
El hombre y su verdad
Si se lo preguntasen, si le dieran la opción de responder libremente de qué se trataba su relación, Tony diría que él y Loki no tenían una relación en lo absoluto, porque todo se trataba de un acuerdo mutuamente beneficioso y sin ataduras. Eso sería lo más sincero que podría llegar a ser, y contenía un mínimo de verdad, porque ese el modo en que todo había comenzado.
Había sucedido unos meses después de la invasión a Nueva York. Luego de que el pánico de enterarse de que el mago había escapado de su celda en Asgard pusiera a todo mundo frenético, y un grupo de héroes que no lo soportaban no hubiesen tenido reparos en mudarse e instalarse en su torre. Claro, el genio sabía que no les caía exactamente bien cuando los invitó a vivir en la torre por el bien de la protección de la tierra, pero había creído que era algo que podía superarse fácilmente. Creyó que si podían ver más allá de la máscara que usaba para enfrentarse al mundo en que había crecido como un genio, como el hijo de un multimillonario (lo cual siempre le había puesto en peligro), entonces podrían avanzar, e incluso convertirse en amigos.
Bueno, Tony se había equivocado. No por primera, y definitivamente no por última vez.
Así que, cuando su torre dejó de sentirse como un espacio cómodo, decidió que un cambio de escenario le vendría bien.
Luego de rehuir de los intentos de demandas de Fury por permanecer en la torre, los cuales Tony se apresuró a descartar recordándole que el genio no respondía ante SHIELD, se encontró instalándose en su mansión en Malibú. El aislamiento autoimpuesto y muy necesario había hecho que el ingeniero viera su relación con los otros vengadores desde una nueva perspectiva, y tuvo que aceptar la verdad: no había nada que valiera la pena allí. Sí, se llevaba lo suficientemente bien con Bruce, el único que no se imponía, demandaba parte de su tiempo, ni se aprovechaba abiertamente de su riqueza. También estaba en términos cordiales con Thor, aunque era más porque éste alternaba entre vivir en Asgard, visitar a Jane, y pasar de vez en cuando por la torre, que por una unión de compañerismo. Pero el resto era una pérdida de tiempo y recursos, y a veces sentía que estaba llegando a su límite con ellos, porque la verdad era que nunca serían amigos.
Tal vez por eso, o tal vez porque se sentía solo, o quizás simplemente porque había tenido demasiado para beber… Lo cierto es que descartó las preocupaciones de Jarvis cuando el mago apareció repentinamente en su taller en Malibú, y cuando un Loki definitivamente no tan loco ( e increíblemente atractivo) invadió su espacio personal, preguntándole si le gustaría ser follado por un dios… Tony dijo que sí.
Y sí, fue algo estúpido e irreflexivo, como todas las decisiones que solía tomar el ingeniero cuando sentía un profundo desprecio por su propia vida. Pero luego de ser manipulado y empujado boca abajo sobre su mesa de trabajo, y follado con dureza que rozaba el dolor, pero aun así era demasiado placentera… Luego de convertirse en un desastre de miembros temblorosos y extremadamente satisfechos… El playboy no podía decir exactamente que se arrepentía de su decisión.
El problema surgió luego.
Luego de que un encuentro se convirtiera en dos, y en tres… Luego de que una vez en más de un mes se convirtiera en una vez por semana o incluso más… Luego de que ver al mago aparecer en su casa para tener rápido e increíble sexo, pasó de ser algo increíblemente satisfactorio que lo dejaba saciado y exhausto, a algo que había llegado a anhelar, y que nunca era suficiente.
Fue gradual, quería creer Tony, pero sabía que él en realidad funcionaba de un modo distinto. Él era del tipo que sentía demasiado rápido, que emocionalmente se lanzaba con todo y lo daba todo de sí mismo mientras fingía no sentir en lo absoluto. Tenía demasiado bien incorporada la farsa del genio arrogante, irresponsable y despreocupado como para que alguien en realidad le prestase atención al modo en que se entregaba y se rompía con facilidad su corazón.
Tal vez por eso necesitaba protegerlo, tal vez por eso era tan jodidamente dependiente de su reactor. No por la metralla. No por los trajes. Sino porque, mientras todos creyesen que no tenía corazón en lo absoluto, entonces nadie podía ver lo destrozado que estaba. Nadie podía vislumbrar la cantidad de veces y por la cantidad de cosas que se había ido rompiendo.
Así que, si se lo preguntasen, si le obligasen a decir la verdad… Entonces Tony admitiría que lo que tenía con Loki era la causa de la nueva grieta en su corazón. Acostarse con el mago y fingir que eso era todo lo que había entre ellos lo estaba destrozando como pocas cosas lo habían hecho, y el ingeniero ciertamente tenía experiencia de primera mano con soportar situaciones jodidas. Diría que se había enamorado, y que sentía el más estúpido de todos los genios, porque, ¿un simple hombre enamorándose de un dios…? Definitivamente era el camino correcto para acabar siendo destrozado.
A veces, incluso podía sentir su máscara deslizándose, sus paredes temblando por el peso de mantener todos sus sentimientos adentro. A veces sentía que se le escapaban sonrisas demasiado cálidas. A veces creía que Loki casi podía notar la verdadera alegría que le recorría al encontrarse en presencia del mago. A veces, temía no ser lo suficientemente rápido en ocultar cómo sus toques lujuriosos querían convertirse en los toques de un amante.
Quería adorar al dios, quería poder demostrarle lo perdidamente enamorado que estaba de él, lo mucho que moría por hacer de lo que tenían algo con significado… Pero no era posible, porque era solo sexo para Loki. Existía un acuerdo tácito entre ambos, e imponerle sentimientos resultaría en el quiebre de lo poco que compartía con el mago.
A veces, el ingeniero se preguntaba cómo podía seguir fingiendo, soportando estar físicamente con la persona de la que se había enamorado, mientras ésta no sentía nada por él más que lujuria y deseo.
Porque Tony no era estúpido, y a veces, incluso detestaba ser un genio.
Él tenía claro lo que significaba para Loki: era un cuerpo cálido y disponible. Poco más que un agujero para usar cuando quisiera, porque ambos sabían que el genio también obtenía placer de sus encuentros, y era tan hedonista que había pocas cosas a las que se negaba a hacer en la cama… O en el taller… La sala de estar… La cocina… No importaba donde estuviese el genio al momento en que el mago decidiera aparecer para obtener lo que había ido a buscar, porque ambos sabían que lo obtendría.
Él sabía que el mago lo obtendría, y de buena voluntad. Y si, Tony era simplemente humano, y a veces sentía que no estaba de humor para ser usado, que anhelaba y necesitaba más… Pero entonces recordaba la fragilidad del arreglo, y se limitaba a cumplir con su parte sin permitirse pedir más, porque, sabía que si Loki no lo obtenía de él… Entonces el estómago se le encogía al pensar que pasaría al siguiente lugar, al siguiente cuerpo dispuesto, para saciar sus necesidades.
Así que sí, a veces sentía que su corazón dolía más que el placer que ganaba su cuerpo mientras continuaba sus encuentros con el dios.
A veces, en los días más difíciles, cuando las palabras acompañaban a Loki durante sus encuentros, cuando le gustaba recordarle al genio que era un héroe dejándose tomar por el enemigo, sometiéndose a él porque era una… En esos días, Tony se sentía insuficiente y desagradable, y sabía que incluso su orgulloso y arrogante ego comenzaba a resquebrajarse. Pero, aun así, incluso en esos días, no podía detenerse.
Mientras Loki continuase volviendo por él, entonces jamás podría terminarlo.
No importaba si lo destrozaba por dentro.
Los muros suelen ser resistentes, pero no hay un número infinito de golpes que puedan soportar antes de que puedan comenzar a resquebrajarse. Las grietas se abren en los momentos menos esperados, y se puede vislumbrar más allá de ellos. Se puede ver aquello que se estaba intentando ocultar de la vista.
Tony intentó aguantar, pero no importaba que volase en un traje de oro y titanio, y no importaba lo que le había dicho su padre, sobre que los hombres Stark estaban hechos de hierro. Él no era una máquina conformada por fierros y circuitos. No era un sistema. Era un humano que se había enamorado de un dios que lo consideraba poco más que una hormiga, un parpadeo a través de tiempo.
Era un hombre, y a veces, tenía momentos de debilidad.
“Así que, ¿te gustaría cenar conmigo?”, Tony preguntó cuando el mago apareció en su sala. No se sorprendió de su llegada, (ya casi nunca lo hacía), pero, acababa de recibir su pizza, y había planeado acurrucarse en su sofá favorito mientras obtenía su cena. De hecho, se sentía lo suficientemente animado como para echarle un vistazo a las películas de estreno, pensando en que había sido un tiempo desde que se había permitido un momento de tranquilidad.
Francamente, en el momento en que las palabras se escaparon de su boca, el millonario había sabido la respuesta. Pero se había sentido positivo ante la idea de compartir sus planes con Loki y luego tener buen y alucinante sexo, y solo por eso, se había atrevido a sentirse esperanzado de que Loki podía querer compartir algo tan mundano con él.
Bueno, ese había sido un error.
Loki bufó tan pronto hizo la pregunta, y acercándose, se expresó con frialdad: “No tengo tiempo para esto, Stark. ¿Debo dejarte solo con tu cena?”.
Tony intentó no tensarse ni dejar que la mueca de dolor que quería formarse se deslizase en su rostro. Sabía lo que el mago estaba diciendo sin necesidad de aclaraciones. Le estaba dando a Tony la opción de elegir continuar con sus planes mientras Loki se marchaba, o de posponer sus planes para darle al mago lo que quería. Lo que él también debía querer, y quería, solo que en más sentidos.
Mentiría si dijera que no le dolió la irreflexión de su respuesta, pero, aun así, el genio no dudó.
“Como si fuera a decirte que no, Lokes”, respondió poniendo los ojos en blanco, y disparándole una sonrisa que era tan falsa como sincera. Él arrojó la caja que contenía su cena caliente sobre la mesa, y se puso de pie, dando un paso antes de que el mago lo interceptase.
Recibió un beso rápido y áspero, con una lengua dominante y dientes mordiendo sus labios, que le robó el aliento, antes de ser girado y empujado de rodillas sobre la alfombra, su torso colocado sobre el sillón. Por un momento sus rodillas se quejaron, recordándole que ya no era tan joven como para ser tratado con tanta brusquedad, pero no se quejó. Él no pensaba perder a Loki, y mucho menos recordándole el estado de su frágil mortalidad.
Manos frías bajaron sus pantalones de dormir, y sus piernas fueron abiertas y extendidas hasta sus límites. Por un momento, se sintió avergonzado ante la perspectiva del cuadro obsceno que seguramente representaba. Entonces dos dedos resbaladizos se deslizaron dentro, trabajándolo rápidamente, y las dudas, como siempre, comenzaron a abandonarlo. Había jodidamente llegado a depender del jodido lubricante mágico dado el modo en que a Loki le gustaba tomarlo.
Como ya era habitual, no hubo demasiada preparación más que un par de dedos penetrándolo duramente, sacándole un gemido en cuanto rozaron su próstata mientras las palabras del mago lo destrozaban.
“Tan jodidamente apretado… Eres una jodida zorra, rogando por mi polla”.
Tony intentó no tensarse ante las palabras de Loki, pero no pudo evitarlo. Le dolía, lo destrozaba cada vez que obtenía una confirmación de lo que el mago pensaba sobre él. No pudo ocultar del todo su reacción, no obstante, al dios no le importó, o quizás se lo atribuyó al hecho de que había retirado sus dedos, remplazándolos por algo mucho más grande y largo, porque continuó con sus palabras:
“Un agujero listo para ser usado, eso es lo que eres” Loki gimió, estableciendo un ritmo duro y castigador al que Tony estaba acostumbrado y había llegado a esperar e incluso disfrutar. “Lo amas, ¿no es así, Stark? Amas ser llenado, destrozado…”.
Si. No. Lo que amo es a ti…
El genio apretó los dientes para no hablar, para no dejar escapar las palabras que tenía guardadas, e intentó distanciarse de la voz de Loki. Apenas se había dado cuenta de cuando había comenzado a hacerlo. Sabía que no era normal ni sano, no estaba tan jodidamente mal de la cabeza, pero no podía evitar ausentarse un poco de sus encuentros. Ahora era algo a lo que estaba acostumbrado, algo que hacía con frecuencia, cada vez que el mago acompañaba su encuentro con palabras más duras que sus movimientos.
No siempre era así.
A veces, el dios le recordaría que podía ser un dios bondadoso, y él incluso lograba obtener algún elogio.
Pero otras veces, estas veces… Loki decía cosas que luego se quedaban con el ingeniero, y había aprendido a concentrarse en su cuerpo si quería escapar de ellas. Porque si no lo hacía, si no lograba eludirse, entonces no podría seguir adelante, y acabaría rompiendo el frágil acuerdo que los mantenía unidos.
Luego de las primeras veces en que las palabras lo sorprendieron, dejándolo cuestionándose si someterse de aquel modo era siquiera algo que podía soportar, descubrió que de hecho podía y había encontrado el método para atravesarlo. Se había vuelto bueno en ello, y tan pronto el mago comenzaba, Tony se distanciaba, y se ahogaba en el placer.
Hoy era una de esas noches, y el genio pronto se sumió en el ritmo castigador, el peso de Loki sobre él, el roce del sillón sobre su polla, luego su mano, y luego, una mano fría rodeándolo, sacudiéndolo, obligándolo a venir en un lío sollozante y desesperado. Se concentró en las estocadas irregulares y rápidas, en manos apretando sus caderas con la suficiente fuerza como para dejar moretones.
El millonario solo regresó cuando notó que el peso se había ido, que se sentía vacío, estirado y sucio, y alcanzó a oír las palabras de despedida del dios.
“Nos vemos pronto, Stark”.
Tony no respondió, sabía que no había nadie para oírlo más que él y Jarvis, quien últimamente pasaba demasiado tiempo en silencio. El genio permaneció en esa posición hasta que se sintió con fuerzas para ponerse de pie y dirigirse a su habitación. Tomando una ducha, notó la rigidez de sus movimientos, y el dolor entre sus piernas, los cuales descartó.
Poniéndose un nuevo cambio de ropa, pensó en sus planes, y sintió que el cansancio lo golpeaba.
Su pizza estaba fría.
Sin otro pensamiento, se dirigió a la cama.
Tony sabía que sus muros no aguantarían para siempre, y que la verdad sobre lo mal que lo estaba afectando su acuerdo con el dios, en algún momento haría su camino a través de sus paredes.
Cuando todo se vino abajo había estado en su habitación en el ático de la torre. Se había encerrado, cansado, enojado y frustrado, luego de una discusión con el equipo. Luego de gritarles que estaba harto de tenerlos en la torre, de soportar sus demandas, sus continuos tonos despectivos cada vez que le dirigían la palabra. Así que había explotado, había exigido que abandonasen la torre, había amenazado con dejar de brindar la ayuda a los vengadores como Ironman, y se había dirigido al ático, exigiéndole a Jarvis un cierre total.
Había pensado en llamar a Pepper para desahogarse. Para sentirse más humano. Pero luego recordó que ella era una mujer ocupada, y que su amiga, la mujer que amaba (solo que no del modo en que ambos habían creído que podía hacerlo), tenía suficientes problemas dirigiendo su empresa. No tenía que aguantar también sus dramas personales.
Así que el genio se había recluido en su habitación, pensando en tomar una siesta (luego de haber pasado un día entero en su taller solo para salir a buscar un café, y acabar en una pelea con dos espías y un supersoldado). Agotado, drenado de voluntad, se había desvestido y acostado sin molestarse en prepararse adecuadamente para dormir, cuando hubo un destello verde a su lado, y Loki apareció.
“Veo que estás listo para mí... Supongo que hoy puedo hacer una excepción y tenerte en una cama”, murmuró, disparándole una sonrisa astuta, y dirigiéndose hacia él.
Antes de que Tony pudiera decidir si era el momento de tener intimidad o no, si le venía bien una liberación o sentía que no estaba del humor adecuado, el mago le quitó las mantas de encima con un movimiento de su mano, y se arrodilló sobre la cama, contemplando a Tony como quien contemplaba a un banquete.
Por un momento, hubo un destello de algo en sus ojos, un hambre que el genio nunca había visto, pero desapareció antes de que pudiese comprobarlo.
“Loki…” Tony rogó, sin saber que estaba pidiendo, ni cómo pedirlo.
“No te preocupes, Stark. Sé lo que necesitas”.
El mago lo extendió, pareciendo complacido con su desnudez, y se ubicó entre sus piernas. Sin desnudarse se apresuró a prepararlo, y el genio se relajó, acostumbrado a la práctica. No obstante, se sorprendió cuando, en vez de girarlo y ponerlo boca abajo, o sobre sus rodillas, el dios lo tomó sobre su espalda, porque nunca, en los ocho meses que habían estado teniendo sus encuentros, el dios lo había tomado de aquel modo. Siempre lo privaba de ver su rostro, siempre tomándolo desde atrás. Al principio había intentado cambiarlo, pero luego había entendido que quizás era una especie de límite, y se apegó a lo que Loki quería de él.
La sorpresa debió mostrarse en su rostro, e intentó ocultarla rápidamente, porque el asombro, la incertidumbre y la esperanza (pequeña y frágil), se sentían demasiado cerca de la superficie. Estaba tan conmocionado por la nueva posición, que olvidó todo sobre el conflicto con los vengadores, olvidó sus dudas, su dolor. No se molestó por el ritmo brusco. Estaba acostumbrado. Incluso si no era lo que necesitaba en aquel momento. Necesitaba suavidad, contención, pero podía conformarse con aquella concesión que el mago le brindaba.
Debía ser suficiente.
Se concentró tanto en observar a Loki, tan esperanzado de que ésta nueva posición pudiese significar algo. En que quizás habría un cambio en las reglas del acuerdo y el dios podría comenzar a abrirse a él, que olvidó la fragilidad de sus paredes.
“¿Te gusta lo que ves?” preguntó Loki.
Tony resbaló.
“Si, si… Dios, si, Lokes”.
Loki rio.
“Por supuesto que sí. Eres todo una puta, Stark, dejando que un dios te tome como le plazca”.
Por un momento, creyó que todo se detuvo, pero solo había sido él, que se arrancó a sí mismo de la realidad. El aire se había escapado de la habitación, y el tiempo se paralizó mientras el ritmo siguió, duro, y devastador.
Tony intentó hacer lo mismo que siempre hacía. Intentó sumergirse en el placer y en nada más. De verdad lo intentó. Pero ese era uno de esos días en que su cuerpo se sentía desgastado, tal vez incluso más que su mente.
Uno de esos días en que, si le preguntaban, Tony diría que sentía que no podía soportarlo más.
Se sentía sobre el borde, y estaba tan cansado de intentar mantener los muros arriba, tan casado de romperse y repararse, y romperse una vez más…
Un sollozo ahogado se escapó de su boca antes de que pudiese detenerlo.
Llevó sus manos rápidamente a su rostro, para evitar que salieran las palabras, para limpiar las lágrimas que habían comenzado a deslizarse sin su permiso, pero no logró hacer nada, porque su cuerpo le era desconocido.
“Por favor, por favor, detente” Tony suplicó, destrozado, avergonzado, quebrado. “Hoy no puedo, Loki… Lo siento, hoy no… Lo siento, por favor…”
Cerró los ojos con fuerza, sin querer ver la reacción del dios, incluso aunque podía imaginarla con claridad (desprecio y descontento) y dolía. Dolía demasiado. Solo supo que el ritmo duro se había detenido desde el momento en que había sollozado, y que el mago se había retirado, su peso abandonándolo, marchándose.
El genio no abrió los ojos, no esperó ni prestó atención a si hubo o no una despedida. Estaba acostumbrado a ser abandonado. Así que simplemente cerró sus piernas con lentitud, giró para ponerse de lado, y se acurrucó sobre sí mismo mientras las llevaba hasta su pecho, sin poder detenerse de llorar como un niño pequeño. El temblor sacudió su cuerpo, y los sollozos abandonaron sus labios.
“Que…que cosa lamentable soy… ¿no, Jarvis? Patético” Tony le habló a su amigo, el único que siempre estaba y estaría allí para él.
“No, señor. Me atrevo a insistir en que usted no es ninguna de esos adjetivos.”
El genio medio resopló medio sollozó. A veces, solo de vez en cuando, sentía que cuando hablaba con Jarvis, hablaba con él mismo. No lo era, por supuesto. Sabía que, a esta altura, Jarvis era su propia persona. Pero en momentos como ese, cuando Jarvis lo consolaba… No podía dejar de pensar en el miserable hombre que había creado a una IA capaz de consolarlo, porque sabía que nadie sería capaz de amarlo y quedarse con él para hacerlo por su propia voluntad.
“¿Me abandonarías, Jarvis?” preguntó, y su voz se sintió tan frágil, que sus ojos se llenaron de lágrimas que no podía contener.
El inventor conocía la respuesta de Jarvis, y solo por eso, se atrevía a preguntarle.
“Nunca, señor”.
Las lágrimas continuaron cayendo, y Tony levantó sus brazos, envolviéndolos sobre sí mismo, extrañando su manta, y tan pronto como el pensamiento llegó, fue capaz de sentir la suavidad y calidez del material cubriéndolo, envolviéndolo. Sin poder evitarlo, se congeló, consciente de la gran muestra de debilidad que había mostrado al hablar con Jarvis, creyendo que estaba solo.
Acostumbrado a estar solo.
“Shh, tranquilo, Anthony” la voz de Loki sonó tan suave sobre él mientras apretaba las mantas a su alrededor, que se sintió desconcertado y se tensó aún más, sin saber cómo reaccionar. “Solo voy a cubrirte, no te tocaré más, ¿de acuerdo? No te haré daño, lo prometo”.
Un quejido escapó de los labios del genio cuando sintió que los brazos del mago se alejaban, y, luego de una pausa, un claro titubeo, regresaron. Brazos rodearon su cuerpo, mientras un cuerpo mucho más grande se acomodaba detrás de su espalda, brindándole ese abrazo que llevaba demasiado tiempo esperando y anhelando. Tanto tiempo, que casi sentía que llegaba demasiado tarde.
“Nunca te dañaría, Anthony. Lo juro” Loki susurró, y depositó un suave beso sobre su cabello.
Tony mantuvo los ojos cerrados.
Él no estaba seguro de querer saber si había algo de verdad en sus palabras.