
Familia
La balanza de los justos y de los injustos había sido liberada.
Ammit sonreía exultante.
Tanto tiempo había acontecido tras los juicios.
Tanto.
El regalo a su avatar no había satisfecho su hambre nunca.
Y es que, no era lo mismo.
Al no estar presente el tribunal de Osiris, al no juzgarse a los malhechores, al dejar que los mismos se esparcieran por la Tierra, sin encontrar castigo más que parcial en las leyes de los hombres y en los esfuerzos magros de Khonshu, el placer que devenía de devorar sus almas, le había sido negado. Arrancado.
Luego de acostumbrarla a vivir por ese placer, la regla de Osiris que les había impedido a los demás dioses intervenir en los asuntos de la humanidad, le había resultado imposible de seguir.
Por ello había diseñado su plan para eliminar a los dioses y continuar reinando sola.
Aunque había fracasado y había terminado encerrada todos esos años.
Más su avatar, su sirviente, el abandonado por Khonshu, le había sido útil, muy útil y la había alimentado con las suficientes almas como para poder recuperar las fuerzas para este renacer.
Oh, la humanidad y los dioses, no estaban preparados para esto.
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Marc se aproximó a la pirámide removiendo una de las media lunas de su traje para usar su reflejo.
_Muy bien, Steven. Tú eres el experto. ¿Quieres el cuerpo ahora?
“Ni de broma. No sabemos si podré volver a dártelo si algo pasa, amigo”
_¿Entonces? ¿Cómo hacemos?
“Tú me describes lo que ves y yo te digo que hacer”
_Muy bien, Steven. Tú mandas – murmuró Marc observando la entrada - ¿Qué quieres que busque?
“La entrada a la cámara de la Ennead tiene que estar presente en la estructura. Los dioses deben haber garantizado que, en caso de un suceso trágico, sus avatares pudiesen entrar sin hacer uso de sus poderes. O, al menos, es lo que lógicamente cualquiera hubiese hecho…”
_Steven – le advirtió Marc – No tenemos tiempo para una sesión de lógica.
“Bien, bien. Tienes razón. Busca símbolos que no tengan sentido entre los que puedas ver. Especialmente alguno relacionado con la luna”
_¿Con la luna? ¿Por qué?
“Porque el pichón ese con el que hiciste el trato, es más paranoico que nosotros dos juntos”
Marc negó con la cabeza riendo.
Steven tenía razón.
Si había una entrada secreta, el perseguido de Khonshu, le habría puesto un grafiti encima, para encontrarla ante cualquier eventualidad. Especialmente tomando en consideración lo mucho que lo “querían” las demás deidades y sus avatares.
Pero… ¿cómo hallar esa señal?
“Se me ocurre que… podría ser como Gandalf”
Oh, por supuesto.
Steven volvía a tener un punto.
Por algo era dios de ese astro.
Si había alguna señal, definitivamente debería ser visible bajo la luz del mismo.
Marc sacó su otra daga medialuna y apunto con ella a la pared de la pirámide, buscando que el reflejo iluminase las escrituras.
“¡Allí!” exclamó Steven desde la otra daga medialuna “¡Los cuernos!”
_Khonshu, es increíble que hayas escapado tanto a ese deseo de muerte que tienes
Comentó Marc riendo bajo.
No era idiota. Yatzil, avatar de Hathor, le había hablado por una razón en particular. Y, cuando en la discusión con la Ennead, a Khonshu se le había dado por dejar sus emociones escapar peor, fue cuando emitió palabra Horus. Con Osiris había gritado más, pero con Horus, oh, con ese tipo Marc había sentido la rabia correr por sus venas.
No hacía falta sumar dos más dos.
Había sido esposo de Layla el tiempo suficiente como para saber que Hathor era esposa de Horus y que, si la diosa decidía apoyar a Khonshu contra la opinión de su pareja, al tiempo que el dios de la luna parecía que quería acogotar al hijo de Osiris cuando hablaba, era porque algo muy jugoso había acontecido entre los tres.
Y, como correspondía, la insolencia de Khonshu se dejaba ver.
Adornando la luna que se encontraba sobre el símbolo de la diosa, con un metal que refractaba sólo la luz de ese mismo satélite.
Básicamente mostrándole el dedo del medio al esposo de esta en la misma pirámide dónde se reunían.
El ex mercenario suspiró empujando la figura de la vaca cuyos cuernos refulgían para descubrir la entrada que se abrió a su paso. El dios que iba a buscar estaba medio demente. Pero no podía negar que era en suma entretenido.
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Khonshu cayó de rodillas jadeando ante el esfuerzo constante que había realizado esos días de su encarcelamiento.
No tenía caso.
Era mucho peor que aquella otra vez.
Los años no pasaban por nada y, aunque él sobrevivía en el tiempo, eso no significaba que lo hacía con la misma potencia o que los dioses no hubiesen aprendido de sus errores pasados mejorando sus jaulas.
Mientras tanto Ammit ganaba fuerza momento a momento.
_Siempre tan dramático – le dijo una voz casi en el oído - ¿Es que acaso el señor de la luna ha perdido definitivamente la esperanza?
Contuvo la respiración girando su rostro al identificar la voz que no había vuelto a escuchar por centurias.
_¡Anubis!
Exclamó levantándose para encontrarse con una visión del dios con cabeza de chacal.
_Khonshu – le contestó este sonriendo – Siempre es muy interesante volver a verte
_¿Dónde estás? ¿A qué has venido?
Le cuestionó al hijo ilegítimo de Osiris el dios de la luna.
Anubis era una carta salvaje entre los dioses. Casi tanto como él. Capaz de ascender a las primeras líneas de la popularidad entre ellos, había decidido largar todo por la borda, siendo el primero en marcharse de la Tierra y renegando del Gran Vacío mismo, para concentrar sus esfuerzos en una Galaxia extraña y alejada.
Por lo que sabía, había perdido a su esposa divina y criado una hija solo, separado de los demás dioses, sin demasiadas esperanzas de que se volviera a unir a ellos.
_La señora Hathor me convocó para ayudarte – le expresó Anubis interrumpiendo sus pensamientos – Mi avatar empezará en breve a quebrar esta prisión, pero necesitamos tu ayuda. Tú debes colaborar desde dentro de la misma para hacerlo.
_Tú planeas liberarme
_Exactamente
_¿Por qué?
El dios con cabeza de chacal emitió una carcajada extendiendo su cabeza hacia atrás, mientras exponía su cuello de piel negra adornado por un collar ancho de colores brillantes.
_Porque el verdadero padre de mi hija Kebechet merece algo mejor que estas paredes doradas – le contestó finalmente Anubis – Y porque… tienes razón con respecto a tu juicio sobre la humanidad y sobre la ceguera de ciertos dioses.
_Perdón, ¿cómo?
Le preguntó asombrado Khonshu al otro dios.
El verdadero… ¿qué?
_Mi estimado y viejo amigo, sé que no era el mejor momento, pero… ¿cuándo las duras verdades han tenido buenos momentos para decirse? – le dijo el dios con cabeza de chacal al dios de la luna apoyando una mano sobre su hombro – La señora Hathor siempre veló por ella y debo confesar que Kebechet ha sido tan motivo de alegrías para mí, como lo han sido mis nietos Luke y Leia desde que he podido conocerlos. Tu tendrás la oportunidad de disfrutar de esas mismas alegrías, si colaboras y resolvemos este asunto de Ammit de una buena vez.
¿Luke? ¿Leia?
¿Sus nietos?
También algo se había enterado de eso. De que Anubis había enardecido a los dioses procreando con una mortal en ese Galaxia muy, muy lejana y que le habían prohibido ver a sus descendientes, pero que luego había logrado permiso por vaya a saber que error habían cometido los otros.
Honestamente, visitaba tan poco el Gran Vacío que no había seguido puntillosamente las novedades.
Sólo sabía que Hathor había estado muy involucrada en el tema.
Lo que no tenía vergüenza en admitir que le había provocado un poco de celos, puesto que la diosa no se había contactado más con Khonshu desde su tiempo juntos y, por los rumores que había despertado su ardorosa defensa de Anubis, más de uno había concluido que el dios con cabeza de chacal había entrado en el corazón de la esposa de Horus.
Y aquí venía el hijo ilegítimo de Osiris a sacarle la alfombra de debajo de los pies descubriendo que su alianza con Hathor había estado dada a partir de compartir historia como padres atravesados por una situación difícil. Anubis con su hijo con la mortal y Hathor con su hija con… Khonshu.
Oh, esto cambiaba tanto las cosas.
Después de lo que había tenido que atravesar todos esos años.
Después de haber sido desterrado, encarcelado, golpeado y despreciado por la mayoría de los dioses.
Después de que sus advertencias no fuesen escuchadas y de que, prácticamente, le escupiesen en la cara.
Ahora el dios de la luna tenía el doble, no, el triple de razones para salir y acogotar a esa demonio desquiciada y al más desquiciado de Arthur.
_Prepárate entonces – le sugirió Anubis – Comenzaremos el proceso
_Estaré listo – le contestó Khonshu a la otra deidad- Dile a tu avatar que golpee con todo lo que tenga.
El dios con cabeza de chacal volvió a sonreír, asintiendo con la cabeza, antes de que su visión se desvaneciera.
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_¡Leia!
Exclamó Luke al ver descender la rampa del Halcón Milenario sobre el verde manto cercano a su futuro templo – escuela.
_¡Luke!
Le respondió su hermana, para luego acercarse con rapidez y envolverlo en un abrazo.
_Hey, cariño, deja algo para los demás – comentó riendo bajo su cuñado.
_Han – suspiró Luke separándose de su hermana – no sabes el alivio que es verlos a ambos.
_Hola chico. ¿Cómo has estado? – le cuestionó el capitán del Halcón palmeándole el hombro primero, para luego darle un abrazo afectuoso.
_Bien, he estado bien hasta… hace muy poco – confesó Luke - ¿Tuviste el mismo sueño que yo Leia?
_Si estamos hablando acerca de uno en el que la historia de papá se rebeló mucho más complicada de lo que ya era, si lo tuve.
Confesó la Princesa cruzándose de brazos, a lo que su hermano volvió a suspirar, sólo que esta vez de frustración.
Era una historia demencial.
Otro Universo.
Un dios.
Una esclava.
Si algo le faltaba a Anakin Skywalker era un origen divino.
_Si me preguntas a mí, amor – le comentó Han a Leia – Si eso que soñaste llega a ser cierto, digamos que es mucho más entendible lo que le pasó al tipo ese. Volverse loco, porque un dios de otro universo juega con tu cabeza es como mucho más comprensible que hacerlo por creer que podías “salvar a tu esposa de visiones malignas”. O sea, alguien tuvo que poner las visiones en primer lugar. No es como que llegaron allí solas y, por lo que tengo entendido por ustedes dos, los Sith, especialmente el Emperador, no eran tan poderosos en esos tiempos como para continuamente lograr penetrar la mente de… bueno… quien luego sería Darth Vader.
_Sigo insistiendo en que me parece una explicación cómoda y autocomplaciente
Expresó Leia negando con la cabeza y Luke no pudo menos que coincidir.
Las decisiones del padre de ambos podían haber estado totalmente influenciadas por terceros, pero, definitivamente eran propias. Dioses de por medio o no, Anakin Skywalker se había convertido en Darth Vader por su propia mano. Sus acciones eran totalmente suyas.
_Sin embargo – medió Luke – El que fuese hijo de un dios extraño y, que otros de esos dioses, influyera en sus decisiones, explicaría bastante de su origen y de su historia a posteriori. Además, Leia, este Anubis sabe de Grogu y de Din.
_¿El qué iba a ser tu estudiante?
_Y su padre.
_El Mandaloriano.
_Magnífico, otra lata de sardinas – los interrumpió Han negando con la cabeza – ¿No tuvieron bastante ambos con Fett y con la cascarrabias de Bo-Katan Kryze?
_Han, los problemas de Bo-Katan en el Senado, no tienen nada que ver con esto – comentó Leia – Y esa mujer, no debe tener ni idea de que tu estudiante está de nuevo con su padre, ¿no?
_Que yo sepa, por lo que dicen Ahsoka y R2, esa mandaloriana, no ha estado ni cerca de Din y Grogu desde la nave del Moff.
_Está bien. Está bien – aceptó Han levantando las manos – Si ustedes dicen que la lata de sardinas que es papá del enano verde es más pasable que los demás de ese grupo que conocemos, lo creo.
Luke sonrió levemente al ver como su hermana le daba una palmada en el brazo a su esposo riendo ante su forma de expresarse.
Había extrañado a esos dos.
Como extrañaba a Grogu.
Y, aunque sonará muy extraño decirlo, también al mandaloriano del que hablarán.
Din había sido un objeto de interés desde que se separarán en la nave de Moff Gideon. Primero por Grogu, por quién había accedido a contactar al mandaloriano, y luego por sus escasas, pero constantes comunicaciones vía R2.
Es que la verdad, nadie podría enjuiciarlo por sentirse conmovido por el hombre que le preguntaba si su niño había comido todas las noches, si estaba bien, si ambos precisaban algo. Muchas veces sin esperar recibir respuesta. El corazón de Din había logrado quebrantar la opinión del Maestro Jedi respecto del futuro de Grogu a su lado, tanto, que le había permitido al pequeño tomar la opción había tomado, considerando inclusive el propio Jedi unirse a ambos en sus aventuras, por un tiempo.
Claro que, antes de poder organizar su transporte y la custodia del templo, el sueño de ese dios, con Grogu a su lado, le había llegado fuerte y claro cambiando todos sus planes.
_Luke – Leia lo llamó quitando su atención de sus recuerdos – R2 dice que ya es hora.
_¿Trajiste tu sable?
Le preguntó el Maestro Jedi a su hermana, a lo que esta asintió, al tiempo que Han palmeaba sus blasters.
Ni iba a molestarse en preguntarle al piloto del Halcón Milenario si pensaba ir con ellos.
A medida que el portal se abría frente al templo, sabía que una vez que pusiera un pie del otro lado, los esposos irían tras suyo.