
"Lux mea te calfaciet in noctibus obscurissimis"
Capítulo 6: "Lux mea te calfaciet in noctibus obscurissimis"
El silencio era casi opresivo en el almacén, roto solo por los pasos inquietos de Jinx. El eco de su andar parecía llenar cada rincón del espacio vacío, junto con el leve zumbido de las farolas en el exterior. Se movía como un animal atrapado, su energía electrizante llenando el lugar de un aire denso, cargado.
En la penumbra, Lux la seguía con la mirada, inmóvil desde su lugar sobre una pila de cajas. Había algo fascinante en la manera en que Jinx se desplazaba, con esa mezcla de rabia y desdén, como si el mundo entero estuviera conspirando contra ella. Y aun así, bajo la fachada de furia, Lux podía ver la vulnerabilidad que Jinx intentaba ocultar.
—¿Vas a seguir mirándome como si fuera un experimento raro? —soltó Jinx de repente, deteniéndose y lanzándole una mirada fulminante.
Lux no apartó la vista, aunque sintió cómo el calor subía a sus mejillas.
—No estoy mirándote de esa forma —respondió, aunque su voz sonó más suave de lo que pretendía.
Jinx alzó una ceja, claramente escéptica.
—Claro que sí. Estás ahí, tan tranquila, como si no tuvieras nada mejor que hacer.
Lux dejó escapar un suspiro, bajando la mirada por un instante. Pero la verdad era que no podía dejar de observarla. Desde su cabello desordenado hasta la forma en que apretaba los dientes con frustración, había algo en Jinx que la atraía, como una fuerza irresistible.
—Solo quiero asegurarme de que estés bien —dijo finalmente.
Jinx soltó una risa seca, aunque no había verdadero humor en ella.
—¿Bien? —repitió, jugando con el cuchillo que giraba entre sus dedos. —Sí, claro. Todo genial.
Su tono sarcástico hizo que Lux apretara los labios, pero no respondió de inmediato. En cambio, bajó de la pila de cajas, acercándose un poco más.
—Sé que no es fácil —dijo, con una calma que contrastaba con la tormenta que podía sentir en el aire.
Jinx se giró hacia ella, sus ojos carmesí brillando con una intensidad que hizo que el corazón de Lux diera un vuelco.
—No tienes ni idea de lo que siento ahora mismo —respondió, su voz baja, casi un susurro cargado de algo más oscuro.
La proximidad entre ambas era peligrosa, pero ninguna parecía dispuesta a retroceder. Lux podía sentir el calor que emanaba de Jinx, podía notar el leve temblor en sus manos mientras sostenía el cuchillo.
—Entonces dímelo —dijo Lux, dando un paso más cerca.
Jinx la miró fijamente, como si estuviera evaluando sus intenciones. Había algo en su mirada que iba más allá de la rabia o el miedo; algo que Lux no podía ignorar.
—¿Por qué te importa tanto? —preguntó finalmente, su tono más suave ahora.
Lux dudó por un instante, las palabras atascándose en su garganta. Podría haber dado una respuesta sencilla, algo lógico o racional, pero ninguna de esas palabras habría sido cierta. Antes de que su cabeza pensara, una frase directa de su corazón,palpitante y acelerado cada vez que veía a la peliazul fue lo que salió.
—Porque… no quiero perderte —confesó, su voz temblando ligeramente al final. ¿Seguía extasiada por la sangre de su ahora querida vampiresa? Lux no lo sabía.
Jinx abrió la boca para responder, pero se quedó en silencio. Por un momento, la tensión entre ambas se volvió casi palpable, como una cuerda tensada al límite. Los ojos de Jinx se movieron hacia los labios de Lux por un breve segundo, pero lo suficiente para que Lux lo notara.
—Eso es un problema, ¿sabes? —murmuró Jinx, con una sonrisa que intentaba ser sarcástica, pero no lograba ocultar del todo la intensidad en su tono.
Lux sintió un escalofrío recorrer su cuerpo.
—¿Por qué? —preguntó, dando un paso más cerca, hasta que la distancia entre ambas era mínima.
Jinx no respondió de inmediato. En cambio, inclinó ligeramente la cabeza, como si estuviera estudiándola. El aire entre ellas era denso, cargado de algo que ninguna de las dos parecía querer nombrar.
—Porque… —Jinx bajó la mirada por un momento, sus dedos apretando el cuchillo con fuerza antes de soltarlo a la vez que un pequeño tono rosado suelto surgía en sus mejillas. —Porque empiezas a gustarme demasiado.
Las palabras salieron en un susurro, casi inaudibles, pero el impacto fue inmediato. Lux sintió que el aire abandonaba sus pulmones, su corazón latiendo con fuerza mientras procesaba lo que acababa de escuchar.
—¿Demasiado? —preguntó, con una pequeña sonrisa que no podía contener.
Jinx alzó la mirada, y por un instante, todo lo demás desapareció. La ciudad, los vampiros, incluso el caos dentro de sus propias mentes; nada importaba excepto la persona frente a ellas.
—Sí, demasiado —respondió Jinx, su voz firme ahora.
Lux no sabía quién dio el siguiente paso, pero antes de que pudiera pensarlo, estaban más cerca, casi rozándose. Podía sentir el calor del aliento de Jinx, podía ver el leve temblor en sus labios, todo en su interior gritaba que cruzara esa línea, que diera un último paso.
Fue Jinx quien rompió el momento, apartando la mirada con un suspiro.
—Esto es una locura —dijo, aunque su voz carecía de convicción.
—Tal vez —respondió Lux, su tono tranquilo pero con una leve sonrisa. —Pero no por eso es menos real.
Jinx no respondió, pero tampoco se alejó. En cambio, dejó que el silencio volviera a llenar el espacio entre ellas, aunque esta vez no era incómodo. Había algo en ese momento, en la cercanía y en lo no dicho, que parecía más significativo que cualquier palabra.
Lux alzó una mano, sin pensarlo, y rozó con suavidad el brazo de Jinx. El contacto fue breve, pero suficiente para que ambas sintieran un escalofrío.
—No estás sola y nunca más lo estarás...—dijo Lux en voz baja, esas palabras habían sido repetidas múltiples veces por la rubia, pero cada vez eran más firmes, más fuertes,cargadas de más sentimiento...era difícil no creer en ellas.
Jinx cerró los ojos por un instante, como si estuviera procesando lo que acababa de escuchar. Cuando los abrió de nuevo, su mirada era más suave, pero no menos intensa.
—No estoy segura de en qué me estoy metiendo contigo —admitió, una sonrisa pequeña y torcida en sus labios.
Lux rió suavemente, sacudiendo la cabeza.
—Yo tampoco —respondió, con una honestidad que sorprendió incluso a ella misma.
Ambas se quedaron allí, tan cerca que el más leve movimiento podría haber cambiado todo. Pero ninguna se apresuró, no era aún el momento.