
Piensa rápido
_Tanto, tanto tiempo, señor de los Muertos
Gruño Ammit entre dientes mientras se acercaba al avatar de Osiris.
El día del Juicio Final había llegado.
El día que ambos, la diosa y su avatar, habían esperado.
Arthur Harrow observó con una sonrisa entre los labios, como el humano, en el que, los designios de su señora habían aprisionado la presencia del dios retrocedía asustado ante las fauces de la diosa.
Osiris, como todos los dirigentes, en algún momento, había perdido control sobre su ambición y había creído que su poder era tan superior que no debería temer a ningún peligro.
Su reino había sido tan rígido, que los dioses más pasionales y, lamentaba decirlo, pero era verdad, creativos, como Khonshu, lo habían dejado. Sólo habían permanecido a su lado los sumisos, los incapaces o… quiénes eran familia.
Una risa baja se le escapó al avatar de la diosa al ver como la misma hincaba por vez primera los dientes en la carne humana.
Tal y como con Horus previamente, la devoradora de almas, había consumido al avatar y al dios aprisionado, que no había parado de gritar un minuto acerca de Layla. La hermosa egipcia que se había atrevido a escapar.
El hijo del Dios de los Muertos había muerto con ese nombre entre los labios y la energía de su dios había sido consumida para siempre por la diosa de la Justicia, su bella Ammit.
No importaba.
Pronto la egipcia conocería su final.
Como lo estaba conociendo Osiris.
Pronto Harrow y sus seguidores, liderados por su señora, construirían el mundo que se merecía la humanidad.
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Los ushabti de la cámara de la Ennead se tambalearon con potencia al terminar de ser consumida el alma de Osiris.
Varios de ellos, inclusive, cayeron de sus lugares, precipitándose al piso.
Sin embargo, no todos se destruyeron contra la piedra lustrada.
Algunos de los caídos, así como otros que no lo hicieron, fueron sostenidos o salvados, por una nueva energía. Una que no pertenecía a la Tierra o al Vacío.
La Fuerza, liberada por primera vez en ese mundo, al entrar en este sus principales representantes, cantó ante la libertad que las arenas del desierto le traían.
Y, de entre los dioses aprisionados, eligió a sus campeones.
Aquellos que habrían de acompañar a sus hijos predilectos y a su padre.
El noble Anubis.
El único que había sabido entenderla.
El único que había luchado para mantenerla respirando en una Galaxia dónde casi había cedido a la locura y a la destrucción.
Anubis.
Que ahora cantaba con el niño que podía escucharla.
El último de los suyos.
El primero de tantos que vendrían.
Pedían por la libertad de un dios.
Por ayuda.
Por el mundo que ahora la tenía sobre su tierra, ya que se encontraba en peligro.
Y la Fuerza, como siempre, eligió hacer su voluntad.
Unió sus propias plegarias al canto, mientras miles de pequeñas grietas comenzaban a dibujarse, tanto en el ushabti de Khonshu, como en el de los atrapados dioses.
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_Levántate
Le dijo la Princesa a Steven y este se incorporó con premura.
No cabía ninguna duda, por el tono y el garbo de la mujer, que no era una neófita en el mando.
_Señora, disculpe que le pregunte, pero… – le cuestionó inclinando suavemente la cabeza - ¿han venido ustedes a ayudarnos?
_Sí – respondió por la Princesa el joven de cabellos y ojos claros que parecía tener una relación con el caballero de la armadura plateada – Si lo que dice Din es cierto y tú eres el “avatar” o guerrero de un aliado de Anubis, estamos aquí para ayudarte.
_Din… Djarin. Mandaloriano – murmuró Steven recordando lo que habían hablado entre la mujer y el caballero – Pero… también algo más, ¿no? ¿Manda…? ¿Manda’lor? ¿Qué significa?
_Rey – le contestó la mujer sonriendo – El caballero aquí presente, es por derecho de conquista, rey de los suyos.
_¡Ah! ¡Por eso el sable! – razonó Steven señalando las armas que tres de los presentes tenían en la cintura - ¿Es una forma de designar a la realeza dónde ustedes vienen?
“Fantástico. Steven, no que quiera interrumpir tu momento nerd del espacio exterior, pero…”
_Lo sé, lo sé – río bajo Steven al escuchar a Marc – Pero es demasiado increíble, una Princesa, un Príncipe, un Rey, un General, dioses…
“Y un par de locos” reconoció Marc señalándolos “Layla, Steven. Necesitamos salvar a Layla”
_Tienes razón – reconoció el ex vendedor girando su rostro para ver el reflejo de su alter – Y si ellos están aquí para ayudarnos, creo que es tu turno.
“Gracias, Steven. Prometo hacer todo lo que haga falta”
Susurró el ex mercenario, tomando control del cuerpo, mientras a su alrededor el traje ceremonial del templo de Khonshu cobraba vida.
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Din gimió por dentro, mientras en su cabeza golpeaba su yelmo contra la pared más cercana.
El Jedi era un maldito Príncipe y el descendiente de un Dios.
No podía creerlo.
Por supuesto que había leído al respecto en las terminales. Acerca de que su madre había sido un tiempo una Reina y luego una Senadora y que su hermana era una Princesa, pero nunca se le hubiese cruzado por la cabeza que el chico era también parte de ese selecto grupo de líderes de la Galaxia.
Y aquí él, como un verdadero idiota, charlando con el Jedi vía su droide como si fuese alguien común y corriente. Dejándole mensajes grabados cuando no podía dialogar directamente. Preguntándole por su niño, pero también por si el mismo Jedi se estaba protegiendo adecuadamente, si no le hacía falta nada, si podía asistirlo de alguna manera. Tratándolo como si fuera un amigo… o algo más, inclusive.
Por eso Ahsoka le había dado esa charla de los sentimientos y los Jedi.
No había sido capaz de comprenderlo entonces, pero ahora estaba todo claro.
No sólo le había estado hablando de Grogu.
También le había hablado de Skywalker.
Llamado a ser mucho más de lo que Din era.
El Mandaloriano se giró una vez que la transformación del tipo de blanco tuvo lugar y comenzó a caminar hacia la cámara en la que estaba Anubis y el resto de los avatares, mientras les decía a los demás.
_Síganme
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Marc Spector levantó una ceja al escuchar el cambio en la tonalidad de la voz del Mandaloriano y observar como el muchacho que se llamaba Luke volteó sus ojos hacia este con mirada extrañada, mientras todos comenzaban a seguir al guerrero.
Por favor.
Steven tenía razón.
En medio de toda esa locura, que estuviesen atravesando por esa historia secundaria era… increíble.
“Pobre” le dijo Steven negando con la cabeza “Quizá suene patético, pero puedo entender por lo que está pasando”
_Yo también amigo – reconoció Marc cruzándose de brazos – Yo también.
“¿Crees que…?”
_Steven… - susurró el ex mercenario ante el reflejo en las paredes pulidas de su alter – No tenemos tiempo para esto.
“Marc, ¿no tenemos tiempo? ¿Layla? ¿Recuerdas?”
El avatar de Khonshu suspiró aguantando las ganas de golpearse la frente con su propia mano.
La verdad, no tenía ninguna posibilidad de tirar la primera piedra en estas cosas. Steven tenía razón. Tiempo o no tiempo, lugar indicado o lugar equivocado, él también había vivido su propia historia de amor e, inclusive, había contado con mucha ayuda para sostenerla, pese a haber continuamente, metido la pata.
_Muy bien, pero que conste que… no tenemos tiempo, así que no quiero quejas sobre como encaramos este asunto.
Steven le sonrío divertido levantando sus manos en derrota, a lo que el encapuchado extendió sus brazos separando al joven de cabellos claros de su hermana y su cuñado, los que en un primer momento lo miraron extrañados, pero después asintieron sonriendo.
_¡Hey, Mandaloriano! – exclamó el avatar de Khonshu, provocando que el de la armadura plateada se girase - ¡Piensa rápido!
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Luke abrió los ojos como platos al ser sujetado del brazo por el encapuchado guerrero blanco, para ser arrojado momentos más tarde, a los brazos de Din.
El Mandaloriano, por puro instinto rodeó el cuerpo del Jedi con sus brazos al atraparlo.
El guerrero de la Fuerza, trastabilló con sus palabras, colorado de la vergüenza.
¿Qué demonios iba a pensar Din de su capacidad de reacción ante la atrevida acción del hombre?
_¡¿Qué haces?! – sintió que exclamaba el padre de Grogu sin soltarlo - ¡Podrías haberle hecho daño!
_¿Cómo con qué? – la voz del guerrero blanco le cuestionó al Mandaloriano - ¿Con tus brazos? Tampoco eres de piedra, hombre. Y, por lo que se puede ver, no lo estaría pasando tan mal allí, porque no se estaría soltando.
Luke levantó el rostro del pecho de Din apresuradamente y se encontró con el visor de este observándolo con atención.
Sus propios ojos escrudiñaron los del dueño del sable oscuro.
Din lo observaba con curiosidad, pero también con aprensión.
Como si algo… como si algo no estuviera bien.
_Señora, ¿cuál es el título de su hermano?
Escucho que el avatar de Khonshu le cuestionaba a Leia.
_¿Luke? Luke es Maestro Jedi. No tiene ningún título.
_¿No es un Príncipe como usted?
_Nuestra Madre fue una Reina, es cierto, pero no. Yo soy una Princesa porque mis padres adoptivos me heredaron esa designación, pero aún mi título es discutible.
Luke giro un poco el rostro para observar a esos dos.
¿De qué estaban hablando? ¿Qué tenía que ver…?
Oh, claro.
Han sonreía mordiéndose el labio y levantando la cabeza apenas le señaló al Mandaloriano.
Din era el que…
_Me criaron mis tíos – le explicó el Jedi al de la armadura de Beskar – Como granjero. En Tatooine. Tú… tú sabes eso, ¿verdad?
El Mandaloriano se aclaró la garganta para luego asentir.
_Din – continuó el Jedi, esta vez empezando a sonreír, porque finalmente comprendía que era lo que pasaba por la cabeza del hombre que lo tenía abrazado – Yo soy una persona tan común como cualquiera. Solamente tengo un par de habilidades distintas a las tuyas, que quiero aclarar que son bastantes y una historia familiar algo complicada, lo que no me dejaría muy bien parado a la hora de pensar en que tendría para ofrecerte, la verdad.
_Eres un guerrero poderoso, Jedi
_Tú también…
_Tú diriges una Orden milenaria…
_Y tú eres el nuevo Rey de los tuyos…
_Si no fuera por tu abuelo, Jedi, no hubiese sobrevivido demasiado con el sable oscuro en mi poder, él me dio el conocimiento para poder manejarlo…
_Entonces tengo mucho que agradecerle a Anubis, porque para mí y para Grogu es muy importante que tú sigas vivo.
_No es una buena idea – susurró Din negando con la cabeza.
_Considerando la historia de mi familia – río bajo Luke sujetando el yelmo ajeno para atraer con suavidad la frente de este a la suya – No creo que ningún Skywalker haya dejado que eso lo detuviese jamás.