
Dioses
“Esos dos juntos, son muy dulces”
_No voy a mentirte, Steven – río bajo Marc al ver la escena entre el Mandaloriano y el de los cabellos claros – Creo que hicimos algo bien aquí, aunque deberíamos… continuar, ¿no?
_Déjame a mí – comentó el que se había hecho llamar General gritándole a la parejita - ¡Oigan tortolitos! ¡Tenemos un mundo que salvar! ¿Recuerdan?
_¡Han!
Exclamó el tal Luke girándose para ver con caras de pocos amigos a Solo, lo que provocó una carcajada en la esposa de este.
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Khonshu grito de alegría cuando la nueva energía que se había unido a los avatares, logró liberarlo de su prisión.
Su forma volvió a manifestarse en la cámara de la Ennead y su vista volvió a contemplar ese sitio maldito.
_Bienvenido nuevamente, señor de la luna
Escuchó que una suave voz de mujer le hablaba y, al fijar sus ojos en el sonido, pudo contemplar al avatar de su, ahora podía decirlo sin penas, amada Hathor.
_Mi señora – expresó inclinándose en deferencia a la diosa – Dichosos los ojos que pueden contemplar tu presencia. Te agradezco por mi libertad.
_No debes agradecer, Khonshu – suspiró Hathor hablando a través de su avatar – Por lo que me contó Anubis, soy yo… quien debe pedir tu perdón
El dios de la luna negó con su cabeza.
_No, señora. Puedo entender las razones tras tu acción. Muy por el contrario, debo agradecerte el haber decidido darle vida a nuestra hija y, supongo que también le debo mis gracias a Anubis, por ayudarte a mantenerla a salvo de la furia de ciertos dioses.
Una risa suave se escuchó al lado de ambos y, al volverse ver, ambos dioses se encontraron con un pequeño sobre el pedestal en el que había estado apoyado el ushabti, sujetando de la mano a Anubis.
_¿Es este tu descendiente? – le preguntó Khonshu al dios cabeza de chacal acercándose.
_Por ahora, es estudiante de uno de mis descendientes – le aclaró el otro dios sonriendo mientras le guiñaba un ojo al niño – Preséntate, sharat
_Yo, Grogu – le dijo el chico extendiendo su otra manito para que el dios de la luna la sujetara.
_Y yo Khonshu – le dijo el dios moviendo suavemente la manito del niño – Un placer conocerte y muchas gracias por ayudar a Anubis a sacarme de mi prisión.
_No preocupar. Grogu ayudar contento – afirmó el pequeño de orejas largas provocando una risa profunda en el dios de la luna.
_Te dije – le señaló el dios cabeza de chacal a su compañero de panteón – Vale la pena atravesar estos momentos.
_¡Grogu!
Sintieron que una voz cercana exclamó y antes de que alguno de los dioses pudiese emitir palabra, un torbellino vestido de negro se abalanzó sobre el niño arrebatándolo de las manos de ambos.
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_Tu esposo, hermana mía
Le señaló Neftis a Isis asistiéndola al levantarse con un cierto reproche en la voz, lo que provocó que la lideresa de las diosas negará con la cabeza.
_Creo que las dos hemos aprendido algo de nuestra relación con Osiris, hermana.
Afirmó la diosa acomodando sus cabellos.
Alrededor de ambas, varias figuras también se levantaban.
Taweret, Sekhmet, Bastet, Wadjet, Pahket y Neith.
Las diosas del panteón se levantaban luego de haberse quebrado sus ushabti. Sus prisiones divinas, en las que, traicioneramente, su esposo y su hijo, habían conspirado para colocarlas.
_¿Alguna sabe por qué fuimos liberadas?
Preguntó Bastet siseando del enojo.
_Khonshu – explicó Taweret – Conocí a su avatar hace poco, en el limbo, ambos están luchando contra Ammit.
_¿¡Ammit?! – exclamó Sekhmet - ¡¿Qué no habíamos encarcelado a esa desquiciada?!
_Evidentemente – señaló Wadjet – No lo suficientemente bien.
_¿Y por eso nos han liberado? – cuestionó Pahket - ¿Por qué el “gran Osiris” precisa de nuestra ayuda después de habernos escupido en la cara?
_Sí es por eso, que conmigo ni cuente – afirmó Neith.
_No, señoras, no es Osiris quien las ha llamado – se escuchó una voz que al acercarse, se develó provenía de una joven de ojos grises cuya piel refulgía bajo la luz cálida del lugar como si estuviese conformada por escamas, mientras que sus cabellos negros recordaban la noche más profunda, cubierta de ropa blanca y fluida, con abundantes detalles dorados.
_¿Y se puede saber quién lo ha hecho? – le preguntó Isis a la recién llegada.
_Anubis, gran Isis – le respondió la chica inclinándose con respeto – Mi padre adoptivo.
_Kebechet, es un gusto volver a verte – expresó Taweret acercándose a la chica para abrazarla, lo que provocó una risa alegre de parte de esto - ¿Cómo se encuentra tu madre?
_Lo mismo digo, maestra – le contestó – La gran Hathor se encuentra muy bien.
_¿Hathor? Pero… - intervino Bastet - ¿Tu madre no era…?
Varias de las diosas se largaron a reír al sumar dos más dos.
La diosa de la belleza había sido siempre bastante atrevida, pero, demonios.
_Así que Khonshu – murmuró Isis a lo que la jovencita asintió – Juro que debería sentirme ofendida, pero… lamento decir que, puedo comprender a tu madre.
_Los tres las necesitan, señoras – le explicó Kebechet a las diosas – La Gran Hathor, Anubis y Khonshu. Muy cerca de aquí se preparan para entrar en combate con Ammit por la Tierra. La diosa ha devorado a Horus y Osiris y ha acumulado un enorme poder. De no detenerla… temo que su odio y voracidad se extienda por los universos conocidos.
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Layla llegó a los pies de la pirámide jadeando.
La distancia que había recorrido no había sido mucha, pero no había podido parar de mirar atrás durante todo el camino, asustada de que Harrow y sus seguidores, o de que la misma Ammit, la hubiese perseguido. Sin embargo, parecía ser que diosa y avatar, estaban más concentrados en devorar las almas de sus competidores que en ir tras la simple humana que se les había escapado.
Porque Layla no había necesitado poderes sobrenaturales para saber que tanto el avatar de Horus, como el de Osiris, y los dioses que estaban conectados con estos, habían sido devorados por la diosa. Los gritos y los colores que se expedían del templo de Ammit fueron suficientes para indicarle lo que le hacía falta saber.
La egipcia negó con la cabeza. Había sido horrendo, sí, más esperable. El rencor de Ammit y la poca capacidad de los otros dioses de preveer que sus "castigos" iban a devolverseles más temprano que tarde, había sido totalmente previsible.
Pese a ello, la diosa no había tomado en cuenta que su voracidad siempre terminaría por ser derrotada. Que llevar su ambición al límite de la extinción ajena provocaría que esos mismos afectados se levantasen en su contra.
Tristemente, Ammit, a través de Harrow, no había aprendido de los errores de Thanos.
Los seres humanos no estaban dispuestos, en su mayoría, a permitir que alguien determinase por ellos como habrían de vivir, quiénes habrían de caminar su planeta. Y, aunque Layla sabía que no tenía la fuerza necesaria para enfrentarse a ambos, no iba a dudar en hacerlo.
La mujer egipcia inspiró profundo y observó la pared junto a la que se encontraba. Había seguido los pasos que se dirigían hacia el lugar. Alguien había entrado. No sabía quién. Pero esperaba que fueran Marc o Steven o Yatzil, la avatar de Hathor.
¿Cómo habían entrado?
Layla cerró los ojos y recordó las largas noches junto a su padre. Leyendo y releyendo sobre signos y símbolos. Señales que llevaban a las entradas a las tumbas. Aprendizaje arduo y profundo que luego aplicaría a su carrera y que, a su propio padre, le había costado la vida.
Algún elemento tenía que estar fuera de lugar o tener algo articular que le permitiese a quien se encontrase fuera del sitio el poder ingresar. Se mordió los labios pensando. Si Marc y Steven o, inclusive, Yatzil habían podido entrar, era un signo que pudiesen conocer los tres.
De Steven, no le cabía duda alguna que podría encontrar la piedra fuera de lugar, pero Marc o Yatzil, eran una historia diferente. Si la mujer no estaba junto a la diosa o si la tenía atrapada dentro suyo, ¿sería capaz de recordar el medio para volver a la cámara de la Ennead?
_Hathor…
Susurró Layla abriendo los ojos.
Hathor precisamente era la respuesta.
La diosa no tenía que estar presente necesariamente. De ser Yatzil, en cualquiera de las situaciones en las que se encontrará siempre recurriría a la diosa y, en el caso de Marc y Steven… también.
Si recordaba el breve relato que le había hecho Marc acerca de lo sucedido en la cámara, Yatzil, cumpliendo seguramente la voluntad de Hathor, le había deslizado a su esposo la información necesaria para ayudar a Khonshu.
Una información que, de haberse enterado los demás dioses de que Hathor había entregado a las manos del paria que era el dios de la luna, estaba segura, le habría costado mucho a la diosa de la belleza y la música.
La egipcia negó con la cabeza.
Dioses o humanos.
Todos eran igualmente idiotas cuando estaban enamorados.
_¿Khonshu, Hathor? – preguntó con una sonrisa mientras presionaba los cuernos de la diosa en el relieve que tenía frente suyo, lo que accionó un mecanismo que abrió una puerta – Una hubiese pensado que alguien como tú, tendría mejor gusto.
_Creeme, pequeña – pronunció una voz a sus espaldas – Todos los dioses nos hemos hecho la misma pregunta.
La egipcia giró el rostro asustada.
¿Es qué acaso la habían alcanzado sus perseguidores?
Más, al posar su mirada en quien le había hablado, sus ojos no se encontraron con la diosa o con Harrow, sino con la imponente figura del dios de la magia, la ciencia, la escritura y la justicia, Thoth.