
"Decisión"
Peter observó el reloj, anhelando que las manecillas avanzaran con mayor celeridad. Ansiosamente, tamborileó los dedos sobre la mesa. Solo faltaban unos minutos para las cinco de la tarde, la hora en que su padre debía recogerlo. Se imaginaba la velada con detalles esperanzadores: la calidez del pequeño bar en Queens, el aroma de la comida casera, la conversación ligera sobre cualquier cosa, incluso sobre temas triviales como los Mets o alguna película que ambos hubieran visto. No le importaba de qué hablarían, solo quería disfrutar de su compañía, tener aunque fuera un instante de normalidad con él.
Aunque podía sentir la mirada inquisitiva de su tía May desde la cocina, optó por ignorarla. No quería que le dijera nada, que lo mirara con esa mezcla de ternura y preocupación. Estaba convencido de que, esta vez, su padre no fallaría. Pero la vibración de su teléfono interrumpió su esperanza con un zumbido cruel. La notificación apareció en la pantalla antes de que pudiera prepararse.
<< "Lo siento. No voy a poder ir esta noche. Lo compensamos pronto. ">>
El peso de la decepción cayó sobre sus hombros como un ancla. Suspiró, sintiendo la presión en su pecho aumentar, y tragó el nudo en su garganta. ¿Compensarlo? ¿Cuántas veces había escuchado eso? ¿Cuántas noches había esperado, solo para recibir el mismo mensaje disfrazado de una nueva excusa? Su mano se cerró en un puño por un segundo antes de deslizar el teléfono en su bolsillo. No respondería. No había nada que decir.
— Voy a patrullar, tía May —murmuró, poniéndose de pie con un movimiento rígido. May dejó el cuchillo con el que estaba cortando verduras y se giró hacia él con una expresión comprensiva, pero Peter no quería compasión.
— ¿Él can…? —Empezó a decir, pero Peter la interrumpió.
— Sí, canceló. - El tono de su voz era seco, casi automático. Como si al decirlo de manera indiferente doliera menos. Como si pudiera engañarse a sí mismo y fingir que no importaba. May suspiró suavemente, apoyando las manos en la encimera.
— ¿No quieres una noche de tailandés y películas? Podemos ver esa saga que te gusta… ¿cómo era? ¿Los chicos con espadas láser? - Peter exhaló una risa breve y sin ganas.
— "Star Wars", tía May… —respondió en un murmullo.
— Eso. Podemos ver una maratón y pedir comida. - Peter negó con la cabeza, metiendo las manos en los bolsillos de su sudadera.
— Gracias, pero paso. Necesito despejarme. - May apretó los labios, sopesando si insistir o no. Finalmente, solo asintió.
— Ve con cuidado, cielo. No me gusta que patrulles en este estado.
No respondió. Simplemente se encaminó a su habitación, cerró la puerta tras él y se apoyó en ella un segundo. Sus ojos recorrieron el cuarto con la familiaridad de siempre, pero nada en él lograba reconfortarlo. Su vista se fijó en el traje rojo y azul, doblado cuidadosamente sobre la silla de su escritorio. Se acercó y deslizó los dedos sobre la tela. En cierto modo, ponerse el traje le daba una sensación de propósito, algo en lo que enfocarse cuando todo lo demás se sentía fuera de su control.
Cuando finalmente se lo puso y activó la máscara, la voz de Karen sonó en su oído con la misma calma habitual.
— Buenas tardes, Peter. Es temprano y noto tus emociones algo erráticas. ¿Puedo sugerir tener una patrulla suave el día de hoy?
Peter exhaló con cansancio, acomodando los guantes.
— Ey, Karen. Yo… Sí, quizás sea lo mejor. Solo necesito despejar mi mente. No pensar.
Y con un impulso, salió por la ventana, dejando atrás la casa, la decepción y, al menos por un rato, el dolor que intentaba ignorar.
Peter pasó algún tiempo balanceándose entre los edificios, dejando que la adrenalina de cada impulso y cada caída disipara la presión en su pecho. La brisa nocturna era fresca y constante, despejando su mente a medida que recorría la ciudad, siempre atento a cualquier indicio de problemas. Vigilaba a los ciudadanos con la misma dedicación de siempre, asegurándose de que todo estuviera en orden.
Fue entonces cuando la voz de Karen interrumpió su momentáneo escape de la realidad.
— Peter, hay un reporte de robo en curso en una panadería a dos cuadras del local del señor Delmar. - No lo pensó dos veces.
— Dame coordenadas, Karen.
— Enviándolas a tu visor.
Cambiando su ruta con un ágil giro en el aire, aceleró su ritmo, aprovechando cada edificio para impulsarse con mayor velocidad. Su respiración se sincronizaba con sus movimientos, su mente completamente enfocada en la misión. Al llegar, divisó al ladrón corriendo por un callejón con una bolsa de pan y, lo que parecía, un par de billetes arrancados de la caja registradora.
— Karen, análisis de ruta de escape.
— Probabilidad del 92% de que intente escalar la cerca al final del callejón.
Peter sonrió bajo la máscara. Fácil.
En un salto, se colgó de la pared y, con una red precisa, atrapó los pies del delincuente justo cuando intentaba trepar. El hombre cayó de espaldas con un gruñido de sorpresa y frustración.
— ¡Y tenemos un ganador! —bromeó Peter, caminando por la pared como si fuera el suelo—. Lástima que el premio es un lindo viaje a la estación de policía.
Cuando las patrullas llegaron, ya estaban al tanto de la situación gracias a la inteligencia de Karen, facilitando el arresto. Uno de los oficiales, un hombre de mediana edad con bigote espeso, le dio una palmada en el hombro.
— Buen trabajo, Spider-Man. Si sigues así, nos dejarás sin empleo. - Bromeo el hombre, Peter se rió.
— Nah, ustedes hacen el trabajo difícil. Yo solo soy el chico de la telaraña.
Con la satisfacción de un caso resuelto, volvió a su patrulla habitual, disfrutando de la tranquilidad de la ciudad. Sin embargo, cuando llegó a los límites de Manhattan y Queens, su noche tomó otro giro inesperado.
El sonido de su teléfono vibrando en su máscara lo obligó a detenerse en una azotea. Descolgó y leyó el mensaje con una leve sonrisa.
<< "Ey, Underoos, ¿puedes pasar por la torre? Nuevo proyecto nocturno en marcha que definitivamente no puede esperar a nuestro viernes de ciencia." >>
Casi podía escuchar el tono entusiasta y sarcástico de Stark al leerlo. Y, conociéndolo, también podía apostar a que su tía May había hecho alguna llamada secreta.
Sin pensarlo mucho, respondió:
<< "¡Por supuesto! Puedo llegar en menos de 10 minutos, Sr. Stark :P" >>
Algo en su pecho se sintió más ligero. Su patrulla le había ayudado a despejarse, pero la idea de sumergirse en la tecnología con Stark le animaba aún más. Después de lo sucedido con el Buitre, Tony había decidido recomprar la torre, una decisión que a Peter le parecía un poco nostálgica. Sabía que Tony tenía sus razones, pero en el fondo, le gustaba creer que lo había hecho porque estar en Queens era mejor que estar a cuatro horas de distancia en el complejo de los Vengadores. Aunque, claro, probablemente solo fueran pensamientos tontos suyos.
— Karen, avísale a Viernes que abra la puerta del balcón lateral derecho del señor Stark, por favor.
— Enseguida.
Con un último impulso, balanceándose a gran velocidad, se soltó en el aire y aterrizó sobre el balcón de la sala en su icónica pose de araña.
La voz de Viernes lo recibió con su tono tranquilo y profesional.
— Bienvenido, joven Pete. Debo decir que esa caída fue mucho más limpia y estabilizada que las últimas. Yo diría que es un 9.5 de 10. - Peter sonrió mientras se quitaba la máscara.
— ¡Gracias, Vi! ¿Cómo fue tu día?
— Atareado. Muchas reuniones a las cuales el señor Stark obviamente no asistió, pero me agrada ver que estás aquí. ¿Cómo fue tu día?
Peter se dejó caer en el sillón, sintiendo que, por primera vez en horas, podía relajarse un poco.
— Mmm, bien. Tuve álgebra y estadísticas, nos entregaron el examen de historia y saqué 100 de 100. También el de español, tuve 98. Luego tomé un helado con Ned y volví a casa temprano porque… yo… también patrullé.
Al mencionar su casa, el recuerdo de su padre volvió a asomar en su mente, pero antes de que pudiera quedarse atrapado en él, una voz interrumpió sus pensamientos con la fuerza de un huracán.
— ¡Roo! ¡Qué bueno que llegaste! Estaba muriendo de desesperación. Escucha mi idea…
Tony apareció por la esquina con su típico entusiasmo, soltando palabras a la velocidad de la luz.
— Un traje como el de Verónica, el que usábamos para Hulk, pero varios y mejores. Algunos para emergencias nivel Vengador, otros más pequeños tipo Iron Man… bueno, de hecho, ya hice eso, la Legión de Hierro. Pero podríamos mejorarlos para ayudar a los civiles. ¡Oh, también mejoras en tu traje y en el mío! Y en el de Rhodey, y el de Pep… aunque ella nunca lo usa.
Peter no pudo evitar sonreír. Tony tenía esa capacidad de hacerle olvidar sus problemas con su energía abrumadora.
— ¡Increíble, Sr. Stark! Para mis tiradores, estoy pensando en una nueva forma de almacenar más redes. Se me ocurrieron al menos dos nuevas fórmulas.
— ¡Hecho, Roo! Vamos al laboratorio.
Se dirigían al elevador cuando un sonido estruendoso los detuvo. El estómago de Peter rugió con fuerza, delatando su hambre. Tony estalló en carcajadas.
— Entendido. Primero comida para el estómago del monstruo araña, después ciencia y diversión. - Peter se sonrojó de inmediato.
— ¿Tailandés, chino, shawarma, mexicano, pizza? —preguntó Tony, dejándose caer en el sillón y moviendo su máscara para hacerle espacio. Peter lo pensó un segundo.
— Mmm… tailandés y pizza no, shawarma solo después de las peleas, chino no se me antoja… ¡Vamos con unos tacos! Oh, solo si quieres, puedo comer cualquier cosa —agregó apresuradamente. Tony sonrió.
— Hecho. Vi, lo de siempre en el lugar mexicano.
— Enseguida, jefe. ¿Puedo sugerir que el joven Peter se cambie de ropa para estar más cómodo?
— Tiene razón, Pete. Ve a tu cuarto, estoy seguro de que tienes suficientes sudaderas y pijamas para usar. Y date una ducha rápida de paso, niño. Hueles a Spiderboy.
El hombre arrugó la nariz con exageración, haciendo una mueca de asco. Peter soltó un grito de vergüenza.
— ¡Sr. Stark!
Antes de que Tony pudiera decir algo más, salió corriendo a su habitación mientras el hombre reía a carcajadas.
Y por primera vez en toda la tarde, Peter también sonrió de verdad.
Salió de ducharse mucho más relajado y limpio, frotándose el cabello húmedo con una toalla mientras se ponía su pijama favorito. Encima, sin pensarlo demasiado, se enfundó en una sudadera que jamás admitiría que había robado del cuarto del Sr. Stark hace ya un buen tiempo, con un poco de ayuda de Viernes. Era absurdamente cómoda, olía ligeramente a café y aceite de maquinaria, y lo hacía sentir… seguro.
Asomó la cabeza con cautela hacia la sala y el comedor, arrugando la nariz en un intento de captar si la comida ya había llegado. Justo en ese momento, el elevador se abrió con un ding, y Tony apareció cargado con tantas bolsas de comida que apenas podía ver sobre ellas. Peter se apresuró a poner la mesa, mientras Viernes, siempre eficiente, ponía alguna serie aleatoria en la televisión, apenas un murmullo de fondo para acompañar la conversación.
— ¿Cómo está Ted? —preguntó Tony con tono casual mientras sacaba unos tacos de una de las bolsas. Peter rodó los ojos con una sonrisa.
— Es Ned y lo sabe, Sr. Stark —respondió con fingida exasperación. Luego, mientras tomaba un taco, agregó con cierto orgullo.
— Pero está bien. Hoy fuimos por helado para celebrar nuestros resultados de historia y español. 100 y 98 para mí, 92 y 89 para él, así que fue una victoria para ambos. - Tony hizo una pausa, levantando una ceja con expresión impresionada.
— ¡Felicidades, Pete! Dios, tenemos que celebrar. Vi, pide nuestro habitual de la heladería. —Hizo una pausa y luego chasqueó los dedos
— Ah, y mándale un mensaje a May. El niño se queda esta noche. A menos que tengas mejores planes que helado, Brooklyn 99 y una noche de ciencia nocturna.
Peter parpadeó, sorprendido pero emocionado por la idea.
— ¡Me encantaría, Sr. Stark! Suena increíble, realmente. Pero… ¿podemos hacer ciencia el viernes? Creo que voy a caer como mosca después de unos capítulos de la serie —admitió con una sonrisa de disculpa. Tony se recargó en el respaldo de su asiento con una sonrisa satisfecha.
— Aceptable, niño. Es noche de escuela, después de todo. Vi, manda el mensaje.
— Enviado, jefe. La Sra. Parker respondió que está bien, pero que debe llevar a Peter a la escuela mañana.
— Hecho. Llevar al niño mañana después del desayuno. Muy bien, sigamos con nuestra noche tranquila.
Peter sintió que algo se acomodaba en su pecho al ver a Tony tan relajado, tan feliz y, sobre todo, orgulloso de él. Algo en eso lo hizo sentirse… seguro. Casi querido. Era una sensación cálida, reconfortante.
¿Así se sentía el orgullo de un padre?
El pensamiento lo golpeó con la misma fuerza que un tren.
Su mente comenzó a divagar antes de que pudiera detenerse. Su padre. ¿Stephen estaba orgulloso de él? ¿Sabía siquiera sus notas? ¿Le mandaba mensajes a la tía May para preguntar sobre su día?
Sabía perfectamente que Tony lo hacía. Que se aseguraba de que comiera bien, que estuviera hidratado, que su temperatura corporal —especialmente con su termorregulación defectuosa— fuera estable. Que siempre tenía sus comidas favoritas en la torre. Que conocía sus gustos de helado sin siquiera preguntar.
Sabía qué tiendas le gustaban más, qué libros le interesaban, que el gato del Sr. Delmar lo adoraba, que terminaba en discusiones ridículas con el Sr. Delmar sobre su hija y la tía May. Sabía que estaba increíblemente adelantado en física y química, al punto de prestarle sus viejos libros universitarios y estudiar juntos.
Stephen Strange, en cambio, era un espectro en su vida.
Ser un Hechicero Supremo no era excusa. Tony Stark dirigía una empresa multimillonaria, era un Avenger, inventaba armaduras, tenía reuniones interminables y aún así estaba aquí.
Stephen Strange entrenaba y protegía el mundo. Bien. Pero Tony Stark también lo hacía, y aún así encontraba tiempo para preguntar cómo le había ido en su examen de historia.
La rabia se instaló en su pecho como una piedra.
¿Por qué Tony Stark, su mentor, alguien que no tenía ninguna obligación de cuidarlo, pasaba más tiempo con él que su propio padre biológico?
Apretó los puños con frustración, pero antes de que los pensamientos se volvieran más oscuros, el delicioso aroma de los tacos lo trajo de vuelta a la realidad. Tomó una gran mordida, obligándose a enfocarse en la comida, en la risa de Tony, en el calor del lugar.
En el ahora.
Tony estaba aquí. Y por esta noche, eso era suficiente.
— ¿Cómo está la Srta. Potts? — preguntó con la boca casi llena de un taco, masticando con la ansiedad de sus pensamientos traicioneros. Tony lo miró con una mezcla de incredulidad y asco antes de fruncir la nariz.
— ¿Estás masticando siquiera, Bambi? - Peter tragó apresurado y le dedicó una sonrisa inocente.
— Qué grosero, responde una pregunta con otra pregunta — se burló, acomodándose en el asiento con una confianza que solo podía darse cuenta en la Torre Stark. Tony rodó los ojos y se recargó en la silla.
— Uf, está bien. Dice que lamenta no haber estado el domingo pasado. - Peter dejó su taco en el plato y alzó las cejas.
— ¡Pero ella estaba en Tokio! — exclamó, ofendido en nombre de Pepper—. Deberíamos pedirle disculpas a ella por interrumpir su trabajo todos los domingos.
Porque sí, los domingos eran sagrados.
El “Día de la Pasta” había comenzado casi por accidente. Tony, mitad italiano por parte de su madre, cocinaba pastas caseras que podían hacerle competencia en cualquier restaurante de lujo en Nueva York. Lo que comenzó como un simple almuerzo entre mentor y aprendiz se convirtió en una tradición. Primero se sumó Happy, argumentando que después de tantas idas y vueltas con el niño, al menos merecía un plato de comida decente. Luego, Rhodey apareció, celoso de que Happy estuviera ahí y él no.
Cuando Pepper se enteró, llegó con una botella de vino y una mirada que decía “qué desastre han armado”. Su veredicto fue que había demasiada testosterona en la mesa, por lo que llamó a May, quien ganó sin dudarlo.
Desde entonces, el grupo se había expandido más de lo que Tony había anticipado. Con la llegada de nuevos Vengadores, la familia informal creció. Hope (Wasp) fue la primera en unirse, siendo vieja amiga de Tony y una heroína con más paciencia que muchos en la Torre. Después llegó Carol Danvers (Capitana Marvel), quien encajó con el equipo con una facilidad envidiable. De hecho, Tony y Peter tenían una apuesta sobre si Carol y Rhodey se confesarían algún día. Peter había apostado sus últimos cincuenta dólares en Carol.
Luego apareció Yelena Belova, la hermana menor de Natasha Romanoff, quien obtuvo el título de Black Widow. Ella, a su vez, encontró y trajo a Kate Bishop, la nueva Hawkeye. Con solo un año menos que Peter, Kate era impresionante con las flechas, tenía habilidades en artes marciales y una mente aguda para la ingeniería.
Así, los domingos de pasta se volvieron una reunión llena de risas, competencia amistosa y un caos moderado, donde los nuevos Vengadores (Hope, Carol, Yelena, Kate, Rhodey, Tony y Peter) se mezclaban con los más cercanos al Sr. Stark (Happy, Pepper y May).
Peter estaba tan absorto en sus pensamientos que no notó que su celular vibraba insistentemente sobre la mesa hasta que Tony lo miró con curiosidad.
— ¿Quién manda tantos mensajes, Roo? ¿Es mayo? Puedo llevarte si el—
El sonido seco y arrepentido del teléfono chocando contra el suelo lo interrumpió.
Peter lo había lanzado con tanta fuerza que dejó una pequeña abolladura en el piso de la Torre Stark. La pantalla se hizo pedazos en el impacto. Tony parpadeó, sorprendido.
Tenía los puños cerrados con tanta fuerza que los nudillos se le pusieron blancos. La mandíbula apretada, la respiración pesada.
Alarmado, Tony tomó el teléfono en pedazos y revisó la conversación en la pantalla rota. Solo dos mensajes.
Dos mensajes.
Eran de su padre.
<< "Me voy a una misión. Será un mes." >>
<< "No podremos vernos." >>
Ni siquiera un "lo siento". Ni una explicación. Solo una confirmación de que, una vez más, Peter quedó relegado a un segundo plano. Era un milagro que ese hombre enviara tres mensajes en un mismo día, pero la última vez que lo había hecho, también había sido para cancelar algo. Y la vez anterior. Y la anterior a esa.
La decepción en su pecho ya no era una punzada. Era un peso familiar. Un monstruo que crecía con cada nueva excusa, cada nuevo abandono. Pero esta vez, no era una sola decepción.
Era ira.
No, ni siquiera ira.
Era furia.
Era fuego ardiendo en sus venas, quemando todo rastro de paciencia que le quedaba.
Porque siempre pasaba esto. Siempre.
Y estaba cansado.
Hervía en cólera.
Si su padre apareciera frente a él en ese momento, no estaba seguro de lo que haría.
— ¡Peter, estás bien!? ¡Mira tu mano! —chilló Tony, empujando su plato de comida a un lado como si nunca hubiera existido. Peter parpadeó, confundido. No sentí dolor, solo un leve cosquilleo en los dedos. Miró su mano, moviéndola con desinterés, pero la sensación pegajosa en su palma lo hizo detenerse.
Oh.
Había agarrado el teléfono con demasiada fuerza antes de lanzarlo, y ahora los restos de vidrio de la pantalla rota estaban incrustados en su piel. Trozos pequeños, algunos apenas perceptibles, otros más grandes, reflejando la luz como diminutas astillas de espejo. Pequeñas líneas de sangre se deslizaban entre sus dedos.
— No es nada, Sr. Stark, yo… Creo que voy a dormir —murmuró, sintiendo un ardor inesperado en los ojos, como si las lágrimas quisieran salir sin permiso.
— Roo… ven aquí, piccolo.
El tono de Tony era diferente a cualquier otro que le había escuchado antes. No había rastro de burla, sarcasmo o exasperación. Solo calidez, preocupación genuina. Antes de que pudiera reaccionar, el hombre lo envolvió en un abrazo, firme y protector.
Peter sintió cómo su cuerpo cedía sin pensarlo. Sus manos, todavía temblorosas, se aferraron a la chaqueta de Tony con fuerza, como si fuera un ancla en medio de una tormenta.
Y entonces, sin darse cuenta, rompió a llorar.
No fue un llanto contenido, silencioso. Fue un torrente, un desborde de emociones que había estado reprimiendo por tanto tiempo que ya ni siquiera recordaba cuándo había comenzado. Sollozos desgarrados sacudieron su pecho, haciendo eco en la habitación. Su respiración se volvió errática, y con cada jadeo sentía que su cuerpo se hacía más pesado.
Tony no dijo nada. No intentó calmarlo con palabras vacías ni le pidió que dejara de llorar. Solo lo sostuvo más fuerte, acunándolo como si pudiera juntar cada pequeño fragmento roto en su interior.
Y Peter se aferró a él como si su vida dependiera de ello.
Entre sus lágrimas, un recuerdo fugaz cruzó su mente.
Michelle.
Habían tenido un debate una vez, sentados en la cafetería de la escuela, con un libro abierto entre ellos. Un libro sobre relaciones paternofiliales que MJ estaba analizando para una tarea de literatura.
—"Padre es el que cría, no el que engendra" —había concluido ella con seguridad, cerrando el libro con un golpe seco.
En ese momento, Peter no lo había pensado demasiado. Era solo una conversación, un análisis sobre personajes ficticios. Pero ahora… ahora todo tenía sentido.
Stephen Strange no había sido un mal padre en el sentido estricto de la palabra. No había sido cruel, ni abusivo. Había estado presente, a su manera, con visitas esporádicas y dinero enviado como una especie de consuelo vacío. Pero nunca había sido constante. Nunca lo había puesto como prioridad.
Cuando su madre, Mary, quedó embarazada, Stephen desapareció. Y cuando regresó, lo hizo con condiciones: verlo una vez al mes si tenía tiempo. Nada más. Nada de cenas familiares, nada de cuentos antes de dormir, nada de abrazos después de un mal día.
Cuando Mary se casó con Richard Parker, fue él quien estuvo allí. Quien lo cuidó, quien le enseñó a andar en bicicleta, quien le mostró cómo atarse los zapatos. Pero Peter nunca pudo llamarlo "papá", porque ya tenía uno. Uno que apenas estaba en su vida, pero que él seguía amando y respetando porque… bueno, porque era su padre y él era solo un niño.
Cuando sus padres murieron, él quedó en un orfanato. Nadie pudo encontrar a Stephen. Nadie sabía dónde estaba. Probablemente en alguna fiesta, o trabajando en alguna cirugía compleja, demasiado ocupado para preocuparse por el hijo que había dejado atrás.
Fueron May y Ben Parker quienes lo acogieron, quienes lucharon por él, quienes lo convirtieron en quien era. May había salido furiosa de la conversación con Stephen cuando él había admitido, sin ningún remordimiento, que simplemente no podía hacerse cargo de un niño.
Peter recordó el día en que decidió ser Spider-Man. La noche en que Ben murió.
Ese día, lo único que necesitaba era a su padre. Ni Richard ni Ben. Un Esteban. Necesitaba que estuviera allí. Que lo mirara a los ojos y le dijera que todo iba a estar bien.
Pero no lo hizo.
Y después llegó el Sr. Stark.
Peter nunca había pensado en Tony como una figura paterna en el sentido más tradicional. Pero ahora, mientras sollozaba en su pecho, sintiendo la mano del hombre frotando círculos en su espalda, no podía verlo de otra manera.
Stephen nunca lo puso como prioridad. Probablemente ni siquiera estaba entre sus primeras cinco prioridades.
Tony, en cambio…
May y Tony lo tenían como su prioridad número uno. Siempre.
— Estoy tan cansado de esto —susurró Peter con la voz ronca, quebrada por el llanto. Tony no respondió de inmediato. Lo sostuvo un poco más fuerte, como si con solo ese contacto pudiera aliviar el peso que llevaba sobre los hombros.
— Está bien, tesoro —murmuró en voz baja, con una ternura que no mostró a cualquiera
— Te prometo que lo solucionaré, sin importar qué sea. - Continuo su mentor.
Peter cerró los ojos con fuerza, hundiendo el rostro en el hombro del mayor por un segundo más. Quería creerle. Quería aferrarse a esas palabras como una tabla de salvación en medio de la tormenta. Pero sabía que esta vez, ni siquiera Tony Stark podía arreglarlo.
— No puedes solucionar esto, Sr. Stark —susurró con cansancio, separándose con desgana del cálido abrazo que lo había envuelto cuando se quebró—. Pero gracias por estar aquí de todos los modos.
Se sintió extraño al quedar de nuevo a la intemperie, como si el mundo fuera un poco más frío sin la seguridad de esos brazos. Tragó con dificultad y bajó la mirada… solo para encontrar el desastre que había hecho.
Su celular yacía en el suelo, completamente destruido. La pantalla, astillada en mil pedazos, reflejaba la luz de la habitación de forma irregular. Gimió de exasperación y cubrió su rostro con una mano.
— Maldición, destrocé mi celular —murmuró, sintiendo que la fatiga se le pegaba a los huesos. Y ahora, para colmo, estaba incomunicado.
— Eso sí lo puedo solucionar —declaró Tony con su característico tono confiado—. Vi, prepara el último modelo de Stark Phone y transfiere todos los datos del antiguo al nuevo.
— Enseguida, jefe —respondió la IA sin perder un segundo. Peter levantó la cabeza rápidamente, agitando las manos en un intento de detener la situación.
— ¡No tiene que hacerlo, Sr. Stark! - Tony puso una expresión teatral y se llevó una mano al pecho.
— Pero entonces ¿cómo me vas a contar sobre las ancianitas que te dan churros o sobre tus avances con Michelle?
Peter no pudo evitar reírse, aunque intentó cubrirse la boca para disimular.
— Gracias, por todo —dijo después de tranquilizarse, su voz un poco más firme, pero con un peso de gratitud difícil de expresar en palabras.
Tony le entusiasmaba con una calidez que no muchos tenían el privilegio de ver.
— No hay de qué, Roo. Ahora vamos por el botiquín, no quiero que te conviertas en parte vidrio con esa súper curación entrando en acción. - Peter bufó, pero dejó que lo guiara.
Lo curioso de su relación con Tony era lo fácil que se había convertido en algo tan natural. No recordaba exactamente cuándo había pasado, pero de un momento a otro, buscar su consejo y apoyo se había vuelto casi instintivo.
Incluso había escuchado a la señorita Potts y al coronel Rhodes bromear sobre ellos, llamándolos “uña y mugre”, lo cual sonaba asqueroso, pero no podía negar que era cierto.
Siempre que tenía un problema, buscaba la experiencia y el consuelo de Tony. Casi siempre.
Había algo que nunca le había dicho. Algo que incluso ahora sentía como un secreto demasiado grande para compartir. Su padre.
Había tomado medidas para asegurarse de que nadie, ni siquiera Tony, descubriera la verdad. Cuando eran más jóvenes, Ned y él habían pasado incontables tardes con el tío de su amigo, un hombre que, para su sorpresa, era un genio del hackeo. Les había enseñado todo lo que sabía. Ned lo absorbió como una esponja, encantado con la idea de poder medirse en cualquier sistema con unos pocos clics.
Para Peter, en ese momento, era solo un juego.
Hasta que dejo de serlo.
Hasta que le picó aquella araña y decidió convertirse en Spider-Man.
De repente, la información que existía sobre él en bases de datos no era solo un dato irrelevante. Se convirtió en un riesgo, una vulnerabilidad. Y si había algo que no podía permitir, era que alguien conectara su identidad secreta con su padre biológico.
Porque su padre no era un hombre cualquiera.
Su padre era un superhéroe.
Stephen Strange.
El genial neurocirujano. El Hechicero Supremo.
Pero para el mundo —y más importante, para Tony Stark—, Peter Benjamin Parker era solo un huérfano de Queens al cuidado de su tía May.
Porque antes de que Tony siquiera pensara en investigarlo, ya había movido todas las piezas necesarias para asegurarse de que, si alguien intentaba buscar información sobre su familia, no encontrarían nada. Ned había hackeado bases de datos enteras, clasificando todo lo que tuviera que ver con la relación entre Peter y Stephen.
Para Tony, Peter Parker no tenía un padre.
Porque cuando él lo buscó, no encontró nada.
Y Peter se había asegurado de que así fuera.
— Hay algo que nunca te dije —susurró Peter, interrumpiendo al mayor justo cuando este limpiaba su herida con una concentración casi quirúrgica. Tony alzó una ceja, pero no apartó la vista del corte.
— ¿Qué cosa, Roo? —preguntó, su voz relajada, casi como si esperara que Peter le dijera algo trivial, como que se había quedado sin telarañas o que había olvidado hacer la tarea de química. Peter tragó saliva. Se eliminó la incomodidad en su asiento.
— No soy tan huérfano como parece. - Eso sí captó la atención de Tony. Sus manos se detuvieron y su mirada se fijó en Peter con sorpresa.
— ¿Qué? —soltó, visiblemente confundido. Peter sintió que su corazón latía demasiado rápido. Esto era más difícil de lo que pensaba.
— Mi padre biológico está vivo.
Lo dijo de golpe, como si arrancarse esa confesión de la garganta pudiera hacer que doliera menos. Por un segundo, se sintió expuesto, incómodo bajo la mirada del hombre que, hasta ese momento, había sido como un padre para él sin necesidad de títulos ni sangre.
— ¿Disculpa? ¿Richard Parker está vivo? —preguntó Tony, boquiabierto.
— Ese también es el tema… —Peter desvió la mirada, jugando con la manga de su sudadera.
— No soy un Parker biológico. Richard está muerto, pero mi padre biológico sigue vivo.
Un silencio espeso se instaló en la habitación. Tony pestañeó, procesando lo que acababa de escuchar.
Finalmente, se pasó una mano por la cara y suspir.
— Creo que esta conversación necesita un buen chocolate caliente.
Sin necesidad de más palabras, ambos fueron a la cocina. Peter se sentó en uno de los taburetes de la barra, observando cómo Tony se movía con naturalidad entre los estantes, sacando los ingredientes con precisión casi mecánica. No necesitaba preguntar nada. Lo hacía de memoria. No era la primera vez que terminaban en la cocina en medio de la noche. Cuando cualquiera de los dos tenía pesadillas —lo que, siendo sinceros, era más frecuente de lo que admitirían—, siempre terminaban ahí, con Tony preparando el mejor chocolate caliente que Peter había probado jamás.
<< — No es cacao en polvo barato, Roo, esto es arte — >> le había dicho una vez Tony con orgullo niño, explicándole que la receta venía directamente de su abuela italiana, su "nona", quien le enseñó a hacerlo cuando era.
En silencio, Peter vio cómo el hombre vertía la mezcla en dos tazas y las colocaba sobre la barra. No había necesidad de apurar la conversación. Tony sabía que Peter hablaría cuando estuviera listo.
Y, después de un sorbo largo de chocolate caliente, comenzó.
— Mary Fitzpatrick conoció a mi padre en una conferencia de medicina. Ella estaba ahí por una pasantía. No esperaba que terminara embarazada, pero me amó desde el primer momento.
Tony lo miró con atención, tomando pequeños sorbos de su taza.
— Ellos no tenían un noviazgo ni nada parecido, así que mamá siguió con su vida. Richard Parker, su mejor amigo desde adolescentes, la vio luchar para sobrellevar todo sola y… bueno, se hicieron pareja. Tía May dice que fue una hermosa relación. Cuando nací, mi padre biológico me dio su apellido, pero Richard siempre me quiso como si fuera suyo. Nunca tuve problemas en que mi padre me viera de vez en cuando o enviara dinero.
Peter hizo una pausa y se pasó la lengua por los labios, mordiéndolos ligeramente con nerviosismo.
— Cuando mamá y Richard se casaron, adoptaron el apellido Parker. Legalmente, seguía teniendo su apellido, pero se agregó el Parker. Todo estaba bien... hasta que mamá y Richard murieron. Nadie pudo encontrar a mi padre biológico, así que me enviaron a un orfanato horrible. May y Ben me adoptaron “hasta que lo encontraran”.
Tony frunció el ceño.
— Pero nunca lo hicieron, ¿verdad?
Peter negó con la cabeza.
— Él… tenía mucho con lo que lidiar. Se decidió que lo mejor era que enviara dinero a Ben y May mientras yo lo veía al menos una vez al mes, a veces cada dos o tres meses. ¡Pero es porque tiene mucho trabajo! —se apresuró a añadir, aunque incluso a él le sonó a una excusa barata.
— Luego murió el tío Ben y… él ni siquiera apareció en el funeral.
Dijo la última parte en voz más baja, casi como si se sintiera avergonzado de admitirlo en voz alta.
— May me adoptó legalmente después de eso y… bueno, ya conoces el resto.
Se encogió de hombros, finciendo que no le dolía, que no le importaba.
— Por cierto… él no sabe que soy Spider-Man.
Esperaba una reacción, pero no estaba preparado para lo que vio.
Tony se había mantenido mayormente en silencio mientras hablaba, pero su rostro era un libro abierto. Primero había mostrado curiosidad, luego incredulidad… y ahora estaba furioso.
Una furia contenida, silenciosa. Pero definitivamente furia.
Peter pudo ver cómo apretaba la mandíbula y tensaba los nudillos alrededor de la taza.
— Ese maldito infeliz… —murmuró Tony entre dientes.
— Dame su nombre, piccolo. Lo voy a hacer papilla con el traje. No, mejor sin traje, para más disfrute. Se caerá repetidamente contra mis nudillos.
Refunfuñó algo más, soltando palabrotas en un tono tan bajo que Peter solo pudo escucharlas gracias a su súper oído.
— ¡Sr. ¡Rígido! —exclamó Peter, con una mezcla de indignación y sorpresa—. ¡Claro que no! No vas a atacar a mi padre.
Tony lo miró como si hubiera dicho la cosa más ridícula del mundo.
— ¿Cómo que no? Roo, él claramente te abandonó. No hay trabajo que importe más que un niño.
Peter sintió que algo dentro de él se encogía.
— ¡Él no me abandonó! Solo… tiene trabajo —murmuró, pero la inseguridad en su voz traicionó sus propias palabras. Tony suspiró y se pasó una mano por el cabello.
— Lo siento, bambino —dijo en un tono más suave—. No debería haberlo dicho así… pero es cierto. O al menos, eso parece con esa historia. Sé lo que es tener un padre ausente, yo mismo lo vivo. Pero eso no es justo para ti.
Le sostuvo la mirada, con una ternura que hizo que el nudo en la garganta de Peter se apretara más.
— Mereces más, tesoro.
Peter sintió el ardor en sus ojos antes de que las lágrimas comenzaran a deslizarse por su rostro. No podía contenerlas más. Tony lo vio y, sin dudarlo, se levantó de su asiento y lo abrazó. Peter se aferró a él con fuerza, hundiendo el rostro en su hombro, sollozando en silencio.
Y mientras lo hacía, una pregunta se instaló en su mente, una que lo hacía doler más que cualquier herida.
¿Por qué su padre no podía abrazarlo así?
¿Por qué su padre no podía haber sido Tony Stark?
La noche había terminado para ellos cuando pusieron música de fondo y se durmieron en el sillón abrazados. O al menos terminó para Peter, porque el Sr. Stark se levantó del sillón horas después para llamar a May por teléfono, rezando que ella no lo matara por la hora.
Peter no era un durmiente pesado, no con sus reflejos arácnidos siempre alerta. Así que cuando sintió a Tony moverse con cuidado para no despertarlo, su curiosidad pudo más. Fingió seguir dormido, con los ojos entrecerrados, y escuchó el sonido de pasos alejándose. Apenas la puerta de la sala se cerró con un clic suave, Peter se deslizó con sigilo fuera del sillón y lo siguió, deteniéndose en el pasillo justo antes de la cocina.
— ¿Tony? ¿Sucedió algo con Peter? —La voz preocupada de May atravesó el auricular con urgencia.
Peter sintió su corazón latir más rápido. May no era del tipo de persona que se alarmaba fácilmente, así que su preocupación hizo que su estómago se retorciera. Se apoyó contra la pared, escuchando atentamente.
— Ey, May, no. Todo bien por aquí, bueno… tan bien como se podría esperar —respondió Tony con un tono inseguro. Peter entrecerró los ojos. No era común que el Sr. Stark dudara de esa forma.
— ¿Qué sucedió? Tienes suerte de que siga despierta.
— ¿Los papeles que te di hace como dos meses? Bueno, ahora entiendo por qué dijiste que era mejor esperar —dijo Tony, su voz con un matiz de frustración.
Peter sintió una punzada de confusión. ¿Papeles? ¿Qué papeles?
— ¿Él te contó? —preguntó May, sorprendida.
— Sí. No paraban de llegar mensajes a su celular, creímos que eras tú, así que rápidamente lo tomó. Deberías haber visto su rostro, dios… En un segundo se oscureció, tiró su teléfono tan fuerte como pudo y todo se fue al carajo. Nunca lo había visto llorar tanto, May.
Peter bajó la mirada a sus manos. Recordaba ese momento con claridad. La ira que lo había invadido cuando leyó el mensaje, la impotencia que lo estrangulaba mientras su pecho se contraía con una angustia insoportable. Y luego Tony, abrazándolo como si pudiera sostenerlo hasta que el dolor pasara. Había sido demasiado, incluso para él.
— Te juro que lo odio —escupió May con rabia—. Seguro le envió un mensaje a Peter diciendo que se va de viaje y no podrán verse en algunos meses. Él hace eso muy seguido, lo detesto. Deja a Peter devastado, regresa, lo llena de ilusiones y promesas vacías y vuelve a irse.
Peter cerró los ojos con fuerza. Sabía que May tenía razón. No importaba cuántas veces intentara convencerse de lo contrario. Siempre era lo mismo. Siempre terminaba sintiéndose como un niño esperando en la puerta por alguien que nunca llegaba.
— Hijo de puta —susurró Tony con odio.
Peter sintió una calidez extraña en su pecho. No estaba acostumbrado a que alguien más se enojara por él. No de esa forma. No con ese nivel de furia protectora.
— Por eso no quería firmar los papeles de tutela compartida, Tony —explicó May—. Quería que supieras toda la historia antes de hacer algún movimiento.
Tutela compartida.
Peter sintió que su corazón se detenía por un segundo.
— Lo entiendo, no te preocupes. El problema ahora será que creerá que lo estoy haciendo por lástima o algo así —murmuró Tony, y Peter pudo imaginarse perfectamente cómo agitaba sus manos nerviosamente.
— Lo siento, no había pensado en eso —admitió May—. Hablaré con Peter cuando vuelva a casa y le explicaré que tengo estos papeles hace meses.
— Gracias, May.
— De nada, Tony.
Peter retrocedió con cuidado, su mente hecha un torbellino. Se metió de nuevo en la sala, se acomodó en el sillón y cerró los ojos, aunque sabía que no iba a poder dormir. Su mente repetía una y otra vez las palabras "tutela compartida". Tony Stark quería adoptarlo. No por lástima, sino porque realmente quería hacerlo.
Cuando May le habló días después, Peter pensó que probablemente, si nunca hubiese escuchado esa conversación, creería exactamente lo que Tony había predicho. Su primer instinto fue pensar que era una solución temporal, que Tony lo hacía solo porque se sentía mal por él. Pero May le explicó que esos papeles llevaban meses guardados, que nunca le habían dicho nada para no presionarlo. Que era su decisión.
Y por primera vez en su vida, Peter sintió que tenía una opción real.
Aceptó. Y los trámites comenzaron. Ahora, legalmente, se llamaba Peter Benjamin Stark Parker y no podía estar más feliz de quitarse el otro apellido, un apellido con el que nunca tuvo conexión o historia.
Pasaba la semana entera viviendo en la Torre Stark con su nuevo papá y Pepper, la prometida de Tony, que también lo amaba como un hijo y no perdía oportunidad de recordárselo. Los fines de semana los pasaba con tía May, pero entonces la echaron de su trabajo por recortes y no pudo seguir pagando el departamento. Happy, que para entonces ya era su novio, le ofreció una habitación en su suite de la torre, y ella aceptó con gusto. Tony también le había ofrecido un puesto como enfermera en el piso de medicina de los Vengadores. A veces desayunaban todos juntos, como una familia.
Cinco meses después, Peter era completamente feliz siendo Peter Stark, hijo mayor de Tony Stark e hijo de May Parker. Salía con MJ, y según Pepper y May, eran "terriblemente dulces" juntos. Ned seguía siendo su mejor amigo y los tres estaban emocionados por mandar sus solicitudes para entrar al MIT.
La vida, por primera vez en mucho tiempo, se sentía bien.