
BALA NO. 2
Cuando despierta, puede ver al bebé acostado, durmiendo plácidamente entre él y May.
Pero la niña se remueve y él se acomoda sobre su codo para poder observarla. Algo no anda bien.
Mejillas coloradas, parece quejarse, le acerca la mano sólo para terminar sentándose. Está llena de fiebre. Su primer instinto es querer acurrucarla en su cuerpo, llenarla de feromonas para intentar aminorar el disgusto, que se sienta acompañada.
Pero no lo hace, se levanta mientras decide acomodarla en la almohada y cobijarla.
Tiene que poner una almohada entre ambos niños, es probable que Jr ya hubiera contraído lo que sea que May tuviera. Sólo es cuestión de tiempo. Pero él no iba a esperar a que algo más sucediera, por el contrario.
Decide tomar el pomo para abrir y fuera ve a un hombre uniformado.
—Hola… disculpa, necesito hablar con Miguel.
El hombre lleva una máscara negra con la mitad superior de un cráneo, se ve corpulento, más alto que él, y puede oler que es un Alfa, pero es un olor tenue que no molesta. Arruga la nariz unos segundos.
El hombre le mira unos segundos, se pregunta si habrá algo que pueda decirle que necesita que el moreno ponga atención. Cualquier cosa que pudiera estar haciendo, no le interesa. Lo único que le importa son los niños.
—De verdad necesito hablar con Miguel, es sobre los cachorros.
El hombre asiente con tranquilidad.
—Por aquí, entonces.
La voz es grave, pero el padre no se siente intimidado, no por él al menos. Por aquella casa tal vez.
Hay un piso pulido en madera clara, hay ventanas largas, y hay varias luces que cuelgan, pero ninguna está encendida. Las ventanas son suficientes para dejar entrar la luz de la mañana, le hacen sentir algo pequeño.
Están algunas pinturas, la mayoría de ellas parecen ser caballos, o jinetes, aunque también hay unas que está seguro que son sólo copias de piezas renacentistas. No es que sepa de artes para poder distinguir entre una copia y algo real, de todas formas. Pero es interesante saber que la mitad de aquellas figuras eran de alguna forma, de un estilo que no reconocía del todo.
Cuando llegan al final de un pasillo, el hombre se detiene.
—Es aquí, pero primero debería preguntar…
—No, está bien, muchas gracias. Puedo hacerlo yo.
El Alfa pareció sorprendido, pero no le detuvo. Si el Omega creía que las cosas eran tan simples, lo mejor es que lo descubriera por sí mismo.
Ha visto a O'Hara despotricar estresado porque aquel hombre no parece quedarse quieto, mucho menos parece que vaya a aprender si no es… viviendo lo que fuera a suceder.
Era perder el tiempo, lo notó desde el inicio. Se pregunta por qué el mexicano se empeñaba en seguir tratando de doblegar al castaño, pero no le detiene cuando el mismo abre la puerta.
Cuando el hombre entra a la habitación, se da cuenta que es una oficina, tremendamente parecida en lo ostentoso a aquella en la que se vieron por primera vez. Con un escritorio pesado, que no duda que sea igual de caro. Hay dos Omegas sentadas una a cada lado al borde del escritorio, son bellas y tienen ropa que las hace ver bien, tiene que admitir.
Una de piel canela, y otra de piel clara, ambas parecen mirarle con cierto disgusto. Peter las entiende, él sabe que no pertenece a ese mundo, no sabe qué está haciendo, ni por qué.
Pero hay otra Omega, sentada en las piernas del Alfa, de cabello castaño y ojos claros como el cielo. Tan pronto se queda unos segundos ahí, puede sentir lo abrumador de aquellos olores que parecen querer sacarlo de ahí. Es más que obvio que ninguna de las personas parece feliz de verlo ahí, interrumpiendo lo que no duda, sería algún tipo de preámbulo al sexo entre Miguel y aquellas señoritas.
—¿Qué haces aquí?
Los ojos rojos le miran pies a cabeza, pero en ese momento su instinto de padre ni siquiera repara en el peligro que pudiera ser el demandar algo de aquel hombre, el pedirlo con toda seguridad y en frente de la gente. El Alfa podría sentirse amenazado o sentirlo como una grosería.
—Mayday está enferma, necesito llevarla al médico, o traer a uno. —sus ojos en ese momento no admitían réplica. Es a mi manera, o te haré hacerlo a mi manera, sus ojos avellana dejaron de ser del color chocolate y comenzaron a tener más similitud en el color de la gasolina que explota a la mínima fuente de calor.
Miguel lo sabía; Peter incendiaria todo por obtener aquello, porque era un buen padre, porque amaba a May, porque amaba al niño. Sólo lo hace sentir más orgulloso al saber que ha escogido bien al Omega que desea como suyo.
Pero también, entiende que es terreno peligroso cuando un Alfa se mete con los cachorros de un Omega, y pronto quita a la mujer encima suyo. Suelta un hosco gruñido para indicar que las quiere fuera, para que cada una de ellas simplemente acepte sin problemas. Aún así, la de cabello castaño paseó sus ojos preciosos como gemas de los pies hasta los ojos del hombre.
Algo debió de ver en los ojos del castaño para que ella apretara los labios de aquella forma, dejando a ambos hombres a solas. Cualquier mala mirada, se había esfumado.
—No puedes entrar cada que quieres. Pude estar haciendo algo importante o con alguien importante, Parker.
—Médico, Mayday, necesita uno. Tiene fiebre y está tosiendo mucho. Necesita tal vez antibiótico, no lo sé, pero necesita eso —le ignoró por completo mientras se acercó dando zancadas hasta pegar sus manos en el escritorio para mirarlo. Miguel se había acomodado en el mismo, uno de los codos en él, el otro brazo recostado ahí mismo. Parecía suscitar las palabras del mayor. —, haré lo que sea.
Por ellos, haría todo, gritaron los ojos.
—Tu cría no es mi problema.
Sus ojos rojos se cerraron, suspirando. Totalmente cansado de la idea de que aquello se desencadenara en una disputa más grande. Odiaba el dramatismo.
—No la trates como un problema. Si tanto insistes en encerrarnos aquí, déjame cuidar a mis hijos, no tienes que cuidarlos tú. Ni siquiera tienes que socializar con ellos, sólo tienes que llamar a un Doctor, no te pido más. Es mi hija, y Miguel también. Míos. —siseó mientras le miraba.
O'Hara dio un golpe con la palma en el escritorio al levantarse, Peter saltó, pero se mantuvo firme, ambos se quedaron con sus manos en el escritorio.
¿Así serán las cosas?
Así serán.
La charla con miradas y las reprimendas silenciosas salieron a flote antes de que el Alfa rodeara el mueble para poder acercarse a él.
Peter se puso tenso de inmediato, mientras el menor de ambos le tomaba de la cadera, o al menos trató, el Omega se removió enojado mientras intentó empujarlo.
—Quédate quieto, Parker.
El castaño no obedeció, ambos comenzaron a forcejear antes de que Miguel le tomara de los brazos para acercarlo a él, apretando las muñecas, provocando un quejido del mayor.
—Te juro que mataré a esos dos cachorros si no te quedas quieto. —el gruñido fue gutural, ronco y aunque no quería creerle, lo hacía, porque conocía los desastres que O'Hara había dejado tras de sí.
Porque ser un traficante no era nada, no era sólo un narcotraficante. Era un asesino, un abusivo, un hombre de negocios también, había muchas facetas detrás de aquél rostro atractivo.
Se relajó, recordándose que no lo hacía por sí mismo, sus pequeños dependían de él. No había nadie para salvarlo. Su Tía May no sabría dónde buscar y aunque deseaba hablar con Mary Jane para asegurarle que cuidaría de May, ¿Cómo podría decirle algo así? La niña estaba enferma.
Haberla visto mal, la simple idea de que algo le pasara a ella o a su niño más chiquito, lo ponía febril de una forma inhumana. Eran sus niños, suyos, y ni siquiera O'Hara podría quitarle eso.
Se quedó quieto mientras le regresaba la mirada. Ambos eran el infierno, la gasolina y el fuego.
—Eres demasiado necio, no quiero hacerte daño —aseguró, aflojando el agarre, una de las manos le acarició el cuello, provocando escalofríos en aquella piel blanca, hasta tomarle por la nuca para acercarse a besarle. Peter volteó el rostro, provocando otro gruñido del menor. —, eres tan… frustrante.
—Primero May, y haré lo que quieras, también quiero que revisen a Mig, podría estar enfermo si es un virus, no quiero que estén enfermos, Miguelito es muy pequeño aún, podría ser grave. —le miró con recelo.
Estaba mal, pero le daría lo que fuera a Miguel por tener aquello para su hija, incluso si eso significaba salir herido él en el proceso. Que aunque no es lo que buscaba, podría hacerlo.
—Las cosas no se harán como tú quieres, si estabas acostumbrado a eso, puedes irte olvidando.
El desdén en la voz no admitió réplicas.
El moreno le tomó bruscamente del rostro antes de empujarlo contra el escritorio, su cuerpo se pegó a él, y de pronto, el olor a alcohol y cítrico fue abrumador al punto de hacerlo jadear mientras le temblaban las piernas.
—Miguel… tienes que entender…
El gruñido que soltó cuando la mano fue al cuello para apretar, sólo logró tensarlo.
Peter Parker es un hombre que ha dado pelea hasta entonces en su vida, no es alguien que se deje hacer, no es justo, no lo era cuando Miguel le tocaba de aquella forma y lo hacía sentir en las nubes, completamente intoxicado y con el corazón bombear con fuerza, su cabeza se siente perdida.
La boca contraria golpeó con él, obligándole a abrir los labios por la falta de aire cuando los dedos apretaron la garganta.
Y aunque el moreno quería que él le diera todo, no había forma de darle algo que no puedes poseer a la fuerza. La gente nunca podía ser poseída a la fuerza, mucho menos alguien tan necio como ese hombre.
Miguel lo consume todo, lame, marca, gruñe, le deja chupones visibles y lo hace temblar.
Cualquier cosa que pudiese haber ofrecido, ya era suyo en esos segundos mientras era empujado contra el escritorio para mantener aquél cuerpo más delgado quieto.
El mayor le toma el labio con los dientes y presiona con fuerza, logrando un siseo del Alfa que se aleja molesto. Se toca el labio con las yemas, relamiéndose con el sabor metálico en la boca.
—Tú…
Los ojos rojos parecen llamear en ira, pero se queda quieto, como un animal salvaje que espera a que el otro sea quien se mueva. Pero Peter decide quedarse tenso y muy quieto.
—Si nos vas a mantener aquí, lo mínimo que puedes hacer es llamar a un médico. —gruñó.
—Tu cachorra no es mi problema.
Ella no era suya, no le interesaba, a Peter lo hacía. Si bien no tiene nada en contra de la niña de forma personal, no ve la necesidad de preocuparse en exceso.
Tampoco quiere tomarse esa molestia.
—Junior puede enfermar también. Nos has traído al extranjero sin vacunas, sin forma de protegernos, sin nada. Es de esperar que enfermen por el cambio brusco, y él también enfermará si lo que tiene Mayday es contagioso. —explicó, las manos aferradas al borde de la mesa.
El alfa se acercó de nuevo, esta vez curioso, pero Peter sólo trató de echarse levemente hacia atrás.
—Lo que sea, ¿Cierto? Porque por ti acabo de sacar a tres hermosas Omegas, Parker.
Sintió el temblor en las piernas, pero se mantuvo firme. Sus propias feromonas bien guardadas, no quería los toques, pero los daría si era necesario. Mayday estaba sufriendo mientras aquél hombre sólo estaba ansioso por sexo. Bien, se lo daría. Qué más daba, aunque… quizá la fiebre se le quitaría. Tal vez Junior no enfermara, tal vez estarían bien sin medicamento.
¿Es capaz acaso de poner a su hija a prueba? De poner a cualquiera de sus dos niños en peligro.
Se acercó al moreno, estampando sus labios contra él, soltó su propio olor, siendo sutil pero constante, el sabor del menor contra él y las manos firmes, grandes, paseándose a los costados de su cuerpo hasta bajar al trasero. Las manos eran lo suficientemente grandes para amasar los glúteos mientras el beso se intensificaba.
Las lenguas se enredaron, el mayor se empujó contra él, frotándose para apenas si hacer retroceder al hombre. Se dejó caminar hacia atrás para poder buscar con la mano, palpando la puerta hasta llegar al seguro.
Gimió cuando el castaño le acomodó brusco contra la madera, atacando el cuello mientras se iba deshaciendo de sus botones.
Odiaba las corbatas, agradece no haberse puesto una, pero aunque no detuvo al mayor, terminó por empujarle, dando la vuelta para estamparlo contra la pared cercana a la puerta. Eso le valió un lloriqueo, sonriendo mientras sentía las manos cálidas tocar el cuello y su pecho aún con algunos botones encima.
Por mucho que el Omega detestara la situación o la manera en la que se estaba dando, su cuerpo cedía, el olor del moreno le gustaba más de lo que se atrevería a admitir.
—Date la vuelta.
Las palabras lo tomaron desprevenido, pero, no se quejó, era eso lo que iba a hacer, ¿No? A conseguirles lo que necesitaban, duda que vaya a ser la última vez, no con un hombre así.
Le preocupa que simplemente vaya a adentrarse a él, ¿Con cuántos más habría estado? La idea le hace temblar, pero no pregunta. Un hombre así seguro que no deja hijos por ahí, Junior debió ser producto de la casualidad. No por tener el nudo de alguien quería decir que forzosamente ibas a tener sus cachorros.
Las manos grandes en sus caderas le mantienen quieto, siente los nervios cuando el Alfa se pega a él, ayudándolo a inclinarse un poco, acomodando su barbilla en su hombro. Una de las manos se entromete entre la pijama para llegar a la entrepierna, donde de forma patética debe admitir, los dedos se encuentran con un exceso de humedad. Eso no puede sino aumentar su pánico.
Los dedos se adentran a él, provocando un gemido bajo.
—No, nada de eso. No quiero que te contengas, me gustó escucharte la última vez… hazlo de nuevo. —ronroneó en su oído.
Las yemas fueron cuidadosas al comenzar a palpar desde dentro hacia afuera, luego volviendo a entrar haciendo presión. Había marcado un ritmo lento, pero firme. Peter logró abrir un poco más las piernas, esta vez él mismo bajó el pantalón del pijama para que la mano no tuviera problemas en moverse.
El pantalón cayó hasta sus tobillos y los dedos salieron lentamente, introduciéndose rápido, duro, le temblaron las piernas.
Sintió el corazón acelerarse cuando aquello volvió a pasar, su interior se cerró sobre aquellos dedos.
—Eso es… es lo que estaba buscando. Sigue así, ¿Te gustan mis dedos, cariño? —besó la nuca mientras de forma paulatina comenzaba a aumentar el ritmo.
A ese punto, estaba seguro de que los dedos de Miguel y gran parte de aquella palma estaba húmeda por culpa suya.
Siente ganas de llorar, pero también está confundido, se siente bien, y al mismo tiempo es horrible. Sucio, debería de detenerse. No está seguro de que realmente a ese punto lo esté haciendo por May.
Los dedos se aseguran de empapar el clítoris, el índice y medio, junto con el pulgar, toman la protuberancia, aquel pequeño pene mientras el dedo anular y el meñique, se acomodan para seguir entrando y saliendo de él. De forma que al mover la mano hacia afuera y después hacia adentro, penetrándolo, también pudiera masturbar aquella parte de su cuerpo.
El contacto tan directo lo hace soltar un sonido que le parece que no vino de él. Pero los dedos salen y se meten, siendo bruscos al hacerlo, provocando un chapoteo leve.
Arquea la espalda cuando siente que su cuerpo se contrae, sólo puede pensar en la sensación del desliz de los dedos, de cómo se mueven en su interior. Entonces puede sentir el pene ajeno entre las nalgas, enterrándose y frotándose contra él, que aún está por debajo de la tela.
Se entierra entre su culo, no se da cuenta de que se ha vuelto un desastre, que se ha comenzado a frotar contra él mientras el moreno besa el cuello, dejando marcas al morderle, succionando la piel con fuerza, mientras Peter rasguña la pared.
—Más… más lento. No voy a… Miguel, no creo…
Los balbuceos no se detienen, antes de volverse gemidos altos cuando los dedos cogen su interior con fuerza, provocando temblarle las piernas, aunque siente que tiene que ponerse de puntas, para seguir sintiendo cómo el Alfa se frota con él.
El cuerpo aprieta aquellos dedos, no puede evitar arrugar la camisa en el área de aquel brazo moreno, tratando después de rasguñarlo cuando siente que va subiendo. Cierra los ojos con fuerza.
Entonces todo se detiene, los dedos se deslizan hacia afuera y él siente su cuerpo pinchar en dolor cuando eso pasa. La humedad entre las piernas escurre un poco.
—¿Qué…? —ni siquiera es capaz de terminar la pregunta, mirando detrás suyo al Alfa que parece entre frustrado y algo más. —¿Por qué?
Se tiene que erguir un poco para ayudarse a mantenerse de pie con la mano en la pared, confundido.
—¿Pensaste que iba a hacerte terminar? Cosita preciosa. —las palabras en español lo hacen gruñir suave.
Suspira mientras se va de nuevo a su asiento, y cuando llega, saca un pedazo de tela para poder limpiarse los dedos. En otras circunstancias, habría probado al hombre, pero está de malas, aquello no ha sido un regalo, era un castigo.
—Ahora arréglate, y vete.
Peter no lo duda mientras vuelve a hablar. —Pero y los niños…
—El doctor estará aquí en una hora como máximo, en lo que llega. Pero no te quiero ver ahorita.
El Omega sintió que recogía los pedacitos de su dignidad mientras terminaba por deslizarse fuera de aquél lugar lleno de hormonas. El hombre aún estaba fuera, y sintió las mejillas coloradas, no era pena, era una mezcla de enojo y asco hacia sí mismo.
—Llévame de vuelta, por favor… —dudó.
—Simon.
—Simon, entonces, por favor. —susurró.
El olor del Alfa le llegó tenue, pero sólo lo hizo sentir peor, por ese día, había tenido suficiente de ellos.
Claro, no es que aquel hombre tuviera la culpa de algo, de todas maneras, así que terminó por no pensar en nada más que sus hijos hasta que fue regresado a la habitación.
Debe admitir que se siente como un animal, y no de una forma positiva, ni siquiera puede pensar en que un animal sea tratado de esa manera. Pero bien, hasta el momento, tanto May como Jr, habían estado a salvo.
Le preocupaba su pequeña, aquella fiebre horrenda le hacía abrir sus hermosos ojos cielo, completamente llorosos.
—¿Dónde está la abuela May? —susurró en un puchero.
Ya llevaban rato esperando, y simplemente se sentía impaciente, hasta que escuchó la puerta abrirse.
Entró un hombre anciano, con otro detrás, aquél hombre que había visto varias veces alrededor de Miguel.
Llevaba siempre una tela raída encima de la cabeza, cubriendo su rostro, pero era bastante alto, a la altura de O'Hara, se ve fornido, además de que la mayoría del tiempo aquellos ojos azules le miraban inquisitivos. No había maldad en ellos, sólo una curiosidad silenciosa, pero hasta el momento, no le ha dirigido la palabra.
Se había estado tragando cualquier sentimiento de vulnerabilidad, mientras escuchaba al doctor. Tal parecía que sería una fiebre sencilla, no tuvo que aplicar nada, sólo recetar, además de darle un par de botellas de jarabe, y otras en caso de que el bebé enfermara. Aún así, le había asegurado que era poco probable.
El hombre parecía mirarlo con cierta pena, o quizá era su imaginación. De todas formas, había sido muy amable mientras le había pedido a May que abriese la boca, que observara directo a la luz, le había tocado suavemente una de las mejillas con el dorso mientras estaba acostada. Se había asegurado de no forzarla a hacer demasiado esfuerzo físico.
Agradecido, terminó con una pequeña sonrisa, al menos aquél narco había cumplido su parte, muy a pesar de lo que tuvo que hacer para ello.
Cuando por fin se fue, ya había estado medicada y le inyectó algo, pero no estuvo seguro de si era una vacuna, le explicó que solamente era una ayuda, a lo que él no cuestionó en voz alta.
Pero es un doctor de un narco, no puede evitar querer preguntarle cosas. No lo hace porque sabe que su mejor opción es simplemente dar por sentado que el Alfa moreno no le había dado instrucciones que fueran en contra de su hija.
No se atrevió a separarse de ella, mientras observaba al pequeño Miguel en el suelo que estaba divertido viendo al techo.
Al menos se alegra de que no se encuentre llorando o enfermo, parece divertido. Oh, lo que era ser un niño sin ningún tipo de responsabilidad real.
El hombre aún así, aquél que lo ve a todo lugar al que va, se había quedado dentro todo momento, pero no salió cuando el doctor lo hizo. Se quedó quieto como una estatua, al punto de hacerlo dudar si era real.
Quería tomar a Junior y abrazarse a sus dos niños con fuerza, querer poder protegerlos de todo, alejarse de eso.
Tuvo que entonces levantarse para poder escoger de la mínima ropa que le habían dado, para cambiarse. Se fue al sanitario, donde se aseguró de ducharse con agua caliente, tallando con sus palmas, luego arañando, como si pudiera hacer caer toda la piel que pudiera haber sido tocada por aquel hombre.
Quería llorar, aunque no está seguro de que realmente sea lo único que quiere hacer. Su garganta se cierra cuando piensa en que hay cosas que no va a poder borrar, porque no quiere hacerlo tampoco. No sabe qué otra cosa pudiera aceptar el hombre a cambio de un poco de ayuda para su hija.
Después de todo, él mismo lo había dicho. Mayday no era su responsabilidad, Peter estaba solo en cuanto a ella, no había más MJ, ni más tía May. Está solo, lo estaría por un tiempo.
Se hace ovillo en la ducha, al menos lo que parecen más de diez minutos, se queda con su frente sobre las rodillas, casi de cuclillas mientras se abraza a sus piernas. Puede sentir que el ardor del agua ardiendo ha desaparecido, su cuerpo se ha acostumbrado a la temperatura.
No sabe si ha estado llorando o si simplemente se mantiene sin llanto. El agua le recorre el rostro y cuando acomoda su rostro entre las rodillas, sólo la mitad, para ver los azulejos blancos, se queda así. Lo ha hecho porque es lo mejor para los tres. Tiene que ver la forma de escapar, aunque sepa que está demasiado congelado a la idea de que les puedan disparar sin vacilar. No está buscando que los maten.
Es probable que el deseo de huir se quede ahí, nadie les ayudaría a salir, nadie se revelaría contra el gran Miguel O'Hara, el salvador del Río. Pero aquél salvador abandonó todo, ¿No? Pero eso no importa, tiene que dejar de pensar, no le hará ningún bien.
Un poco más tranquilo, en automático en realidad, termina de ducharse y se seca, se cambia, antes de salir a encontrar que May ya está sentada, con Junior a un costado en el suelo, queriendo subir, y el hombre que los había estado observando, parece hablar con ellos.
Su propio olor se destila acre, cuando se acerca, un instinto protector que devuelve tres pares de ojos a su dirección.
König alza las palmas en señal de sumisión mientras se aleja, a la par de que Peter se acerca preocupado a las crías, acaricia a May, carga a Junior, dando besos en su nariz, mirando de reojo al hombre que ha vuelto a su posición rígida.
—No pretendía ser inoportuno ni lastimarlos.
El acento le llama la atención, es bastante leve, pero ahí está, o es que se ha acostumbrado a tratar de descifrarlo, cuando escucha a Miguel cambiar de un idioma a otro.
El castaño no responde de vuelta, pero cualquier signo de amenaza disminuye, el mal olor que había soltado, se disipó en segundos.
El muchacho puede ver que el Omega tiene los ojos hinchados y rojos, ha estado llorando, además de que había un poco de aquél sonido saliendo del sanitario, razón por la cual se había mantenido charlando con May, además de jugando con el pequeño niño que le tomaba el dedo, procedía a reír cuando König lo retiraba, para volver buscarlo con su pequeña mano.
—El jefe no es tan malo como cree.
—Nos tiene aquí encerrados. No pertenecemos aquí, pero nos ha metido en problemas, sin contar con su profesión. —siseó molesto.
¿No era tan malo? Pf.
Que le fueran con ese hueso a alguien más, si bien anteriormente no le había hecho nada agresivo, no implica que la violencia no hubiera existido. Además de que Miguel había tenido razón, la vez anterior decidió entregarse a él por voluntad propia.
—No hace esto porque quiera.
Peter acomodó a los niños, parecían sumamente aburridos, cansados de estar ahí.
—¿Tendría que agradecerle entonces? Él es quien nos metió en este problema, en primer lugar. —repitió.
—Llevaban meses detrás suyo, estaba siendo cuidadoso, pero no irrumpió en su vida, hasta que… —su voz se volvió un susurro, el Omega no tenía por qué saber eso. Si bien Miguel le tiene aprecio, odiaría hacerlo molestar. —, debería asumir que lo que hace, no es porque desee encerrarlo. Hay mucha gente que quiere hacerle daño a los cuatro, no solamente a él.
—No es un tema que quiera discutir ahora.
El hombre le miró, y luego a los niños, si aquello iba a ser su vida, König piensa que Parker no debería intentar no protegerlos, podría salir contraproducente. Pero ese no es su asunto, además, él no sabe de niños, que él haya crecido en un ambiente así, no significa que debería ser igual para todos, así que se queda en silencio.
Peter suspira cansado, antes de verle. Tiene los ojos claros, llenos de una dulzura que hace mucho no ve si no es en un niño. Sólo hay una persona que ha tenido los ojos de aquella forma, Miguel adoraba a aquellos ojos tristes, ahora aquél hombre parece por unos segundos ser aquellos, pero se da cuenta que es solamente su comparación. Es probable que no se parezcan en nada.
—Lo siento, no quise ser grosero.
El muchacho asiente en silencio, es bastante raro que se pasee por ahí con una prenda en la cabeza, casi parece un fantasma negro, si no fuera por su altura, le parecería hilarante, probablemente.
No se cree con la valentía de preguntarle por qué esconde el rostro.
—Los niños tendrán hambre, ¿Van a traernos de comer o podremos salir un rato? Están cansados de estar aquí.
—No me han dado instrucciones, pero no debería preocuparse, no nos hemos olvidado. Tiene toda la casa patas arriba y a su disposición. —aseguró.
Mientras no implica que escapemos, pensó con resentimiento. Aquel muchacho no tenía la culpa, así que se guardó cualquier comentario mientras asentía.
Poco más tarde, trajeron la cena para los tres, fue cuando el hombre alto se deslizó hacia afuera, asegurándole que habría alguien en la puerta en caso de necesitar algo.
El castaño lo sabía, no era para eso, no era para ayudarlo a él, como había dicho anteriormente, era para mantenerlos a ellos ahí dentro, checarlos cada tanto.
El cuarto es muy espacioso, tiene una cama matrimonial con una sensación muy agradable, hace años que no duerme en un colchón tan suave, así que fue un extraño alivio para su espalda, además de que los niños parecieron dormir toda la noche. Una sorpresa por parte del pequeño Miguel, pero también sabe que es porque lo ha tenido pegado a él. Normalmente lo tiene dormido en su cuna (claro, se miente, en realidad lo tiene encima todo el tiempo), sabe que es lo mejor para él… para ambos, en realidad.
Hay un candil de cristal con varias joyas claras, imagina que es sólo eso, vidrio bien cortado, que ilumina el lugar con luz amarilla, lo cual lo hace ver más acogedor. La pared es de un color crema, y frente a la cama, a una distancia un poco exagerada para él, está un buró blanco lleno de detalles pequeños que en conjunto dan la sensación de que solamente una princesa debería estar ahí.
La silla que acompaña el buró en cambio, es de madera clara con el colchón rojo, mullido, y el colchón del respaldo es de forma ovalada.
Sus ojos recorren con más atención que en la pared, cuando la misma se junta con el techo, hay detalles pequeños, parecen azulejos, son color crema, con una flor roja en el centro.
Y claro, a la derecha del cuarto, hay un ventanal, pero no hay puerta corrediza, es como un juego cruel en el que pueden ver lo que hay afuera, pero no podrán obtenerlo. Se levanta para poder dejar caer las cortinas, las toca, son de terciopelo, muy suaves, de un color rojo oscuro, parece demasiado dramático, como las cortinas de un teatro.
Cierra aquello para que la luz no vaya a entrar por la mañana, mientras mira a Jr que sigue tomando biberón, al menos no tendría que preocuparse por fórmula, aunque igual preguntaría cuál es, no está seguro de que Miguel sepa. Pero claro, duda siquiera que Miguel entienda lo que significa cambiar un pañal, o que alguna vez haya hecho algo relacionado con niños.
Se pregunta si Jr es el primero que tiene, ¿Tendría más? Si es así, que deje en paz al suyo, que se consiga otro, pf, mira que venir a querer agarrar al que no es suyo ni lo será.
Es demasiado necio, ambos lo son.
Esa noche, O'Hara cumple lo que dice, se mantiene lejos de ellos, pero eso no sirve de mucho, el mayor de todas maneras duerme preocupado, y sueña solamente con pagos, su departamento, MJ ansiosa, con una Tía May que los espera en casa.
Las cosas habían cambiado de un día a otro, quiere pensar que volvería a ver a ambas mujeres, que podría volver a sentir sus brazos alrededor suyo, que su rostro podrá volver a esconderse en el cuello de su tía, como cuando era pequeño y tenía miedo. Su Tía era una Beta, pero eso nunca había hecho imposible que Peter fuera capaz de sentirse bien con sólo olerla.
Sabe que los Betas no son capaces de ser afectados de la misma manera que un Omega. Ellos pueden sentir las feromonas, en el mundo animal, eso es obvio, incluso cuando no tenías las otras castas, el cuerpo responde.
La diferencia radica en que un Beta siempre tendría un control total de sus deseos, además de que un Alfa no los llega a intimidar de la misma forma que lo hace a un Omega.
Desde hace demasiado tiempo que los Alfas han dejado de usar incluso la voz, casi nadie parece tomarla en cuenta, el único que conoce, es Harry Osborn, y hace demasiado tiempo que no se hablan como antes. Pero recuerda vagamente la conversación al respecto, la mayoría de los Alfas ya no eran capaces de usar algo así, si lo habían perdido o la evolución se los había quitado para darles algo más, no lo sabían.
Ya no es tan fácil provocar los celos de un Omega como antes, pero en un Alfa es distinto, esta vez, el Omega era quien tenía la ventaja, era quien tenía un poco más de decisión en eso, puesto que ahora ellos son los que pueden desatar accidentalmente el celo de la otra casta. Algo peligroso en manos de un puberto, si le preguntan a él.
Jamás ha hecho algo así de joven, pero algún par de veces cuando estaba aún casado con MJ, usaron algo así. Fue caliente, sudoroso, y completamente animal. No le desagrada, a final de cuentas, es parte de su naturaleza, se había sentido seguro todas aquellas veces, hubiese repetido cuántas veces MJ quisiera.
Porque por extraño que parezca, parece que los Alfas gustan de eso, la pelirroja le explicaba que era una necesidad extraña de satisfacer, que se siente "como el cielo", le había explicado. Que aquello se sentía como ser la pareja perfecta para su compañero, y el acto sexual se disfrutaba de una manera distinta.
No era adictivo, pero sí algo que ella consideraba, debería disfrutarse más seguido. Para Peter había sido extraño al inicio, los Alfas eran muchísimo más dominantes, llenos de un deseo sofocante, con su ex-esposa, había sido dulce, pero firme. La mujer se había asegurado de que estuviera más que satisfecho, y que no saliera de habitación por al menos tres días seguidos.
Las primeras veces habían sido un desastre, habían roto varias cosas. Después tomaron medidas para eso, claro.
Los Betas eran capaces de sentir un celo de ambas castas, pero no está seguro de que puedan hacer algo al respecto, no les afecta de todas formas. Su tía le había explicado que era como sentir un calor emanando de él, y un aroma a azúcar por todo el lugar, lo cual aunque no era desagradable, podía llegar a ser irritante en un inicio, hasta que uno se acostumbra.
Lo que los despierta son golpes suaves en la madera, más a él que a los niños, que parecen tan tranquilos pero haciendo mohín por los sonidos. Su corazón da un vuelco cuando ve a una mujer en la puerta.
—El señor O'Hara quiere que le acompañen a almorzar.
—¿Qué horas son? —habla, tiene la voz ronca, y siente la lengua pastosa.
No se lavaron los dientes, es algo a la lista de cosas que necesitaban. Ropa, también, no puede estar por ahí con las mismas tres prendas. También quiere los juguetes de los niños y sus zapatos, dios, qué estresante era aquello. Pero es demasiado temprano para pensar en eso.
—Son las 10 a.m. ¿Desea que le ayude con los niños?
Le costó levantarse, tenía la espalda adolorida, pero el colchón no tenía nada que ver, era un dolor distinto, sabe que es cosa de lo que pasó ayer con Miguel.
—No, está bien, ya los levanto yo.
La mujer, quien era una bella y delgada pelirroja, sonrió.
—Claro, estaré fuera para escoltarle.
La mujer salió tan pronto dijo aquello, para dejar que Peter despertara primero a May, que no dudó en saltar al baño, mientras Jr era despertado con cuidado, dándole pequeñas palabras de cariño y luego haciéndolo sonreír al tiempo que mostraba sus pequeños dientes, provocando una sonrisa amplia en el mayor.
Cuando estuvieron listos, aún en la ropa de cama, puesto que tampoco tenían muchas opciones de guardarropa, salieron y fueron conducidos al comedor.
Había un toro colgado justo sobre Miguel que ya estaba sentado, leyendo algunas cosas en un periódico, por un segundo, con aquellos lentes, le pareció un tipo atractivo, alguien de negocios, alguien un poco más normal.
Cuando reparó en ellos, dejó de lado las cosas, y el simple hecho de que se quitara los lentes, le recordó quién era realmente.
Ojos hostiles, que parecían suavizarse un poco al ver al niño. Sin pensarlo, sus brazos se pegaron firmes al morenito, May volvió a esconderse detrás de él, no queriendo ver al hombre.
Por su parte, trató de inhalar hondo, no temblar, no debía mostrar el miedo tanto para hacerle ver a Mayday que todo estaba bien, como para hacerle ver al hombre que no iba a intimidarlo a pesar de lo sucedido y más circunstancias.
—¿Puedo?
La pregunta fue calmada, mirando al niño con curiosidad.
—Por favor… —rogó el mayor, abrazando un poco más al niño. No quería soltarselo, pero la mirada que le regresó O'Hara no fue molesta, sólo asintió antes de acercarse para empujar suave de la espalda baja, a que se acercara a la mesa.
Peter se sentó.
Fueron sirviéndoles comida, pequeños platillos como un buffet, sin ser exagerado, aunque para Parker todo aquello ya era demasiado.
Dejó que May le dijera lo que quería para servirlo, al tiempo que poco después se sirvió él también. No tuvo pena en ello, necesitaba comer, además, él no iba a matar de hambre a sus hijos.
—¿Qué has estado haciendo estos tres años?
La pregunta le descolocó mientras le daba un pedazo de salchicha al pequeño, que había comenzado a mordisquear un poco tan pronto llegó a sus manos.
—Perdí mi trabajo como reportero, así que… trabajé en otras cosas. Asistente, mayoría de las veces.
—Un asistente ejecutivo no gana tan mal cuando es de una empresa grande.
—Nadie quería contratarme. —le miró.
El castaño no estaba intentando hacerlo pasar por culpas, pero ya que estaban en eso…
—La verdad es que la pasé muy mal. El embarazo fue difícil… sin un Alfa en medio, y mi edad, la gente llegaba a ponerse extraña, pero bien. Normal. Nadie supo que era tuyo, no quería que lo supieran. ¿No te lo dijo tu trabajador? Parecías sorprendido.
El hombre menor llevaba una camisa blanca con una corbata roja esta vez, que lograba resaltar sus ojos. Le miró atento, dejando el tenedor.
—Le pedí que no me dijese nada de ti. Sólo que te cuidara.
—Y el embarazo no te pareció entonces importante.
—No lo sabía. No podía regresar a Estados Unidos, aún no, pero también, de momento estabas a salvo. Sabía que no siempre lo estarías, preferí tenerte siempre custodiado.
El castaño dejó de mirarle para centrarse en su plato, moviendo la comida con el tenedor. Se había ido tres años, pudo haberlos dejado en paz, pero había decidido que no había jodido las cosas lo suficiente.
Él tampoco está libre de culpas, lo buscó, llamó su atención por una exclusiva.
Movió su pierna de manera nerviosa, con Junior sentado en ella y sonriendo por el movimiento.
—No quiero sonar egocéntrico, pero… ¿Por qué yo? —susurró. Miguel podía elegir entre tanto Omegas, y tantas mujeres cuánto él quisiera, pero se había empeñado en seguirle el rastro todo ese tiempo. ¿Qué es lo que lo motivaba a estar detrás suyo? Porque no le daría a Miguelito, era su niño, al igual que May, a diferencia de que con MJ, había estado dispuesto a una custodia compartida, con O'Hara eso era una negativa absoluta. —Te fuiste tres años.
La mano morena se deslizó hasta su muñeca.
—Necesitaba arreglar unas cosas antes de traerte.
—Traerme. —repitió incrédulo. —Yo no necesitaba eso, quería que me dejaras en paz.
—Te dejé en paz por suficiente tiempo.
—¿Dejarme en paz? Nunca te fuiste realmente. No estabas ahí, pero tampoco me dejaste ir.
—Yo no fui el que eligió seguir a alguien más. Querías dinero, lo obtuviste, querías fama, te la dieron. ¿O es que dejó de gustarte porque no es lo que esperabas, Parker? —le miró, gruñendo.
El castaño le miró, hundiendo un poco su nariz en el cuello del infante. Le relajaba olerlo, y no quería de todas formas darle la razón, aunque la tuviera.
—La fama es cara. No le interesa si es buena, o es mala, sólo sucede, no puedes simplemente manipular lo que piensen los demás, no es tan sencillo. ¿Qué creíste que pasaría?
Peter se hizo pequeño.
Tiene razón, pero se queda callado, porque no está listo para decirlo en voz alta.
—Yo no quería que la gente me siguiera de esa forma. Mi intención era dar más información sobre ti. Yo solamente deseaba tener dinero para Mayday, deseaba poder darle mejores cosas. Tener un fondo para su universidad de manera estable, quería poder llevarla a un parque de atracciones sin tener que preocuparme que fuera a pedir un peluche o cosas que obviamente no podríamos costear siempre. —siseó, porque se recuerda, ha hecho todo eso por ella, y está ahí, por May, ahora eso es compartido con el pequeño en sus brazos que está tiernamente babeando el pedazo de comida que le dió.
No cambiaría nada de eso, estaba feliz de tener a Miguel, ese bebé al que incluso May le dió la bienvenida más que MJ, o su tía May en un inicio. Lo volvería a hacer todo por ellos.
Sí, las cosas habían cambiado demasiado por su embarazo, y el fondo Universitario es algo que aún le preocupa. No estaría sucediendo si nunca hubiese conocido a O'Hara, pero quien sabe, lo que pudo pasar, no pasó. Ahora está ahí atorado con el narco, no puede deshacerse de todo sólo porque está en esa situación.
—Ya no tendrás que preocuparte de eso conmigo, Parker. Voy a cuidarte a ti, y a ellos dos. —aseguró, mirando de reojo a la pelirroja que se lamía los dedos después de comerse un biscuit con miel. —No tendrán nada que temer, porque ya estoy aquí.
—Ese es precisamente el problema.
El Alfa le mira antes de quedarse fijado en el niño.
—Nunca pretendí joderte la vida.
—Creo que es un poco tarde para arrepentirse, ¿No crees?
Se quedaron en silencio mientras esta vez el mayor se decidía a comer con sólo una de sus manos.
—Puedo cargarlo en lo que terminas.
El castaño le miró, no quería hacer eso, en realidad prefería mantenerlo pegado a su cuerpo, pero terminó por ceder de forma paulatina, cuando las manos morenas se tendieron, para esperar al pequeño.
Le pasó al mismo con cuidado, antes de acomodarse para poder comer más cómodo, pero no por ello más relajado. No fue capaz de perderlos de vista. El Alfa se veía grande, al lado de la pequeña criatura en sus manos. Miguelito se hubiera visto como una pulga cuando nació, si tan sólo el hombre hubiese estado ahí.
Pero es bueno que no haya estado. Quien sabe lo que hubiera pasado. Quizá no estarían ahí mismo, él no hubiese vuelto a ver a su hijo.
La idea de eso le hace temblar.
El Alfa acarició las mejillas con el dorso de su dedo, queriendo sentir lo tersa de la piel del pequeño, que parecía mirarle sin miedo, ojos rojos que ahora que estaba la instancia iluminada, podía ver como suyos también.
Cuando vió al niño, no pensó que fuera suyo, no sólo por tener el nudo con alguien, significaba que tuvieras que embarazarte, y ciertamente la edad de Parker aunque no es impedimento, simplemente… bien, ha sido culpa suya. Tuvo un buen tiro, le puede pasar a cualquiera.
El niño hace un mohín cuando lo alza con ambas manos.
No puede dejar de pensar por qué no estuvo en ese tiempo con él.
Parker lo traía loco, era esa sensación de escozor detrás de la garganta que te pide que hagas algo, que grites, que rasguñes, lo que fuera.
Cuando le conoció en persona, esperaba algo distinto, no estaba muy seguro de por qué. Había visto fotos de joven de él, y había algo, que lo hacía pensarse dos veces las cosas antes de ser más brusco de lo habitual.
Pero su Alfa había salido en cuánto lo vió, emocionado y extasiado de que le hubiese cumplido el capricho de tenerlo cerca. La sorpresa que se llevó cuando vió que aquél hombre no bajó la cabeza, había sido grata, extraña también, pero se regocijó. Quizá muchos Alfas odiaban que los desafiaran, pero él no.
Él adoraba el juego del gato y el ratón, y aquél hombre había picado cada botón hasta ahora, a pesar de que sabe que algunos de esos lamentos iban en serio y le quería lejos.
Peter es un hombre chapado a la antigua, es probable que no le sorprenda el embarazo, incluso que no hubiera quejas era admirable. Pero es difícil para cualquier hombre con su casta, no tener un Alfa alrededor, o al menos, no ser marcado.
Pero eso sucede con cualquier relación. No tener una que implique romance, era visto extraño.
Ya no como antes. Pero sigue sucediendo.
Podrían decirle que es cultura propia, pero en realidad para Miguel es un hecho: los Omegas deben ser protegidos por un Alfa. Una vez que una idea así se ha aceptado profundamente como la verdad, aquello ya no era solamente la cultura, ni una subjetividad. Era peligroso reconocer que el Alfacentrismo era sumamente dañino, y que se podían esconder tras la biología.
Por supuesto que es un ser racional, no es un animal. Debería ser capaz de controlar tanto sus deseos como caprichos. Quizá es que no quiere hacerlo cuando se trata de Parker.
Le gustan sus ojos cálidos, los labios delgados, tiene la nariz algo torcida (tiene la curiosidad de si fue un accidente o ha nacido así), unas pestañas cortas, y un cuello que, no miente, desea marcar por posesión.
¿Quién no querría su marca, su mordida? Muchos matarían por tenerla, ¿Por qué sería diferente con ese hombre? Le daría dinero, lujos, comodidades, y eso se extendería no solamente a la cría que tuvieron, se la daría incluso a la pelirroja, si tan sólo se deja hacer.
Sí. Le gusta el juego del gato y el ratón, pero qué desesperante puede ser, mucho más con un hombre con su mal temperamento. Es querer jugar y no poder.
Cuando comienza a querer acercarse para olerle, el infante se remueve, los ojos rojos parpadean mientras se llenan de agua.
—Todo está bien. —murmura.
El niño ignora cualquier susurro que venga después, y si hubo alguno, Parker tampoco lo escuchó cuando el llanto estridente sonó a gritos. Su naricita se coloreó, los mocos salieron, comenzó a patalear.
—Puta madre, ¡Parker!
El Omega saltó casi de inmediato a quitarle el niño, cargándolo para inundarlo en su olor, el chiquillo comenzó a llorar con más fuerza.
Pudo escuchar a Mayday que hablaba lastimero mientras se acercaba.
—Cállalos. —alzó la voz estresado, levantándose, la silla se arrastró y provocó un chirrido. —Y que no se atreva a llorar la mocosa esa.
Peter sintió a May a su espalda que se abrazaba con fuerza a él, mirándole con los ojos celestes llorosos, frotando su rostro contra la pierna del mayor, tratando de consolarse.
—Miguel, los estás asustando.
—¡Y una mierda, sálganse, váyanse de aquí! Los tres, afuera.
Y aunque dijo aquello, el que terminó dando la vuelta, poniendo tensa a la familia de tres, fue Miguel.
El mexicano salió sin decir más, dando un azote a la puerta, antes de que el castaño se sentara para poder tener a la niña de pie entre las piernas, abiertas, dando besos en su nariz y abrazándole, y pegando a Jr de misma forma contra ellos.
Durante varios minutos, se acurrucaron contra él mientras el más pequeño lloraba hasta comenzar a calmarse, y el mayor comenzó a tararear suave para ayudarles a sentirse mejor.
Minutos más tarde, entra Simon, que parece relajado, cuando se acerca a ellos.
—El jefe quiere salir en unos días.
Pues que se vaya, quiso soltar.
Aún así, Peter le miró con suspicacia, ¿Y esa osadía? Hace nada estaba gritándole a sus hijos, pero bien, tenían que salir de ahí, ¿No es cierto?
Cualquier oportunidad es buena para intentarlo, o al menos tratar de ayudar a los niños a olvidar la situación en la que están.
Peter se levanta de nuevo, tomando de la mano a la pequeña mientras le siguen más tranquilos.
—No tengo ropa limpia para ellos.
—El señor O'Hara compró varias mudas, pero por lo que nos contaron las mucamas, no todas le quedarán al niño, así que quiere ir con usted a comprar algo de eso.
—¿Sin ellos? —siseó desconfiado mientras caminaban.
—Papá, no me quiero quedar aquí. —susurró la niña. Cuando Ghost le dirigió la mirada de reojo, ella soltó un pequeño chillido.
—No. Irán los tres.
En cuanto terminaron frente a la puerta, había dos mujeres que les esperaban, una de ellas, pareció más amable, que llevaba unos cuadernos de colorear, mostrándole los mismos a la niña, que sonrió saludándola.
—Está bien.
—Y esta noche, cenarán juntos. A los cachorros los cuidarán Jane y Okoye, ambas son mujeres fuertes.
¿Cenar juntos? Bien, un problema a la vez, sin embargo, no deseaba estar alrededor del hombre.
—Esta noche… entonces.
Bien, quizá hacerse el desagradable podría funcionar de algo, no de una forma grosera, pero si puede quitarle de la mente que es él a quien desea, al menos será una pequeña batalla ganada.
Se deslizan dentro con tranquilidad, donde encuentran de nuevo al hombre con aquella tela encima en la cabeza. La mujer dejó el cuaderno de colorear y los crayones para May, antes de salir de ahí de igual manera.
—Oh, hola.
El hombre sonrió, pudo verlo por la forma en la que los ojos claros se achinaron.
Peter suspiró mientras acomodaba a los niños, aquello iba a ser una velada aburrida para él, pero no para los niños que en caso de May, se había acomodado boca abajo para poder acomodar una hoja que arrancó, y ponerle el cuaderno a su hermano menor, le entregó un crayón para comenzar a mostrarle como se usaba.
Si bien la escena lo enternecía, no podía dejar de pensar.
Una cena con ese hombre implicaba quizá más cosas de las que le gustaría.
—A veces se pone así —inició el hombre a sus espaldas, el castaño le miró, haciendo una mueca. —, tiene sus buenos y malos días. Suele estar muy estresado, sólo quiso estar con ustedes todo el día de hoy, hizo espacio para poder darles casi todo el día.
—¿Y eso es raro porque…?
—Es raro que esté en un lugar por varios días, pero en general, ustedes no están siendo su rutina habitual. —admitió con cierta gracia. Estaba completamente recto, pero llevaba las manos en la espalda, no dudaba que tuviera algún arma de fuego entre toda esa ropa. —En general, estar con gente, no se le da muy mal, pero lo pone nervioso.
¿Nervioso yo? Tremendo mastodonte, de un zape me manda a Canadá.
Peter trató de inhalar hondo para no soltar el sonido que quería, presionando sus labios en una fina línea, y después una mueca.
—Cuando está nervioso, se pone algo hostil.
—¿No lo estaría usted si viera por fin a esa persona que esperó a ver por años? —le miró curioso.
Si tan sólo no le hubiera secuestrado, quizá podría pensar diferente.
—Bueno, esta situación no es precisamente romántica. —comentó entre dientes el mayor; volvió sus ojos a los niños. Ahora eran los dos que estaban pintando.
Bueno, Jr hacia un intento de eso, porque realmente sólo estaba rayando el papel con un crayón rojo, mientras la niña trataba de hacerlo sin salirse de la raya.
—Es lo más romántico que ha hecho.
—¿Secuestrar a alguien para una cita?
—Proteger a alguien y esperar su regreso por años.
Peter bufó suave. Las ganas de platicar se le habían ido. Aquel hombre no iba precisamente a estar de su lado, eso es obvio, así que no le ve sentido el seguir teniendo esa conversación. Lo único que hará será gastar su energía en algo que no llevará a su liberación, que en ese momento, es lo único que busca.
Si el hombre tenía razón, y no es que quisiera que la tuviera, ¿Qué tanto de lo que le había dicho Miguel era verdad? ¿No era más fácil simplemente…? No, no deseaba que esta situación hubiese ocurrido antes, es sólo que para él no tiene sentido alguno.
No quiere tener nada que ver en la vida de aquél hombre, no quiere que sus hijos estén cerca suyo, y él tampoco desea estar cerca. Está seguro de que todo lo que toca de alguna u otra manera, va a perecer o trastornarse.
Si tanto deseaba estar con él, ¿por qué esperar tanto? Si sabía que aquello iba a pasar, ¿Acaso sólo jugaba con ellos? Pudo sacarlos antes de aquél apuro, ¿no es cierto? Peor, en ningún momento lo volvió a contactar, que de nuevo se dice, no es que quisiera, aunque tampoco hizo ningún intento por ayudarlo de alguna manera. Ni dinero, ni gente, ni trabajo, nada. No, se dice, no es que lo haya querido en su vida, no se trata de eso, es sólo… Es tan frustrante. No logra comprenderlo.
Quizá debe mostrarle quién es; un padre de los suburbios, que tenía un trabajo aburrido, tiene un matrimonio que fracasó, su única cosa emocionante precisamente fue viajar y cruzar la frontera, y que lo único que le importa son sus hijos, no conseguir a un Alfa.
Si le muestra, tal vez tenga la oportunidad de aburrir lo suficientemente al hombre, y lo dejaría en paz. Ya vería cómo solucionar que soltara la idea de estar presente en la vida de Miguel, podría encontrar algo.
Por ahora, tenía que pensar en cómo le diría que al menos quería hablar con su Tía May, quien debe estar enfermamente preocupada por ellos.
Un paso a la vez, se dice.