
Chapter 2
II
Era un hermoso día soleado y la princesa Diana decidió ir a admirar el cielo; uno de sus pasatiempos favoritos.
Acababa de tener una discusión con su madre, la misma de siempre. Lo que llevaba a que ambas mujeres se enfadaran mucho, la más joven no soportaba que la reina no se tomara el tiempo de escucharla, de que se diera cuenta que su hija tenía mucho que aportar, montón de ideas y planes para proteger a todos, no solo a las que vivían en la isla. Si Themyscira y la Tierra de los Hombres unen fuerzas va a ser muy difícil que se encuentren en riesgo de nuevo.
Pero no, según Hipólita todas las virtudes y conocimientos que tenían le pertenecían a la isla y las Amazonas, en sus palabras los hombres no eran dignos de compartir terreno con ellas y cualquier mal que padecían era porque se lo habían buscado o bien porque recibían su merecido. Ella no quería que su única hija estuviera involucrada con ellos pues la princesa se debía a su reino y a sus guerreras, esto desencadenaba una serie de dimes y diretes que llevaba a un acalorado encuentro entre ellas.
Diana se había cansado de oír las mismas palabras una y otra vez por parte de su madre y se retiró del lugar dejándola con la palabra en la boca, nunca había hecho eso y sabía que estaba mal, no era correcto... Mientras se alejaba escuchaba cómo su nombre era pronunciado hasta que estuvo lo suficientemente lejos para ir a su lugar predilecto.
Ahora estaba sentada a la orilla de un risco, planeaba darse un chapuzón y refrescarse para liberar tensión un buen rato en el mar que estaba muy abajo desde donde lo podía ver pero eso no le molestaba, ya era experta en clavados pero podía practicar un poco más en su caída que no estaba tan mal pero frecuentemente se desviaba tantito, por lo que sus piernas aunque las mantenía juntas entraban al agua inclinadas hacia la derecha y podía sentir su cuerpo desalineado. Se levantó y sacudió sus manos dispuesta a sumergirse a las deliciosas aguas cuando un peculiar sonido desde arriba llamó su atención.
Los ojos de Diana no podían creer lo que observaban, una especie de pájaro de metal pero incompleto caía apresuradamente dejando un rastro de humo casi negro al parecer porque este venía incendiándose en la punta. La mujer dio un par de pasos hacia atrás preparada para lo que sea y enfocó mejor su vista, a pesar de la velocidad y todo lo demás creyó ver a alguien asegurado al asiento, no se distinguía bien pero era una silueta perfectamente formada como para que sea cualquier otra cosa.
Tenía que ayudar a quien se encontrara ahí dentro, esperando que siguiera con vida y la razón por la que se estaba desplomando no lo haya matado, en cuanto toque el agua iría al rescate. Emociones variadas se manifestaban en su ser pero la angustia e intriga predominaban.
Cuando menos lo esperaba hubo un gran salpicón de agua junto con un sonoro estruendo, había caído a unos cuantos metros desde donde ella se hallaba, era pan comido si le preguntaban.
No lo pensó más y se lanzó en un delicado clavado con más impulso de lo normal ya que tenía prisa. Mientras se aproximaba al lugar del accidente las preguntas rondaban en su cabeza, ¿Por qué había logrado entrar? El portal es muy selectivo con las personas que quieren entrar a su Tierra, no recuerda una sola vez en la que un forastero haya podido poner un pie en la isla. ¿Qué le había pasado? ¿Corría algún peligro e hizo algún tipo de trampa para poder ocultarse aquí de una amenaza? ¿Traería problemas a las Amazonas?
Ya faltaba poco para llegar y pudo contemplar mucho mejor todo, ella tenía razón era una nave aérea muy distinta a las que conocía y de un material inferior también, notó un extraño símbolo al costado que no le gustó en lo más mínimo, era un cráneo rodeado por unos tentáculos.
Al estar tan cerca al fin posó ambas manos en el objeto y lo recorrió, el fuego ya estaba apagado lo más seguro al entrar en contacto con el agua más el humo permaneció y emitía un desagradable olor que comenzaba a marearla y le causó tos. Unos centímetros más y ahí estaba él, nuevamente no se había equivocado, estaba inconsciente por lo que vio a través del vidrio que tenía unas grietas y por la cabina del piloto se estaba filtrando el agua, ya estaba a la altura del pecho del hombre por lo que Diana se apoyó en el ala rota y usó su fuerza para arrancar la parte de en frente del avión, al lograrlo lanzó lejos el pedazo de metal. No tardó en arrancar la correa que aferraba al muchacho a la silla, con él libre de ataduras ella lo levantó con sumo cuidado colocando los brazos bajo las axilas de él, recargó su cuerpo en ella de modo que la cabeza se posara en su hombro para poder cargarlo y sacarlo de ahí.
Finalmente llevando un acompañante consigo Diana comenzó a nadar hacia la costa, trataba de ser muy cuidadosa para no lastimar las potenciales heridas que él pudiera tener por lo que iba despacio. En el momento en que sus pies tocaron el suelo y el nivel del agua disminuía continuó caminando ahora con el hombre bajo su brazo mientras él estaba boca arriba. Ya en la arena y lo suficientemente alejados de las olas la princesa lo acostó a decir verdad sí que era pesado, más de lo que imaginaba que un hombre promedio llegara a pesar y.
El desconocido yacía en la arena totalmente empapado por suerte seguía respirando, la joven guerrera no pudo evitar inspeccionarlo y se hincó a su lado, lo observó de pies a cabeza, no se perdió algún detalle. Miró su cuerpo y la estructura que lo formaba, era ancho y largo, la ropa que vestía cubría todo de él salvo por la cabeza y las manos, el color de su atuendo ciertamente destacaba por lo llamativo que era junto con los adornos en rojo y con la gran estrella plateada al centro también portaba un cinturón y unos zapatos que eran enormes y seguramente pesados no pasaba desapercibido eso es seguro. Cuando pasó su vista al rostro contempló desde su cabello en tonos dorados, sus finos rasgos y labios muy rosados. No sabía de la belleza en un hombre, no podía apartar su mirada de él, por más que resistió ella se dejó llevar y levantó su mano para tocarlo.
Lentamente se acercaba a su cara con algunos cortes y raspones, era muy cautelosa pues no tenía idea a lo que se enfrentaba, mejor dicho a quien. Tocó su mejilla con el dorso de su mano y después rozó sus dedos de arriba a abajo, sorpresivamente su piel se sentía tersa, contrario a lo que esperaba. Se arriesgó un poco más y con la palma de su mano acunó gran parte del rostro del joven, lo vió y sus propias facciones se suavizaron, él lucía tan calmado, ella se sentía del mismo modo y era como si compartieran la paz que justo ahí invadía ese espacio.
Diana frunció el ceño y con rapidez retiró su mano de donde estaba porque el sujeto movió su cabeza bajo su tacto. Ya estaba despertando.