O te formas o te forman

Spider-Man - All Media Types Spider-Man: Spider-Verse (Sony Animated Movies)
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O te formas o te forman
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Summary
Miles, Hobie y Gwen se dirigen al Comando Central para informar sobre su última misión. Durante el camino, Miles y Hobie conversan sobre la familia, los sistemas morales, el corporativismo neoliberal y los caramelos de menta [escena ampliada de "Spider-Man: Across the Spider-Verse"]
Note
I think I just realized something. I don’t know why it took me so long to figure out. The only thing I’ve ever really wanted… was to be understood.Luz Noceda
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Fiat lux

Pero Hobie se interrumpió de repente. Delante de nosotros empezaron a surgir unas brillantes chispas naranjas que revelaron un holograma en forma de mujer, Lyla, la inteligencia artificial que se encargaba de gestionar el cuartel general. Hobie le lanzó una mirada llena de desconfianza.

-Qué -ladró.

-No es a ti a quien busco -replicó Lyla con el ceño fruncido. La imagen se distorsionó durante unos momentos, y Lyla agitó las manos sobre su cabeza, como si estuviese espantando mosquitos. Luego se volatilizó y reapareció de nuevo junto a Gwen-. Gwendoline Stacy, Spiderwoman de la Tierra-65, eres requerida en el despacho de Miguel para presentar el informe reglamentario sobre el desarrollo de la última misión. Por favor, acompáñame.

-Sí, ya lo sabemos. Jessica nos lo ha dicho al llegar -repuso Gwen con cierta confusión-. A eso vamos.

-Disculpa, no me parece haber empleado la persona del plural en mi enunciado -Lyla desvió la vista hacia nosotros dos, y creí detectar en sus palabras un leve matiz irónico-.  Naturalmente, Miguel te ha convocado primero a ti sola en calidad de responsable principal de la misión.  

-¿Qué? ¡Oh! -Gwen empalideció de repente y nos lanzó una rápida mirada de alarma-. Claro, claro, voy a…

-Muy bien, pues ya has cumplido tu objetivo -intervino entonces Hobie, dando un sonoro paso al frente con sus pesadas botas militares. El holograma chisporroteó momentáneamente cuando Lyla, visiblemente exasperada, se volvió hacia él-. Has transmitido la orden, ¿no? Y Gwen ha mostrado claras señalas de haberla comprendido. Ya puedes volver a lamerle las botas a tu jefe.  

-Mis órdenes consistían en escoltarla hasta el Comando Central… -empezó a decir puntillosamente.

-Estamos yendo hacia allí, ¿qué no la has oído? -le interrumpió Hobie con voz firme-. ¿Qué más podríamos estar haciendo en el último piso de este condenado rascacielos? -Hobie hizo un ademán que abarcó todo el corredor-. Si no me equivoco, toda esta planta es de acceso restringido excepto este pasillo tan innecesariamente intimidante que conduce al Sanctasanctórum de tu amo.

-¡Comando Central! ¡Comando Central! -gritó Lyla en medio de una nube de chispas electrónicas.

-Yo diría que es más bien una versión tecnológicamente actualizada del Templo de Jerusalén -apuntó Hobie con desdén-. Un escenario hecho a la medida del ego de tu amo. Además, si pasan las horas y no nos presentamos, tú siempre podrás rastrear nuestro ADN, ¿no? Gracias a eso, los dos podéis saber dónde nos encontramos en cualquier punto del Multiverso. Una medida muy respetuosa con nuestro derecho a la intimidad y a la privacidad, si me pedís mi opinión.

-¡Eso es…! -Lyla parecía fuera de sus casillas-. ¡Lo hacemos por el bien…!

-Ah, ¿quieres introducir premisas morales en nuestro debate? Muy bien, pues yo te puedo citar exactamente qué artículo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos garantiza la libertad individual para…

-¡Ah, Dios mío!

-¿Una inteligencia artificial que invoca el nombre de una divinidad? Eso suena un tanto hipócrita, señorita Lyla…

-¡Está bien, está bien! -Lyla hizo amago de quitarse sus gafas con forma de corazón, pero el complemento estaba adherido electrónicamente a su estructura facial, y sus manos solamente atravesaron su cabeza. Ella gimió de la frustración-. ¡Gwen, preséntate en el despacho de Miguel en menos de cinco minutos! ¡No quiero demoras! ¡Adiós! -y, tras una última lluvia de chispas, el holograma desapareció.

Al instante, Hobie prorrumpió en sonoras y graves carcajadas que resonaron contra las paredes de acero del corredor. Su cuerpo se convulsionaba con tal intensidad que tuvo que apoyarse en mi hombro para no perder el equilibrio. Yo también me reía en voz baja. Gwen, en cambio, nos observaba a ambos con los brazos firmemente cruzados y una expresión severa.

-Hobie, esta vez te has pasado -le recriminó-. Acabarás por meter en problemas a todo el escuadrón.

Hobie se incorporó y se encogió de hombros. Había perdido la sonrisa.

-No me arrepiento de nada -declaró-. Esa «asistente virtual» no es más que un mecanismo de opresión corporativa. Miguel le ha dado la forma de una simpática Marilyn Monroe con gafas de Lolita, pero eso no engaña a nadie: su verdadero objetivo es mantenernos vigilados y controlados. ¿No os dais cuenta? Es como el ojo del Gran Hermano, pero un ojo maquillado con rímel y pestañas extensivas para que parezca inofensivo. ¡Es humillante! Tú has leído 1986 de George Orwell, ¿verdad? -me preguntó con cierta vehemencia.

-Sí, bueno -me apresuré en contestar-. En mi universo se titula 1984

-¿De verdad? ¿Y cómo…?

-¡Esa no es la cuestión! -zanjó Gwen con voz firme-. Esperad aquí mientras hablo con Miguel. Yo… -Gwen respiró hondo y se masajeó las sienes-. Esperad aquí -repitió.

-Gwen, ¿estás bien? -pregunté con cierta inquietud. Se estaba comportando de un modo muy extraño desde que habíamos llegado al cuartel general. Parecía cada vez más tensa y preocupada, y también mayor, en cierto sentido.

El rostro de Hobie se ensombreció.

-Ven un momento.

Hobie la cogió por los hombros y la condujo aparte. Los dos se detuvieron junto a una enorme portalada de acero rojo que relucía en la penumbra. Gwen apoyó la espalda en la pared, y Hobie se situó a su lado, inclinándose levemente hacia ella para conversar en voz baja. Yo intenté apartar la vista mientras conversaban, pero había algo en la postura de ambos que me irritaba. Supongo que me recordaban a esas molestas parejas del instituto que aprovechaban los cambios de clase para intercambiar besos y palabras de amor en el pasillo de las taquillas. Yo siempre intentaba no prestarles atención y pasar de largo, pero había algo magnético en esas miradas íntimas, deseosas, cándidas, tal vez vagamente ególatras, vagamente angélicas… A veces realmente parecían estar en otro mundo. Y yo siempre estaba fuera, siempre lo observaba desde el otro lado como quien observa un cuadro, un videoclip o un reflejo en el agua: una imagen inalcanzable… Y un espectador avergonzado, reluctante, también deseoso… Y solo. Siempre solo

Sacudí la cabeza con firmeza. ¿Por qué estaba pensando esas cosas? Hobie y Gwen intercambiaron un asentimiento final, y mi única y mejor amiga desapareció tras las puertas de acero rojo, que volvieron a cerrarse a su paso. Hobie caminó de nuevo hacia mí con pasos acelerados, pero pasó de largo y continuó avanzando hasta la pared opuesta del corredor. Entonces alzó un puño, y por un momento pensé que le pegaría un golpe a la superficie de acero para descargar su furia. Aquello me sorprendió; Hobie parecía demasiado elegante como para abandonarse a aquellas burdas muestras de descontrol «masculino». Sin embargo, Hobie se limitó a pulsar un botón escondido entre los paneles, y entonces, tras un leve crujido, el revestimiento de acero de aquella sección empezó a descender para revelar, sorprendentemente, una ventana.

-Fiat lux -murmuró Hobie mientras la claridad de la mañana inundaba el corredor. 

Solo entonces empecé a respirar con normalidad.  

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