen humor como si hubieras escuchado una de tus canciones favoritas. - ¡Por suerte tenía el té de naranja que te gusta!

- ¡Oh! Vaya...muchas gracias Agnes, ¡no te hubieras molestado!

- Pero si no es molestia, querida, leí en una revista que este té ayuda a calmar los nervios y tú lo necesitas ahora. - dijo Agnes mientras colocaba la bandeja en la mesita de madera y se sentaba a tu lado a ofrecerte la taza. Agnes tenía un bonito juego de té, la taza de porcelana se veía adorable con tanto detalle en los bordes.

- Gracias...- dijiste al recibir la taza y accidentalmente tocar sus dedos con los tuyos, la mujer fijó sus ojos en los tuyos por un momento.

- También te ayudará con el frío, cariño, me imagino que la caminata ha sido larga.

- Sólo un poco - respondiste y bebiste un sorbo, no recordaba haber tomado un té tan delicioso. - ¡Este té está muy bueno! - exclamaste. Agnes sonrío de nuevo.

- ¡Excelente! - dijo Agnes. - y funciona, te veo mucho mejor que esta mañana, lucías algo alterada, ¿problemas en la oficina?

En todo el tiempo (si es que corría el tiempo, aún no lo tenías claro) que viviste en Westview, nadie te había preguntado ese tipo de cosas, tú solo ibas al trabajo, escribías los correos y regresabas a casa o ibas a la tienda, (ni siquiera recordabas en qué se iba tu sueldo, si en vegetales, cajas de cereal, herramientas o productos de limpieza) nadie se había detenido a preguntarte cómo estabas, y el hecho de que Agnes parecía interesarse por el tema de pronto te resultaba curioso pero agradable, reconfortante. Una vecina con quien sólo hablaste una vez acababa de hacerte una pregunta personal, y no tenías ningún problema en compartirlo, después de todo fue ella quien inició el tema.

- Pues...verás...estos días han sido un poco raros, no sé si te ha sucedido. - Agnes dejó de beber su té y te escuchaba con atención. - ¿no te parece que todos los días son exactamente iguales?Bueno, a excepción de hoy, no sé si es por cómo es mi rutina pero todos los días parecen los mismos. - pudiste respirar un poco después de tal "confesión"

- Oh...cariño, te entiendo perfectamente...- Dijo Agnes, casi en un susurro. Cruzó las piernas y tuviste que batallar duramente contigo misma para mantener la vista al frente.

- ¿También te sucede? - preguntaste, después de tomar otro sorbo.

- Así es corazón, es levantarse, preparar el desayuno, regar los rosales, y rogarle a este hombre para que salga de ese sótano, coja el periódico y encuentre un empleo! ¡Todos los días!

Las risas sonaron de nuevo. Decidiste poner en riesgo tu dignidad y aventarte a la posibilidad de que tu vecina te crea una demente. Sonaron demasiado fuerte como para que Agnes no las escuche.

- ¡...Y luego están esas risas!- exclamaste, Agnes arqueó las cejas, parecía estar escuchando alguna historia de ultratumba. - ¿tú no las escuchas? Yo...-hiciste una corta pausa pero Agnes aún no respondía. -...no sé de donde salen...pero suenan de vez en cuando y...- fuiste interrumpida por Agnes, cuya mirada se había oscurecido de pronto. La luz de su lámpara empezó a parpadear pero tu atención sólo estaba puesta en tu vecina.

- ¿Cada cuánto las escuchas?- El tono de voz de Agnes cambió completamente. Pasó de ser alegre, animado y un poco agudo a uno serio y oscuro, parecía estar dando una orden en lugar de preguntar. La expresión de su rostro cambió del mismo modo y por su expresión parecía haber escuchado que arruinaste su alfombra nueva. Para ser honesta, aquella Agnes te asustó pero no dejaba de parecerte hipnotizante, sentiste la necesidad, la urgencia de resolver su duda.

Agnes se deslizó un poco hacia tu lado del sofá y dejó su taza en la mesita, todo aquello sin quitarte la mirada feroz de encima.

- Casi todo el tiempo - contestaste, temblabas. - Sucede cuando salgo, cuando estoy en el trabajo, cuando alguien hace algún chiste dentro de la oficina, y acaba de pasar hace unos minutos.- confesaste. Aquella duda de todos los días jamás había sido compartida hasta ese momento y te sentías un poco expuesta, avergonzada. La mirada de Agnes te leía como un libro nuevo mientras te escuchaba para después esbozar una media sonrisa que te causó escalofríos.

- Así que...casi todo el tiempo...

- y...hay otra cosa...- Dijiste rápidamente, casi saltando del asiento.

Agnes se veía impaciente. Se había acercado más sin que te des cuenta y tu respiración se hacía más difícil, pero aún así deseabas resolver sus dudas.

- Hasta ahora sólo las he escuchado cuando he estado cerca de los Maximoff, ya sabes, Wanda y Vision...y aquí, contigo. - dijiste, suavizando tu tono cuando la mencionaste. La mano de Agnes se movió hasta tu hombro para después subir a acomodar un mechón de tu cabello fuera de lugar.

- ¿No las has escuchado?- preguntaste temerosa pero sin dejar de mirarla. - Quiero saber si no estoy loca, no sé qué me sucede y no se por qué esas risas...- Fuiste interrumpida

- No estás loca, querida. - Dijo Agnes, cuya mano "oh, esa mano perfecta" comenzó a jugar con tu cabello. Te preguntaste si la mujer se comportaba así con todas sus vecinas que acababa de conocer, pero definitivamente aquello no era una queja. - Yo misma las he escuchado a veces y también ha sucedido cuando visité a Wanda y Vision, pero no tengo la menor idea de por qué suenan, estoy en una especie de... investigación por mi cuenta.

- Yo trato de saber eso desde hace mucho...a veces me detengo cuando las escucho, siempre es cerca de su casa o cuando Vision dice algo en el trabajo, es muy raro Agnes...

- ¡Tengo una idea cariño!- El tono de Agnes volvió a ser el mismo de pronto, animado y feliz, como si nunca te hubiera acorralado entre ella y el sofá ni te hubiera mirado como un león a su presa de turno. Volvió a sonreir y tomó nuevamente su taza.

- ¿Qué te parece si me acompañas mañana? tengo una reunión organizada por Dottie Jones y ahí va a estar Wanda, lo más probable es que esas risas vuelvan a sonar, me avisas cuando suceda y así ambas veremos si no tenemos problemas psiquiátricos urgentes que atender. - Agnes terminó su té y dejó la taza en la mesita nuevamente. tú hiciste lo mismo.

"Si...creo que sí" pensaste.

Tenía sentido. Lo que aún no encajaba era por qué Agnes estaba tan tranquila con risas sonando desde ninguna parte. Definitivamente no pensabas que Agnes estaba loca, si tú no lo estabas, ella tampoco, ¿cierto? Además, la urgencia de dejar esa vida monótona y pasar tiempo con Agnes te resultaba de lo más atractiva.

- Claro - Respondiste rápidamente. - Me parece una excelente idea, gracias por...por ayudarme con esto y...-

- ¡Oh, ven aquí!- Exclamó.

Agnes extendió los brazos sin que acabes de hablar y te envolvió con ellos en un cariñoso abrazo. Tú sólo te dejaste caer y no recordabas haberte sentido tan segura y cómoda en Westview.

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