
Uga chaka uga uga
—No puedo creer que pienses que Ocarina of Time es el mejor videojuego de la historia —le dijo Ned a su padre, mientras sostenía el controlador de GameCube y observaba a Link deambular por el Palacio Zora—. O sea, esperaba esto de mamá pero no de ti.
El padre de Ned, Edward, puso los ojos en blanco—. Lo importante son los gráficos, hijo.
Fue el turno de Ned de poner los ojos en blanco. Desde que pudo caminar, su padre era diseñador gráfico y tenía a Ned probando videojuegos para negocios. Pero Ned disfrutaba de los videojuegos por su historia y trama, no por sus gráficos.
—Peter creería que lo importante es la trama —murmuró Ned.
—Y por eso no dejamos que Peter venga.
Era una broma, Ned lo sabía, pero era bastante mala teniendo en cuenta que Peter nunca más podía venir. No desde que nació la hermana menor de Ned. Necesitaba muchas siestas y mucha tranquilidad y cuando Ned estaba con Peter, no estaban tranquilos.
Pero no importaba, porque Ned iba a la casa de Peter casi todas las noches, así que todo estaba bien. Si bien Peter no lo había invitado en las últimas dos semanas, estaba bien. Sabía que su amigo estaba ocupado con la pasantía Stark.
—Perdón, hijo. No quise inferir que nunca podría volver. Es que tu hermana tiene tantos cólicos, tu madre y yo no podemos cuidar a dos adolescentes.
—Está bien. Entiendo totalmente.
Edward agarró el hombro de su hijo con una sonrisa orgullosa. Ned desearía que hubiera durado más, pero su madre entró con una mirada decepcionada en su rostro.
—Ahora, ¿qué es eso de un castigo el sábado?
Mirando sus manos en su regazo, Ned se encogió de hombros. Se sentía culpable por cometer un error tan simple, pero sabía que necesitaba ser honesto. Sus padres eran buena onda. Ellos entenderían.
—Bueno, estaba construyendo mi Estrella de la Muerte y perdí la noción del tiempo, así que falté a unas clases. Así es por qué me castigaron hoy, y luego estaba fuera de mi silla durante el castigo, así que me gané uno de sábado.
Su madre lo fulminó con la mirada—. ¿Por qué estabas fuera de tu silla, jovencito?
—Flash estaba tratando de golpear a Peter.
Sus reacciones fueron explosivas. Su madre parecía lista para atacar algo o agitar el puño hacia el cielo y su padre casi tira la GameCube al suelo cuando saltó de su asiento.
—¡Por qué alguien intentaría hacerle daño a Peter!
Ned sintió que se reía y eso definitivamente no era lo que quería hacer, no cuando sus padres estaban tan enojados, pero no pudo evitar sonreír ante su protección. No era ningún secreto que ambos le querían a Peter. Le compraban regalos en Navidad y su padre incluso se ofrecía a ayudar con cualquier problema de aire acondicionado o calefacción que May pudiera tener ahora que Ben estaba fallecido. Una vez el padre de Ned incluso se había ofrecido a enseñarle a Peter a conducir. Así que no era ningún secreto: se preocupaban por Peter casi tanto como por Ned.
—Esto no es divertido. ¿Por qué este chico Flash intentaría hacerle daño a Peter? —reiteró su madre.
—Porque Flash es un matón. Se mete con todos —explicó Ned.
—¿Se mete contigo?
—A veces —admitió Ned, mirándose tímidamente las manos de nuevo.
—Dios mío —susurró su madre.
—No, mamá. No es nada. No es gran cosa.
—Debería llamar al director y…
—No te molestes —Ned cabeceó con tristeza—. Un montón de gente ya lo intentó. Nadie puede meter a Flash en líos porque su papá está en la junta escolar y nunca castiga a Flash por nada.
—¿Como sabes eso?
Ned se encogió de hombros—. Bueno, fuentes muy confiables han dicho que vieron a Flash darle el dado al director con su papá sentado justo a su lado y él no hizo nada.
—Eso es ridículo —Su padre se cruzó de brazos.
—¿Quieres que llame a la escuela y te saque de la detención? —preguntó su madre.
Ned pensó en esto por un momento. Sí, le encantaría pasar el sábado jugando a Fortnite, pero no quería hacerlo sin Peter.
—No, está bien. Voy para que Peter no tenga que estar solo.
Su madre sonrió, inclinándose para rozar su mejilla con el pulgar. Fue un gesto dulce del que normalmente Ned se alejaría, alegando que es demasiado mayor, pero en este momento se sintió muy bien.
—Estoy orgullosa de ti, cariño.
Ned sabía que era increíble. Pero ahora se sentía realmente increíble.
Levantarse temprano a la mañana siguiente no se sintió increíble. Era sábado. Debería poder dormir para siempre, pero en cambio tenía una sentencia de prisión de siete horas que esperar.
Después de cubrir su tostada con mermelada de fresa, Ned se puso ropa cómoda y tomó el colectivo al departamento de Peter.
Peter tardó más de lo normal en salir, y Ned temió que hubiera olvidado que tenía castigo el sábado, hasta que vio una pelambre castaña que salía del edificio.
—Hey, tipo, me tenías preocupado. Pensé que me ibas a plantar.
—Perdón —Peter parecía sinceramente alterado.
—Todo bien, hermano —Ned sonrió, pero Peter todavía parecía ansioso. Estaba agarrando las correas de su mochila y balanceándose hacia adelante y hacia atrás sobre sus talones. En lugar de caminar, miraba a Ned acongojado, como si quisiera decir algo. La mayor parte del tiempo miraba a Ned, pero Ned lo atrapó lanzando vistazos temerosos a su edificio de apartamentos de vez en cuando.
—¿Olvidaste algo?
Peter negó con la cabeza, pero parecía que las palabras apenas lo habían penetrado. Estaba perdido en su propia mente.
Ned se encontró transportado atrás en el tiempo. Había un invierno en particular que se destacaba en su mente. Peter y Ned debían haber tenido unos diez años cuando pasaban casi todos los días juntos después de la escuela. Había sido durante este año que los padres de Ned nunca estuvieron en casa. Pasaban cada momento de su tiempo libre en el hospital con su abuelo, lo que significaba que Ned prácticamente vivía en el apartamento de Peter durante el invierno. Y una noche, los dos habían tenido la brillante idea de ir solos a montar en trineo en el parque Forest.
—¿Estás seguro de que podemos estar aquí? —preguntó Peter mientras subían la colina con su trineo de madera apto para dos.
—Claro —le aseguró Ned, aunque no estaba seguro en absoluto.
Se pararon en la cima de la colina y miraron por encima del doble bache.
—Se va a sentir como una montaña rusa —prometió Ned.
La primera vez que bajaron sintieron un pequeño salto. Nada realmente emocionante y Ned estaba decepcionado.
Resultó que la nieve aún no estaba compactada. La segunda vez que cayeron, ganaron un poco más de impulso, lo suficiente como para dibujar una sonrisa en sus rostros.
Bueno, después de hacerlo cuatro o cinco veces, la nieve estaba tan compacta que seguramente iban a ir muy rápido, y ahí fue cuando a Peter se le ocurrió la idea de empezar corriendo.
Ned estaba sentado en la parte delantera mientras Peter corría, saltando a la parte trasera del trineo. Tan pronto como su cuerpo golpeó la madera, el trineo se volcó sobre el borde de la colina y Ned supo que iba a salir mal.
—¡Agárrate bien!
Estaban ganando tanta velocidad a medida que se acercaban al salto que Peter estaba aferrándose a su brazo por su vida. Cuando descendieron sobre la segunda colina, durante unos buenos tres segundos estuvieron volando en el aire. Fue pasmoso. Si alguna vez hubo un momento para hacer una pausa en la vida, ese lo habría sido.
Por supuesto, no había botón de pausa y la sensación de volar duró muy poco. El trineo cayó como una piedra dos segundos después y cuando aterrizó se partió en un millón de pedazos. Tanto Peter como Ned rodaron en diferentes direcciones por la colina nevada.
Por fin, Ned estaba boca abajo con la cara clavada en la nieve. Cuando sacó la cabeza del suelo, Peter se estaba riendo tan fuerte que temblaba como si tuviera una convulsión. Gruesas lágrimas rodaban por sus mejillas rosadas mientras Peter caía de espaldas contra la blanca nieve.
—Dios mío —gritó—. Eso fue genial —Respiró hondo y suspiró—. Eso fue fantástico.
Ned estuvo de acuerdo. Fue una de las mejores noches de su vida, a pesar de lo que sucedió después. Se rieron todo el camino a casa de Ned, cantando villancicos a todo pulmón. Corriendo por las veredas y bailando con sus encantadoras voces cantantes.
—I don’t know if there’ll be snow, but have a cup of cheer.
—Have a holly jolly Christmas, and when you walk down the street, say hello to friends you know and everyone you meet.
Fue una de las experiencias más liberadoras de la vida de Ned. Pero cuando entró por la puerta principal de su casa, se encontró con su madre parada en medio de la habitación con una expresión rara en el rostro.
Ellos dejaron de hablar inmediatamente. Siguió un silencio espeluznante antes de que su madre se derrumbara por completo. Su abuelo se estaba muriendo. Tuvo un derrame cerebral mientras estaba en el hospital y los médicos le dieron una semana de vida.
Los días siguientes, Ned volvía a casa del hospital con su madre y ella anhelaba un momento de tranquilidad en el que pudiera pensar y recuperar el aliento. Y Ned se perdía en sus pensamientos de la enfermedad de su abuelo y de todos los niños que veía sentados en camas de hospital mientras estaba allí. Se sentía agobiado por el sufrimiento injusto del mundo. Los niños no deberían tener que pasar por eso.
Peter estuvo allí durante todo el proceso. Estuvo en el hospital. Estuvo en el coche. Y de alguna manera, Peter estuvo allí en la casa de Ned. Y cuando todo era demasiado, y Ned estaba perdido en sus pensamientos, Peter se le acercaba, le ponía la mano en el hombro y cantaba en voz tan baja—: I don’t know if there’ll be snow, but have a cup of cheer.
Por una fracción de segundo, Peter pareció como si pensara que había cometido un error horrible. Como si tal vez Ned pensara que se estaba burlando de él, pero Ned se rió y se arrojó sobre Peter, abrazándolo con fuerza.
—Lo siento mucho, Ned. Lo siento mucho.
Ned se apartó del abrazo y sacudió la cabeza, todavía sonriendo a pesar de las lágrimas—. Sigamos cantando.
Así lo hicieron: cantaron hasta reírse a carcajadas porque necesitaban reírse.
Así que ahora que Peter estaba parado en la vereda, perdido en sus pensamientos como lo estaba Ned hace tantos años, pensó que era hora de devolverle el favor.
—Hey, tipo, toma una taza de alegría.
Y así, una sonrisa volvió a la cara de Peter.
—No puedo creer que acabas de decir eso —Se rió, volteándose para echar otro vistazo a su apartamento, antes de volverse rápidamente.
—Deberíamos irnos.
—Sí, no queremos llegar tarde a nuestra cita con Jabba el Hutt —murmuró Ned, pero Peter hizo una mueca.
—¡Ni a palos! El Sr. Murch no se parece en nada a Jabba el Hutt. No es lo suficientemente genial como para ser uno de los gánsters más poderosos de la galaxia.
—Vale, vale. Que seamos realistas. Ese sería totalmente Tony Stark.
—Tipo —dijo Peter, sacudiendo la cabeza—, no.
—Así que, ¿cómo es trabajar en la pasantía Stark?
—Córtala, Ned. Siempre me preguntas eso.
—Solo quiero saber. Debería ser buena onda trabajar para Tony Stark.
—Sí… Está bien. Sería mejor si realmente pudiera verlo. Pero él está ocupado haciendo cosas y yo solo estoy aquí esperando que diga que me necesita.
Tenían calor y estaban jadeando cuando reajustaron sus mochilas y comenzaron a caminar. Ned gimió bajo el peso de su mochila. Había traído un millón de cosas para mantenerlo ocupado durante el día de ocho horas, pero podría desmayarse por lo pesado que eran para cargar.
—¿Qué trajiste? —preguntó Peter, un destello de preocupación en sus ojos. Tenía las manos extendidas por si Ned se caía.
—Libros, mi cargador de móvil, snacks…
—Guau, ¿Doritos?
—Duh —dijo Ned con orgullo.
—¿Trajiste el tipo dulce y picante? —preguntó Peter, emocionado.
—Pensé que no te gustaba la comida picante.
—No…, pero sí —Se echó a reír ante la expresión en el rostro de Ned—. Son solo esos Doritos. Me hacen adicto.
—Pero todavía te gustan los nachos, ¿verdad?
—Sí, claro. No me insultes, Ned. Ese es mi snack número uno.
—Bueno, por suerte para ti, te traje ambos.
Los ojos de Peter se agrandaron mirando a Ned con una expresión estrellada, un pequeño jadeo escapando de sus labios.
—¡No me digas! ¡Fantástico! ¡Eres el mejor!
Ned se encogió de hombros, no pudiendo borrar la sonrisa de su rostro o negar la lógica de Peter. Se detuvo en el semáforo y esperó hasta que vio que el peatonal verde se encendía antes de cruzar. Tanto él como Peter estaban mirando la bodega del Sr. Delmar delante de ellos.
—Ojalá pudiéramos tener un sánguche como el del Sr. Delmar para almorzar. Pero apuesto a que nos harán comer comida de cantina.
Ned enarcó las cejas—. Peter… Se supone que debemos empacar el almuerzo para el castigo.
—Espera, ¿en serio?
—Sí. No puedo creer que no lo supieras.
—Bueno, Ned, nunca he ido a un castigo el sábado antes.
Ned nunca había pensado en ello, pero era la verdad. No castigaban a Peter. Simplemente no.
—Oh, guau. ¿Cómo lo tomó tu tía? ¿Te castigó? ¿Tomó tu teléfono? ¿O te dio uno de esos sermones largos que siempre terminan en un abrazo y no te metes en líos porque…
—No quiero hablar de ello, Ned —espetó su amigo.
—Caray, ¿por qué no quieres hablar de ello? ¿Es porque crees que mis padres estaban enojados? Sorprendentemente no lo estaban.
—Eso es genial. Hey, vamos. Paremos en la bodega, ya que necesito comprar el almuerzo ahora.
Ned asintió, caminando atrás Peter a la bodega. Hay algo raro en la forma en la que Peter andaba. Tenía una cojera muy mala.
—¿Te torciste el tobillo? —susurró después de que Peter ordenara que su sánguche con pepinillos adicionales.
—¿Qué? No —susurró Peter de vuelta, la confusión nublando sus ojos.
Ned también estaba confundido. Peter no solo andaba raro, sino que actuaba un poco diferente.
En su mayoría era el mismo Peter divertido, despreocupado y dispuesto a hablar de cualquier cosa, excepto que era delicado en algunos temas sobre los que nunca solía ser sensible.
En el corto viaje a la escuela, Ned aprendió todos los puntos de los que Peter se negó a hablar: la pasantía Stark, su tía y aprender a conducir.
Sin embargo, habló de todo lo demás. Especialmente de Star Wars, los Vengadores y MJ. Pero afirmó que estaba enamorado de Liz Allan. Ned sabía esto desde hace un tiempo, pero no estaba seguro de poder creerlo. Peter no parecía amar a Liz; parecía amar a MJ.
Mientras tanto, Ned no tenía los ojos puestos en ninguna chica. Pero Peter se burlaba de él por sus momentos incómodos en el pasillo con Betty Brant.
—Es linda, sí, lo admito. Pero soy soltero, Peter. Necesito experimentar el mundo primero —dijo Ned.
—Así que tienes miedo de invitarla a salir.
Ned puso los ojos en blanco, dándose cuenta de repente de que también tenía un tema delicado. Así que tal vez no estaba pasando nada extraño con Peter. Estaba cambiando, igual que Ned, y eso no tenía nada de malo.
Era como cuando tenían doce años y Ned todavía quería jugar con espadas afuera en el recreo, pero Peter había dicho que se sentía divertido haciéndolo en la escuela porque la gente los miraría, así que deberían guardarlo para la casa. Ya no luchaban con espadas en absoluto, y eso también estaba bien.
Después de un rato de hablar, Peter le ofreció uno de sus auriculares a Ned y comenzaron a zapar.
—Esta es la canción que Happy me dejó escuchar durante nuestro viaje a Alemania juntos —explicó Peter. Le encantaba hablar sobre su viaje a Alemania, pero no decía nada sobre lo que realmente había sucedido cuando estuvo allí.
Una sonrisa se dibujó en el rostro de Ned mientras escuchaba la alegre canción «Hooked on a Feeling». Empezó a mover la cabeza, ignorando las miradas sucias que recibía de algunos otros.
—Deberías haber escuchado a Happy tratando de cantar esto —Peter se rió.
Ned comenzó a pronunciar las palabras de la canción en voz baja, sin querer cantar frente a todo el tren de personas. Pronto, Peter se dio cuenta y estaba felizmente susurrando las palabras con él.
Para cuando llegaron a la escuela, Peter subió las escaleras un poco más vacilante y Ned asumió que estaba nervioso por ver a Flash nuevamente. Pero una parte de él pensó que podría deberse a la cojera. Parecía empeorar con las escaleras.
—No te preocupes; creo que Flash va a estar más tranquilo hoy.
—¿Qué te hace pensar eso? —preguntó Peter.
—Bueno, no quiere que lo castiguen otra vez, así que probablemente se porte bien.
Mientras andaban por el pasillo, Peter se volvió para ir al aula del Sr. Davis nuevamente, pero Ned lo agarró del brazo para guiarlo en la dirección correcta. Peter se estremeció.
—No, no, no, los sábados los castigos se llevan a cabo en la clase de taller.
Peter alzó las cejas—. Así que, ¿nos metieron en el sótano con un montón de herramientas y artilugios para jugar?
Ned asintió lentamente.
—Esto va a ser divertido. Puedo trabajar en la construcción de mis lanza…
Peter se detuvo, pareciendo un ciervo atrapado por los faros—. ¡Oh! Lanzamientos. Estoy aprendiendo a jugar al básquet.
—¿Juegas al básquet?
—Anjá —gimió Peter con voz ahogada. Estaba mintiendo, Ned lo sabía, pero no le importaba. Solo quería que Peter se relajase.
—Copado —dijo para aliviar la tensión de su amigo—. Pero no creo que se nos permita usar las herramientas de taller.
Peter frunció el ceño pero asintió con la cabeza—. Sí, eso tiene sentido, porque es un castigo y todo.
El pasillo del sótano que conducía a la clase de taller siempre tenía un olor desagradable, como si alguien se hubiera olvidado de usar desodorante. Los zapatos de Ned se sentían como pesos muertos mientras estaba de pie frente a la puerta del aula. Realmente no quería estar aquí y arriesgarse a que Flash se burlara de él nuevamente. Pero no había mucho que pudiera hacer al respecto ahora.
Tomando un respiro para calmarse, alcanzó la manija de la puerta y luego abrió la puerta con confianza y entró. Inmediatamente se arrepintió de su decisión cuando toda la sala de estudiantes lo miró con furia.
¿Qué hizo? Ned tardó un momento en darse cuenta, pero el grupo no estaba contento en general y no estaba dirigido a él. ¡Uf!
Ned y Peter caminaron hacia los pupitres del frente donde a nadie más le gustaba sentarse y se sentaron, preparándose para el día.
El Sr. Murch estaba sentado en el escritorio delantero, leyendo un libro y mirando casualmente su reloj. Exactamente a las 7:35, el profesor dejó el libro y se puso de pie.
—Bienvenido al castigo. Sé que no creen que merezcan estar aquí. Demonios, no merezco estar aquí, pero me pagan por hora, así que gracias por las horas extra. Me han indicado que les asigne a cada uno de ustedes una tarea para que la completen al final de hoy. Es tarea de biología.
El Sr. Murch les pasó los papeles mientras continuaba hablando. Ned frunció el ceño ante lo gruesa que era la pila de papel.
—No hablarán, no se moverán de sus asientos y no dormirán. Pueden comer exactamente a las 11. Nada antes y nada después de las 13.
—Tengo que estar en el campo hoy porque estoy entrenando al equipo de fútbol, pero estaré en esta sala periódicamente para ver qué hacen. Si veo a alguien infringiendo las reglas, recibirá otro castigo y una llamada a casa, ¿entendido?
Se dio la vuelta antes de que nadie tuviera la oportunidad de hablar.
—Bueno. Los veré en un rato.
Una vez que el Sr. Murch salió de la habitación, Ned abrió su libro de texto de biología y comenzó a buscar el capítulo indicado en su tarea, cuando por el rabillo del ojo vio a Liz Allan sacando chispas de su blusa rosa y arrojándolas al suelo.
Nadie se movió incómodo mientras el reloj de pared marcaba con fuerza, cada tictac significando un minuto menos que tenían que pasar juntos. Ned podía decir que todos estaban irritados entre sí por ponerlos en esta situación en primer lugar.
Sacaron sus móviles en cuestión de minutos y se mantuvieron ocupados durante unas horas. Pero solo había tantas historias de Instagram, Facebook y Snapchat que una persona podía ver sin aburrirse de eso, o incluso molestarse más. Así fue como todos se encontraron trabajando en su paquete de biología o garabateando en sus pupitres.
Ned había estado jugando videojuegos en su móvil, pero sabía que necesitaba comenzar con su trabajo o podría recibir un castigo para el próximo sábado. Así que agarró su lápiz y se quedó mirando el papel.
Pero pronto sus ojos vagaron hacia las otras personas en el aula. MJ estaba repantigada en su asiento con el ceño fruncido. Liz tenía los auriculares puestos, balanceándose suavemente. Flash vestía su chaqueta deportiva distintiva y estaba sentado con las botas sobre el pupitre y las gafas de sol sobre los ojos. Parecía el más inquieto de todos. Ned asumió que era porque quería estar en el campo en lugar de estar castigado. Estaba golpeteando su lápiz sobre el escritorio. El ruido aumentaba de volumen con cada segundo que pasaba.
—¡Dios mío! —soltó Liz repentinamente—. ¡Para!
Flash saltó de su asiento. Oh, aquí vamos, pensó Ned miserablemente, encogiéndose mientras miraba a Flash caminar frente al aula.
—¿Sabes qué? Vamos a jugar un juego —sugirió Flash de la nada.
Eso fue raro.