
All I ask
Ikaris lo dejó ir, pues Druig había dado la clase de aviso inmediato a su renuncia, pero una parte de él sabía que no lo podía dejar ir hasta haber cerrado su ciclo de forma circunstancial para ambos. Ikaris no estaba listo para hacerlo pero muy a su pesar tendría que hacer, pero lo haría de forma especial.
Druig se fue del edificio para no volver, no se despidió de la mayoría de sus compañeros y apenas si logró mantener la vista al frente, tratando de vislumbrar su futuro en el sol de mediodía. El menor sabía que si pasaba más tiempo junto al rubio no podría despedirse por segunda ocasión y no podía volver a permitirse sentirse tan vulnerable a su lado.
Por suerte Makkari trabajaba desde casa y en cuanto llegó, sus brazos lo recibieron. Sin él poder evitar sonreírle con sinceridad a la hermosa pancita no abultada pero sí con su hijo dentro. La abrazó con ternura y delicadeza uniendo sus frentes antes de besar sus labios con pausa.
— Bueno, oficialmente soy todo tuyo.
La morena río no sabiendo el gran significado de esas palabras para su pareja y pasaron el resto del día con tranquilidad.Al dar las 8 de la noche, su puerta fue llamada y por insistencia de que aún se podía mover con facilidad, fue ella quien abrió la puerta.
— Ikaris, ¡Qué gusto! — Makkari saludo con normalidad, pues sabía que era un viejo amigo de Druig, además de su ex-jefe. — Supongo Druig te dio la noticia, yo le dije que aún podíamos esperar pero ya sabes lo acelerado que puede ser algunas veces. — Comunicó con sus manos.
— Descuida, yo entiendo. Felicidades, por cierto. — Ikaris sonrió lo mejor que pudo y no pudo evitar pasar su mirada por el vientre de la mujer, imaginando cómo luciría embarazada y, sobretodo, imaginando cómo sería el bebe que ellos tendrían. Sintio una punzada en el pecho. —Perdona que los moleste a esta hora pero los chicos del trabajo queríamos darle una despedida apropiada a Druig ¿No te molesta que te lo robe por el resto de la noche?
— ¿Toda la noche? Vaya que es una gran despedida.
Ikaris sonrió internamente
— Adelante, llévatelo. Se que nunca lo dirá en voz alta pero le alegrará.
Ambos sonríen y antes de que Makkari pueda llamar a Druig, este aparece a la puerta no muy consciente de lo que acababa de suceder entre el rubio y la morena.
No sabe cómo fue que su Makkari lo había logrado convencer de ir. Ja, un solo día en casa y ya la había hartado. Quiso reír por sus pensamientos, pero no podía evitar sentir la incomodidad en el ambiente. Definitivamente no planeaba volver a ver a Ikaris y que el rubio se presentará a su casa no lo ayudaba en absoluto. Pero si era para despedirse apropiadamente de los chicos, creía que podía hacer una excepción.
No es como si Ikaris planeara un secuestro o algo mucho peor, en realidad creía fervientemente que lo que planeó no era para nada ilegal o moralmente cuestionable, pero algo dentro le hacía nervioso porque el menor se diera cuenta de sus planes.
La música era leve dentro del carro, la verdad ninguno de los dos estaba prestando atención. Ikaris, estaba prestando atención al camino, era familiar para él, pese a ya no ser de sus rutas tan usuales, si acaso hace un par de meses se había vuelto nuevamente cotidiana pero muy solitaria. Druig por otro lado veía el camino, viendo a través de la ventana, pasando frente a muchos lugares a los que había salido con sus amigos, con Ikaris. Pronto se dio cuenta que atravesaban el centro e iban al otro lado de la ciudad, dónde ninguno de los dos vivía o había vivido hace mucho.
— No me dijiste dónde vamos a ver a los demás.
— No lo hice, es sorpresa. — Ikaris aclara ligeramente su garganta para tratar de disimular su mentira, hecho que noto Druig quien siempre lo vio tan claro como el agua.
— Por favor~, ninguno de nuestros amigos o socios vendría a esta parte de la ciudad, lo consideran muy sucio, bajo para nuestro estatus. Ni siquiera nosotros lo hemos hecho en muchos años. — Entonces Druig lo entendió y descubrió la sorpresa.
— Pero tú nunca lo consideraste así, incluso insistite que unos de nuestros programas de apoyo se realizará en esta parte de la ciudad. La verdad ya se ve más bonito. — Ikaris le sonrió ladino, esperanzado; como cada vez que era descubierto de alguna travesura o cuando trataba de ganar puntos con Druig tras decir alguna tontería, como cuando eran jóvenes.
Ese par de jóvenes que se habían encontrado en esa parte de la ciudad, a las afueras de un antro que ambos frecuentaban en sus años de universidad. La parte de la ciudad donde en muchos callejones oscuros compartieron besos y tomados de la mano regresaban al apartamento que llegaron a compartir por casi un año.
El apartamento frente al que estaban aparcando.
— Ikaris…. — Druig hablo con un hilo de voz, tan temeroso de lo que podría pasar.
— Solo te pido que le eches un vistazo, tal vez nunca más lo vuelvas a ver, o a mi,…. y solo quiero que lo veas por esta noche, por última vez.
— ¿Cómo siquiera entraremos? Seguramente pertenece a alguien más ahora.
— Yo lo compré para… — Suspira con pesadez Ikaris. — Hace un par de meses lo compré.
Sin dar más explicaciones Ikaris bajó del auto y se puso frente a él, esperando por el menor. No sabía si Druig lo seguiría o se marcharía tras salir del carro. Escuchó como la puerta se abría y se cerraba suavemente, uso todo en su interior para no voltear a ver y ver que su gran amor se marchaba, esa sería una imagen que nunca podría olvidar.
Sintió el viento chocar contra su rostro y como pasaban los infernales minutos. Contuvo un suspiro lastimero y cerró los ojos.
Contra todo pronóstico, al abrir sus ojos nuevamente vio a Druig parado a unos cuantos pasos frente a él, volteo a verlo y le indico con la cabeza que fueran dentro del edificio. Ikaris lo siguio siendo respetuoso con el espacio que el menor le había marcado.
Druig, creía que toda esa situación era absurda. No debería estar ahí, no debería continuar con ese juego entre ambos, no debería existir amor entre ambos y no debía volver a ese lugar en el cual fue feliz junto a la persona de la cual no podía seguir estando enamorado. Pero ahí estaba, viendo los números cambiar conforme subían en el elevador, abriéndose paso por la puerta de su antiguo departamento, viendo como Ikaris lo había remodelado con las cosas que ambos en algún punto desearon cambiar y conservando las cosas que amaba de ese que llamo su hogar.
— No puedo Ikaris, no… — Druig tembló contra la puerta cuando fue cerrada detrás de él.
— Dru, solo quería despedirme de ti aquí. Es lo único que quiero, una última noche aquí, junto a tí. — Ikaris extendió su mano para que Druig la tomará. — Permíteme amarte, como siempre debí, permíteme sentir tu amor cómo siempre quisiste. — Sonrió con tranquilidad cuando la tomó y sintió el cálido contacto de su piel.
Para Druig también le hacía sentido estar ahí junto a Ikaris una última noche. Su última noche.Si era lo último que podría hacer y obtener del contrario, lo haría gustoso y con el corazón roto, pero, probablemente, sería lo único que necesitaran para poder cerrar su tiempo juntos.
Solo un último beso, las últimas caricias y esas palabras de amor que nunca antes dijeron.
Ya solo quedaría esas paredes como únicos testigos de su cariño, con el eco retumbando y vibrando tras cada jadeo o gemido que salieran de sus bocas. El aire caliente en su habitación producto de los movimientos y las estocadas al unísono que los llevó a su clímax. Las sabanas húmedas al formar parte de la fricción de sus cuerpos sudados, sus dedos entrelazados y sus cuerpos acurrucados.
Para el final dejar la cama vacía, el aire frío, las paredes lisas y sus corazones hechos trizas.
Solo sus corazones amorosos el uno por el otro quedaron ahí, dentro de esas paredes.