El niño de la luna

Moon Knight (TV 2022)
Gen
G
El niño de la luna
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Summary
Jake Lockley perdió a su familia, así que tiene que irse a vivir con su tía abuela, Taweret. En medio de todo, está Khonshu que insiste en hacerlo su avatar, memorias que no lo dejan en paz y un pasado más extraño del que recuerda, y cuando cree que las cosas no pueden empeorar más, lo hacen.Porque a veces para poder subir, tienes que agarrar impulso, y eso a veces significa tocar fondo.
Note
Este es un regalo para alguien a quien le gusta mucho Jake Lockley. Espero haberle hecho algo de justicia al personaje.La canción con la que me inspiré este capítulo es la siguiente;https://open.spotify.com/track/4VCKj1eGRZ0snkb5WLgLsX?si=TPFj77bjSWipFurxEdq-5g
All Chapters Forward

Down we Go, Jake Lockley

El doctor Harrow les dió un papel con todos los estudios que tendrán que hacerle, aquello le había costado al hombre un ceño fruncido de su parte. Aquello costaría, ¿su tía podría pagarlo? Desde siempre ha sido un poco diferente, así que le cuesta simplemente aceptar que se siente como una carga. 

La diferencia es que ahora la carga ha traspasado de dueño, de sus padres, a su tía abuela. 

Los días que siguen, se deja hacer, con cierto remordimiento y culpa. Al inicio intentó decirle que no necesitaba esas cosas. 

—No necesito todos esos estudios, estoy bien. Me siento bien. —comentó mientras subía al auto, poniéndose el cinturón en el asiento del copiloto. 

Sentía a veces que su cabeza no estaba ahí, y que la gente lo miraba extraño todo el tiempo. Pero tiene sentido, Steven le hizo ver que era raro que siempre llevara sus guantes. Pero no podía evitarlo, se sentía mejor cuando la textura de los mismos era la de siempre, a tener que someter sus dedos a nuevas experiencias sensoriales. 

Además de eso, la cantidad de gente que debe estar tocando todo, sin saber dónde han puesto sus manos antes, es algo que llega a darle repelús. 

—¿Eres doctor? —sonrió con diversión.

El menor sólo le miró haciendo una mueca. Se acomodó la boina, para cruzarse de brazos. 

—Entonces tal vez los necesitas. 

—Me siento bien. 

—¿Sí? Entonces hazlo porque me preocupo por ti. 

Quería negarse, pedirle que lo dejara, pero le llegó la realización de que nadie más iba a preocuparse por él. Por tonto que pudiera parecer, era extraño saber eso, nadie más iba a quererlo, porque no tenía a nadie más. Sólo a ella. Estaba solo. 

Pero incluso en esos momentos, ya se sentía así, con un vacío. Sabe que es verdad lo que le dice, aún así, su quijada se pone tensa.

—No los necesito, y son muy caros.

—Estoy segura de que puedo meterlos al seguro, no tienes de qué preocuparte, ¿Sí? Deja que la tía Taweret sea la que lidie con las cosas de adultos. —encendió el auto. 

Se puso el cinturón, y arrancaron. 

—A veces la gente necesita ayuda, y no lo sabe. No tiene nada de malo pedirla, habrá gente que la necesita un tiempo, otros sólo para ciertas cosas. Es igual a cuando te pido que pongas los platos o laves algo. 

—No es igual. —trató de pegarse a la puerta del coche, acomodando su cabeza contra la ventana mientras veía los demás autos. 

—Jake. Vamos a estar bien, ¿Sí? Pero necesitas dejar que trate de ayudarte. Podemos buscar también grupos de apoyo para… 

—¿Para…? —siseó. Los ojos se habían vuelto algo hostiles. Él no necesita ningún grupo de nada. 

La mujer estaba preocupada por él, pero no hay más necio que un muchacho a su edad, de alguna forma quiere hacerle ver que solamente está preocupada por él, pero tampoco es que lleven tanto tiempo juntos para que él mismo confíe en ella. 

El Doctor Harrow le había dicho explícitamente que lo mejor era mantener en calma al muchacho. 

Que aún no sabía si había algo de lo qué preocuparse, pero para ella, él había sido motivo de eso desde que llegó. 

Claro, han tenido que cambiar algunas cosas en la casa, no le molesta que viva con ella, ni tenerlo alrededor. Le preocupa su bienestar, a final de cuentas son familia. Para ella, eso era suficiente. 

Durante lo que resta del viaje, el muchacho rizado no dijo nada más ni en ese momento, ni los días que le siguieron. Estuvo serio incluso cuando llegaron a hacerle los estudios. Tampoco parecía de mal humor, más bien ausente. 

Pequeñas cosas que ella podía notar de un comportamiento curioso. Porque claro, a veces el muchacho estaba sentado viendo estática en la televisión, parecía casi en trance. 

Otros días, hablaba con alguien, solían ser conversaciones tensas, o al menos su voz se alteraba de vez en cuando. Y no pasaba desapercibido que si ella entraba a la habitación, lo primero que pasaba es que durante unos segundos parece ignorarle, pero si logra que le hable, el muchacho miraba a su lado, y luego a ella. Como si hubiera algo más ahí.

Está segura de que si tuviera más tiempo, podría presionarlo a que le diga todo, pero no lo hace, no es su estilo. 

No tiene interés en sacarle la verdad, quiere que él se sienta mejor. Pero duda que alguna vez vaya a sentirse bien. Jake ha perdido a su familia, no te recuperas de algo así tan fácil, quizá pueda hacer una vida normal, pero sabe que por un tiempo, aquello sólo haría más que empeorar. Como si el cerebro del mismo decidiera cuándo es que era momento de iniciar su duelo y cuando parar. Tal vez cuando el muchacho se sienta seguro, quiere que Jake se sienta seguro.

Prefiere que sea en un lugar seguro, y si necesitaba algo, se lo daría. Apenas ha salido de su niñez, pero sabe lo importante que habría sido que sus padres estuvieran ahí con ellos. 

Se le hicieron los estudios y al cabo de dos semanas, ambos estaban de nuevo en el consultorio del doctor Harrow. 

Si le preguntan al muchacho, ese no es un doctor de verdad. Y Khonshu tampoco parece ser santo de su devoción. 

En cambio, la otra figura que aparece y desaparece como un muchacho correteando, parece rehuir tanto a él como a Harrow. 

—¿Cómo está, señora? —sonrió desde su lado del escritorio. Estaba sentado mientras leía lo que eran los resultados que le habían traído.

—Muy bien, gracias. 

El doctor asintió comprensivo mientras sacaba unos papeles para acomodarlos frente a él. 

—¿Y cómo te has sentido tú, Jake? Cuéntame qué has hecho, sería interesante saber. Claro, si es que me quieres contar. 

El menor miró primero a su pariente, con duda. 

Tenía que intentarlo, ¿No? Incluso si no había nada malo con él. 

—¿Qué le contarás? ¿Que estuviste suscitando la idea de irte de casa? 

No era así, pero sabe que si responde, puede salir mal. Así que hace una mueca. Estaba seguro de que las amenazas de Khonshu sobre hacerle la vida imposible a él y su tía eran ciertas. Por ende, eso lo había llevado a una pequeña espiral de estrés. 

—Estuve… yo, eh, estuve escuchando música. —habló, relamiendose los dedos. 

Aquello no había sido mentira. 

—Mi tía me dió un toca discos, y encontré varios en el pueblo, así que estuve escuchando eso. —asintió energético, como si hacerlo demostrara que era verdad. 

Se la había pasado escuchando varios discos de música de los 80’s que ya a este punto se había aprendido. Todo mientras bailaba a solas en la habitación.

El doctor pareció conforme con la respuesta, porque no dijo nada. 

Carraspeo entonces.

—Bueno, tengo buenas noticias, y algunos cambios que tendremos que hacer también, para mejorar algunos aspectos. —comenzó hablando. No necesitaba que le dijera nada, entendía eso como que había algo mal con él. 

Sin querer, se había terminado por sentar al borde de la silla poco a poco para poder ver lo que fuera que había en aquella mesa. 

Pero sólo podía ver papeles, números, y gráficas extrañas. No podía entender del todo lo que significaban. 

El papel a sus ojos se quemó del centro, sólo lo suficiente para mantener su mirada en el punto donde sucedía, se preguntó por qué, pero no se asustó.

Era bastante arrullador ver cómo la hoja se encendía de un naranja vivo para volverse café hasta ennegrecer. Le gustaba cómo sucedía, no había una forma paulatina de que sucediera, por lo usual, aquello era de forma esporádica y en cuestión de segundos, ya no había más que cenizas. 

Sus ojos se desenfocan, porque parece que ha decidido que se relajará. 

Un golpe de Khonshu a la mesa lo sobresaltó, se dió cuenta que habían pasado varios minutos. Pero sobre todo, que la hoja volvió a estar intacta.

—¿Jake? 

Oh dios, su mente se sentía pesada. Pero el doctor parecía querer una respuesta, y su tía le miraba con interés. ¿Llevaban mucho tiempo hablándole?

—Creo que me gustaría ir al río. Está por llover, sería interesante meterme, estaría frío. —soltó sin pensar. 

Ambos le miraron con curiosidad. 

—¿Escuchaste lo que dijimos? —preguntó con una sonrisa el hombre. Se subió los lentes por el puente de la nariz. 

No. No escuchó nada. Pero eso de momento ya no es importante, no es interesante, tiene que irse antes de que la lluvia llegue y entonces no lo dejen acercarse. Sabe que estará bien, Khonshu lo protegería, pero al le dice que se sentirá mucho mejor si se va a hundir al agua. 

—¿Entiendes lo que pasa, Jake? 

Su tía le había tomado del brazo, se dió cuenta entonces que en algún momento se había puesto de pie. 

Tiene que irse. 

—El río, las cigarras. ¿Sabías que las cigarras son de mal augurio para los cristianos? —respondió mirando la mano de la mujer, que aunque era firme, no pretendía hacerle daño. 

—Jake, ¿De qué estás hablando? 

—El fin del mundo. las cigarras anuncian el fin del mundo. —balbuceo nervioso. 

—Creo que necesitas sentarte. 

Con cuidado, la mujer le insistió a hacerlo, acariciando la nuca para relajarlo. 

Eso ayudó. Al menos hasta que intentó quitarle la boina, y él volvió a alterarse. Ella retiró ambas manos. 

—Está bien, ya está bien, no quité nada. Todavía la tienes puesta, ¿Sí? 

El doctor se levantó con cuidado para rodear el escritorio, tal cual la otra vez. Pero él se sentía extraño, aún no podía sentirse tranquilo. 

—Tienes que salir. Sal de aquí, no te detendrá, no es lo suficientemente rápido. —siseó Khonshu. 

—Jake, tranquilo. Inhala, sólo respira. —la otra voz en cambio, era mucho más calmada, y ayudaba, aunque no sabía bien de dónde venía. 

La figura del pájaro se inclinó hasta quedar sobre su cabeza. Pero el muchacho no se movió, no podía simplemente empujar al doctor e irse, su tía esperaba que él mejorara, y si aquella era la manera, se dijo que lo había estado intentando. Le gustaba ver a la mujer complacida por ello, le gustaba verla tranquila. 

No puede hacerle eso. 

Tiene que quedarse. 

—Huye, Jake Lockley, sal de aquí. Sé lo que te digo. Una vez que encuentren algo malo, te harán creer que todo está mal contigo.

El problema es que el muchacho de cabellos oscuros no necesitaba que nadie se lo dijera, él ya creía que había algo mal consigo. 

Se quedó quieto.

—Te arrepentirás de esto, niño. 

La voz sonó con esa promesa antes de que se disolviera en un gruñido malhumorado. No está muy seguro de sí sonó solamente en su cabeza o si la ha escuchado fuera, está demasiado enfocado en el hombre que los atiende. 

—Tranquilo, todo está bien. Sólo trata de enfocarte en esto, ten. —el doctor se había acercado con dificultad, ayudándose de su bastón para poder dejarlo de lado cuando llegó frente a él, entonces buscando algo en su bolsillo. 

Sacó entonces un pequeño cubo que tenía unos botones en un lado, una bola en otro, y otros pequeños artilugios en cada una de sus caras. Se lo entregó, tomando su mano y guiando los dedos para enseñarle qué hacer. Dejándole elegir el rostro del cubo que más le hiciera sentir mejor. 

No tardó en elegir los botones, el mayor sonrió mientras asentía satisfecho cuando Jake comenzó a tranquilizarse. Cualquier intención hostil, había comenzado a disiparse de sus ojos. 

—Bien, ahora, Jake, de acuerdo a tus estudios, has estado presentando ciertos problemas. Créeme, aunque haya algo de qué preocuparte, lo importante es que tenemos forma de salir de esto. No estás solo, ¿sí? —sonrió mientras pronto regresaba con su bastón a su lugar. 

—¿Entonces ya sabe lo que tiene, cierto? —preguntó con impaciencia Taweret.

—Bueno… sí. Muchas personas dicen que no les gusta catalogar nada, porque los restringe con un nombre. Pero como médico, a nosotros nos ayuda, y como paciente, es más fácil saber cuáles van a ser sus necesidades. —explicó con suavidad.

Jake quería decirle que sólo le dijera qué era. Qué es lo que estaba mal con él. Lo roto, lo ponzoñoso. 

—Jake, tienes un tipo enfermedad que suele darse en otras edades, ya sea cuando son más niños, o cuando son más mayores. Sin embargo, eres parte de la población que tiene este malestar. Tienes esquizofrenia. —la voz, aunque suave, llamaba su atención lo suficiente para mantenerse enfocado en él, aunque se dió cuenta que estaba temblando. 

—¿Esquizofrenia? —habló su tía. —Es demasiado pequeño. No. Jake es… ¿pero esquizofrenia? —habló con incredulidad.

—Bueno, muchos estudios muestran que la edad puede ser un factor importante como detonante. Verá, mucha gente tiene la idea de que la esquizofrenia viene debido a un trauma mayor. Debido a algo super impactante. Bueno, la verdad es que no es así. Jake puede tener esto debido a genética, y estrés. —suspiró mirándola. 

—Pero es muy pequeño… 

—Normalmente decimos que la gente que tiene predisposición genética, debe tener mucho cuidado entre sus 15 y los 30’s. Ya que son etapas muy importantes para la persona, pero también cargadas de mucho estrés. El trabajo, la carrera, los estudios, todo eso puede impactar a un individuo, y detonar todo. 

La mujer miró a Lockley, que parecía murmurar algo, aunque no podía escucharlo, mientras el muchacho miraba el suelo.

—Puede darse por diferentes razones. Hay muchas cosas que pueden contribuir al riesgo de que una persona presente la enfermedad, aunque de los principales es la genética. Este factor es hereditario, sin embargo, sólo porque alguien en una familia tiene esquizofrenia, no significa que otros miembros de esta también la tengan o la desarrollarán a futuro. 

—Bueno, su madre era… diferente, claro. Pero no creo que tuviera esquizofrenia. 

—¿Diferente? 

El muchacho sintió los dedos fríos de la mano, los pies se le empezaron a enfriar, supo que tenía que tratar de encogerse para mantener el calor. 

Las paredes blancas de repente le parecían demasiado desnudas, y se encontró buscando con la mirada algo en lo cual enfocarse. 

—Bueno, sí, tengo entendido que tenía algunos momentos difíciles. Pero nunca fue a un médico, no estaba medicada. 

Jake sabía que aquello no era cierto, su madre tenía un coctel preparado todo el tiempo, y no solamente de drogas prescritas, muchas veces también había más detrás de ello. 

No logra tenerle el odio que quizá debería, pero siente sus manos apretarse, como si necesitara hacerlas puño para detener los pensamientos acelerados que han comenzado a salir. Él no está loco, él no tiene nada, sólo necesita reposo, que lo dejen en paz, entonces estará como nuevo. 

A veces era desorientador, las caricias en el rostro y la forma en la que después se da cuenta que necesita aire. Está en el suelo tratando de respirar, su cuerpo tiembla, y no está seguro de dónde está, o por qué. 

—Trágalo. Traga. 

La voz femenina se escucha con enojo, hay algo pasándole a los labios, y puede sentir un sabor pastoso, su mano se va aquella mano. 

—Mamá… 

Una cachetada fría que lo hace encogerse en el suelo mientras ella se levanta. Se le ha caído de los labios aquella cosa extraña, y la toma para guardarla entre sus pequeñas manitas mientras lloroso se acerca a una de las paredes que están cerca a la escalera. 

Ella se ve tan alta, tan grande, que tiene que tragarse el nudo. 

—Traga. O... —siseó, el sonido metálico del cinturón hace que de inmediato el niño se pegue aterrado a la pared. No necesita que termine ninguna amenaza, sea cual fuera.

No lo duda antes de tragarse aquello, es un montón de horribles sabores pastosos y comienza a llorar cuando lo deja pasar a través de la garganta. El pequeño cuerpo le tiembla y no puede si no ver borroso gracias a las lágrimas que se agolpan en sus ojos pequeños e inocentes. 

A veces mamá podía ser así. Quería que tragara aquello, pero sabe que es bueno para él, o eso decía ella. 

Le molestaba que hicieran ruido, así que lograba hacerlos quedar en silencio con ello. 

Le enojaban los gritos, así que se tragaba aquello hasta que terminaba siempre mareado, con el cuerpo febril, tembloroso mientras casi siempre terminaba en el suelo de algún rincón de la casa. 

Podían pasar intervalos de tiempo en los que no entendía dónde se encontraba, ni por qué. 

Lo peor es que ahora, parece que todos esperan su atención absoluta, y aunque le encantaría darla, sabe que su madre tenía razón en darle aquello. Lo ayudaba a olvidar el dolor, lo ayudaba a estar en silencio, era mejor que estar consciente.

—Entiendo, pues, como dije, es sólo uno de los factores. Hay gente a la que se le detona por otros, puede ser precisamente por trauma, por situaciones en la vida donde el cerebro se ve forzado a sobrevivir de otras formas, pero no es una regla. —trató de explicar. Aunque los ojos azules detrás de aquellos lentes claros parecían vivaces y pronto se dieron cuenta que Jake estaba tenso. —De todas formas, quiero hacerte otros exámenes, ¿Estarías de acuerdo con eso, Jake? Por mientras te recetaré algo para ayudarte. 

El muchacho alzó la mirada para tratar de relajarse, se obligó a inhalar hondo para soltar el aire, tratando de que no fuera tan obvio. 

—No necesito la medicación. 

Si lo medicaban, se volvería a sentir como esas veces, pero también, se dice que no será capaz de entender lo que sucede. Y puede que vuelva a sentir esos mareos, es probable que sólo vaya a querer estar en su habitación. ¿Su tía querría acaso que él tomara aquello, qué pasaría entonces? 

No le gusta la sensación, pero le gusta no saber qué sucede. Porque al menos así, significaba que no podía sufrir. 

—Puede que ahorita lo veas así, pero dale la oportunidad de ayudarte, mejorará mucho tu humor, y puede que ayude en otras cosas. 

—Mi humor está bien. 

—Cielo, sólo es una ayuda, ¿Sí? —su tía le acarició el brazo. 

De nuevo se sintió mal por no querer aquello. Se supone que él debería desear estar bien, debería desear aquella ayuda, así que tenía que ceder, porque, ella es la única que se preocuparía por él. Si ella estaba viendo algo que él no, debería confiar en ella. Su madre le había enseñado, ¿No es cierto? 

Abrir y tragar. Abrir, y tragar… sólo tiene que hacerlo ahora por su tía Taweret, puede hacerlo.

El problema es que le sería difícil lograr hacer lo que ellos deseaban, sentía que se revolcaba contra una decisión que en realidad ya estaba tomada. 

—Hagamos esto, Jake —el doctor le miró atento. —, yo te doy las pastillas, y tú decidirás si las tomas. Sin que tu tía te diga, pero te aseguro que va a cambiar todo si lo haces. Será para bien tuyo, pero nadie puede obligarte a tomarlas. 

Claro que podían, era un menor de edad, pero quizá es que el hombre sabe que con alguien como Jake, y en situaciones tan delicadas, lo mejor es no volverse enemigo del paciente. 

—Pero yo no necesito esas pastillas. —aseguró. 

—A veces… la mente puede ser así. Puede hacernos creer algo, y no ser verdad. 

—¿Qué es la verdad si no una creencia a la que se llegan todos en conjunto? —replicó con mal humor. —¿Qué pasa si mi verdad es distinta? 

—Probablemente así sea. —convino tranquilo. —Pero justo el problema es que eso te está dañando, y puede que dañes a alguien a futuro. En cuanto tenga todo, podrás regresar, y veremos qué tal te fue. Pero, ¿Realmente no quieres intentarlo? Muchos niños de tu edad darían lo que fueran por obtener una de las píldoras que te daré. 

Aquello sólo lo hizo arrugar suave la nariz. Claro, muchos estaban en la edad de tener curiosidad por ciertas cosas. Por drogarse, por probar.

Pero él no. No quiere medicamentos de ningún tipo, ni siquiera le gusta tomarlo cuando tiene fiebre o tos. La idea de que fuera a necesitar de una pastilla lo hace sentir culpable. Era más gasto, significaba también más preocupación para su tía.

—Te daré la receta, tu tía irá por ellas, mientras tú y yo tenemos una pequeña charla, ¿Sí? 

No obtuvo respuesta, quizá eso era suficiente para que el hombre simplemente entregara un papel a su pariente.

La mujer le dió unas palmadas suaves, indicando que regresaría pronto antes de salir de la habitación.

—Escucha, sé que no te gusta esto. Pero te aseguro que es algo tratable. No es curable, pero puedes obtener ayuda con los síntomas. ¿Sí? Es probable que muchas cosas que estés experimentando, sean desagradables, y se irán con la medicina. 

—Si está seguro de que tengo eso, ¿Por qué me hará más exámenes? ¿Para qué servirá que me tome la medicina?

—Bueno, yo estoy seguro. Pero también quiero saber si hay algo más que pueda esconderse. Te conozco desde hace meses, sigo tu caso de cerca. Las medicinas ayudarán a que puedas ver las cosas tal y como son. 

—Mi caso. —repitió receloso. 

Para el doctor, aquello era más que interesante. El muchacho genuinamente parecía no recordarlo, que si bien no lo tomaba como algo personal, se pregunta si habría alguna lesión que no estaba viendo. 

Esto era algo que tendría que discutir con quizá un par de colegas, sólo para asegurarse, aunque estaba bastante seguro de que la esquizofrenia del chico era suficientemente evidente.

—Podemos también, si te sientes cómodo, puedes estar dentro de un grupo de ayuda. 

—No se crea tanto sólo porque me ha visto un par de veces, doc, no me gusta hablar. —sonrió de lado.

—Jake… ¿Cuántas veces me has visto? 

—Dos. —respondió con convicción.

—¡Abran paso, abran paso, hay un niño aquí! 

El sonido de las sirenas, abrumador. El olor a gasolina, mientras sus ojos ven la grava pegada a él. Se da cuenta de que tiene que inhalar aún más, puesto que hay humo por todos lados. Tose casi se inmediato.

Sus ojos se abren exponencialmente cuando ve la otra mano, y extiende la suya, llora cuando el dolor llega, arrastrándose, su mano se agarra a aquella. Son del mismo tamaño, tienen la misma forma para muchos, pero pronto se empuja. 

Siente el corazón estrujarse en su pecho, y se echa a llorar. Tiene el rostro lleno de ollin negro, y los ojos rojos por el humo del fuego. Puede observar que el auto está volcado y le cuesta deslizarse entre el vidrio.

La mano. Tiene que alcanzar la mano. Sólo un poco más.

El doctor hizo apenas si un atisbo de mueca, aquello no podía ser. Llevaban más veces, quizá no demasiadas, pero él fue de hecho el primer doctor que le echó un vistazo. Y sucedió solamente por accidente, pero por cuestiones de sucesos extraños, la policía determinó que el muchacho tenía que tener un psiquiatra de cabecera. 

Había pedido saber también todo de ambos padres y la familia en general, lo más que había encontrado es que la madre había tenido un intento de suicidio, cuando Jake apenas estaría gateando. 

Además, no podía ignorar que el muchacho tenía ciertas cosas que indicaban que era distinto. El mayor deseaba poder ayudarlo, incluso con lo más mínimo, el muchacho había sufrido bastante. 

En cambio, Lockley siempre había deseado muchas cosas, pero más que nada, le habría gustado tener al menos otro par de guantes. Los que tenía, están bien cuidados, pero comenzarán a quedarle pequeños, por el momento le quedan justos. A veces tiene miedo de hacer puño sus manos y que la costura se dañe, o simplemente cedan a la presión hasta rasgarse.

Cuando llegan a casa, su tía no le vuelve a mencionar nada sobre la medicina, de hecho le ha entregado la pequeña botella y le ha dicho que se debe tomar una cada veinticuatro horas, en caso de desearlo. 

Había un tinte de esperanza en sus ojos, no puede evitar el dolor que le invade ver algo así. Porque no miras así a alguien cualquiera, sólo hay amor ahí. 

Así que termina agarrando las pastillas para salir corriendo. 

Así que ahora se encuentra en su habitación, un poco ansioso debido a que tan pronto ha subido al ático, ha tirado las pastillas a la cama para quedarse caminando de un lado a otro. 

Su tía realmente no le dará opción, ¿no es cierto? En cualquier momento entrará al ático y le dirá que debe de tomar ese medicamento. Y él es probable que le dé la razón. 

Terminó por sentarse en una de las paredes, con la espalda pegada a ella mientras miraba la entrada de vez en cuando, esperando que su tía entrara, que gritara quizá, algo. Lo que fuera.

Terminó por levantarse para ir por el frasco, abriéndolo para observar la pastilla. Era azul, y tuvo que dejarla en la mesa, sentándose para poder poner sus brazos en el mueble mientras miraba aquel medicamento.

—Si la tomas, no volveríamos a vernos. Esas cosas ofuscan el pensamiento, lo nublan todo, dejarás de poder ver todo lo que te he mostrado hasta ahora. 

Estaba muy tentado a preguntarle qué se suponía que creía que le había dado. Pero se quedó en silencio.

—Lo mejor sería tomarlas. Te harán bien, el doctor lo ha dicho, mejorarás

La segunda voz era más suave, pero era seria, llena de determinación en lo que decía, parecía una voz segura de sus palabras, a diferencia suyo, que su mente corretea por todos lados. Él en cambio se quedó en silencio. 

Ojalá tuviera más galletas para apagar los cuchicheos.

Tenía la posibilidad de mejorar. De sentirse mejor que es lo que le causaba más impresión, después de todo, siempre se ha sentido normal. Siempre ha creído que es común ser de cierta manera, o sentirse así, sus padres siempre le habían asegurado que a veces los niños se sienten bien, o mal. Que a veces puede ser muy intenso, pero también puede parecer vacío. 

Cualquier niño a su edad es así, su madre había asegurado que no podía llamar así la atención cada que le dolía algo, o siempre estarían en el hospital, o con un doctor alrededor. 

Él no sabe si es normal a este punto, porque todo apunta a que en su delirio, él lo cree así. 

—Pensé que teníamos un trato. 

—Nunca he dicho que sí. 

Se miró las manos enguantadas. Con cuidado se fue quitando uno de los guantes negros de cuero viejo, hasta dejar su palma al descubierto. 

Tenía algunas cicatrices pequeñas en los dedos, e hizo lo mismo con la mano restante para poder ver todas las marcas pequeñas que tenía. Está seguro de que se borrarán con el tiempo, porque su madre lo dijo, el tiempo todo lo cura. Sobre todo las heridas físicas. 

—¿Vale la pena abandonar el bien común por esa cosa? —la voz sonó con odio, no le gustaba evidentemente la pastilla. —Estoy seguro de que no estás pensando en tomarla seriamente. Hacerlo significaría decirnos adiós.

Tiene que cerrar los ojos con fuerza unos segundos, antes de negar, para poder quitarse de la mente cualquier idea que le surgiera.

Aquella idea de que su tía vendría a decirle algo, no pasó, ni ese día, ni el que siguió. ¿Ha tomado la pastilla antes, es su primera vez, o quizá lleva tiempo? No está seguro.

Quería poder disfrutar de las cosas, sin embargo, nunca se había dado cuenta de cuánto ruido podía hacer su mente. Y ahora que las cosas parecían ir poco a poco en silencio, se siente extraño, no se siente como si fuera él mismo. De hecho, cada día que pasa y decide tomar los medicamentos, se siente más culpable. 

Porque se da cuenta que el psiquiatra tenía la razón. Odiaba admitirlo, pero no se sentía del todo correcto no estar consciente de que su vida había estado cambiando de formas catastróficas. 

Pero, ¿Era tan malo desear cegarse? Él sólo quería no poder darse cuenta, no quería el dolor de la realidad. 

Aún rondaba en su cabeza la voz del dios lunar, y sobre todo de aquel niño que parece que aparece cada que quiere golpearse contra las cosas. 

El mismo que le pide que pare, que grita junto con él cuando Jake comienza a  soltar gimoteos y sonidos.

Porque por extraño que pueda parecer, lastimarse ha resultado una forma efectiva de ayudarlo a sentirse real. 

No debería ser tan… iluso, si es que puede llamarse así, a creer que si deja de tomar aquellas pildoras, su vida no volverá a lo que era. 

Pero le cuesta tanto creer que las necesita, que hay veces en las que sólo puede quedarse mirando el medicamento por varios minutos con un especial desprecio. La idea de tener que tomar algo así de por vida, ya era bastante difícil. Saber que otros niños no la necesitaban y que él siempre sería un raro, que otros tenían razón al catalogarlo así, no ayudaba en nada.

La siguiente vez que fue con el Doctor Harrow, sólo le sentó mal saber que el diagnóstico había sido corroborado por otros doctores. No podía huir de algo así, quizá podía ignorarlo por unos días. Pero no su vida entera. 

Después de todo, los sonidos, las voces, los gritos, las sensaciones físicas son demasiado para sobrellevar.

Así que terminó con más pastillas. Las mismas prometían que lo harían sentir mejor. Que esa hostilidad en su persona se iría, que sentiría más cosas aparte de apatía, que por fin entendería el significado de paz. 

Él no está muy seguro de esta última parte.

Mira las pastillas con cierto recelo.

Sabe que es lo mejor, aunque es más complicado que eso, es decir, debería poder saber que es así, pero no sucede, no todo es tan sencillo. Le dicen que hacer aquello es lo mejor para él, pero no se siente como si esa fuera la respuesta o lo correcto a hacer. 

Khonshu está disgustado, no sabe cómo es que lo sabe, simplemente asume que es verdad que lo está, y no tomarse las pastillas mantendrá el mal humor lejos, pero no puede darse ese lujo, ¿Cierto? No cuando ahora tiene un amigo, cuando por fin ha logrado conectar con alguien más. 

Esta vez se encuentra a las afueras. No quiere ir a casa, donde sabe que su tía le mira siempre de la misma forma. Como el pobre niño huérfano que necesita ayuda, que no puede hacer cosas por sí mismo, que está roto, herido, que nunca nadie podría saber cómo reparar el daño que le han hecho.

Se queda pensando sentado a las orillas del río, pronto va a llover, lo sabe porque el cielo está nublado, el aire tiene una cierta sensación estática, y además aquel olor tan particular. 

Cierra los ojos por unos minutos, pero no se acuesta, se dedica a enfocarse en el río que pasa a toda velocidad.

—¿Todavía dudas de seguir tomando esas pastillas, Lockley?

La voz era gruesa y sintió que el frío le llegaba, pero probablemente si lo ignoraba, se iría. Bueno, eso esperaba. 

—Tengo que tomarlas, me harán bien. Eso dice el Doctor Harrow. —susurra, sin abrir aún los ojos.

—El doctor Harrow no sabe lo que está diciendo, ni siquiera sabe lo que te está haciendo esa cosa. Lo que nos está haciendo, ¿Acaso eso no importa?

La voz había sonado dura, pero Jake la había interpretado dolida también, eso lo obligó a alzar la vista. Aquél hombre pájaro ni siquiera le dirigía la mirada. Si es que podía decirse mirada al vacío de unas cuencas de hueso de ave grande, encima de un cuerpo humano encerrado en vendas ajustadas al cuerpo.

Lo miró por un largo rato, no sabía discernir si era porque esperaba algo más o simplemente le gustaba observar a la criatura. 

—Tira esas pastillas al río, Jake.

Pero el muchacho se aferró a la mochila a su lado, apretando el bolsillo delantero, como si hacer eso fuera a proteger tales medicamentos. 

Khonshu podría tener razón. En cierta medida, se siente mal cuando las toma, se siente apagado, pero también no es tan malo. Era como sintonizar una canal de radio, a veces le cuesta enfocarse en una, porque hay demasiada estática, pero las pastillas hacen que se enfocara en una sola, y es la del clima. 

¿A quién le importa el clima? 

Bien, sigue siendo una metáfora, pero se siente igual, apagado, gris. Y odia esa sensación extraña de vacío que llega con eso. 

Su tía le dice que las pastillas no pueden hacerle efecto total en días, por ende, que es probable que se esté sugestionando. Pero, ¿lo hace? Tal vez todo eso es real, sólo que ella no puede verlo.

—Si no las tiras, la Tia Taweret podría salir lastimada. —sentenció después de unos minutos, molesto.

—Dice que funcionaran si las tomo todos los días. 

Bien, pero, ¿estaba dispuesto a arriesgarse? No sabe al parecer cuando algo es real o no. Nada le asegura que estará bien, que todo funcionará y él se sentirá bien si no toma esas cosas. Pero, ¿Y si tenían razón y por tomarlas aquello sólo empeoraba su estado de ánimo? Si solamente se metía más con su cabeza. 

Era horrible sentir que no tenía el control de nada, ni siquiera de su propia mente. Pero era peor que dudaba de que aquello fuese real. No podía serlo, porque él estaba bien, él no notaba cosas raras, hasta que alguien más se las decía. Pero, ¿Cómo podía asegurarse de algo así? 

Quizá los verdaderos raros eran los demás, por pensar que las cosas que hacía o el cómo actuaba, era anormal. 

A veces todo lo que quiere es ser considerado uno más. Sentirse parte de algo.

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