
Propaganda y apariencias
Recorríamos un amplio corredor en penumbra iluminado tenuemente por pequeños focos rojos que arrancaban destellos opacos a las paredes recubiertas de acero. A ambos lados del pasillo se abrían extraños recovecos que revelaban enormes salas vacías (laboratorios, talleres, almacenes) y otros corredores que se perdían en la oscuridad del interior del edificio. Yo tragué saliva. Se suponía que estábamos en la cima de un rascacielos, pero había algo opresivo y subterráneo en aquel ambiente, una sensación casi claustrofóbica. Me sorprendí buscando alguna ventana desde donde se pudiera ver el cielo del exterior.
Gwen caminaba delante de mí, y Hobie detrás, como si estuvieran escoltándome. Las pulseras estabilizadoras bien podrían haber sido un par de esposas, pensé con sorna.
-Miles, Miles, Miles Morales… -canturreó Hobie mientras avanzaba para colocarse a mi lado-. Me gusta tu nombre.
-Gracias -contesté con cautela. Todavía no estaba muy seguro de cómo debía tratarlo: sus palabras parecían amables a primera vista, pero el tono se me antojaba burlón. No estaba muy seguro de que me respetara de verdad-. Es de origen español -añadí.
-Me lo suponía -Hobie asintió varias veces con la cabeza-. El español es un idioma tan musical, tan suave, tan dado a las anáforas… Y la letra «eme» es deliciosamente erótica. Eme, eme, emmmme -Hobie pronunció con lentitud esa última repetición, despegando sus gruesos labios oscuros como si le estuviera dando un beso al aire. Yo aparté la vista, extrañamente violentado-. Y el significado también es muy inspirador, claro.
-¿Ah sí?
-Sí, sobre todo tu apellido. Morales. Ya sabes que la moral es el conjunto de costumbres y normas que dictan lo que está bien y lo que está mal. Pero la moral siempre viene impuesta desde el poder. Siempre es hegemónica, siempre es dogmática. El valor inapelable de la regla, que nos mide a todos por igual… ¡Y una mierda! -exclamó en voz muy alta.
Yo me sobresalté ante su imprecación y me tropecé con un saliente de hierro. Al instante, Hobie me pasó un brazo por los hombros y me ayudó a estabilizarme.
-¿Estás bien? -preguntó-. Vigila con los cacharros, hermano, esto es peor que la guarida de un científico loco… -Yo asentí en silencio, pero Hobie no retiró el brazo de mis hombros, y durante unos minutos anduvimos así, como dos colegas que se conocen de toda la vida. A mí, sin embargo, aquella proximidad física me incomodaba, y todo mi cuerpo se puso en tensión-. En fin -continuó Hobie-, la cuestión es que la moral es multiforme, es imperfecta, y, sobre todo, es relativa: los que la dictan son los primeros que se la saltan. ¡Ja! Así que no hay una moral, Miles, hay morales… ¿Lo pillas? ¿Lo pillas? -Hobie me apretó contra sí y me dio unos golpecitos amistosos en el pecho-. ¡Miles Morales, el Destructor de la Moral!
-¡Sí, sí, lo pillo! -exclamé mientras intentaba zafarme de él.
-¿Queréis dejar de armar barullo?-intervino Gwen sin darse la vuelta- ¡No os retraséis! Por Dios…
-Perdón, perdón -Hobie se separó de mí y levantó las palmas de las manos en gesto de inocencia. Luego me lanzó una sonrisa cómplice-. Pero tú me has entendido, ¿verdad, Miles?
-Sí, creo que sí -y en parte así era, pero debo confesar que lo dije sobre todo para contentarlo.
-En casa tengo muchos libros sobre el tema. Ya te dejaré alguno si visitamos mi universo. ¿Le das mucho a la filosofía, o qué? ¿Te gusta leer?
-Bueno, se me dan mejor la física y las matemáticas…
-Como a todo buen Spiderman -razonó Hobie-. Pero hay que leer, hermano. O te formas o te forman, no hay más. Mira esto, por ejemplo -Hobie deslizó los dedos por la pared de acero y, para mi sorpresa, extrajo de ella un pequeño dispositivo electrónico-. Seguro que este cacharro no sirve para nada y Miguel lo ha puesto aquí para decorar. O para intimidar, que a fin de cuentas es lo mismo.
-Bueno, tal vez servía para algo antes de que lo arrancaras de la pared -repuse con cierta irritación. Me estaba empezando a cansar de sus bravatas.
-Bah, propaganda y apariencias. Cree únicamente en lo que has visto y en lo que has tocado con tus propias manos. Y cree en tus hermanos, naturalmente. Mira, a ver si… -Hobie entrecerró los ojos y manipuló hábilmente el artilugio durante un par de segundos. Entonces se oyó un crujido y el dispositivo se partió por la mitad, revelando en su interior lo que parecía la lente de una cámara-. ¿Has visto? Vigilancia corporativa. Miguel quiere tenerlos a todos bien controlados. Bien distraídos de la verdad.
-¿La verdad? ¿Qué verdad?
-¿Y a mí me lo preguntas? Yo sólo sé que no sé nada -Hobie hizo la señal de los cuernos con la mano y me sacó la lengua. Luego, tras echarle una mirada de cautela a Gwen, se guardó la cámara en los bolsillos de su chupa-. Una sorpresa -dijo por toda explicación. Luego desvió la vista hacia un brazo mecánico que descansaba sobre una mesa y se dirigió hacia él para rapiñar más piezas al azar.
Yo respiré hondo.
-Mira, yo lo único que realmente quiero…
-¿Sí? -Hobie dejó estar el brazo mecánico, se dio la vuelta y se apoyó en el arco del portal apagado que había a su lado. Luego se cruzó de brazos y clavó en mí sus penetrantes ojos negros-. ¿Qué es lo que realmente quieres, Miles Morales?