
Menta
Hobie y yo nos acercamos lentamente a la ventana. Con un suspiro de satisfacción, Hobie alzó el rostro al sol de la mañana y se estiró cuan largo era. La luz solar arrancó destellos dorados a su piel oscura y resaltó los colores intensos de sus ropas. Yo me coloqué a su lado y cerré los ojos mientras mi traje de Spiderman absorbía el calor de los rayos del sol. Era tan placentero… Durante unos segundos nos mantuvimos de esta guisa, en silencio, sólo dos hermanos disfrutando de un momento de calma tras una misión difícil y agotadora.
Abrí los ojos. Lo había llamado «hermano» sin darme cuenta.
-¿Te sientes mejor? -preguntó con su voz grave y tranquilizadora.
-La verdad es que sí -extendí las manos frente a mí y las abrí y cerré varias veces. El efecto del sol era realmente vigorizante-. No me he dado cuenta del frío que tenía hasta que has accionado esta ventana.
-Ocurre lo mismo en todo el cuartel general -Hobie apoyó la frente en el cristal de la ventana, y, por primera vez, me fijé en que tenía un aspecto cansado-. Miguel controla la cantidad de luz solar que entra en todas y cada una de las salas del edificio. Ya has visto que tiene toda esta planta a oscuras y bajo temperatura mínima.
-¿Por qué?
-Bueno, en este nivel están las dependencias privadas de Miguel -explicó Hobie-. Por este motivo, toda la planta está cerrada y estrechamente vigilada. Solo se puede acceder si recibes una convocatoria expresa del Comando Central, es decir, del mismo Miguel o de sus colaboradores más estrechos. Eso significa que por este pasillo solo pasan los líderes de los escuadrones para informar de sus misiones al Comando Central o cualquier Spiderman registrado en la Sociedad que haya sido convocado... normalmente por haberse metido en problemas.
-¿Tú? -deduje con una sonrisa cómplice.
-No sé por qué habrías de pensar eso, hermano -repuso Hobie ladeando elegantemente la cabeza, como si le hubiese dedicado un cumplido-. La cuestión es que este ambiente intimida: la oscuridad, el frío, las lucecitas rojas, los dispositivos de última generación cuya función nadie conoce… Todo está cuidadosamente orquestado para expresar la autoridad omnímoda del Comando Central, para amedrentar a los líderes menores que se presentan ante ellos, para amenazar sutilmente a cualquier Spiderman que decida salirse de la norma… -esta vez, Hobie sacó de un bolsillo la púa de su guitarra y empezó a rasgar el metal azulado que cubría el marco de la ventana-. Y por ese mismo motivo nos convocan siempre de uno en uno: de esta manera, el individuo queda aislado del resto de sus compañeros, y se ve obligado a enfrentarse él solo al terrible escrutinio del poder. Así es más fácil que se sienta inseguro, que se sienta perdido… que sea más fácilmente influenciable.
-¿Por eso han convocado primero a Gwen? -pregunté-. ¿Para intimidarla?
Hobie asintió sombríamente.
-Es el único motivo que se me ocurre… Bueno, pues ya está -Hobie se retiró unos pasos, y así pude ver la pequeña calavera que había grabado en el metal de la pared-. Lyla se pone de los nervios cuando hago estos dibujitos en las paredes del cuartel. Cualquier cosa que moleste a ese aparato del poder es una pequeña victoria.
-Ya veo que no te cae muy bien.
-De verdad te lo digo, Miles, tú no necesitas todo este corporativismo fascistoide -las palabras de Hobie translucían auténtico desprecio-. Ser Spiderman significa ser tu propio jefe. Significa defender a los débiles, castigar a los opresores, luchar por lo que es justo… por lo que tú consideras que es justo.
-Por tu propia moral… -murmuré.
-Exacto.
-Pero si tanto detestas a Miguel y a la Sociedad, ¿por qué estás aquí?
Hobie sopesó unos segundos su respuesta. Por un momento pensé que lo había dejado sin palabras, pero entonces me sonrió.
-Para cuidar de mi baterista, evidentemente… Y para cuidarte a ti - Hobie hizo una pausa. Pareció vagamente sorprendido tras decir aquellas palabras. Luego apartó la vista y empezó a dar saltitos en el sitio-. De verdad, hermano, odio que me tengan aquí esperando como si fuera un peón a sus órdenes. Y tengo la boca sequísima. ¿Quieres un caramelo? También te noto algo agobiado.
-¿Cómo? ¿Un caramelo? -el brusco cambio de tono me desconcertó-. Em… Sí, claro… Muchas gracias.
Hobie, tras esbozar una sonrisa, rebuscó en sus bolsillos y sacó un gran caramelo envuelto en papel marrón. Nuestras manos se rozaron cuando me lo dio, y yo no pude evitar constatar que sus dedos eran sorprendentemente suaves, como si después de la misión se hubiese remojado las manos con agua de rosas. Aquel pensamiento me divirtió, y también me hizo sentir una extraña dulzura.
Desenvolví con cuidado el paquetito, y el caramelo verde brilló a la luz del sol como una piedra preciosa. Sentí una ilusión repentina, vagamente infantil, y también una oleada de agradecimiento. En otras circunstancias, el gesto me habría parecido insultante y condescendiente, pero en ese momento lo agradecí: era la primera muestra de amabilidad que recibía en ese universo, y de la mano de otro Spiderman, nada menos.
-Muchas gracias -dije con sinceridad cuando me puse el caramelo en la boca. Realmente me sentía muy contento, tal vez demasiado. Pensándolo fríamente, tampoco era para tanto-. ¿Tú no te tomas uno?
-No me quedan más. Este era el último.
-Oh… -no supe cómo reaccionar a sus palabras, así que me concentré en saborear el dulce-. Mmmmm, menta.
-¿Lo ves? Otra vez la letra eme -Hobie rio por lo bajo y se recolocó la correa de su guitarra en el hombro-. En la época victoriana, las hojas de menta simbolizaban los lazos de amistad y la hospitalidad. Así que tómalo como regalo de bienvenida, Miles -entonces se llevó la mano a la cabeza y se inclinó levemente, como si se estuviese quitando el sombrero ante mí.
-Oh… Oh, yo… -¿por qué no paraba de balbucear? ¿Y por qué sentía el rostro súbitamente acalorado?-. Muchas gracias, Hobie.
-Ni lo menciones, hermano.