
Chapter 3
III
La consciencia regresaba a él poco a poco, vívidas imágenes de lo que acababa de ocurrir pasaban por su mente mientras sus ojos se mantenían cerrados, lo último que recordaba era que el avión se estrello contra el agua causando una gran salpicadera y que justamente ésta entrara desde diferentes lugares.
Hasta ahora lo único que Steve sabía es que estaba recostado; no podría decir sobre qué, su cara que ardía en varias partes y su cuerpo sentían el calor del sol y que un aire tan puro que nada que él conozca pueda igualar llenaba sus pulmones. Al parecer la situación era que algo o alguien lo había sustraído del mar antes de que pudiera llegar al fondo.
No se lo creía pero era la segunda vez desde que se desvaneció que se preguntaba cómo había llegado ahí.
El Capitán tenía la intención de levantarse cuando escuchó una respiración extremadamente cerca suyo, fue un suspiro de suficiencia o eso pudo deducir, su pulso se aceleró y su oído se afinó tratando de captar a más distancia pasos o voces pero no había alguien más que la persona junto a él, ¿Será quien lo salvó?
Lo que Rogers temía era haber terminado en tierras desconocidas y que los habitantes del lugar quisieran encerrarlo o ejecutarlo por llegar a invadir aunque si fuera así él esperaría dar explicaciones sobre cómo habían sido las cosas y que todo pasó por accidente. Estaba mal que se adelantara a hacer prejuicios, lo que quería era que supieran que él no presentaba amenaza alguna.
Contuvo su respiración al sentir que lo tocaban, una ligera caricia que le provocó cosquillas en el costado de su rostro y luego una cálida mano se encontraba cubriendo toda su mejilla. No pensaba que un contacto lo hiciera sentir tan cómodo, inconscientemente su cabeza se inclinó más buscando prolongar esa sensación que parecía hacer que él y la persona misteriosa tuvieran armonía.
Steve se percató de lo que hacía y se alejó bruscamente y con un sobresalto abrió sus ojos de golpe aunque arrepintiendose al instante en que el sol caló en ellos, de inmediato una sombra lo protegía y le permitió ajustar su vista para que se acostumbrara a la iluminación. Se sentó y sus dedos sintieron arena caliente, como la de una playa.
Frente a él se hallaba una bella dama con cabello negro peinado en una trenza y grandes ojos cafés, usaba una armadura a su medida en tonos cobrizos que a juzgar por el corte permitía mucha libertad en movimiento, portaba una amplia sonrisa como si verlo despertar la hubiera puesto así de feliz, él con un ceño de fruncido sólo la miró.
-Eres un hombre ...- habló la joven con un marcado acento que no ha escuchado antes sin dejar de sonreír. A Steve le extrañaron sus palabras era como un descubrimiento y una afirmación para ella misma. -Ss i- un ataque de tos impidió la contestación de él, sentía su garganta seca y su voz salió demasiado ronca, la observó y notó que su expresión reflejaba preocupación sin embargo se recuperó rápido y estaba listo para hablar con ella y de paso demostrar que estaba bien.
-Si, lo soy. ¿Acaso no me veo como uno?- bromeó el soldado aunque ninguno de los dos rió. -No lo sé, nunca he visto uno.- afirmó ella agachando la mirada volviendo el ambiente incómodo para ambos.
El rubio rompió el silencio. -¿De qué habla? No, no la comprendo.- Él se dirigió a ella con los modales y respeto que había aprendido de su madre. Diana regresó su mirada a él y explicó. -Tú estás en Themyscira, tierra de las Amazonas y de ellas solamente, ningún mortal ha puesto un pie aquí y menos un hombre ...Hasta ahora.- mencionó ella en voz baja las últimas palabras.
-Ninguno ¿eh? Supongo que yo soy el primero.- Steve cuestionó y la princesa sólo asintió. -¿Y qué pasó? ¿Cómo es que ...-
-Que estás con vida.- lo interrumpió y él afirmó sin hablar. -Pues yo vine aquí para estar sola cuando vi cómo tu nave se dirigía a toda velocidad hacia el mar. En el momento que tocó el agua nadé hasta allá y tú estabas adentro después te liberé y te traje aquí.- resumió ella esperando una contestación. El Capitán procesaba lo que acababa de oír mientras frotaba su cara, dejó caer su brazo al terminar. Apenas asimilaba el hecho de que no había muerto y ahora se enteraba que una mujer guerrera lo había rescatado.
-Gracias por salvarme en verdad se lo agradezco, le debo una. Si alguna vez necesita algo y yo puedo ser de utilidad no dude en pedirlo ¿De acuerdo?- terminó de hablar con una media sonrisa. -Descuida, no tienes que agradecerme, era lo correcto. Pero sí me voy a cobrar el favor.- la castaña soltó una carcajada que contagió al joven soldado y ahora ambos reían al unísono compartiendo miradas también. No era el chiste más gracioso sin embargo los alegró bastante. Ya con un mejor humor y el entorno mucho más ligero Steve habló de nuevo. -Y ¿Cuál es su nombre señorita?- ella giró su cabeza y desvió la mirada con la intención de ocultar el sonrojo que coloreó sus mejillas, él lo notó más no lo mencionó, de hecho le pareció adorable.
-Soy Diana, princesa de Themyscira. Hija de Hipólita.- determinación y orgullo sobresalían de la voz de la pelinegra y a él le agradaba la seguridad que ella transmitia en cuanto a su identidad, era de los que sabían perfectamente lo que querían, tal vez se lleven bien. Enterarse que de todas las locaciones posibles llegó a parar a un reino quizá no explorado era interesante, en definitiva habría dudas que despejar. -Su alteza.- pronunció con una sutil reverencia en modo de respeto. -Eso no es necesario sólo es un título, puedes tratarme como a cualquier persona común, me identifico mucho con mi gente y me hace feliz ser parte de ellas ...Como sea a tí cómo te llaman joven mortal- la respuesta que había recibido lo dejó pasmado, parece que está chica estaba llena de sorpresas. Se apresuró a contestar. -Yo soy el Capitán Steven Rogers, de Brooklyn. Un placer.- lo admitía, el haber usado su rango militar estuvo de más y nunca alardeaba de él sin contar que solo era capitán de nombre pero quiso introducirse como uno lo hace frente a una princesa, de cualquier manera quién le ganaba a eso.
Él extendió su mano para estrecharla con la de ella, saludarla como a un civil y complacerla sobre tratarla sin formalismos o diplomacias. Con su mano levantada y en su dirección, ella la observó unos cuantos segundos y Steve al darle un asentimiento, iba a hacer lo mismo temerosa de equivocarse, colocó su propia mano en la misma posición que el rubio y la dirigió hacia la mano contraria. Cada vez más cerca estaban de entrar en contacto pero un grito lejano los interrumpió y al mismo tiempo ellos voltearon para verificar de dónde venía.
-¡Diana!- se escuchó ahora con claridad. Era la reina.