El niño de la luna

Moon Knight (TV 2022)
Gen
G
El niño de la luna
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Summary
Jake Lockley perdió a su familia, así que tiene que irse a vivir con su tía abuela, Taweret. En medio de todo, está Khonshu que insiste en hacerlo su avatar, memorias que no lo dejan en paz y un pasado más extraño del que recuerda, y cuando cree que las cosas no pueden empeorar más, lo hacen.Porque a veces para poder subir, tienes que agarrar impulso, y eso a veces significa tocar fondo.
Note
Este es un regalo para alguien a quien le gusta mucho Jake Lockley. Espero haberle hecho algo de justicia al personaje.La canción con la que me inspiré este capítulo es la siguiente;https://open.spotify.com/track/4VCKj1eGRZ0snkb5WLgLsX?si=TPFj77bjSWipFurxEdq-5g
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Remembrance of yesterday's pain

Cuando Jake era más pequeño, tenía toda una habitación para sí mismo, aún así, su madre siempre rápidamente le hacía saber que era su cuarto, y que él solamente tenía permitido ocuparlo en realidad. 

Su punto, como descubriría a futuro, es que los padres habían ganado todo, por ende él sólo era un ocupante. A veces no podía estar en paz con la idea de que sólo era eso, un ocupante en una habitación blanca llena de cosas que creía suyas, pero no tardarían en recordarle que hasta el último de sus dibujos, no le pertenecían. 

Porque ni siquiera el crayón de las hojas encontradas en la basura podría alguna vez pertenecer a alguien más que no fuera a sus padres.

Siempre fue bastante solitario, y cuando lo piensa, la primera palabra que podría describirlo es vacío, porque es lo que más podía sentir. Uno que quería llenar de afecto, gente, y experiencias. Y dado que nadie solía pedir nada, como si ese vacío sólo existiera en él, decidió que era normal, que nadie más sentía ese vacío y debería de esconderlo. 

No se considera una persona extraña, pero quizá visto de fuera, puede deberse al entorno donde creció. 

Mucha gente puede ser amable y decir que Jake solamente ha tenido una vida diferente, después de todo, sus padres lo eran. No eran esos padres de película, ni telenovela. No son los padres que te esperan al final del colegio para recogerte, su madre nunca haría algo así.

Su padre nunca había sido especialmente amoroso, pero tampoco puede decir que se desaparecía, era mucho más de lo que podía decirse de los padres de algunos otros niños de su edad. 

Había algo en él que debía significar que era diferente, habría hecho algo en alguna otra vida para traer el vacío profundo de alguien impropio para su edad.

Desde pequeño, había tenido una creatividad peligrosa, que había ido aumentando con el tiempo, si es que se le puede decir creatividad al hecho de que se había vuelto cada vez más apto para ser el avatar de Khonshu. 

Cuando pasas por un duelo, lo que menos necesitas en esos momentos es que te digan que "entienden" lo que estás pasando, ¿De qué sirve que lo entiendan? 

No te sientes acompañado, no cambia cómo te sientes, el duelo es algo muy personal, y nadie más que la persona que lo está sufriendo en el momento lo sabe. Hay varias partes del duelo, que uno a veces desacomoda y acomoda, luego pasa por una etapa y se regresa de nuevo. 

Cuando eres un niño, el umbral de dolor es tan sólo algo pequeño, es un puntito, y conforme vas creciendo, el punto se vuelve círculo. Lo que antes te dolía, deja de doler como antes, ahora has desarrollado cierta fuerza a base de eso. 

Jake Lockley tuvo que aprender eso a una temprana edad. Llega tan sólo a la edad de la adolescencia cuando sus padres mueren, y no puede recordar demasiado de qué sucedió, sólo sabe que lo próximo que sucede, es que se va con su tía abuela, Taweret. 

Cree que en algún momento alguien le pidió algo, y él aceptó, pero sobre todo, había respondido. 

Su tía es una mujer morena y grande, con una melena tintada en café caoba, cabe recalcar, es obvio que está plagada de mechones blancos por la edad, y tiene una voz estridente que podría animar a cualquiera junto a su gran personalidad jovial.

Jake solamente la ha visto una vez en su vida, y fue hace años cuando era aún muy pequeño, pero ahora le parece surreal tener que irse a vivir al pequeño pueblo, dado que toda su vida había vivido en la ciudad. De estar en una ciudad donde los autobuses y la gente, el ruido, era su día a día, a un pueblo donde los autos serán el mayor ruido que tenga, es un gran cambio, al menos para él.

Se dice que no es tan malo, puede con eso, su madre lo ha criado para ser un niño fuerte, un niño que puede, que aguanta, porque los niños que aguantan, son los que triunfan. O eso dice ella... decia.

Cuando están frente a la puerta, lleva dos maletas, una llena de su ropa y otra tiene sus pocas pertenencias, sus papás nunca fueron muy fan de comprarle juguetes o algo fuera de lo necesario. Él tampoco lo pidió más de una vez, un sólo no, le era suficiente para no volver a preguntar.

Preguntar significaba que las cosas podían volverse algo incómodas en casa, y él es un niño bueno, él no incomoda a sus padres... no lo hacia, no incomodaría a su tía Taweret, o al menos se esforzará en ello. 

—Ya verás, te va a agradar la habitación, creo, espero. Es en el ático, pensé que te gustaría un lugar muy espacioso, el otro cuarto es de visitas. 

Claro, soy una visita inesperada, indeseada, pensó el muchacho. Su tía seguro no estaba a la espera de que sus padres tuvieran un accidente. 

Sabe que sucedió, es real, pero no puede evitar que al tratar de recordar, se siente frustrado porque no tiene mucho que pueda ver en su cabeza. Es más como un lienzo en blanco. Por mucho que quiera entenderse, no sucede. Así que lo deja tal cual está: sabe que ya no tiene padres, ya no vive en la gran ciudad, y ahora su nueva tutora legal es su tía abuela, Taweret. 

—Mañana hablaremos con la directora de la escuela, estoy segura de que eso se resolverá en un santiamén. —dijo mientras abría la puerta, entrando para dejar sus cosas a los lados. Las llaves, el abrigo, la cartera. —Anda, entra Jake, no tengas miedo. 

¿Cómo no tenerlo? Más que miedo, incomodidad. 

Pero hizo caso mientras jalaba las cosas. 

Seguro que su tía pensaba que era una carga, que no serviría de nada que estuviera ahí. Estaría pensando en cómo deshacerse de él, ¿No es cierto? Sería lo normal. Pensar en que de una u otra forma se debía ir de ahí. 

Ni siquiera le sorprendería si al día siguiente lo echa. O de alguna forma él mismo hace algo que haga que ella decida que no puede vivir con él. 

Durante lo que le parecen días, su cabeza está en las nubes. Se levanta, se ducha, desayuna, va a la escuela, y regresa directamente. ¿En qué se le van las tardes? No lo sabe, es probable que ni siquiera esté haciendo nada, ni siquiera las tareas. Debería estar mínimamente interesado, pero no es así, su cerebro ni siquiera procesa lo que va sucediendo.

A veces puede ver que el espejo le sonríe y al mismo tiempo está confundido por eso, porque él no se siente demasiado feliz. 

La casa tiene varios sonidos extraños, y está seguro de que hay un fantasma o es que su tía gusta de jugar, porque su nombre es gritado varias veces por la casa. Por más que busca, a veces su pariente ni siquiera está en el domicilio, otros días se da cuenta que tal vez lo ha imaginado. 

Pero puede decir que siente cierto confort al ver que siempre hay un cuervo a los alrededores, nunca había visto un cuervo blanco. ¿Existían? Quizá es otro tipo de pájaro. 

Él cree que es un cuervo blanco. Jamás lo ha visto, pero lo escucha, está seguro de que existe. Puede haberlo visto varias veces por el rabillo del ojo. Algún día podrá incluso tal vez intentar atraparlo. 

A las tres semanas, Jake ya conoce el camino directo a casa, su tía ha dejado de preocuparse de que pueda perderse, y se ha tomado varias veces la libertad de acercarse al bosque que rodea al pueblo. Para pasar al mismo, hay un puente de piedra que tienes que cruzar, muchas veces se detiene en medio para acomodarse en uno de los bordes con los brazos cruzados. 

El agua del río debajo del puente fluye con tranquilidad, es de un color claro y puede ver las piedras al fondo, pero nunca ve pececillos ni algún otro animal. 

Debería estar seguro de que la gente que ve, es real, pero ni siquiera eso lo hace sentir tranquilo. En realidad la mayoría del tiempo siente que está debajo del agua, no importa si habla, nadie entenderá si está debajo con él, y nadie que esté por sobre el agua va a escucharlo incluso si grita. 

Debería preocuparse porque su tía no lo encuentre raro, tampoco es que esté muy emocionado a la idea de quedarse solo, de que Taweret decida que es muy remilgoso, que es un niño problema y debería deshacerse de él. Así que trata de ser callado, no causar tantos problemas, y cuando está en casa, camina silenciosamente, tratando de no molestarla, de que no escuche sus pasos.

Taweret sabe que ver a Jake de aquella forma es preocupante, nunca fue un niño realmente malicioso, era muy travieso, eso nadie lo negaría, pero de eso a considerarlo una amenaza, había un abismo de diferencia.

No debería serle tan raro, Lockley está pasando por un proceso complicado en un momento tan delicado. La mente de un niño puede ser resiliente, claro, pero ¿A qué costo?

Aquél día, Lockley se deshizo de sus zapatos para lanzarse a la cama. Estaba cansado, ¿de qué? Escuela, caminar, de pensar, no quería hacer tarea. Pero al menos era fin de semana, podría hacerla en Domingo. 

Hacer la tarea es algo que no se le da bien, pero tampoco lo odia, es más que se le dificulta poner su entera atención cuando su mente puede parecer enfocarse en todos los sonidos entre más quiere entender lo que hay en el papel. Quizá por eso a veces termina acostado en el suelo, con las manos en el estómago, y mirando el hecho. 

El ático era un buen lugar, en realidad no tenía queja alguna, le gustaba el silencio, podía escuchar los pajarillos y había un tragaluz que no daba nunca directo a su cama, pero sí iba de un extremo a otro en el lugar conforme pasaba el tiempo. Había comenzado a aprenderse la hora sin un reloj, gracias a esa luz. 

Entonces fue cuando le escuchó, acomodándose en la cama sobre sus codos. 

Era enorme. 

Esta criatura delgada, revestida con tela como una momia, sin un cuello, y con una insignia dorada en el pecho en forma de luna. Llevaba algún tipo de capa delgada en forma diagonal y sobre donde debería haber una cabeza humana, había un cráneo grande y puntiagudo de ave. 

Estuvo a punto de gritar. Pero se le atoró en la garganta con los ojos llorosos. 

—Jake Lockley, imagino. 

Su corazón joven parecía tamborilear con fuerza en su pecho. 

—¿No?  

El muchacho de cabello rizado asintió, no muy seguro de si era el momento de gritar o si era mejor pensar que podrían perdonarle la vida si guardaba silencio.

—El gato te comió la lengua, pero estabas muy animado en clases, casi golpeas a ese chico, ¿Cómo se llama? Cierto, Osborn, le llamaste riquillo de cuarta. 

Fue entonces cuando se relajó. 

—Era un riquillo de cuarta. Piensa que puede mangonear a todo el que se le cruce solamente porque tiene dinero. Que se vaya a la ciudad, que se codee con su gente. 

Lockley se había metido en problemas al empujar a Harry Osborn, uno de los muchachos que también parecían tener algunos problemas de carácter. Pero a diferencia suya, aquél tenía el dinero para ser sacado de la cárcel que suponía la detención escolar. 

Obvio que el padre del muchacho definitivamente habría comprado a cualquiera si hubiera algún problema. 

El muchacho no iba a dejar pasar las cosas solamente porque había una persona que pudiera "hacerle la vida imposible" con dinero. Que se defendiera por sus propios méritos, tal vez entonces le tendría algún respeto.

Hay días en los que esa idea es más fácil de digerir que otros. 

Jake, como cualquier otro, tiene días malos y no tan malos. 

Pero a veces no distingue lo bueno de lo malo, no del todo. Lo peor es cuando esos días buenos y malos, pueden convertirse en semanas. Lo cual afecta su rendimiento académico.

No puede asegurar que su baja de calificaciones vaya a detenerse, pero sí hay algo que puede decir, y es que ya no se siente del todo inseguro de vagar por la casa, algo que a Taweret parece relajarla. Estaba comenzando a pensar que habría quizá algo mal, que necesitaría tomar cartas en el asunto. 

Aquél día, llegó un poco más tarde. Trabajaba 6 días a la semana desde la mañana hasta la tarde temprana en un asilo, así que tenía toda la tarde para estar con Jake. 

Cuando llegó el sábado, dejó sus llaves en la entrada.

Escuchó pisadas, y luego los piecesillos corriendo, ¿Habría traído a alguien? 

—¿Jake? 

Los sonidos se detienen, y se acerca a la cocina, donde el muchacho está dándole la espalda, susurrando animadamente. 

—Por supuesto que no puedo hacer eso, aventarme al río en un día lluvioso sería suicidio… sí, pero hace mucho que no se llena la presa —el muchacho se sentó, quedándose quieto mientras la mujer se quedaba observándole. —, aunque me prometas que me vas a salvar, seguro que hace frío pronto, no quiero. 

Parece que después de unos segundos, el muchacho vuelve a susurrar, esta vez no entiende la conexión entre las palabras, y algunos son gruñidos, más que comunicar algo real, mientras escribía cosas en un cuaderno. 

—No… sí, una cigarra. Las cigarras, ¿sabías que son señal del fin del mundo? Claro.

—Jake, ya llegué.

El muchacho parece caer en cuenta de quién está detrás suyo antes de voltear, parece un pequeño ciervo asustado por unos segundos antes de relajarse. 

—¿Todo bien? —pregunta tranquila, antes de acercarse a él. —¿Qué estás haciendo?

Puede observar que hay un cuaderno de rayas, y hace lo posible por no dejar salir ninguna expresión que delate lo que pueda llegar a pensar. 

En el papel había grafito negro, rostros sin forma, y criaturas que no sabe si deberían parecerle extrañas. Hay cráneos y hay fuego, y se dice que es probable que sólo sea él desahogándose por medio del dibujo, incluso si no lo hace muy bien. 

—Sólo hacía deberes. 

El muchacho comenzó a recoger, cerrando el cuaderno de golpe cuando la mujer intentó acercar la mano a su cuaderno. Suyo , uno en el que ella no estaba dentro del círculo que podía tocarlo. Bien, no había círculo, sólo él. Sólo existe él, se recuerda, nadie más, en algún pasado hubo otro con quién podría haberlo compartido, pero ya no existe. 

No existe. 

Toma todo entre sus brazos antes de salir corriendo hacia su habitación, jalando el hilo que cuelga del techo para que la puerta de techo se abra y deje salir una escalera. 

La mujer no lo detiene, y así como lo vió, el muchacho desapareció en su madriguera, como un animal asustado.

Uno de esos días, Jake sale de la escuela un poco arisco. 

Khonshu no ha parado de decirle que lo necesita. ¿Para qué, para su trabajo sucio? Aunque se siente halagado de ser necesitado en algún lugar. 

Decide irse por la puerta trasera, la otra siempre está llena de gente, y entre las risas detrás de su cabeza y algunos glitches que lo hacen parpadear, no quiere sobrepensar en nada.

Escucha unos murmullos, además de un lloriqueo. 

No es tu asunto, pringao’, se repite.

—¿No deberíamos ir a ver? Podría ser tu primer trabajo. 

—Nunca accedí a nada, asumiste por ti mismo. —replica con cierta acidez.

El pájaro, erguido y curioso, no se mueve de su lugar cuando escuchan un grito. 

Jake busca de dónde viene antes de que un muchacho fuera empujado contra la dura pared de ladrillos. Los libros en sus manos caen por todos lados y parece ansioso de querer recogerlo. 

Terminó por sonreír cuando se acerca.

Chifla para llamar su atención, lo logra antes de asestar el primer golpe directo en la mejilla de uno de ellos, lanzándole al suelo con ello. El quejido es inmediato. 

—¿Les gusta meterse con los más débiles? Sueno muy cliché, pero métete con alguien de tu tamaño, imbécil. 

Los otros dos niños no tardan en querer meterse a la pelea mientras el otro que había estado contra la pared, se siente pequeño, termina haciéndose ovillo y escondiendo su cabeza entre sus rodillas. No quiere estar ahí, eso es obvio, pero puede escuchar los gritos y los golpes hasta que no hay nada más que escuchar. 

No es un chico violento, por lo cual, se siente bastante alterado cuando lo agreden, reacciona siempre cual ratón a querer esconderse en el hoyo más próximo.

Todo se ha quedado en silencio.

Cuando levanta la cabeza, puede ver que el muchacho que hacía segundos estaba peleando con otros, le está ayudando a recoger sus cosas. 

—Lo siento, ya lo hago yo. —comentó de inmediato. Lo primero que quiere hacer es salir corriendo de ahí antes de que le toque una serie de lo que le ha dado a los otros. 

Lockley niega, ayudando con una sonrisa pequeña, puede ver que lo ha asustado. También es capaz de darse cuenta de que aquél muchacho es delgado, y usa unos lentes de marco negro, gruesos. Tiene la piel morena y sus ojos son los de un cordero asustado que parece pedirle que le disculpe tan siquiera por dirigirle la palabra. 

Los ojos y la forma en la que el rostro se tensa, lo hacen recordar cosas que no desea. 

—Gritale que se calle, o te hará daño. —suelta la voz.

—Soy Jake. —ignora aquello para dirigirse al muchacho. Una parte de él espera que su cabeza explote en el momento en el que el muchacho rizado hable.

—El chico nuevo. —responde el otro, Jake se da cuenta que la explosión no iba a pasar, al menos no de momento. Le vió terminar de acomodar todo en su mochila el muchacho. No lo dijo con malicia, pero aún así había un tinte de culpa mientras evitaba su mirada. —Todos hablan de ti, desde hace tiempo…

—¿Y tú? 

—¿Yo? Bueno… —se relamió. 

Él no habla, él escucha. No hay mucha gente con la cual le guste hablar, tan siquiera que tolere por demasiado tiempo antes de querer huir de esa presencia. 

—Tu nombre. 

El niño se quitó los lentes, guardandolos en la mochila. 

—Steven Grant. Soy de grado mayor que tú. 

Eso de momento parece calmar a Jake, que lo mira con más detenimiento. 

Tiene el cabello ondulado y peinado con gel, sin los lentes, puede darse cuenta que sus ojos son como dos gotas tristes, pero tienen un brillo inocente y dulce que de inmediato le inspira confianza. 

No lo duda, de ahí en más, se presenta y se digna a estar pegado a él, cuando se da cuenta de que Steven y él siguen el mismo rumbo a casa. Solamente que Lockley vive un poco más al fondo, por lo cual el primero en desapegarse del camino es Grant, y no él. 

El menor de ambos nunca ha sido muy bueno para las tareas escolares, de hecho, es muy bueno en materias como Historia y Matemáticas, aunque no le gusta mucho la Biología. Odia la materia de Idiomas, porque tener que escribir perfecto es todo un estrés para él, a quien a menudo se le confunden las palabras y las letras, como un extraño y bizarro remix sin sentido. 

Claro que en Matemáticas también ha llegado a pasarle, la diferencia es que pone mucha más atención porque es una materia que le agrada mucho más. 

Pero incluso con eso, no es suficiente. 

Gracias a Steven, descubrió que hay más de una manera de llegar a casa, aunque el muchacho no parece atreverse a contarle mucho más, así que él no lo presiona de momento.

Pero sobre todo, siempre que se acercan al río, Steven Grant retrocede de golpe. Hay un camino por ahí que los podía llevar a casa más rápido, pero aunque se lo dijo, no se lo mostró.

El sendero del bosque es el camino más llamativo para él, obviamente, pero no dará ese paseo sin alguien que lleve toda su vida ahí, como Grant. Y por lo que puede notar, el muchacho tampoco es muy bueno para enfrentar sus miedos, parece que estos lo controlan.

Se pregunta por qué, pero siempre cierra la boca al respecto. Su madre solía decirle que hacía demasiadas preguntas, eso la irritaba, y aquello podía librar grandes momentos incómodos, que ella aseguraba que él hacía sentir a todos. 

Su madre siempre le había dicho que él era diferente, que una persona que hace sentir extraño a otros, no es precisamente un buen modelo de persona a la que otros se le acerquen. 

Desde que el menor conoce a Grant, se ha dado cuenta que algunos le toman el pelo, algunos pocos lo ayudan, entre ellos, Layla, una muchacha de su grado que tiene el cabello rizado a montones de un cobrizo claro. 

Hasta cierto momento, la había visto de lejos con su nuevo amigo, pero cuando Jake se había acercado una vez, porque quería hablar con Steven, la muchacha de inmediato había chocado miradas con él, como si fuera alguna clase de intruso entre ella y Grant. 

Poco después había descubierto que Layla y Grant son mejores amigos desde que son pequeños, lo cual le da la certeza de que Layla adora a su amigo, pero sobre todo es un poco protectora con él. Eso creaba sentido en por qué las miradas en un inicio oscilaban hacia él en una hostilidad y curiosidad entremezcladas. 

Pero una vez con ello, lo digiere rápido, y se adapta. Jake se une de a poco, o al menos, habían hecho un pacto silencioso de ser amistosos entre ambos. 

A pesar de que sus notas eran bajas, Taweret no hace un intento por regañarlo, si no preguntarle si hay algo que necesite. Le pregunta a menudo sobre las clases, aún si Jake no está muy interesado.

El mismo la pasa mal en la escuela, sus notas bajaron a comparación de cuando estudiaba en la ciudad, pero comienza a mejorar anímicamente, por eso Taweret no está tan molesta ni suele llamar su atención, sólo quiere ayudarle. 

Aún así, hay días donde el muchacho realmente está callado, parece casi deprimido, silencioso. Come, pero parece no estar ahí con ella. Parece que esos días simplemente sucumbe a la catatonia. 

Un buen día parece hartarse de sentir esa ansiedad, además no es nada tonta. Podrá no ser doctora, pero de rarezas conoce ella, y decide que le llevará a chequeo después de tantos comportamientos que ella quiere catalogar simplemente como extravagantes .

Si bien su tía abuela no le conoce de demasiado tiempo ni tan a fondo para decidir cuándo es que ha comenzado a actuar raro, sí puede discernir cuándo un comportamiento está fuera de lo común en cualquier persona. Después de todo, trabaja con gente, muchos de sus pacientes son seniles y tienen demencia. 

Tiene experiencia en el área de salud mental, o mejor dicho, en el deterioro de la misma.

Así que no tarda demasiado tiempo en observar que Jake tiene ciertas dificultades. 

Lo recuerda cuando era pequeño, era un niño brillante. Ocurrente, pero carismático. Saltaba de un lado a otro, era una tormenta en momentos tranquilos y aunque no es que quisiera ser el centro de atención, sí que captaba bastantes miradas. No todas buenas, debe obviarse. 

Aquella mañana había visto que el pequeño Lockley tiene de tonto lo que de pelo un calvo. El mismo había estado tratando de ponerle sumamente atención a todo lo que le decía, incluso parecía intuir a dónde iba a moverse y qué es lo siguiente que le pediría. Todo aquello, en el lapso corto de sólo el despertar. 

Cuando salieron de casa, había subido no muy convencido al coche, pero se dejó hacer, no es como si tuviera otra opción en realidad. 

Taweret, como tantas otras veces, no había podido evitar comenzar una charla, mientras Jake observaba a las afueras los pastizales ser dejados atrás. 

Podía ver por el retrovisor que la figura alargada, enredada en vendas viejas. Llevaba un bastón largo tal cual su altura y un cráneo de ave por cabeza. No se despidió, tan sólo se quedó quieto.

—¿Cómo te sientes en la escuela? Sé que el inicio pudo ser un poco raro, pero, espero que te sientas mucho mejor ahora. 

—Todos me conocían.

—Es pueblo chico. —le explica con suavidad. 

Jake asintió mientras se recargaba en la puerta. 

Vivir en un pueblo pequeño implicaba que todos se conocían, por ende, él no dejaría de ser el chico nuevo por un buen tiempo. Es bastante irritante, si se le permite decir. 

Todos saben sobre él, su nombre, a dónde va, su edad, quiénes eran sus padres, quién era Taweret, dónde vivía. No existía algo como área gris o área personal, todo era público en ese lugar, y si no fuera porque sabe lidiar con “no tener nada propio”, ni siquiera espacio, es probable que le hubiese afectado mucho más de lo que hace. 

—¿Ya hiciste amigos? Puedes traerlos a casa, lo sabes. —le miró de reojo un segundo. Bien, pero, ¿Puede realmente? ¿O es sólo algo donde le dirá al final que esa casa en realidad es de ella y nunca suya? 

De todas maneras, ese lugar no se sentía propio aún. Se sentía más como estar en unas largas vacaciones.

Cuando llegan al hospital a las afueras del pueblo, en la ciudad, Jake no dice nada. No quiere hablar, lo único es que desea que el silencio fuera absoluto y no solamente de parte de su tía. 

Hay una parte detrás de su cerebro que sigue hablando como si no se detuviera nunca, y es irritante, por no decir más. 

Cuando ve que los dejan en la sala de espera, ni siquiera se queja, en cambio espera, hasta que es turno suyo, pasando con el rostro serio. Ni siquiera se le pasa por la cabeza del todo que es para él la cita, hasta que el hombre le pide que se siente. 

—¿Cómo has estado Jake? Espero que mucho mejor.

El muchacho se siente confundido, ¿Se han visto antes?

Su memoria no es tan buena, nunca lo ha sido, pero no se preocupa por ello en esos momentos, sólo quiere terminar con todo eso para poder irse a casa. No sólo es que sea un lugar aburrido, es que Khonshu no parece complacido, y con ello venía que apareciera en varios lugares, lo cual puede ser bastante frustrante, confuso y si está muy distraído, a veces lo lleva a sobresaltarse. 

Durante lo que para él parece la eternidad, les van haciendo preguntas y tan pronto el doctor Harrow se siente satisfecho, él es libre para quedarse en silencio. 

Harrow le pregunta sobre su madre, sobre su padre, le pregunta de su familia. La mayoría de esas preguntas, las responde en presente, como si siguieran vivos, aunque está el recordatorio subconsciente de que no es así, porque le duele un poco el pecho. 

Pero las cosas no terminan ahí, le hubiese gustado que las cosas fueran así. 

Ese tal Harrow, termina por pedirle a su Tía Taweret que lo deje a solas para una corta sesión. 

Eso no provoca más que su hostilidad silenciosa, porque cuando quedan solos, lo primero que hace el mayor es darle la vuelta a la mesa para sentarse al borde y mirarle fijamente. 

Jake le regresa la mirada con cierto desdén. Lo que sea que estuviera intentando hacer, podía simplemente dejar de hacerlo, porque no iba a funcionar, simplemente no. No sé dejará intimidar por nadie, mucho menos por un hombre canoso que necesita un maldito palo para poder caminar. Uno que está tentado a agarrar y encajarlo en su pecho para salir de ahí. 

Se remueve incómodo en su lugar, cierra los ojos para después mirarse los zapatos. No debe causar más problemas. 

—¿Cómo te sientes, Jake? 

Se alzó de hombros. 

—¿Te gusta vivir con tu Tía? 

Misma reacción.

—¿Qué has hecho estas semanas? Cuéntame.

El menor sólo volvió a repetir aquella acción. 

De esa manera no iba a poder salir, algo se lo dice, pero no se ve incentivado a responder. No realmente, puesto que nada de eso le interesa. 

—Tu Tía me dice que has hecho algunas cosas interesantes. Aunque también, que has tenido algunas diferencias de opinión en la escuela. 

Claro, otras palabras maquilladas para decir que en realidad se había peleado varias veces por salvar a Steven. Después de todo, el muchacho le agrada y no puede conseguir que el mismo se defienda del todo antes de que termine lloroso y en el suelo. 

—Sólo me defendía. 

—¿Te están molestando en la escuela? —la curiosidad fue genuina. 

El muchacho Lockley no parecía ser ese tipo de persona que suele ser acosada, si no al revés. 

Tiene una mirada salvaje, y uno de sus ojos ha quedado marcado por su accidente, en un color rojo que llamaba la atención de cualquiera, es imposible pasarlo por alto. 

—No. 

—¿Entonces? 

El muchacho sólo se hunde en su silla, no quiere decirle más. 

—¿Y cómo vas con las clases? 

Jake se alzó de hombros. 

El mayor no se irritó por ello, en cambio volvió al tema anterior. 

—¿Has hecho amigos? 

Asintió secamente.

—¿Podría ser que es por alguien que te has peleado?

Bingo. 

Jake sólo dejó de mirarse los zapatos para mirar a un lado, enfurruñado consigo mismo y con el mayor, cruzándose de brazos. No planeaba decir más. 

—Sabes, una persona que defiende a su amigo, siempre va a ser un muy buen amigo. Me alegra que estés conociendo gente. —y lo peor de aquella voz, es que sonaba sincera, lo cual le provocaba retorcijones en el estómago. Quería irse de ahí. —Tu tía estaba preocupada, pensando que no te estabas adaptando, pero no pareces el tipo de chico al que le gustan los conflictos. 

—¿Ah no? —le miró de nuevo. —¿Y qué tipo de chico le parezco, doc? —alzó la ceja, casi había arrogancia, pero no era ni mucho menos. Estaba molesto. 

En realidad, no sabe siquiera qué es lo que lo molesta tanto. Qué de todo es lo que realmente le está haciendo dar gruñidos y malas miradas, porque hay demasiado que no entiende, sobre todo porque todo ha ido cambiando. No puede evitar sentir que lo lleva una corriente que ni siquiera es capaz de ver. 

Se ve obligado a sucumbir a cosas que no entiende, cambios abruptos y gente que ni siquiera está seguro que le agrada. 

—Bueno, eso tendrías que contarmelo tú. ¿Qué tipo de persona crees que eres? 

Quiere responder que no lo sabe, en cambio su anterior irritación comienza a volverse duda. 

Una de las cosas más molestas de su mente, es la facilidad con la cual las emociones lo confunden. A veces no sabe bien qué está sintiendo o por qué siente aquello, sólo sabe que se siente mal, o bien. Que tiene ganas de golpear, o reír, pero entiende poco de lo que sucede, si no le dan el tiempo a pensarlo. 

Y lo peor de todo: no siempre le agrada saber qué está sintiendo. 

—Bueno, si no es eso, dime qué clase de persona te gustaría ser cuando seas mayor. —le habló suave. 

Los ojos de Jake miraban al mayor con cierto recelo. 

El doctor Harrow era delgado, tenía unos ojos claros que parecían querer perforar su cuerpo para ver qué escondía. Tenía el cabello largo hasta la quijada, pero bien peinado, salpicado de muchas canas. O quizá es que sería más apropiado decir que su cabello era más blanco con negro, que negro con blanco. Pero sobre todo, tenía un rostro que era amable, y al mismo tiempo, capaz de decir muchas mentiras. 

—No es un tema interesante de conversación, tal vez. Pero es importante saber qué clase de persona te gustaría ser, Jake. —le sonrió, aunque se dió cuenta que el menor recorría con la mirada las cosas en el escritorio hasta haberse quedado estancado en una pirámide de cristal transparente.

—Quiero dejar de sentir demasiado. —admitió mirando al mayor. La voz no era temblorosa, pero sonaba vacía. No había tristeza, ni miedo, parecía más una respuesta ensayada.

Claro, cualquiera querría dejar de sentirse mal, para Lockley eso tenía suficiente sentido. 

—¿A qué te refieres?

Jake negó suave con la cabeza, tal vez no era buena idea, y sus ojos miraron que Khonshu estaba detrás del hombre. 

—Dile cómo te sientes, sólo será peor. Eso es a lo que se dedican muchas veces, ¿Crees que quiere ayudarte? 

Cerró los ojos, inhalando hondo para ser capaz de ignorar esa voz.

Jake. Tranquilo, sólo dile lo que pasa. —sonó la segunda, esta vez es más suave, siendo amable incluso. Aquél sólo le miró un segundo antes de parpadear para dejar de ver a ambos. 

Ahora el doctor Harrow parecía haber entendido algo, el brillo de reconocimiento en sus ojos claros mientras asentía. 

—Haremos algo. Voy a pedir que te hagan unos exámenes, ¿Sí? Sé que a veces el mundo puede ser muy abrumador, pero no tiene que ser así. No puedo ayudarte si no me dices lo que pasa, ni cooperas conmigo. 

—Jake. 

Khonshu. 

—Jake. 

El niño de la luna. 

—Jake

Ambos. 

—Está bien. —le miró el muchacho. 

El doctor asintió suave. 

—Haremos esos estudios, porque quiero asegurarme y descartar varias cosas. Pero dime, ¿Has visto cosas que no están ahí? O quizá cosas muy extrañas que no sabes cómo han llegado a ese lugar. —le miró. Estaba con una pequeña libreta donde había comenzado a escribir algunas cosas. Seguro que eran los exámenes que necesitaría hacerse. —Algunas veces, puede que hayas escuchado cosas extrañas, también.

No quiere contestarle, en parte porque no quiere hablar, las ganas de nuevo se le han ido, pero sabe que tiene que hacerlo. Pero se dice que tal vez otro día, si es que hay alguna otra vez.

—¿A veces sientes una cosa y de repente otra muy distinta, o es que te parece abrumadora la forma en la que te sientes? 

Sabe bien que cuando un comportamiento está seriamente marcado por el humor, aquello podía ser más un trastorno, y de ser así, las cosas podían cambiar drásticamente. 

—Sientes, sientes. Yo no siento, sí siento, no. —susurró ansioso. —Sí siento, quiero decir que no lo hago como otros. Pero no quiero hablar de eso. A veces me pongo muy sintiesco. —admitió bajo el menor. 

—¿Sintiesco? 

—Que siento mucho. Siento bastante, a veces nada. A veces soy muy sintiesco. 

El mayor solamente asintió suave. Como si pudiera entender algo en todo ese desorden del muchacho. Tal vez lo hacía, pero Lockley prefiere pensar que no, le da comfort pensar que Harrow no tiene ni una puñetera idea de lo que pasa por su cabeza. Que aún puede esconder sus secretos.

—Jake… entre más rápido sepamos qué ocurre, es más fácil obtener un pronóstico y una forma de ayudarte. Entre más esperes, el cómo te sientes, puede llegar a empeorar. 

Sus sentimientos no aparecían de la nada, eran más una combinación de factores externos lo que llegaban a estresarlo. 

Y Arthur Harrow, justo ahora debe estarle tocando las pelotas para no darse cuenta de ello. 

Era contradictorio pensar que quería guardarlo todo, pero también deseaba que aquél médico supiera lo que le estaba pasando. Porque él no tiene ni idea.

—Si logras tomar su pluma, puedes encajarla en su ojo. 

La voz le dió repelus, esta vez era desconocida. La risa femenina pareció ser suave, tranquila, antes de volver a hablar. 

—Encajale la pluma, Jake.

Sintió la ansiedad en las manos. No quiere. 

—Encajale la pluma, agarra la pluma. Sácale los ojos. Ya verás, eso hará que no te encierren. 

Él no quiere estar encerrado. 

—Encaja. La. Pluma. 

Tiembla por la sensación de humedad en las manos. Pegajosas, incluso, tiene que mirar a otro lado. No reconoce la voz femenina. 

—Te van a encerrar, Jake Lockley. —sisearon. 

Durante lo que resta de aquellas preguntas, se mantiene en silencio, sucumbe a su propia mente que le pide que haga algo, lo que sea. Aunque bien, lo que sea, por definición en realidad era hacer daño, o salir corriendo. 

Quizá lo ve batallar, o habrá algo en su persona que obliga al mayor a sacar algo de una caja en su escritorio. 

—Toma. Son galletas, te sentirás mejor. —le llamó con sutileza. Le tendió un pequeño paquete. 

Lockley en un inicio desconfió, la voz seguía susurrando cosas incomprensibles, pero ya antes había descubierto que comer cosas así, masticar, el hecho de tener sonido, hacía que al menos momentáneamente las voces se fueran. A veces incluso Khonshu se quedaba callado, aún si podía verlo o sentirlo rumiando a su alrededor.

Tomó las galletas para abrirlas. 

Despues de eso, hablan de nuevo con Taweret.

Pero cuando se levantan, Taweret le sigue de cerca, pero antes de que pueda perder a Arthur Harrow, del cual no tiene idea cómo es que ahora sabe el nombre de pila, voltea para hablar. 

—Ya nos habíamos visto antes, ¿Verdad? 

El hombre le miró, unos segundos de un brillo extraño, mientras sonreía. 

—Sí, Jake. 

Bien, está jodido, entonces.

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