
Lazos de Sangre y Luz
Capítulo 2: Lazos de Sangre y Luz
El rugido de los vampiros resonó por todo el almacén, un sonido gutural y primitivo que hizo eco en las paredes descascaradas. Jinx apretó los dientes y se posicionó detrás de una columna derruida, su pistola ya cargada con balas de plata y grabada con runas que brillaban tenuemente bajo la luz parpadeante del techo. Lux permanecía a su lado, serena, aunque había algo en su postura que Jinx no había notado antes: sus manos temblaban ligeramente.
—Espero que no estés aquí solo para mirar, princesa —gruñó Jinx, sin apartar la vista de la entrada.
Lux ladeó la cabeza, una sonrisa ligera en los labios, aunque no llegó a sus ojos.
—¿Crees que llegué hasta aquí sin saber cómo defenderme?
Jinx no respondió. No había tiempo para discutir; los vampiros ya estaban sobre ellas. Las criaturas, pálidas como cadáveres, con ojos rojos encendidos y garras afiladas como cuchillas, irrumpieron en el almacén. Sus movimientos eran rápidos y descoordinados, pero eficaces en su brutalidad. Jinx disparó dos veces en rápida sucesión, las balas atravesaron el pecho de uno de ellos, haciéndolo caer al suelo en un grito agónico antes de convertirse en cenizas.
El olor a sangre impregnó el aire, espeso y metálico. Lux respiró profundamente, cerrando los ojos por un breve momento. Al abrirlos, sus iris azules parecían haber cambiado, adquiriendo un destello dorado que parpadeó fugazmente antes de desvanecerse.
—Concéntrate —se murmuró a sí misma en un tono tan bajo que Jinx no la oyó.
La cazadora, por su parte, seguía disparando, manteniéndose en constante movimiento para evitar ser acorralada.
—¡Esto no pinta bien! —gritó Jinx mientras lanzaba una de sus granadas de luz.
El destello cegador iluminó todo el almacén, haciendo que los vampiros retrocedieran con gritos de dolor. Lux aprovechó el momento para levantar una mano, canalizando su magia. Un rayo de luz pura se materializó en el aire, golpeando a tres vampiros que se aproximaban. La energía luminosa chisporroteó al entrar en contacto con sus cuerpos, reduciéndolos a cenizas al instante.
Jinx se giró hacia Lux, incrédula.
—¿Eso fue magia? —preguntó, con una mezcla de asombro y recelo.
Lux asintió, pero evitó mirarla directamente a los ojos. Había algo más en su expresión, un leve temblor en su mandíbula y un brillo extraño en sus pupilas.
—Algo parecido —respondió, con la voz más tensa de lo habitual.
Antes de que Jinx pudiera comentar, otro vampiro más grande, casi el doble del tamaño de los anteriores, irrumpió en la sala, derribando una columna con su peso. Su piel era de un gris enfermizo, y las venas negras recorrían su cuerpo como un mapa oscuro.
—Genial, un matón —gruñó Jinx.
El vampiro gigante rugió y se lanzó hacia ellas. Jinx disparó dos veces, pero las balas apenas le hicieron daño. Lux levantó una barrera de luz, pero la fuerza bruta de la criatura la hizo tambalearse.
Jinx intentó acercarse por un costado, pero el vampiro la atrapó por el brazo y la arrojó contra una pared. Cayó al suelo, jadeando por el dolor, una línea de sangre comenzando a manar desde su frente.
El olor a sangre fresca inundó el aire, envolviendo a Lux como una tormenta implacable. Su respiración se volvió más profunda, su pecho subiendo y bajando de forma errática. Sus ojos volvieron a parpadear con un tono dorado, esta vez más persistente. Lux cerró los puños con fuerza, sus uñas marcando líneas en sus propias palmas mientras intentaba mantener el control.
—Esto no es suficiente… —murmuró para sí misma, su voz cargada de una tensión casi peligrosa.
El vampiro gigante rugió de nuevo, apartando su atención de Lux por un momento. Fue suficiente. Con un movimiento fluido, Lux levantó ambas manos, canalizando una luz tan intensa que el almacén entero pareció iluminarse como si el sol hubiera salido en su interior.
El vampiro gigante retrocedió, cubriéndose los ojos, pero fue en vano. Lux lanzó un rayo concentrado directamente a su pecho, atravesándolo como si fuera papel. La criatura se desmoronó en un montón de cenizas humeantes.
Cuando el silencio volvió al almacén, Lux bajó las manos lentamente. Sus ojos seguían brillando con un destello dorado, y su mandíbula estaba tensa, como si estuviera conteniendo un grito. Jinx se arrastró hasta quedar sentada contra una pared, ignorando el dolor en su costado mientras la observaba con cautela.
—Eso fue… intenso —dijo Jinx, aunque había algo en su voz que denotaba desconfianza.
Lux se giró hacia ella, pero sus ojos no buscaban los de la cazadora. Su atención estaba fija en el rastro de sangre que manaba de la frente de Jinx, el líquido rojo brillante deslizándose lentamente por su piel. Lux apretó los labios, y por un instante, Jinx creyó ver un destello de colmillos tras ellos.
—¿Estás… bien? —preguntó Jinx, entrecerrando los ojos.
Lux parpadeó, como si la pregunta la hubiera sacado de un trance.
—Sí —respondió rápidamente, su voz demasiado firme para sonar natural. Caminó hasta ella y extendió una mano. —Déjame ayudarte.
Jinx dudó, pero finalmente aceptó.
—No necesito caridad.
Lux sonrió débilmente, aunque había algo forzado en su gesto.
—No es caridad, es eficiencia. No podemos permitirnos más distracciones.
Se arrodilló a su lado, colocando una mano sobre la herida de Jinx. La luz cálida comenzó a fluir, cerrando el corte rápidamente. Pero mientras lo hacía, Lux parecía estar librando una batalla interna. Su respiración era irregular, y la mano que no estaba en contacto con Jinx temblaba ligeramente.
Cuando terminó, Lux se levantó rápidamente, apartándose un par de pasos mientras cerraba los ojos y respiraba profundamente.
—¿Qué demonios fue eso? —preguntó Jinx, señalándola con el ceño fruncido.
Lux la miró de reojo, pero no respondió.
—¿Es magia o algo más? —insistió Jinx, poniéndose de pie con esfuerzo.
—Solo magia —respondió Lux finalmente, aunque su tono traicionaba una verdad más oscura. —Vamos. Esto no ha terminado.
Y aunque Jinx quería presionarla más, el eco de pasos lejanos le recordó que había problemas más grandes en ese momento. Sin embargo, algo en la mirada de Lux no se le escapó: detrás de su aparente serenidad, había una batalla constante, una guerra que Jinx aún no entendía.