La muerte de los dioses

Star Wars - All Media Types The Mandalorian (TV) Moon Knight (TV 2022)
F/M
M/M
Other
G
La muerte de los dioses
author
Summary
La pelea por la Tierra ha comenzado y los dioses no parecen encontrar respuestas.Irónicamente, las mismas, están en una Galaxia muy, muy lejana.
Note
Culpo a don Pedro por esto, en ese video falopa en el que se reía porque Oscar había dicho que Moonknigth era más fuerte que Din. No me pude sacar de la cabeza esa idea y aquí está.Como siempre, les recuerdo que no soy una autora de base inglesa, por lo que habrán errores de ortografía y gramática, tampoco soy especialista en Egipto y los personajes le pertenecen a sus propios autores, yo no percibo ingreso por esto y sólo lo escribo para divertirme y entretener a otros.
All Chapters Forward

Un rey por avatar

Las diosas contemplaron la escena que se desarrollaba en la cámara divertidas.

Al ser tan pocos en el panteón, los problemas familiares eran el entretenimiento más común entre ellos y, poder observar el drama que vivía Anubis, les recordaba viejas épocas.

_La mujer me gusta – comentó Pakhet al ver el rostro de la llamada Leia aún sostener una mirada no muy amistosa hacia su abuelo siendo una simple mortal.

_Me pasa lo mismo con su esposo – afirmó Sekhmet sonriéndole a la diosa de la guerra - ¿Compartimos?

_Yo quiero el chico rubio – intervino Taweret – Es mi tipo de persona.

_Ey, eso no deja mucho para las demás – les dijo a las demás diosas Wadjet.

_Oh, por favor – resopló Bastet – Como si Isis fuera a dejarlas afuera de la pelea por no tener un avatar en estos momentos.

La señora de las diosas negó con la cabeza, pero luego cerró los ojos convocando a su armadura ceremonial.

Ella había sido la esposa del rey de los dioses. La que se había enfrentado al pérfido Seth. La que había recuperado el trono para Osiris. La madre. La protectora. A ella no iba a detenerla esa desquiciada con cabeza de adorno de muro de taxidermia.

_Señoras – les dijo Isis mientras sus ojos terminaban de refulgir y las últimas placas doradas se adherían a su cuerpo - ¿Qué les parece si nos presentamos?

 

--------------------------------------------------------------------------------

 

El Mandaloriano sintió la palmada en la espalda del General y levantó una ceja.

El tipo era demasiado confianzudo.

Sin embargo, una breve inclinación del tal Han, señalando a su esposa y su hermano lo ayudo a atar cabos respecto de la idea de “autorización”.

Hey! Él aún no se podía plantear el pedir… menos de Luke… ¿qué demonios?

Din inspiró profundo para decirle un par de cosas al General cuando su visor registro la mirada del Jedi. A diferencia de su hermana, que observaba la escena algo contrariada, el rostro del guerrero reflejaba sorpresa y… ¿esperanza?

El rubio resplandecía bajo las luces del lugar y no era una imagen a la que estuviese acostumbrado. O sea, Luke Skywalker siempre era imponente. Cuando se enfrentaba a enemigos poderosos, cuando levitaba cosas, cuando meditaba, cuando hablaba con tanta seguridad de los Jedi o cuando le indicaba que hacer y no se daba cuenta, pero le salía medio una orden.

Quizá no era como la Princesa decía, un Príncipe con título, pero sí era uno de hecho.

El último Maestro del viejo mundo Jedi.

El primero de su orden.

Un chico que había sabido alzarse desde las arenas del lejano Tatooine, para protagonizar un período revolucionario que había cambiado para siempre a la Galaxia.

Luke era parte ya de los libros de Historia.

Y, pese a ello, nunca había visto expresión más humana en sus facciones que la que tenía en esos momentos, esperando que Din abriese la boca y, siguiendo la loca sugerencia de Han Solo, le pidiese algún tipo de permiso a una divinidad con cabeza de perro, a la que ambos apenas conocían.

El Mandaloriano tragó saliva y se giró a ver al dios.

La Princesa tenía razón. No había relación alguna entre Anubis y ellos. Por lo menos directa. Por lo que a ese ser no le correspondía emitir opinión sobre relaciones entre ellos.

Aun así, era un dios.

Y por muy enojada que estuviese la mujer, uno sabía que un dios no es alguien a quien cualquiera podía engañar. No, por lo menos, sin sufrir consecuencias. La promesa que hicieran frente a este los ataría al dios, más también ataría al dios a sus destinos mortales, puesto que en el compromiso iba la seguridad de retaliación que, ninguna divinidad dejaría pasar, de ser violados los términos de ese mismo acuerdo.

Inteligentemente, Solo, había dado con una forma de crear una unión entre Luke, Leia y Anubis, a partir de ellos dos.

Din sonrió y negó apenas con la cabeza.

Él ya tenía una pseudo relación con el dios, producto de que Grogu era su avatar y, como había confesado antes, ya tenía también un par de deudas a razón de que el otro le entregase el conocimiento que el dios había juzgado necesario que el Mandaloriano tuviese. Unir el hecho de que este reconociera la historia que comenzaba con el Maestro de su hijo, no hacía más que sumar a algo que ya estaba establecido.

_¿Quién empieza?

Le preguntó el guerrero de la armadura plateada al General.

_Supongo que tú, con eso de que eres Rey y toda esa cosa.

_Solo, aún ni reclamo el trono y… honestamente, no sé si voy a hacerlo alguna vez

_Con toda honestidad, lata de sardinas, me importa muy poco – le señaló el General cruzándose de brazos – Simplemente quise ser amable, pero, si su majestad de hojalata no piensa empezar, lo haré yo.

_Adelante

Le dijo Din aguantando la risa porque el tipo, verdaderamente era cómico.

_Buenos… no sé si son días o noches aquí, pero en todo caso un gusto conocerlo, mi nombre es Han – comenzó a decir Solo mientras le extendía la mano a Anubis, quien levantando una ceja aceptó el saludo humano correspondiendo de igual manera – Verá usted… señor… dios…

_Anubis – lo interrumpió el más amable de los guerreros de blanco - Dios de la Momificación y guía de las almas de los muertos.

_Anubis, dios de la momificación y guía de las almas de los muertos – repitió el General pronunciando con cuidado las palabras – Como persona mayor en la familia de mi esposa, vengo a solicitarle su bendición para continuar a su lado. Su nieta señor… es… como la mujer más asombrosa que conozco y, sin saber que tenía un origen… distinto al mío, ya la consideraba fuera de este mundo y… yo soy una persona demasiado común y corriente para ella, tal y como estoy ahora, que ciertamente no es más joven, pero aún así, por alguna extraña razón, ella me sigue prefiriendo y la verdad que me gustaría continuar a su lado con la aceptación suya, ya que su hermano no me ha objetado nunca y ha tenido bases para hacerlo en el pasado. Aunque ya no, eh. Soy un esposo y padre responsable, con mis defectos, pero responsable.

El dios ahogó una risa al terminar el discurso del General e inclinó levemente su cabeza hacia este.

_Han Solo – expresó Anubis – Si bien yo no puedo decidir por mi nieta su pareja, si puedo decir que todos estos años que la he observado a distancia, desde que se casó contigo, sus cargas han sido menores y sus sonrisas más seguidas. Por lo que, de ser tú no consideraría que no tienes nada que ofrecerle sólo por pertenecer a un origen distinto al suyo. Conocí a mi esposa Shmi siendo un dios, pero un paria entre los míos, un hijo no reconocido de una divinidad que había negado gran parte de mi existencia y a quien su hijo legítimo no había parado jamás de menospreciar por bastardo. Vivía en soledad y casi aislado y mis poderes no importaban demasiado en su Galaxia para quienes no fuesen Jedi. Más ella, la mujer más bella de la creación, no tuvo problemas en aceptar mis diferencias, en vencer mis temores y enseñarme a ser feliz y disfrutar de la felicidad. Shmi fue mi equilibrio, como tú lo eres de Leia. Por lo que, por mi parte, tienes mi bendición para continuar a su lado, aunque quizá deba resaltar que habérmelo pedido…

_¿Hace que el día que meta la pata sepa que voy a tener a un dios tras de mis huesos?

_Exacto.

_Me cae bien Anubis – reconoció Khonshu cruzándose de brazos – Es un suicida y medio un idiota, pero tiene más cerebro y corazón que varios dioses que conozco.

_Lo único que tú quieres es quejarte de Horus – le indicó el dios con cabeza de chacal girando los ojos ante la expresión de su compañero de panteón – pero reconozco que hay bastante de verdad en lo que dices.

_Perfecto entonces – afirmó el corelliano dándole un codazo al Mandaloriano – Tu turno lata abollada.

 

----------------------------------------------------------------------------------------

 

La Princesa y Senadora Leia Organa estaba en esos momentos divida entre reírse, querer acogotar o felicitar a su marido.

Han sabía exactamente como vencer sus enojos y ponerla a reflexionar.

Todavía estaba enojada. Ok?

Pero ya… no exactamente con Anubis.

Nadie podía mentir tan bien. Nadie.

Por lo que, el discurso de ese dios, diciendo que la madre de Anakin Skywalker, que había sido una esclava casi toda su vida, había sido para un dios “la mujer más bella de la creación” y que le “había enseñado a ser feliz y disfrutar de la felicidad”, mientras le reconocía a Han que, en su caso, él le brindaba equilibrio a Leia y la hacía sonreír constantemente, era demasiado sentido y honesto como para ser una elaborada estratagema.

Que era lo que había temido al viajar con su hermano y su esposo a ese nuevo mundo.

Que, aprovechándose del complejo de héroe de Luke, la curiosidad de Han y la necesidad de Leia de no dejar cabos sueltos, un tipo peligroso los usará para sus intereses personales.

Y aquí venía y se encontraba con que este era alguien con evidente poder, pero no muy querido entre los suyos por arriesgado y comprometido, más adorado por quienes no habían contado con grandes ventajas, sino que, como el dios habían sido también parias y maltratados.

Empezando por el Manda’lor, que ahora se aclaraba la garganta para protagonizar su propio momento cursi con su hermano y que la Princesa había averiguado que nunca había sido uno de los primeros entre los Mandalorianos y que siempre había tenido problemas de valoración personal. De la discusión que había tenido con Bo-Katan Kryze, así como de las grabaciones que se entregaron cuando la Marshall Dune presentó al prisonero Moff Gideon, la Princesa había notado que el guerrero de la armadura plateada no sólo no reaccionaba a los insultos y desprecios, sino que sus escasos movimientos daban a entender que los esperaba. Era una actitud que había visto en el pasado. Din Djarin era una de esas personas a las que habían convencido de que debía conformarse con poco o nada, porque era lo máximo a lo que podía aspirar: la supervivencia.

A este lo seguía su hijo, Grogu, quien no había dudado en salir en defensa del dios contra la misma Leia y que, en su haber, tenía también una larga historia de sufrimiento, abandono y discriminación. El pequeño Jedi no sólo había sobrevivido a la purga de los suyos, sino que había sido pasado de mano en mano, como si se tratará de una cosa, obligándolo a usar sus poderes Jedi primero y luego a ocultarlos, mientras era torturado y experimentado con todos los artilugios posibles. Un niño con esos antecedentes, definitivamente no pondría su confianza y afecto en alguien que no valiese la pena. Y ya, con el Mandaloriano, Grogu había probado que tenía sentido para juzgar a las personas.

Finalizando, por lo menos en ese grupo disparejo que conformaban con otro de los dioses presentes, el tal Khonshu que, si mal no había comprendido la situación, había estado hasta hacía muy escasos momentos prisionero de los demás dioses y, considerando quiénes eran su avatar, no tenía ninguna duda que el letrero de “descastado” se le aplicaba perfectamente.

Lo que, seriamente, ponía a Leia en el dilema de replantear su imagen inicial de Anubis y su reacción hacia este, tal y como se lo había sugerido, no tan sutilmente, su esposo Han, quien, precisamente, había retrocedido dándole espacio al nuevo protagonista de la escena sin dejar de mirarla sonriendo.

Maldita sea con su coreliano.

Tenía demasiado olfato para su propio bien.

Sin embargo, la Princesa le devolvió la sonrisa y, luego, pasó a contemplar a la ahora pareja de su hermano.

_En mi cultura – comenzó diciendo el Manda’lor – El único permiso que se precisa para un ritual de cortejo es el de la otra persona involucrada. No somos… tan estrictos en ese sentido. Especialmente, luego de la Gran Purga. Quedamos demasiado dispersos y en muy pocos números como para pensar en eventos que reuniesen familias o clanes en forma de poder realizar demostraciones de tamaño con motivo de un riduurok, por lo que no sería muy realista el dar un discurso como el del General de mi parte.

El dios con cabeza de chacal asintió a las palabras dichas por el guerrero de la armadura plateada.

_Ni suvarir (entiendo)

_Dicho ello, no tengo, ni creo tener la estatura que se precisa para aspirar a ser parte de la vida de tu nieto, ba’buir (abuelo). Pero él opina lo contrario y, así como mi hijo ha decidido que tú seas parte de su aliit (familia), enfrentándose inclusive a la hermana de su Maestro para defenderte, yo no pienso oponerme a la decisión de Luke – continuó el Mandaloriano removiendo el sable oscuro de su cintura para colocarlo a los pies del dios – Aliit ori'shya tal'din (La familia no se mide solo por la sangre), de acuerdo a los míos. Un clan se construye en base a la confianza y a ciertos valores e ideas que hacen la diferencia con respecto del caos en el que vivimos diariamente. Para los Mandalorianos, un reflejo de ello, son nuestros instrumentos de combate. Que se vuelven nuestras extensiones, nuestra posibilidad de sobrevivir a ese mismo caos. Te ofrezco entonces, como medida del aprecio que otorgo a la oportunidad que me brinda tu nieto, ba’buir, la única arma que creo puede intentar llegar a igualar en valor a la persona que es Luke Skywalker.

Tanto su hermano, como Leia, contuvieron la respiración.

El sable oscuro era una herramienta legendaria.

Literalmente la llave a la puerta del trono de Mandalore.

Y el guerrero la ofrecía como regalo, sólo para demostrar el valor que le otorgaba a la oportunidad que Luke le brindaba al dejarlo formar parte de su vida.

_Din… - susurró finalmente su hermano, acercándose visiblemente emocionado a su pareja – no, no era necesario.

_Ni kar'tayl gar darasuum, Jetii (te amo Jedi) – le respondió el Mandaloriano sujetando la mano de Luke – Es tu aliit. Era necesario.

 

------------------------------------------------------------------------------------

 

Steven suspiró sonriendo frente al espectáculo que se estaba desarrollando delante de los presentes.

“Sigo insistiendo en que no tenemos tiempo para esto”

Resaltó Marc girando los ojos desde el reflejo que otorgaba uno de los pedestales de luz de la cámara de la Ennead.

_Y yo sigo diciendo que, si no es en momentos como este, ¿cuándo va a ser?

“Eres un romántico, Steven”

_Incorregible, amigo – reconoció el ex vendededor de regalos desde su traje de Mr. Night – Sin mucha esperanza de vivir algo similar, pero incorregible.

“Layla no parece pensar que no tienes esperanza”

_Layla es tu esposa, Marc. No la mía – le aclaró a su alter el londinense – Además, un beso en medio de una situación estresante como la que estábamos pasando es… normal. No deberías leer mucho en ese gesto. Es super claro que te sigue queriendo y que… bueno, yo… no soy tú.

“Ella merece algo mucho mejor que yo, Steven. Es una de las razones por las que decidí apartarme de su vida. Layla no está a salvo a mi lado, no va a poder vivir nunca una vida tranquila conmigo. No mientras mantenga mi deuda con Khonshu”

_¿Y conmigo sí? – le preguntó el londinense al norteamericano – Que yo sepa habitamos el mismo cuerpo que tomó esa deuda.

“Khonshu hizo el trato con Marc, no con Steven. No le interesas desde un punto de vista militar. Tienes demasiados valores y sensibilidad”

_Creí que ya habíamos llegado a un acuerdo, cuando escapamos de la Duat, que somos parte de un paquete que viene junto.

“En esta pelea, Steven. Luego… luego tendríamos que pensar que es lo que más conviene”

_No creo que quieras que Layla viva mi vida, Marc. Es un desastre.

“La mía es peor. Duermo en un espacio de almacenamiento”

_Y yo atado a una cama rodeada por arena, dentro de un departamento horrendo, que ni siquiera es de mi madre, como creía. Sin olvidar que trabajo en un lugar con gente que detesto.

“Layla amaría el museo”

_Lo encontraría aburrido, Marc. Es una aventurera.

“Probablemente. Pero creo que le vendría bien y que, de hecho, disfrutaría un tiempo de estabilidad, luego… luego de tanta locura”

_Creo que estás proponiendo un imposible. Layla y yo… es… un sueño, nada más. Tú eres su pareja y, puede estar muy enojada contigo y, créeme, tiene razón, pero… de entre los dos, puedo apostar que se quedaría contigo.

_Lo que ustedes tienen que hacer – murmuró una voz al lado de Steven – Es dejar de asumir cosas por mí y preguntarme que es lo que quiero.

 

---------------------------------------------------------------------------------

 

Layla negó con la cabeza al ver como Steven y Marc se giraban asombrados para verla.

Esos dos.

Realmente eran dos idiotas.

Aunque, claro, eran sus idiotas.

Y estaba tan contenta de verlos vivos que las ganas de soltarle un par de bofetadas a ambos por haberla asustado tanto, se le habían escapado. Por lo menos, por ahora.

_Layla, bebe – susurró Marc, mientras su traje volvía a aparecer abrazándola – Gracias a dios, estás bien.

La egipcia sonrió correspondiendo al fuerte abrazo, para luego sentir la transformación ajena y la voz más aguda de Steven decir con asombro mientras se apartaba para observarla.

_Wow, luces increíble. ¿Qué tienes puesto?

La mujer se sonrió viendo la cara estupefacta de la otra personalidad de su esposo y no pudo evitarlo. Una de sus manos fue a la corbata del otro, mientras las vendas que cubrían su propia cara se retiraban dejándola tan descubierta como la de Steven y, de un suave tirón, empujó al inocente vendedor de souvenirs de museo hacia adelante, lo que le permitió darle un beso mucho más significativo y menos dubitativo que el anterior.

Lo cual, iba en dos direcciones parecía, porque tampoco el londinense dudó demasiado al darse cuenta de que estaba siendo besado y, podría decirse que, sin demasiada técnica, pero con un entusiasmo envidiable, le correspondió perfectamente segundos después.

Idiotas.

Todos ellos.

Dioses y mortales.

Todos eran unos idiotas cuando de amor se trataba.

Pero, quizás, pensó la egipcia, era una de las pocas cosas por las que valía la pena serlo.

_Compartiremos – le susurró al separarse a Steven y a Marc – Ustedes vienen juntos y yo no tengo problema con eso.

_¿Estás segura? – le preguntó Steven asombrado.

_Estoy segura – le confirmó la egipcia, mientras la personalidad de su pareja volvía a cambiar.

_De lo que yo estoy seguro es de que… no he hecho nada en esta vida lo suficientemente bueno como para merecerte.

_Marc, déjame ser la jueza de ello y, simplemente, por una bendita vez, haz lo que te digo.

_Está bien

_¿En serio? ¿No más discusiones?

_No más discusiones. En serio.

_No tener una cámara cuando una la necesita

Bromeó Layla antes de hacer exactamente lo mismo que había hecho con Steven.

Aprovecharse del momento y besar a su esposo como correspondía.

 

------------------------------------------------------------------------------------------

 

La líder de las diosas sonrió divertida al avanzar a la cámara seguida del resto de las diosas.

Verdaderamente, lo que sucedía en ese sitio de culto y poder, era casi surrealista.

Por un lado, tenía a los descendientes de Anubis sujetando a sus parejas de la mano, a Anubis levantando un arma del piso mientras su propio avatar le pedía que lo levantará en brazos, a Thoth riéndose nada disimuladamente de Khonshu que se facepalmeaba la cara viendo como los avatares de ambos se besaban sin problemas y a Hathor riendo también de la cara del dios de la luna, sólo que con un poquito más de discreción.

Todo esto, mientras fuera del templo, el poder de Ammit se sentía aumentar.

Pronto la diosa estaría en condiciones de avanzar sobre Egipto y, luego, sobre el resto de la Tierra.

Lo que significaba que, pese a lo entretenida que estaba resultando esa reunión, habría que acelerar los tiempos.

_Din Djarin – pronunció la diosa con voz profunda, provocando el asombro de los presentes – Ven

El guerrero de la armadura plateada giró el rostro y la observó a través de su visor. Más, momentos después, soltando la mano del rubio descendiente de Anubis, se colocó delante suyo.

_Mi nombre es Isis. Soy la guardiana principal de este templo y diosa protectora de la familia y las tradiciones. Afuera de estas paredes está creándose una situación que pondrá en peligro no sólo a este mundo, sino también a tu Galaxia. Para poder detenerla, precisamos que nuestro poder, sea canalizado a través de los avatares. Pido formalmente tu permiso para que seas el mío.

Le expresó al Mandaloriano la diosa.

_¿No hay otra alternativa?

Le preguntó el guerrero a Anubis, quién negó con la cabeza mientras se acercaba a Isis para entregarle el sable oscuro, diciendo.

_No, no la hay.

_Entonces – suspiró el Mandaloriano – Aceptó.

_Tu voluntad será siempre tuya, Jatij – dijo la diosa extendiendo una de sus manos sobre el yelmo del rey, mientras con la otra sujetaba el sable que le había dado el dios con cabeza de chacal – La nuestra es una colaboración, que ha hecho a los mundos, desde el principio de los tiempos. Juntos defenderemos lo que debe defenderse.

El poder de la diosa se deslizó por entre el cuerpo y el arma del Mandaloriano.

Tanto el sable como la armadura de este se transformaron al tomar contacto con la energía creadora de Isis.

Como diosa dirigente del panteón, la esposa de Osiris guardaba para sí, el poder de la creación misma. Combinada con la estricta moral del Mandaloriano y su voluntad de entrega y servicio, tan similar a propia cuando la debacle de Seth, estaba convencida de que su nuevo avatar sería el más potente de todos los que habían creado.

_Buen trabajo, hermana

Murmuró Neftis cuando terminó de embuir al guerrero de su energía y no pudo menos que coincidir.

Delante de las diosas y dioses presentes, se erguía envuelto en una armadura ahora recubierta no sólo con el metal plateado hiper resistente con el que había sido forjada, sino también con un suave campo de energía en el que se movían constantemente las palabras de la propia diosa, en forma de jeroglíficos protectores en dorado. A ello se unía una capa de color rojo y un nuevo sable, que seguía manteniendo en parte el color que le diera su nombre, pero con los mismos detalles en jeroglífico de la armadura, lo que garantizaba que, como arma, solamente obedecería a su avatar y que con su potencia podría desgarrar carne divina.

Forward
Sign in to leave a review.