
Un vínculo inmortal
Capítulo 4: Un Vínculo Inmortal
El silencio en el almacén era casi palpable, roto solo por el crujir de los escombros bajo los pies de Lux mientras se alejaba un par de pasos, tratando de ordenar sus pensamientos. Su respiración seguía entrecortada, y su mente se negaba a liberarla del recuerdo de la sangre de Jinx deslizándose por su garganta. Había algo oscuro y tentador en esa memoria, algo que no podía ignorar.
Jinx, por su parte, aún estaba en el suelo, tocándose el cuello donde los colmillos de Lux la habían perforado. Aunque la herida había sanado por completo, la sensación persistía, un calor desconocido que le recorría el cuerpo. Sus ojos, ahora teñidos de un sutil brillo carmesí, se alzaron hacia Lux.
—¿Qué… qué soy ahora? —preguntó, su voz cargada de confusión y una pizca de rabia contenida.
Lux cerró los ojos, intentando reunir las palabras adecuadas.
—Eres… como yo —dijo finalmente, con un hilo de voz.
Jinx parpadeó, procesando las palabras. Luego se levantó lentamente, tambaleándose al principio, pero recuperando el equilibrio con una velocidad inhumana.
—Como tú —repitió, su tono mordaz. Dio un paso hacia Lux, sus ojos fijos en ella. —¿Qué significa eso, exactamente?
Lux sintió la tensión en su cuerpo aumentar. Jinx estaba demasiado cerca, y aunque sus intenciones parecían ser de confrontación, todo lo que Lux podía sentir era el latido persistente de la nueva conexión que ahora las unía.
—Significa que ya no eres humana —respondió Lux, desviando la mirada.
Jinx dejó escapar una risa amarga.
—Perfecto. Una cazadora de vampiros convertida en vampiro. Esto es irónico incluso para mí.
Antes de que Lux pudiera responder, un sonido repentino rompió el silencio. Desde las sombras al otro lado del almacén, un rugido bajo y gutural hizo que ambas giraran la cabeza al unísono. Lux sintió que la sangre se le helaba: otro vampiro había estado acechando en las sombras, esperando su oportunidad.
—¡Genial! —exclamó Jinx, desenfundando instintivamente sus pistolas. Pero al intentar apuntar, un dolor punzante en su brazo la hizo soltar el arma. —¿Qué demonios…?
El vampiro, una criatura de ojos brillantes y colmillos alargados, cargó hacia ellas con una velocidad sobrehumana. Lux alzó una mano, convocando un rayo de luz que apenas logró ralentizarlo.
—¡Cuidado! —gritó Lux, interponiéndose frente a Jinx.
Pero antes de que el monstruo pudiera alcanzarlas, Jinx reaccionó. Sus ojos brillaron intensamente, y un destello de furia cruzó su rostro. En un movimiento instintivo, se lanzó hacia el vampiro con una velocidad que igualaba, si no superaba, a la de la criatura.
—¡Jinx! —gritó Lux, sorprendida.
El choque fue brutal. Jinx derribó al vampiro al suelo, sus movimientos tan precisos como salvajes. Sus manos se cerraron alrededor del cuello de la criatura, y antes de que pudiera resistirse, Jinx le rompió el cuello con una fuerza que hizo eco en todo el almacén.
Lux observó, paralizada, mientras Jinx se levantaba del cadáver, respirando con dificultad. Había algo feroz en su postura, un aura de poder que no había estado allí antes.
—¿Qué… fue eso? —preguntó Jinx, mirando sus propias manos.
Lux se acercó lentamente, todavía tratando de procesar lo que acababa de ver.
—Tus habilidades —dijo, con un tono de asombro. —Están manifestándose.
Jinx la miró, con una mezcla de incredulidad y temor.
—¿Así que ahora soy un monstruo con súper fuerza? Genial.
Lux negó con la cabeza, sus ojos suavizándose.
—No eres un monstruo. Eres… diferente. Pero puedes controlar esto.
Jinx soltó una carcajada amarga, pero no dijo nada más. En su interior, la mezcla de emociones era demasiado intensa: rabia, miedo, y algo más que no podía identificar. Finalmente, suspiró y se dejó caer en uno de los escombros cercanos, pasando una mano por su cabello azul ahora salpicado de cenizas.
—Esto es una locura —dijo finalmente. —No sé qué me hiciste, pero me siento… rara.
Lux dio un paso hacia ella, manteniendo la distancia suficiente para no incomodarla.
—Tu cuerpo está cambiando. Necesitarás tiempo para adaptarte, pero ahora tienes habilidades que antes no tenías.
Jinx alzó la vista hacia Lux, su ceño fruncido.
—¿Y qué más? ¿Voy a… necesitar sangre?
Lux asintió, sintiendo una punzada de culpa.
—Sí, pero no tienes que cazar humanos. Hay formas de… controlarlo.
Jinx soltó una carcajada seca, aunque no había humor en ella.
—¿Controlarlo? No soy buena en eso de controlar nada.
Lux no pudo evitar sonreír ligeramente, a pesar de la gravedad de la situación.
—Me he dado cuenta.
El comentario hizo que Jinx la mirara fijamente, y algo en la tensión entre ellas cambió. Jinx dio un paso hacia Lux, acortando la distancia entre ambas.
—¿Por qué lo hiciste? —preguntó, su tono más serio. —Podrías haberme dejado morir.
Lux apartó la mirada, pero cuando volvió a hablar, su voz estaba cargada de emoción.
—Porque no podía perderte, Jinx. No sé por qué, pero… siento algo por ti. Algo que no puedo explicar.
Jinx la observó detenidamente, buscando algún rastro de mentira en sus palabras. Finalmente, suspiró, pero no dio un paso atrás.
—No sé qué juego estás jugando, princesa —murmuró, su tono más suave que antes. —Pero esto no ha terminado.
Lux asintió, sabiendo que tenía mucho que explicar, pero mientras miraba a Jinx, con la luz tenue del almacén reflejándose en su cabello azul y sus ojos ahora rojos, no pudo evitar sentirse atrapada. La sangre de Jinx no solo la había salvado, sino que había creado un vínculo del que no estaba segura si alguna vez podría escapar.
Y en el fondo, no estaba segura de querer hacerlo.