
La dama de la noche
Grogu sonrió al levantar su rostro y encontrarse con la mirada de su Maestro.
Desde aquel día en que había elegido a su padre Mandaloriano por sobre el amable Jedi que los había rescatado a ambos en la nave en la que el Moff lo había aprisionado, siempre había temido por el joven humano de cabellos claros, que se había quedado tan solo en el nuevo templo que estaba fundando.
_¿Grogu? - le preguntó Luke inspeccionando al niño con sus ojos - ¿Te encuentras bien?
El pequeño verde amplió su sonrisa al pensar que su Maestro no había logrado escucharlo jamás hablar, ya que sólo había podido percibirlo en la Fuerza, como la señora Ahsoka. Por lo que, probablemente, lo que iba a suceder iba a ser tan impactante como lo que había pasado cuando su Buir lo escuchó por primera vez.
_Grogu, bien - le dijo el niño aguantando la risa al ver cómo había acertado ya que el rubio Jedi abrió los ojos como platos - ¿Maestro bien?
_Yo... Grogu... - se enredó el joven Maestro al responder - ¿Grogu?
_Eso no está bien ad'ika - le reclamó la voz de su padre, aunque también con algo de humor en el tono - Vas a hacer que tu Maestro se desmaye
_¿Din? ¿Tú sabías de esto? - le preguntó el Jedi a su Buir.
_No es mi responsabilidad - contesto su padre Mandaloriano - sino la de tu abuelo, cyar'ika.
_Luke, Din - suspiró el Maestro - que mi nombre es Luke
_¿Se lo dices tú o se lo digo yo?
Comentó un señor al lado de una señora bonita de trenzas, quien riendo le dio un golpe suave con el codo, mientras al lado de ambos, otro señor cubierto de tela blanca aguantaba también la risa.
_Anubis – le comentó el señor que había estado atrapado en la escultura – Dime que este no es tu descendiente.
El señor con cabeza de perro río bajo mientras asentía.
_Es de familia, Khonshu – le comentó negando con la cabeza al otro dios – Si vieras lo que le llevó a su abuela que yo comprendiese ciertas indirectas. Aunque… amigo Mandaloriano, esto no es algo de lo que habíamos hablado.
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Din levantó una ceja dentro del yelmo al escuchar al dios reclamarle el no haber hablado con él acerca de… suponía que su relación con el Jedi.
A ver.
No es como el guerrero de armadura plateada se lo había propuesto.
Era algo que había pasado.
Y que constará que el Mandaloriano le había aclarado a Skywalker que no era una buena idea.
Pero el rubio no había aceptado un no por respuesta y… bueno, aquí estaban.
Din giró su rostro para encontrarse viendo los ojos celestes de Luke y un poquito más abajo los ojos marrón oscuro de Grogu. Sus dos Jedi que lo observaban con curiosidad. Uno porque era evidente que estaba esperando una respuesta suya y el otro porque no comprendía lo que estaba sucediendo realmente.
_No, no lo hablamos – reconoció entonces el guerrero de la armadura plateada – pero…
_Momento – intervino la Princesa señalando a Anubis – Disculpen que interrumpa, pero… ¿usted está seguro de que puede reclamar algo semejante?
_Cariño…
_No, Han. No es una persona que conozcamos. Ni Luke, ni el Manda’lor le deben una explicación si quieren comenzar una pareja. Y, honestamente, si la mitad de lo que sus sueños nos contaron es realidad, la verdad es que con los compañeros divinos que tiene, ninguno de nosotros precisa tenerlo cerca.
Un silencio profundo se hizo en la cámara, mientras los dioses presentes se volteaban a ver a Anubis, a quien, como era de esperarse, la sonrisa se le había borrado totalmente del rostro.
Din suspiró.
Le daba pena el tipo.
Por lo que les había contado en el camino a este nuevo mundo, su vida había sido bastante dura y lo que le había sucedido, había sido responsabilidad de los demás dioses, no de él.
_Maestro – le dijo Grogu a Luke - ¿Bajar?
El Mandaloriano volvió a sonreír al ver como su rubia pareja bajaba a su hijo al piso, donde el pequeño emprendió una caminata tranquila con sus piecitos, hasta detenerse delante de la Princesa.
_Yo Grogu.
Le dijo a la mujer quien, como era de esperarse, le sonrió a su niño.
_Hola Grogu, mi nombre es Leia.
_¿Leia siempre poder hablar?
_Que si… si, siempre he podido hacerlo.
_Grogu no poder. Hace poco poder.
_Oh, cariño, lo siento, pero tienes una voz bonita ahora que puedes.
_Señor Anubis ayudar. A Grogu y a Buir. Ayudar. Nadie antes ayudar. Señor bueno. No tratar mal. No hacer mal Leia. Leia no tratar mal.
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Han Solo no era de decirle a su mujer: te lo dije.
Por lo menos no después de la Rebelión y de que esta se hubiese bajado del pedestal en el que siempre había estado para ser la persona que lo había terminado conquistando.
Pero si había una ocasión en la que un: te lo dije, era necesario, era precisamente esa.
Leia había tirado demasiado de la soga y se había ganado un regaño en regla de parte de un enano que era, básicamente, un chichón del suelo Jedi.
Y es que el pequeñín tenía razón.
El tal Anubis no les había hecho daño. Muy por el contrario, por lo que les anunciarán los sueños a los hermanos, ese dios había estado protegiéndolos desde mucho tiempo atrás. Y la había pasado verdaderamente mal antes de poder involucrarse directamente en la vida de sus nietos.
O sea, Han no sabía que hubiese hecho si, como ese ser con cabeza de perro, le hubiesen prohibido estar junto a la mujer que amaba y a su propio hijo, para después descubrir que este último había sido maltratado a tal punto que había perdido la cordura, mientras su esposa había sido asesinada.
Demasiado había soportado el tipo.
No era que Leia no tuviese razón en estar algo enojada. La verdad es que, algo de razón la asistía. Ni Luke ni ella tendrían que haber pagado las consecuencias por los problemas entre los dioses. Pero su enfado realmente no tenía que ver con la presencia de Anubis, sino con el miedo que le provocaba todo lo relacionado a ese nuevo mundo. Ya bastante había tenido su esposa con tener que acostumbrarse a todo el tema Jedi, entrenando con Luke inclusive, para tener herramientas en el futuro con las cuáles poder al hijo de ambos Ben, como para sumarle otros de ese tamaño.
Tristemente, así como era bella, su esposa era humana, y se estaba desquitando con una persona que no lo merecía, por circunstancias que habían estado fuera totalmente de control para Anubis.
_Muy bien – dijo el contrabandista coreliano acomodándose el cinto mientras se adelantaba dándole una palmada en la espalda al Mandaloriano – Parece que tú y yo, amigo cubierto de Beskar, tenemos una autorización que pedir.
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Thot, dios de la magia, contempló con atención a la joven que se hallaba a sus pies.
La mujer era evidentemente una guerrera calificada. Joven, claro, pero sus guerreras siempre habían sido jóvenes. Damas resilientes.
A diferencia de su compañero en el dominio del astro lunar, Khonshu, su aproximación al combate y a la intervención divina en la tierra, había estado más vinculada a las mujeres que a los varones.
Las féminas eran mejor canal para sus cualidades, más receptivas, capaces de recuperarse y de organizarse con mayor facilidad.
Por algo, a través de los años, su presencia había sido una constante en los altares paganos. Ya que, precisamente como Khonshu, Thot había elegido no abandonar a la humanidad, aunque su forma de intervenir carecía del flair que tenía la del otro dios.
_Layla El-Faouly – le dijo a la mujer inclinándose para quedar apoyado sobre una de sus rodillas – Creo que conoces mi nombre.
_Thot – susurró la egipcia admirada, lo que le provocó una sonrisa al dios – Señor de la magia y de…
_Muchas otras cosas – reconoció la divinidad – El tiempo se nos acaba, mi estimada. Y creo que sabes no sólo el por qué, sino para qué estoy aquí frente tuyo.
_Ammit está libre y apenas termine de revivir y amasar poder… vendrá hacia aquí – suspiró la mujer – Y tú precisas un avatar para luchar con ella porque no puedes hacerlo de manera directa.
_Ammit es una diosa inteligente. La Tierra es el lugar que ambiciona. A ella no le interesa directamente el vacío porque, de entre los dioses, es la única que nunca lo ha visitado y visto desde allí los innumerables mundos que podrían abastecer su insaciable hambre. Por ello, no está dispuesta a hacer uso de su total capacidad para enfrentar a los dioses, puesto que, de hacerlo, la Tierra más que seguramente terminaría tan arrasada que no podría entregarle el alimento que precisa.
_Nuestras almas…
_Exactamente.
_Pero si triunfa llegaría a ese vacío y desde él…
_A todos los universos conocidos
Le confirmó Thoth a Layla, lo que hizo que la egipcia inspirase profundo.
Lo comprendía. La insania de la diosa era algo difícil de procesar para cualquiera.
_Acepto – le dijo finalmente la mujer – Acepto ser tu avatar. Aunque… creo que depositas demasiada confianza en mí, pero, no podemos dejar que nada de eso suceda.
_Créeme joven Layla – contestó el dios de la Magia levantándose mientras su poder se deslizaba de dentro suyo para rodear en círculos violetas a la mujer – Tú eres más valiosa de lo que tú misma crees.
La voz del dios se dejo sentir en la noche desértica y los círculos de violeta intenso se transformaron en coberturas en forma de venda de un color negro como la noche.
El traje ceremonial del avatar de Thoth era muy similar al de Khonshu, pero prescindía del efecto innecesario de la capa y no ocultaba el cabello de ninguna de sus avatares.
_Bienvenida – saludo el dios a la mujer, que ahora lo observaba erguida con orgullo – Señora de la Noche. Tus compañeros de lucha te esperan.