
Avatar
Era embriagante.
La presencia de Ammit corriendo por sus venas. Cantando. Trayendo consigo el poder para hacer realidad la promesa que le había hecho a sus seguidores.
Ammit, la devoradora de males.
Ammit, la señora de la humanidad.
Ammit, la verdadera diosa entre todos los dioses.
Ammit lo había librado de Konshu.
Ammit lo había señalado.
Ammit lo había ayudado a engañar a los demás dioses.
Ammit lo había elegido.
Y nadie, nadie iba a interponerse en su camino.
------------------------------------------------------------------------------------------
Al ver a Harrrow descender a la tumba nuevamente, mientras la luz que emanaba de la misma se hacía más fuerte, Moon Knight se levantó de la arena dónde había quedado tendido luego del pequeño encuentro que había tenido con este.
El poder de la diosa, era demasiado grande.
Ni aun usando la armadura de Konshu, que había podido recuperar gracias a la intervención del avatar de Hathor, antes de que los dioses fuesen traicionados, había podido darle batalla al tipo.
“¿Qué vamos a hacer Marc?”
_No sé, Steven – le confesó a la voz de su alter que se reflejaba en el reflejo del agua junto a la que se encontraba – Honestamente no lo sé.
“Él no puede ganar”
_Lo… sé
Expresó Marc terminando de pararse con un jadeo.
“Si lo hace, será peor que lo que pasó con Thanos”
_¡Lo sé! ¡¿Crees que no lo sé?!
Exclamó frustrado el ex mercenario.
“Marc, tiene a Layla. No podemos pelear entre nosotros”
Susurró aterrado Steven y todas las ganas de discutir con su alter, se fugaron de su cuerpo.
Su esposa.
Era la prisionera de Harrow.
Marc inspiró profundo.
_Vamos a tener que trabajar juntos, Steven
“Puedes contar conmigo”
Levantó una ceja sonriéndole al pequeño espejo de agua dónde se encontraba el reflejo de su alter.
_¿Confías en mí de repente?
“No. No confío en ti, extraño. Pero sé que no puedo solo y tú tienes habilidades que yo no tengo y…”
_Layla nos necesita
“Como el mundo, Marc. Harrow está mucho más loco que nosotros”
Spector negó con la cabeza.
El mundo podía irse bien a la mierda.
¿Qué había hecho el mundo por él?
Toda su vida había sido un constante desafío gracias a que ese mundo no había perdonado la inocencia de un niño y lo había condenado a vivir fragmentado el resto de su existencia. Para luego aprovecharse de su condición y arrastrarlo en su eterno juego de odio, venganza e intereses, apelando a su idiota y constante necesidad de sentirse aprobado, incluido, necesitado.
No. El mundo no le importaba un carajo.
Pero Layla… Layla era otra historia.
Esa testaruda muchacha no había dejado nunca de insistir con él. O con Steven. O con ambos. Aún a pesar de saber la verdad. De como las manos de ambos estaban manchadas de sangre. Inclusive de sangre muy cercana a la suya. Los errores que habían cometido no la habían apartado.
Todavía recordaba cómo había maldecido y, al mismo tiempo, como se había aferrado a la pantalla de ese teléfono oculto, en dónde su lista de llamadas sólo tenía dos nombres y el de ella no dejaba de repetirse en todos esos meses en los que había tratado de forjarse una vida lejos de su esposa, buscando tontamente protegerla de algo de lo que nunca podría.
Como el de Marc, el destino de Layla estaba ya forjado.
A lo sumo, podría demorarlo.
Y, considerando las circunstancias, quizá no debería.
_Necesitamos a Khonshu – le dijo Marc al reflejo de Steven mientras el traje volvía a cubrir su rostro – Necesitamos volver a la pirámide y liberar a ese insoportable.
“Estoy contigo. Vamos”
Le contestó su alter y el ex mercenario asintió, saliendo disparado en dirección de la Gran Pirámide.
----------------------------------------------------------------------
_¡Malditos engreídos! ¡Malditos!
Exclamó Khonshu golpeando contra la barrera que lo mantenía prisionero en la piedra.
Los dioses habían caído ante su propia indolencia.
Había traidores en la Ennead.
¿Cómo era que no habían podido ver que Harrow era un enfermo?
¿Cómo habían estado tan ciegos a las maquinaciones de Ammit hasta ese momento?
El dios de la luna cerró sus puños con enojo, mientras volvía a golpear la barrera.
Era su culpa. Debería haberlo visto. Por supuesto que había sido ese imbécil. Por algo Hathor se había alejado de su esposo y había estado tan dolida milenios atrás que había sido capaz de volver su rostro dulcísimo a alguien como Khonshu, que no tenía tanto para ofrecerle como el hijo de Osiris.
Y, aunque la diosa no había tomado la decisión de desobedecer, abandonando a Horus y volviendo su rostro nuevamente hacia la humanidad, que sólo hubiese considerado ser por breves momentos su amada, como de hecho había acontecido, debería haber hecho que el dios de la luna mantuviese una mirada vigilante sobre el accionar de Horus y su avatar en la Tierra.
Pero no, había dejado que su propia labor lo absorbiera y las señales de alarma no se habían disparado.
_Y dejé que Harrow me manipulará…
Murmuró el dios agotado.
Esa era la última bofetada.
No había podido sostener su promesa.
No había podido salvar a la humanidad.
Él, que se consideraba la verdadera justicia, no había sido más que una marioneta en las manos de Ammit.
---------------------------------------------------------------
Yatzil se apoyó sobre la pared que llevaba a la cámara de la Ennead.
La batalla con el avatar de Ammit había sido un fracaso. No sabía que había acontecido a los demás avatares. Sólo tenía una seguridad: habían sido traicionados por uno de los propios.
Y, hasta que no supiese quien de ellos era, no podía confiar en ninguno.
Por eso, golpeada y sangrando, se había adentrado en la pirámide.
Necesitaba encontrar la manera de liberar a Khonshu.
Era el único en el que podía confiar.
El único en el que Hathor podía creer aún.
_¡Cuidado!
Escuchó que una voz exclamaba delante suyo y tarde cayó en la cuenta que estaba tropezando con una de las piedras que estaban esparcidas en el lugar. Más, antes de tocar el piso, un cuerpo fornido la sostuvo.
_¿Se encuentra bien?
Le preguntó una profunda voz varonil.
El avatar de la diosa de la música y del amor levantó los ojos y fijó su mirada en la persona que la había asistido.
_¿Quién…? ¿Quién es usted?
Le preguntó al hombre que, cubierto por una armadura plateada de cabeza a pies, la estaba ayudando a levantarse.
_Mi nombre es Djarin – le contestó este – Din Djarin. Y este es mi ad’ika, Grogu.
La mujer pestañeó al observar un pequeño verde muy tierno, con largas orejas apoyado en el hombro del caballero de armadura.
_¿Ad’ika? – le preguntó al guerrero - ¿Qué significa?
_La traducción más correcta del lenguaje de Din, mi señora, sería hijo
El avatar de la diosa se llevó las manos a la boca, al escuchar la voz que salía de la del pequeño, cuyos ojos refulgían con la presencia divina.
Conocía esa tonalidad.
La diosa le había transmitido los recuerdos que tenía precisamente de ese dios.
_¿A… Anubis?
Le preguntó con voz temblorosa al pequeño, quien río bajo.
_Es un placer volvernos a ver en la Tierra, la más bella de todas.